La mayor concentración de arquitectura sagrada de Java, se encuentra en la llanura de Kedu, unos 42 kilómetros al noroeste de la actual ciudad de Yogyakarta. Aquí se encuentra el hermoso complejo de templo hindú de Prambanam y el mundialmente famoso templo budista de Borobudur.
Borobudur, es un nombre que deriva de una expresión que significa “Montaña de la acumulación de los méritos de los diez estados de Bodhisattva” es comúnmente considerado como una estructura budista, sin embargo, su construcción inicial fue planeada y llevada a cabo por constructores hindú algún momento alrededor de 775 d. C.
En el centro del frondoso paisaje de la isla indonesia de Java, aislado en la inmensa llanura, aparece el templo de Borobudur, máxima expresión de la arquitectura religiosa javanesa (El Budismo), el cual data del año 750 d.C. Para llegar a él partimos deYogyakarta, una de las ciudades más grandes de la isla, sólo se tardan treinta minutos por un largo camino asfaltado de unos 40 Km. ó 25 millas aproximadamente.
El monumento consta de seis plataformas cuadradas coronadas por tres plataformas circulares,
y está decorado por 2.672 paneles de relieve y 504 estatuas de Buda.
y está decorado por 2.672 paneles de relieve y 504 estatuas de Buda.
Está inspirado en un módulo constructivo que se relaciona con los sagrados diagramas del budismo tántrico y respeta un rígido esquema geométrico que tiene un profundo significado religioso.
Está formado por anillos concéntricos que se van estrechando a medida que se asciende hasta culminar en el único y gran stupa central símbolo de la Verdad Eterna (el edificio cónico típico de la arquitectura budista), simbolizando una flor de loto —la flor sagrada de Buda— que flota sobre las aguas de un plácido lago (en este caso la llanura) ó bien una montaña rodeada por agua.
Para poder llegar desde el nivel de la llanura a los casi 40 metros de altura de la cúpula central se construyeron nueve terrazas conjuntas; la primera mide más de 170 metros de lado. Si a estas faraónicas dimensiones se añade el minucioso cuidado con el que cada detalle se realizó, transformando una idea esquemática en un encaje de piedra, es posible tener una idea de la magnitud, de la dificultad y de la importancia del trabajo realizado en este templo.
Y todo ello para trazar un “recorrido”, o, en otras palabras, para crear un camino adecuado para un viaje del alma. Para quien lo visite es una invitación a la meditación, que habla directamente a los sentidos y que transmite su mensaje.
Fue restaurado, entre 1907 y 1911, por grupos de investigadores y arqueólogos holandeses que lo salvaron de la amenaza de la vegetación tropical, donde la mayor parte de las esculturas se perdieron durante el curso de las mismas restauraciones y de ellas sólo se conoce el tema: el Karmavibhaga, la ley del karma, según la cual cada acción humana lleva consigo sus consecuencias inevitables en la vida futura.
Centenares de esas esculturas eran una minuciosa descripción de escenas infernales (según la concepción de los constructores), en las que el hombre aparecía todavía envilecido y aprisionado por el remolino de los deseos. Se sabe, además, que no estaban a plena luz, sino medio enterradas y ocultas a la vista.
La montaña sagrada representa el progresivo abandono, la espiritualización y la interiorización. En definitiva, el eterno viaje del caos al orden, de la materia al espíritu, de las contradicciones a la Verdad. El viaje que Buda afrontó por primera vez y que todavía hoy, en su nombre, miles de personas afrontan según lo que Borobudur indica y sugiere.
En 1991, Borobudur fue incluido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
PARA SABER UN POCO MAS SOBRE EL TEMPLO DE BOROBUDUR: El templo de Borobudur, en la Isla de Java, ha sido llamado “montaña de dioses”, lo cual es una denominación acertada para la gigantesca edificación sacra, situada a poca distancia de Djokja-carta, pues se trata efectivamente de una montaña o colina cubierta de inmensas masas de piedra, no de una construcción autoportante. Cuando en el siglo VIII después de J.C. se construyó en honor de Buda este templo, el más extenso de Asia, el budismo ya estaba retrocediendo en el subcontinente indio. Influencias hindúes lo habían descompuesto desde dentro, y cuando la religión de los brahmanes despertó a una nueva vida, ya había pasado la época de florecimiento del budismo. El asalto islámico destruyó los últimos bastiones de la creencia budística, que sólo perdura adulterada con elementos extraños.
