La División de Teodosio.
En el
siglo IV, el imperio romano seguía abarcando inmensos territorios que
se extendían desde el Rhin hasta el Sahara y desde Hispania hasta
Mesopotamia. Pero la colosal empresa de administrar y defender
posesiones tan distantes acabó por desgastar al propio imperio y lo
arrastró a una profunda crisis que afectó a todas sus instituciones.
El
emperador Teodosio trató de frenar la decadencia del imperio y, tras su
afortunada gestión de gobierno, lo dividió entre sus hijos con el fin de
facilitar su administración.
Esta
decisión significó la ruptura de la unidad romana y abrió un futuro
diferente para cada una de las dos partes del imperio: Occidente aceleró
su decadencia y Oriente conoció tiempos de esplendor.
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