Para
san Agustín, igual que para la Alta Edad Media, la filosofía no puede
ser sino cristiana. En efecto, si la filosofía es aspiración a la
Sabiduría y esta no es sino Dios y, más concretamente, su Verbo
intelectual encarnado en Cristo, el territorio de la filosofía pasa a
identificarse con la religión cristiana.
Además,
como Cristo se da en la fe, mediante la gracia y a través de las
Escrituras («la fe viene del oído y el oído de la palabra de Cristo»,
Romanos 10, 17), el punto de partida de la filosofía debe ser la fe y
las Escrituras, la autoridad del Maestro divino.
Esto
no significa que san Agustín abandone y renuncie a toda la cultura
antigua, pero sí implica que esta y las distintas filosofías que
contiene solo valen en la medida en que coinciden en algún punto u otro
con la verdad cristiana y pueden, por tanto, integrarse en ella ayudando
a una mejor inteligencia de las Escrituras y procurando un
entendimiento racional de la fe (el «cree para entender» se da unido a
un «entiende para creer») en el itinerario de la mente hacia Dios.
San
Agustín se representa, además, esta coincidencia como un préstamo tomado
por los filósofos paganos de la sabiduría veterotestamentaria con
ocasión de sus viajes a Egipto y llamará consecuentemente a integrar en
la Sabiduría cristiana los elementos de la cultura antigua compatibles
con la verdad revelada en la Escritura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.