Hacia esta época se abrieron a la nueva doctrina las islas del archipiélago malayo. Surgieron cientos de templos dedicados a Buda; sólo en el centro de Java han podido contarse más de ciento cincuenta de estas edificaciones. La mayoría ya han sido destruidas por la selva. Lo mismo ocurrió con la montaña de los dioses en Borobudur. No fue redescubierta hasta el siglo XIX, cuando se empezó a librarla de la jungla. “Hoy, cuando Borobudur ha sido liberado de los escombros y de la maraña de las lianas y de los siempre presentes arbustos, se puede ver qué grandiosa obra de un pueblo desconocido se muestra ante nosotros”, apuntó un viajero que llegó a Java hacia fin de siglo.
La construcción en forma de cúpula se eleva por cinco terrazas cuadradas, a las que se sobrepusieron tres gradas finales circulares, hasta una altura de 35 m. Como fin se añadió una quinta terraza al pie de la construcción. Probablemente, las capas de piedras superiores amenazaban deslizarse de la mezcla de arena y arcilla de la colina, poco apropiada como cimiento. Cuatro escaleras conducen a la cumbre de la colina del templo. El rico complejo de la construcción desorienta a primera vista a causa de los innumerables frisos, nichos y cúpulas. La pirámide aplanada del Borobudur, cuya terraza inferior tiene un lado de 111 m, ejerce sobre aquel que no lo observa con demasiado interés la impresión de una pesada masa hundida en sí misma. “Parece una pasta tan mal fermentada como cuidadosamente formada en el detalle”, juzgó el historiador de arte francés Foucher después de su primera visita a Borobudur.
Foucher criticó también el que desde el pie de la pirámide pétrea no se puede ver la plataforma superior ni la cima del templo y que, a la inversa, era imposible echar una mirada desde el punto más alto al pie de la terraza inferior. Esta visibilidad deficiente, debida a la forma semiesférica del edificio, la tuvo Foucher por un error del constructor.
“¿Habían realizado efectivamente un mal trabajo los constructores del Borobudur? Así se supuso durante mucho tiempo. El templo debe considerarse, desde el punto de vista de la técnica constructiva, como una stupa. La stupa, evolucionada de la forma circular de la colina funeraria, puede ser una construcción hueca para acoger reliquias o un puro monumento de culto sin espacios interiores. Generalmente se eleva el edificio en forma de semiesfera, campana o cilindro sobre una terraza cuadrada. E! constructor del Borobudur se separó bastante de las formas de stupa primitivas. Tuvo que pasar bastante tiempo hasta que se impuso la idea de que era una forma de stupa surgida en la época budística tardía, conformada y desarrollada hasta el último detalle. Desde este punto de vista sólo faltaba un paso hasta el reconocimiento de que la falta de visibilidad del templo podía tener, al igual como la ordenación del complejo total, sus buenos motivos.
Se halló la explicación en la doctrina budista de la salvación. La construcción se había proyectado con toda intención de tal manera, que el peregrino no pudiese reconocer aún desde el pie del templo las más altas alturas a las que su religión promete conducirlo. Las cinco terrazas debían simbolizar los cinco grados que se deben recorrer en el camino a la paz y la iluminación interior: la renuncia a los deseos mundanos, a malquerencias y a alegrías por el mal ajeno, a la pereza y a las dudas.
Una vez que el peregrino había llegado a la terraza superior, ya no debían verse desde las “situaciones puras”, los estados intermedios recorridos. La plataforma superior con la cima del templo simbolizaba por tanto el nirvana, el sosiego anímico perfecto, la liberación del infinito ciclo de la transmigración de las almas, un “estado de absoluta independencia del mundo, que aquellos que lo han alcanzado describen como un indescriptible placer supraterre-no” (H. J. Schoeps).
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