En el edicto de Milán del año 313, el emperador Constantino puso fin a las persecuciones:
Martirio de San Pedro, pintura de Jaime Huguet, siglo XV. Gante, Museo Voor Schone Kunsten.
«Hemos
tomado la decisión de que no se niegue a nadie la libertad de seguir la
religión que haya escogido, ya sea la cristiana o cualquier otra. Hemos
decidido anular totalmente las órdenes anteriores relativas a los
cristianos, ya que nos parecían perjudiciales y contrarias a nuestra
clemencia. Permitimos, de ahora en adelante, que todos los que quieran
seguir la religión cristiana lo hagan y de manera completamente libre, y
sin que se les inquiete ni se les moleste. Y, además, hemos decidido
que les sean devueltas las propiedades en las que antes solían reunirse
(y que les fueron confiscadas en las persecuciones anteriores).»
Según
el texto, se anula la persecución personal y la persecución colectiva
en los lugares del culto. Constantino estableció el derecho a elegir la
propia religión. Por tanto, estableció lo que hoy llamaríamos la
libertad religiosa, un derecho humano que se estima fundamental en las
sociedades modernas. Lo notable es que en unos años, los que median de
Constantino a Teodosio, lo que parece muy aceptable según los modos de
entender las relaciones entre religiones, es decir, la libertad
religiosa, se mutase en exclusivismo y prohibición para las religiones
diferentes del cristianismo.
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