En lo
referente a las razones religiosas de estas prácticas tan peculiares,
basadas en tabúes e interdictos muy arcaicos, algunas tienen una
explicación clara, como la prohibición de nudos en la túnica, que guarda
relación con la idea de que nada debe atar a Júpiter en su soberanía.
Los
flámines mayores (los de Júpiter, Marte y Quirino, los tres dioses de la
tríada anterior a la influencia etrusca en Roma) eran lo más parecido a
encarnaciones de los dioses.
Se
piensa que corresponden a un nivel muy arcaico de la religión romana,
que no tenía imágenes y que, por tanto, representaba a los dioses por
medio de sus flámines. De tal modo que se exigía a los flámines un
comportamiento de acuerdo a la naturaleza de los dioses que encarnaban,
aunque les resultase muy incómodo.
Con
el tiempo fue cada vez más difícil encontrar flámines escrupulosos, en
particular a partir de finales de la República romana, entre otras cosas
porque se les exigía que se casaran por un ritual que dificultaba mucho
el divorcio, lo que cuadraba mal con las costumbres de la época.
Antes
de la restauración de la religión romana que hizo Augusto (en tanto que
pontífice máximo y, por ello, sacerdote supremo de Roma), el flaminado
de Júpiter estuvo vacante más de ochenta años, por no encontrar a nadie
que cumpliese las condiciones y estuviese dispuesto a aceptarlo. Pero, a
pesar de todo, los romanos, al ser tan conservadores en sus rituales,
intentaron mantener estos flaminados tan antiguos según las usanzas del
pasado, aunque, al ser eminentemente prácticos, también fueron adaptando
los interdictos y tabúes a los nuevos tiempos, así que lo que cuenta
Aulo Gelio es lo que debían cumplir en las épocas más antiguas.
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