El 2 de febrero de 962 después de Jesucristo, en la Basílica de San Pedro, de Roma, se repetía la misma ceremonia con la cual, en el año 800, Carlomagno había sido reconocido emperador del Sacro Imperio Romano: el papa Juan XII colocaba la corona imperial sobre la cabeza de Otón I, rey de los germanos. En esa forma, después de casi dos siglos, resurgía el Sacro Imperio Romano. Y como se lo debía a un soberano alemán, fue llamado Sacro Imperio Romano Germánico.
LUCHA CONTRA LOS FEUDATARIOS
El mismo día de su coronación como rey de Alemania (año 936) Otón I quiso mostrarse magnífico con los feudatarios que intervinieron en la ceremonia: asignó a cada uno de ellos importantes cargos de corte (chambelán, comandante de caballería, etc.).
El mismo día de su coronación como rey de Alemania (año 936) Otón I quiso mostrarse magnífico con los feudatarios que intervinieron en la ceremonia: asignó a cada uno de ellos importantes cargos de corte (chambelán, comandante de caballería, etc.).
Con dicho acto, el joven soberano quiso demostrar que deseaba vivir en armonía con todos los nobles de su reino. Pero, aquélla tuvo breve duración: poco después, los feudatarios más poderosos (los duques de Bohemia, de Franconia, de Suabia) se rebelaron con la intención de constituir en sus territorios reinos independientes.
Sin embargo, no tardaron en comprender que tenían que habérselas con un soberano enérgico, dispuesto a hacer reconocer a toda costa sus derechos de rey.
Sin embargo, no tardaron en comprender que tenían que habérselas con un soberano enérgico, dispuesto a hacer reconocer a toda costa sus derechos de rey.
Efectivamente, Otón I enfrentó a los feudatarios rebeldes y, después de dos años de guerra, logró derrotarlos y someterlos a su autoridad. Y como se dio cuenta de que tarde o temprano los feudatarios volverían a rebelarse, Otón I les quitó el dominio de muchas tierras y las concedió en feudo a hombres de la Iglesia (especialmente obispos, que tuvieron el título de condes).
Una vez que hubo consolidado su poder en Alemania, Otón pudo considerarse el soberano más poderoso de Europa, y tratar de alcanzar la meta a que aspiraba desde hacía años: hacer resurgir el gran imperio fundado por Carlomagno y destruido por sus sucesores. El programa no era ciertamente fácil: para reconstituir la unidad del Imperio Carolingio había que someter a los reinos de Francia y de Italia, que hacía tiempo se habían independizado.
VICTORIA SOBRE LOS HÚNGAROS
Cuando todo parecía ir perfectamente, Otón recibió una tremenda noticia: hordas de húngaros, procedentes de las regiones danubianas, habían invadido Alemania. Dejando el trono de Italia a Berenguer II, que ie había hecho acto de sumisión y promesa de fidelidad, Otón regresó a Alemania para enfrentar a los invasores.
En una sangrienta batalla, librada en las cercanías de Augusta, Otón I logró exterminar al ejército enemigo. Merced a esta victoria, los húngaros fueron expulsados para siempre a sus tierras de origen.
Cuando todo parecía ir perfectamente, Otón recibió una tremenda noticia: hordas de húngaros, procedentes de las regiones danubianas, habían invadido Alemania. Dejando el trono de Italia a Berenguer II, que ie había hecho acto de sumisión y promesa de fidelidad, Otón regresó a Alemania para enfrentar a los invasores.
En una sangrienta batalla, librada en las cercanías de Augusta, Otón I logró exterminar al ejército enemigo. Merced a esta victoria, los húngaros fueron expulsados para siempre a sus tierras de origen.
OTÓN I EN ITALIA
Mientras Otón meditaba planes para poner en ejecución su gran programa, he ahí que la fortuna le salió al encuentro ines– eradamente. Adelaida, viuda de Lotario, rey de Italia, le pidió que se dirigiera a ese país para ayudarle a recuperar el reino, que le había usurpado Berenguer II, marqués de Ivrea.
