El Pecado Original. Expulsión del Paraíso, de Miguel Ángel.
Para
san Agustín, la libre creación divina es instantánea y total. El relato
bíblico de los seis días es una alegoría y todo es creado por Dios, de
modo directo. Está ausente la idea que hallaremos en el aristotelismo
árabe y latino de una creación mediada, esto es, de componentes de la
creación debidos a causas intermedias o segundas: inteligencias, cielos.
La creación, no obstante, se despliega en el tiempo, conservada por
Dios, y los seres individuales aparecen sucesivamente cuando sus razones seminales
o gérmenes (copias de las ideas) insertos por Dios en la materia
alcanzan en el curso del tiempo su momento de maduración y nacimiento,
de acuerdo con el orden dispuesto por la providencia divina.
Por tanto, para san Agustín, Dios ha creado el mundo en una creación total, ex nihilo o de la nada. Si el modelo (las ideas del Verbo) es inmanente a Dios, la materia con la que se ha creado el mundo no preexiste a la generación de este, a diferencia del Timeo,
donde el demiurgo se limita a «ordenar» la materia y el movimiento
caótico. También la materia es creación de Dios. Además, en contraste
con la tradición platónica, la producción del mundo no es un proceso
necesario e inevitable, sino una decisión voluntaria y libre, un acto
espontáneo de la voluntad libre y del amor divinos.
San
Agustín sigue aquí la reflexión del neoplatonismo (siglo II d.C.), con
el cual coincide también en la visión de Dios como Inteligencia que
contiene en sí las ideas ejemplares o arquetipos del mundo visible.
Dicho de otro modo: el modelo del demiurgo en la generación del mundo
narrada en el Timeo platónico -que el santo considera coincidente
con el relato bíblico de la creación y un préstamo por parte del
filósofo- ya no es exterior al demiurgo, sino interior a él, las ideas o
verdades del Intelecto o Verbo divino que «estaba al principio en Dios y
por el cual fueron hechas todas las cosas» (Juan 1, 2-3).
Estas
ideas o verdades en el Verbo son las esencias de las cosas, las
verdades necesarias, coeternas a Dios, inmutables. No existen al margen
de Dios, sino en Dios, con quien son consustanciales. Sin embargo, su
lugar de existencia no impide que sean por sí mismas verdades necesarias
e inmutables, lo cual comporta, por su carácter de modelo o arquetipo
de la creación del mundo, que este no ha podido ser esencialmente
distinto de como es. Esta concepción perduró hasta el siglo XVII para
enfrentarse con Descartes.
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