Durante todo el siglo XVI, y
todavía mucho tiempo después, Europa entera se vio sacudida por las guerras de
religión, que a su componente espiritual unían un fuerte componente político.
Lutero, sacerdote agustino alemán, se
erige en el reformador de una iglesia católica que, la verdad, poco tenía de
ejemplar, con un clero corrupto y con unos comportamientos que a menudo eran
escandalosos. Parece que el detonante de la Reforma fue el ofrecimiento del papa
León X, concediendo indulgencia plenaria a todos aquellos que contribuyesen
económicamente a sufragar los gastos de la basílica de San Pedro en Roma lo que
Lutero consideró como un simple mercadeo.
En esencia la doctrina luterana,
producto de una crisis espiritual de su creador, se basaba en la justificación
del hombre ante Dios por la fe. El individuo no necesita salvarse a través de
las instituciones eclesiales o de los sacerdotes, sino que puede hacerla a
través de la fe creyendo en la expiación realizada por Jesucristo en la cruz.
El amor y la fe lo eran todo, y por lo tanto los sacramentos no eran
necesarios. El hombre recuperaba su libertad de conciencia y su libertad individual,
dando un nuevo sentido a la religión ya la vida.
En un principio Lutero no consideró
que sus propuestas fuesen contrarias a la ortodoxia católica, pues él había
estudiado a San Pablo a través de las interpretaciones de San Agustín, que mantenía un gran peso teológico dentro de la Iglesia, y la justificación
por la fe, aún dentro de la propia Iglesia no sería rebatida, y sólo en algunos aspectos, hasta el
Concilio de Trento.
Amonestado por su cardenal, Lutero
se refugió bajo la protección del príncipe elector de Sajonia, Federico III. En
1519, negó la autoridad papal y la autoridad de los concilios lo que le situó, abiertamente, fuera de la Iglesia Católica. Los príncipes alemanes y
todos aquellos nobles que deseaban la independencia de España, que desde el
primer momento se afirmó como la defensora a ultranza del catolicismo, vieron
en la nueva religión su aliada contra la nación opresora. Una vez más la
religión se convirtió en un arma arrojadiza, cosa que seguramente Lutero jamás
había pretendido.
En uno de sus escritos, Acerca
de un tercer orden del culto, exponía lo que para él era una Reforma
completa de la Iglesia, con una vuelta al verdadero espíritu del Nuevo
Testamento, pero que nunca llegaría a realizarse. Ya el colmo para los católicos fue que
Lutero abandonase el celibato y se casara con una monja exclaustrada, Catalina de Sara.
La llama protestante se extendió
con rapidez y cuando Lutero vio el estado al que habían llegado las cosas, se
puso en manos de los príncipes alemanes. Esto le llevó a sancionar el matrimonio
bígamo de Felipe de Hesse y a apoyar la terrible represión de estos príncipes
sobre
el campesinado alemán. Por otro lado, una religión sin dogmas como la luterana, con muchas posibilidades de interpretación, pronto dio lugar a muchas ramas distintas, con divisiones internas, como las encabezadas por Zuinglio o ECalvino. Éste último fue el gran sistematizador del protestantismo. Había sido sacerdote, pero en 1533 rompió con el catolicismo y renunció a los beneficios eclesiásticos, aceptando la dirección de la Reforma en Ginebra. Más duro que Lutero, fue expulsado de la ciudad en 1538. Llamado de nuevo a ella en 1541, Ginebra fue una dictadura teocrática, aunque su tendencia a convertir en aplicaciones prácticas las enseñanzas bíblicas, tuvieron un éxito notable y con rapidez se adoptaron en Francia, Suiza, Bélgica y Holanda influyendo en la Reforma escocesa y algo también en la inglesa.
el campesinado alemán. Por otro lado, una religión sin dogmas como la luterana, con muchas posibilidades de interpretación, pronto dio lugar a muchas ramas distintas, con divisiones internas, como las encabezadas por Zuinglio o ECalvino. Éste último fue el gran sistematizador del protestantismo. Había sido sacerdote, pero en 1533 rompió con el catolicismo y renunció a los beneficios eclesiásticos, aceptando la dirección de la Reforma en Ginebra. Más duro que Lutero, fue expulsado de la ciudad en 1538. Llamado de nuevo a ella en 1541, Ginebra fue una dictadura teocrática, aunque su tendencia a convertir en aplicaciones prácticas las enseñanzas bíblicas, tuvieron un éxito notable y con rapidez se adoptaron en Francia, Suiza, Bélgica y Holanda influyendo en la Reforma escocesa y algo también en la inglesa.
