San Anselmo desarrolla su teología dialéctica en sus obras Monologion y Proslogion.
En la segunda expone su famoso argumento ontológico, que demuestra la
existencia de Dios mediante una prueba racional que debería ser admitida
incluso por el no creyente, es decir, el ignorante que dice en su
corazón que Dios no existe. Según este argumento, Dios, definido -no
puede ser menos- como «el ser mayor que lo cual nada puede ser pensado»,
existe necesariamente, puesto que de lo contrario se podría concebir
otro ser idéntico a él con la existencia añadida.
El
argumento tendrá, a lo largo de la historia, detractores, como Tomás de
Aquino y Kant, y partidarios, como san Buenaventura, Duns Scoto -que
reformulará la definición de Dios en términos de «ser infinito»-,
Descartes, Leibniz y Hegel. Los primeros rechazarán que se pueda deducir
la existencia real de un ser a partir de su definición; los segundos
afirmarán que ello es posible y necesario en la causa o esencia primera.
El argumento de Anselmo
de Canterbury sigue el
siguiente razonamiento:
- Dios es lo más perfecto (aquello mayor que lo cual…) que se puede pensar.
- Si existiese sólo como idea en la mente (en el entendimiento) cualquier cosa que existiera como, por ejemplo, una mesa, un pájaro, etc., sería más perfecta que Él (porque existiría en la mente, como concepto, y en la realidad, como objeto).
- Como esto es contradictorio porque si Dios es perfectísimo ningún ser puede ser más perfecto que Él, debe existir necesariamente tanto en la mente (como idea o concepto) como en la realidad (como ente u objeto).
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