Se llama deificación o divinización al acto de colocar los hombres en el grupo de los dioses.
Los egipcios distinguían dos especies de divinidades:
- unas, inmortales como el Sol, la Luna, los Astros, los Elementos
- otras, mortales, es decir, los grandes hombres que por sus bellas acciones habían merecido los honores divinos.
Se pueden reducir a seis o siete clases los que merecieron ser deificados:
- los que nacieron de la imaginación de los poetas
- aquellos a quienes el interés paternal o filial tomó por objeto de su dolor y luego después de un culto destinado a suavizarlo
- los antiguos reyes como Saturno, Urano, etc.
- los que habían hecho grandes servicios a la humanidad con la invención de algún arte o por sus conquistas y victorias
- los antiguos fundadores de las ciudades
- los que habían descubierto países enviando en ellos colonias y en una palabra, todos aquellos que se habían hecho dignos del público reconocimiento
- también los que la lisonja colocó en esta clase siendo de este número los emperadores romanos a favor de los cuales ordenó el senado la apoteosis.
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