Mientras Otón meditaba planes para poner en ejecución su gran programa, he ahí que la fortuna le salió al encuentro ines– eradamente. Adelaida, viuda de Lotario, rey de Italia, le pidió que se dirigiera a ese país para ayudarle a recuperar el reino, que le había usurpado Berenguer II, marqués de Ivrea.
Para liberarse de Berenguer, también los feudatarios italianos se sintieron inclinados a reconocer la autoridad del rey extranjero.
A Otón I no podía presentársele una ocasión más favorable para poner pie en la península italiana. En septiembre de 951 llegó a Italia, donde no encontró ninguna resistencia. Berenguer, despavorido, se había refugiado en Ivrea. Adelaida, que esperaba ser repuesta en el trono de Italia, fue pedida como esposa por Otón I. Así, este soberano obtuvo lo que deseaba: Italia podía considerarse uno de sus reinos.
REY DE ITALIA Y EMPERADOR
Mientras tanto, Berenguer II no sólo había actuado como si fuera un rey independiente, sino que también trató de conquistar los territorios de la Iglesia. Entonces, el papa Juan XII, para defenderse de la amenaza de Berenguer, decidió pedir ayuda a Otón I.
Mientras tanto, Berenguer II no sólo había actuado como si fuera un rey independiente, sino que también trató de conquistar los territorios de la Iglesia. Entonces, el papa Juan XII, para defenderse de la amenaza de Berenguer, decidió pedir ayuda a Otón I.
Y he aquí que en el invierno de 962, Otón I llegó nuevamente a Italia. Los príncipes y prelados italianos se reunieron en Milán, declararon a Berenguer derrocado y ofrecieron el reino a Otón I. Poco después, en Pavía, el soberano alemán fue coronado rey de Italia. Alemania e Italia, unidas, podían formar un imperio. Otón I pensó, entonces, que había llegado el momento de ceñir la corona imperial. “Si, con la ayuda de Dios, Roma me ve entre sus murallas —escribió al Papa— yo levantaré con toda mi potencia a la Iglesia Romana y a Ti, que eres su Jefe”.
Una declaración de esta naturaleza no pudo dejar insensible a Juan XII. Otón I fue coronado emperador, y al papa Juan XII le pareció que en ese momento resurgía en Europa el Sacro Imperio Romano.
LA IGLESIA AL SERVICIO DEL IMPERIO
En cuanto logró su coronación, Otón I se apresuró a dar a conocer sus verdaderas intenciones. Mediante un edicto estableció que el derecho de nombrar a ios pontífices correspondía solamente al emperador. Si en el tiempo de Carlomagno, el imperio había estado al servicio de la Iglesia, ahora, con Otón I, la Iglesia se encontraría sujeta al imperio. No obstante, Otón I no había finalizado sus planes de conquista. Ahora aspiraba a la posesión de Italia meridional, aún en manos de los bizantinos. . Pero, en 973, cuando se preparaba para llevar a cabo la conquista, murió a la edad de 61 años, después de 37 de reinado.
En cuanto logró su coronación, Otón I se apresuró a dar a conocer sus verdaderas intenciones. Mediante un edicto estableció que el derecho de nombrar a ios pontífices correspondía solamente al emperador. Si en el tiempo de Carlomagno, el imperio había estado al servicio de la Iglesia, ahora, con Otón I, la Iglesia se encontraría sujeta al imperio. No obstante, Otón I no había finalizado sus planes de conquista. Ahora aspiraba a la posesión de Italia meridional, aún en manos de los bizantinos. . Pero, en 973, cuando se preparaba para llevar a cabo la conquista, murió a la edad de 61 años, después de 37 de reinado.
Fuente Consultada:
Enciclopedia Ilustrada del Estudiante Tomo IV – Oton I Emperador
Enciclopedia Ilustrada del Estudiante Tomo IV – Oton I Emperador
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.