martes, 29 de julio de 2014

UN NOBLE ESPAÑOL PARA ASUSTAR A LOS NIÑOS






Fernando Álvarez de Toledo, tercer duque de Alba se ganó a pulso la fama de implacable. No hay que negarle su genio militar y su lealtad a Carlos I y Felipe 11, que, con frecuencia, lo utilizaron como "apafuegos" de los conflictos más duros. 

En 1546 Carlos I le encomendó el ejército que saldría victorioso en la batalla de Mühlberg contra la Liga alemana. Felipe 11 le nombró virrey de Nápoles en 1566 para que expulsase a los franceses de Italia. Además de conseguirlo, entró en Roma que aún no había olvidado el famoso "saco" de 1529. Después de estos triunfos, fue enviado a Flandes, lugar casi en perpetua fricción con España, donde los herejes comenzaban a hacer de las suyas. La acción del duque de Alba debía ser, en primer lugar, represora de la sublevación flamenca, para continuar con una campaña de clemencia. La primera parte se cumplió, pero la segunda no llegó a producirse nunca. 

Una fama oscura e inmisericorde adquirió el Duque que creó el Tribunal de los Tumultos, actuando con tanta crueldad que de pronto fue denominado como "Tribunal de la sangre". Allí no se salvó nadie, ni herejes, ni sublevados. Los nobles flamencos y católicos, Egmont y Horn, fueron apresados de una manera alevosa, cuando asistían a una reunión a la que habían sido invitados, y ajusticiados sin más. Tanto fueron los desmanes y la represión efectuada que todavía perdura el recuerdo de su actuación en Países Bajos, donde las madres, para asustar a sus niños en lugar de decirles: "iQué viene el coco!" o "iQué vine el hombre del saco!" dicen "iQué viene el Duque de Alba!".

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