El
problema de la omnipotencia divina, cuyo tratamiento presupone los
refinamientos conceptuales y las sutilezas analíticas de la dialéctica,
había sido planteado ya por Pedro Damián, un enemigo de la dialéctica
que trataba precisamente de advertir, con su ejercicio de hábil
dialéctico, del peligro del arma misma de que se servía.
En 1067, Pedro Damián escribía De divina omnipotentia,
en forma de carta dirigida a Desiderio, abad de Montecassino, como
balance de la discusión verbal que ambos habían sostenido una noche
acerca de la cuestión tratada por san Jerónimo (siglos IV-V): ¿puede
Dios devolver la virginidad a una virgen violada? El santo había
respondido negativamente: Dios, a pesar de su omnipotencia, puede no
imputar la pérdida de la virginidad, pero no devolver la flor perdida.
A la
fácil y primera representación de la omnipotencia divina, según la cual
Dios puede todo lo que quiere y lo que no puede es debido a que no lo
quiere (potentia = voluntas), Pedro Damián responde
llamando la atención sobre el peligro de esa posición en manos de un
hábil dialéctico, que podía extraer de ella consecuencias inaceptables:
si existe lo que Dios quiere y la no elección divina es sinónimo de
imposible, entonces se podría decir que lo que Dios no hace, no puede
hacerlo; lo que no quiere, no puede hacerlo.
Frente
a ello, Pedro Damián concebía la potencia divina como más extensa que
la voluntad: Dios puede hacer más de lo que de hecho decide hacer; la
creación no agota toda la potencia de Dios. Así, con respecto al
problema de partida (¿puede Dios devolver la virginidad perdida?, en el
sentido de: ¿puede Dios hacer que lo que ha ocurrido no haya ocurrido?),
Pedro Damián responde afirmativamente: Dios puede deshacer el pasado,
puede hacer que Roma, que ha sido en el pasado, no haya sido; en eso se
muestra su omnipotencia.
Para
comprender cómo eso es posible debemos distinguir entre el poder de la
naturaleza y el poder divino, entre el tiempo y la eternidad de Dios. Si
el poder divino es mayor y más extenso que la creación efectiva
(aquello que es posible naturalmente); si la necesidad de la naturaleza
(la necesidad del pasado) no afecta a Dios, Dios habría podido no hacer
que Roma existiese y todavía lo puede. Además, siguiendo a san Agustín,
Pedro Damián insiste en que en Dios no hay tiempo, sino un eterno
presente: lo que nosotros vemos y la naturaleza produce en el tiempo
como pasado, presente, futuro, es en Dios un decreto instantáneo. Dios
podría, por tanto, en su presente intemporal (correspondiendo al aquí y
ahora nuestros) hacer que Roma -que ha sido- no hubiera sido, pero en
ese caso Roma nunca habría sido (no ocurriría que habría sido y no
habría sido simultáneamente; no se niega el principio de contradicción).
Si
no lo ha hecho, no lo hace, no lo hará en nuestro curso temporal, no
significa que no pueda hacerlo; significa que no lo ha querido y que
tanto el presente y el pasado como el futuro están sometidos a la
voluntad de Dios como una elección libre dentro de un campo de
posibilidades más extenso.
La
posición inicial de Pedro Damián, según la cual Dios puede más de lo que
quiere y hace, fue asumida por san Anselmo en la reflexión desarrollada
en su obra Cur Deus homo (Por qué Dios se hizo hombre)
sobre la necesidad de la Encarnación del Verbo divino. El santo
distingue entre necesidad exterior y necesidad interior, autoimpuesta en
virtud de una libre elección; la primera está ausente de Dios, la
segunda está presente como vinculación permanente a una elección libre
previa y establece una necesidad relativa, secundaria o contingente
derivada de la inmutabilidad divina. Así, Dios no estaba obligado
inicialmente a ninguna vía u orden para la redención, es decir, la
Encarnación no es absolutamente necesaria, pero, una vez adoptada, Dios
la respeta inflexiblemente. El paralelismo entre el orden de la gracia y el orden de la naturaleza
como donaciones libres de la voluntad divina permite pensar el orden
natural como necesario secundariamente a la libre elección divina del
mismo entre diferentes alternativas inicialmente posibles.
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