En España, que era la abanderada de
la causa católica el protestantismo también llegó pero sólo tuvo eco en algunos
pequeños grupos que se adhirieron a él de forma clandestina. Y es que el temor
a las represalias del Tribunal de la Inquisición, creado por los Reyes Católicos,
era mucho. Sin embargo, Juan de Valdés y Miguel de Molinos fueron dos místicos
importantes considerados heréticos, pero a la altura de los grandes místicos españoles. Ambos
fueron procesados por la Inquisición, aunque en el caso de Molinos, creador del
quietismo, una corriente religiosa que tuvo honda repercusión en el pensamiento
europeo, el proceso debió de ser, tortuoso y extraño, pues a mediados del siglo
XVIII, todas las actas fueron destruidas.
Un personaje curioso, que despertó
por igual las iras de los católicos y de los calvinistas, fue el médico
aragonés Miguel Servet. Estudió medicina en París y Montpellier, teología en Lovaina
y derecho en Toulose y muy bien puede definírsele como un humanista. En aquel "maremágnum"
de nuevas tendencias religiosas, Servet, siendo católico, negó el dogma de la Santísima Trinidad y la divinidad de Jesucristo, en sus obras De Trininatis
erroribus y Chrisfianismi restitutio. En este último tratado exponía,
además, su teoría de la circulación pulmanar de la sangre. Se refugió en Francia
huyendo de la persecución católica que lo sentenció a muerte. Pero cuando recaló
en Ginebra, el no menos intolerante Calvino le condenó a la hoguera y en ella
murió aquel hombre que si bien podía estar errado en el terreno religioso era un
médico eminente.
Frente al protestantismo que había
fracturado la unidad religiosa de Europa de manera definitiva, no se hizo esperar la Contrarreforma católica. Nacieron nuevas
órdenes religiosas, digamos que más "modernas" a tenor de los tiempos y los problemas que
corrían.
Íñigo de Loyola fundó los jesuitas,
cuya influencia en la religión y en la sociedad se ha mantenido durante casi quinientos años. Íñigo, o Ignacio, de Loyola fue soldado
y un auténtico
galán, muy aficionado a las novelas de caballería, a la poesía erótica y a las mujeres. Nada hacía presagiar que acabaría como fundador de una de las órdenes más "aristocráticas" de la Iglesia. Su vida cambió cuando, en el sitio de Pamplona, una bala de cañón francesa le destrozó las piernas. En la convalecencia, entre sus lecturas encontró una frase de San Pablo que pondría patas arriba todas sus convicciones, aficiones y tipo de vida: "¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?". Fue una conversión automática, parecida a la del propio San Pablo. Cuando se recuperó se hizo ermitaño en Manresa y peregrinó a Tierra
Santa.
galán, muy aficionado a las novelas de caballería, a la poesía erótica y a las mujeres. Nada hacía presagiar que acabaría como fundador de una de las órdenes más "aristocráticas" de la Iglesia. Su vida cambió cuando, en el sitio de Pamplona, una bala de cañón francesa le destrozó las piernas. En la convalecencia, entre sus lecturas encontró una frase de San Pablo que pondría patas arriba todas sus convicciones, aficiones y tipo de vida: "¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?". Fue una conversión automática, parecida a la del propio San Pablo. Cuando se recuperó se hizo ermitaño en Manresa y peregrinó a Tierra
Santa.
Sin olvidar sus orígenes militares,
a su nueva orden la llamó la Compañía de Jesús, y la concibió como una milicia
de soldados de Cristo, como unidad de choque de la Iglesia frente a la Reforma
protestante y añadió a los votos tradicionales uno de obediencia al Papa. Estas
características resultaron muy atractivas entre los jóvenes que lo dejaron todo
para hacerse jesuitas. Por ejemplo, el caso de Francisco de Borja.
Francisco de Borja estaba
emparentado con el papa Alejandro VI y con Fernando el Católico.
Llegó a ser
virrey de Cataluña y su vida transcurrió siempre en ambientes cortesanos. Pero
parece que, a la muerte de la emperatriz Isabel de Portugal, tuvo que acompañar
al féretro hasta el lugar de su inhumación. Cuando se abrió el ataúd para
verificar que realmente el cuerpo a enterrar era el de la reina, la contemplación de aquella hermosa mujer
que ya se descomponía, le produjo un impacto terrible. "Jamás serviré a un
señor que se me pueda morir", se dijo, y a la muerte de su esposa se
enroló en los jesuitas.
Otro jesuita destacado fue
Francisco Javier, que después de oír una predicación de Ignacio de Loyola, decidió
dedicarse a la vida religiosa. Trató de evangelizar, en pocos años, las tierras
más lejanas como el Sureste asiático y Japón, en una trayectoria humana, personal
y viajera que constituye una verdadera epopeya. Moriría cuando estaba a punto
de entrar en China.
