Cristo clavado en la cruz en un Libro de Horas de la Escuela de Tours.
Traicionado
por Judas Iscariote, uno de los apóstoles, Jesús fue hecho prisionero
por los guardias del sumo sacerdote y llevado ante el consejo religioso
judío, el sanedrín. Se le declaró culpable de blasfemia y fue entregado a
las autoridades romanas para que le fuera aplicada la pena de muerte.
Entonces, el gobernador romano de Judea, Poncio Pilato, plegándose a lo
que le solicitaban las autoridades judías, condenó a muerte a Jesús, que
fue crucificado.
Los
seguidores de Jesús defendieron que había resucitado al tercer día de su
muerte y que era el mesías en el que se cumplían las profecías. Los
once apóstoles dijeron que se les apareció y les ordenó que predicasen
su mensaje a todo el mundo.
Al
plantear que Jesús era el mesías y que había resucitado, los cristianos
se fueron separando progresivamente de la tradición judía a lo largo de
las siguientes décadas. Además, tras la destrucción del templo de
Jerusalén en el año 70 e.c., la religión judía se fue haciendo cada vez
menos variada tendiendo hacia la interpretación farisea y rabínica. Los
cristianos terminaron creando una religión distinta y nueva.
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