Pero además de los jesuitas, también
se fundaron otras órdenes religiosas, como los Escolapios de José de Calansanz o el italiano Felipe Neri, dedicado este último
por completo a la caridad y que crearía la Congregación del Oratorio.
Los resultados prácticos de la
Contrarreforma católica en cuanto a la lucha contra el protestantismo, fueron prácticamente
nulos, pero sí consiguió una revitalización de Iglesia y un movimiento de regeneración del clero.
En este renacer religioso tuvieron
especial relevancia los místicos, almas selectas que mediante la introspección
buscaban la comunicación y la unión perfecta del alma con Dios. Ellos nos han
dejado una literatura mística de gran belleza que sobrecoge a los lectores por
su emoción sincera. Entre ellos destacan las figuras de Teresa de Jesús y Juan
de la Cruz.
Teresa de Jesús, nieta de un judío
que había sido penitenciado en Toledo, fue una mujer única en su tiempo. Reformadora
del Carmelo, fundadora de diecisiete conventos de monjas y otros tantos de frailes,
pasó una vida de penalidades, recorriendo los caminos de media España a pie, en
burro y en carro, arrostrando dificultades y necesidad. A los 23 años, ingresó
en un convento, tras un revés amoroso, buscando un amante fiel que sólo podía
encontrar como esposa de Cristo. Su espiritualidad intensa, su búsqueda de la unión
del alma con su Creador, le hizo vivir éxtasis, alegrías y pesares. Por orden
de sus superiores escribió todas sus experiencias. Camino de perfección, Las
moradas o el castillo interior, la sitúan entre los mejores escritores
místicos occidentales. También escribió obras autobiográficas como El libro
de mi vida y el Libro de las Fundaciones, así como versos y
canciones populares llenos de gracejo.
Ya en vida, esta mujer que supo
combinar a la perfección los asuntos materiales con los espirituales, tuvo muchos detractores. Se decía que sus arrebatos místicos era
producto del consumo de unas hierbas alucinógenas que la llevaban a un estado de erotismo
hipnótico. En la actualidad se dice que sufría cierto trastorno mental ... pero aún hoy sorprende
la biografía de esta mujer trabajadora incansable, luchadora hasta el fin por
aquello que creía justo, dotada de una gran inteligencia natural. Pero como
mujer que era, también tenía las típicas reacciones femeninas, no exentas de cierta
coquetería. En una ocasión un fraile le hizo un retrato y cuando lo vio
sonriendo le dijo al autor: "Qué Dios os perdone porque me habéis sacado
fea y ojerosa:
Juan de la Cruz compartió, en su
vida, muchos aspectos comunes con los de Teresa de Ávila. Humanista, poeta
exquisito y reformador, sufrió persecuciones, cárcel y el desprecio de los
propios frailes.
Siendo estudiante en Salamanca se
encontró con Teresa de Ávila y este encuentro le cambió la vida. Como ella se
dedicó a la reforma del Carmelo, intentando volver a la pureza primitiva de la
Orden. Pese a tener una naturaleza débil derrochó unas fuerzas que no poseía en
la consecución de sus fines. Durante nueve meses permaneció encerrado en una
celda minúscula, preso, mientras su alma volaba componiendo el Cántico espiritual,
un poema que expresa la búsqueda del alma, la esposa, de su esposo, el
Creador. Es un monumento literario que se encuentra entre los libros más
excelsos escritos en castellano.
Pero, claro, tanta nueva espiritualidad,
tanto misticismo, despertaron los recelos de la Inquisición, siempre pronta en
detectar posibles herejías contra la ortodoxia, tanto si las había
como si no.
como si no.
El Santo Tribunal de la Inquisición
se puso en marcha con Los Reyes Católicos. España, tierra de moros y judíos, podía
ser un terreno fértil a todo tipo de errores religiosos, o eso se creía. Cuando
a judíos y mariscos se les puso en el brete de convertirse o ser expulsados, muchos
aceptaron el bautismo para salvar vidas y haciendas. Como es lógico, en tantas
conversiones forzadas no podía existir una auténtica devoción cristiana. Muchos
optaron por seguir los ritos externos y conservar un corazón judío o mahometano.
La Inquisición que velaba por la pureza de la religión, debía ante todo tratar
de establecer la verdad, pero lo cierto es que se aceptaba cualquier denuncia y
en el momento que se entraba en la rueda del proceso inquisitorial, era muy
difícil salir indemne aunque se fuera inocente. Como el denunciante quedaba en secreto,
no pocos acusaban a vecinos e incluso parientes, con el fin de apropiarse de
sus bienes o por rencillas de todo tipo que poco tenían que ver con la religión
y sus errores.
Existía un Manual de Inquisidores
en el que se detallaba cómo proceder según el rango, la instrucción, y la
secta a la que se creía que pertenecía el acusado y se recomendaba al inquisidor
ser especialmente astuto, sobre todo con los "herejes modernos que son
maestros en ocultar la verdad" Si el acusado no confesaba siempre se podía
recurrir a un método infalible: la tortura, que se realizaba con unos elementos
cuya sola visión desarmaba al más inocente. Sierras, prensacabezas, prensadedos,
ruedas para desconyuntar o la terrible "mecedora de Judas" que
consistía en un caballete coronado por una pirámide de acero. El reo era
colgado con sogas y cadenas y los verdugos, tirando de ellas, le iban sentando
sobre la pirámide. No menos horrible era la "dama de hierro" llamada
también la "dama de Nuremberg". Se trataba de un sarcófago de acero y
doble puerta en cuyo interior se encontraban colocadas cien púas de hierro. El
condenado era introducido en esta especie de armario y se cerraban las puertas
de manera que las púas atravesasen todas las partes de cuerpo pero sin causar
una muerte inmediata, por lo que la agonía se prolongaba durante varios días.
Muchos culpables y otros tantos inocentes confesaban lo que los inquisidores
querían oír con sólo ver los aparatos destinados a obtener tal confesión.
Estaban considerados herejes: los
excomulgados, los que compran y venden cosas sagradas, los que cometan errores en
la explicación de las Sagradas Escrituras, los que crean en sectas o se afilien
a ellas, los que opinen distinto de la Iglesia respecto a la fe o los sacramentos,
los que den culto al diablo o le invoquen, los cristianos que se pasen al
judaísmo.
También se considera herejes a aquellos que suministren filtros de amor a las mujeres para hacerles perder la castidad. iComo vemos las oportunidades para ser juzgado por la Inquisición eran bastante amplias! Hasta el inefable Fray Luis de León estuvo preso cinco años por la Inquisición siempre con el temor constante de ser llevado a tortura y todo porque en sus lecciones bíblicas defendió el texto hebreo contra la Vulgata. Las rivalidades universitarias colaboraron a su encarcelamiento y cuando al fin fue liberado, y devuelto a su cátedra de teología en Salamanca, generosamente la cedió al que la había ocupado durante su ausencia forzosa. Se le otorgó otra cátedra, y posiblemente en su deseo de olvidar aquella dura etapa de su vida como preso inquisitorial, comenzó su lección con la frase que se ha hecho famosa: "Decíamos ayer ... ".
La Inquisición no fue un fenómeno
exclusivamente español pues existió en toda Europa.
También se ha exagerado mucho sus
actuaciones, aunque indudablemente se cometieron abusos execrables. Es cierto
que los horribles "autos de fe", donde se quemaban vivos a los reos eran
espectáculos espeluznantes, presididos por una parafernalia de procesiones y
cánticos que aumentaban el horror de la ejecución. A menudo los presidían los
reyes, mientras un público enfervorizado contemplaba el suplicio.
Pero no fueron tantos como decían
los propaladores de la leyenda negra española. Según ellos, en España "el
aire olía a carne quemada", mito que los modernos historiadores, entre
ellos Kamen y Dumont, han desmentido basándose en pruebas documentales. En
comparación con otros países, la Inquisición española resultaba más benigna, en
una época en que la tortura se empleaba con regularidad en los tribunales ordinarios.
Las terribles "cazas de brujas" que tuvieron lugar en el norte y
centro de Europa causaron tantos o más muertos que los atribuidos a nuestra
Inquisición. Se mantuvo hasta el siglo XIX, pero, afortunadamente, fue perdiendo
fuerza con el paso de los siglos. En Madrid, en Puerta Cerrada, una cruz sobre
un pedestal, señalada donde murió el último ejecutado por la Inquisición en
España.
Entre los inquisidores españoles, merece
destacarse por su triste fama, Torquemada.
Nació en Valladolid, de una familia
conversa y muy joven se hizo dominico. Fue confesor de los Reyes Católicos que le nombraron, en 1487, gran inquisidor de España.
Tal vez para borrar su origen, Torquemada
se empleó a fondo en su persecución de los "marranos" o falsos
conversos, moros, brujos, apóstatas de los que según él el país estaba plagado.
En 1492, logró convencer a los reyes de la necesidad de expulsar a los judíos
que no se bautizasen, y así se hizo. Contribuyó, y no poco, a la falsa idea que,
durante siglos, nos ha convertido a todos los españoles en inquisidores natos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.