Del
latín attritio (atterere = abatir, aplastar), sirve para indicar la contrición
imperfecta. Para obtener el perdón en el sacramento de la penitencia es
necesario un dolor de los pecados, unido al propósito de no volver a cometerlos
y de huir de las ocasiones próximas de pecado. Pero ocurre a menudo que la
contrición no es perfecta, sino sólo incipiente e imperfecta, Mientras que la
contrición perfecta nace de la consideración del pecado como contrario a Dios
sumamente bueno y perfecto (incluyendo por tanto un acto de amor perfecto), la
atrición nace del amor imperfecto que hace amar a Dios por los dones que
concede, o sea, en cuanto que es bueno con nosotros.
Surge
debido a la deformidad moral del pecado; o por el temor del infierno, de las
penas eternas y de los castigos, Si mueve a abandonar la voluntad de pecado y
contiene la esperanza del perdón, entonces, lejos de hacer al hombre hipócrita
y de agravar así su culpa, debe considerarse más bien como un don del Señor y
un impulso del Espíritu Santo, que mueve al penitente para que se encamine
hacia el estado de gracia. En cuanto que es movida por la gracia, la contrición
imperfecta se refiere al pecado desde el punto de vista cristológico, eclesial
y social; y orienta al pecador a la manifestación y realización de su conversión
en la esfera eclesial del sacramento de la penitencia. Se convierte entonces en
contrición perfecta, necesaria para el perdón divino y para recuperar el
estado de gracia. El attrito fit contritus : al llegar la gracia, con la que va
unida la caridad infusa, el atrito se encuentra en las mismas condiciones que el
contrito, es decir, justificado y en la posibilidad de hacer un acto de amor
perfecto (es lo que afirma la doctrina del «atricionismo»), Con la sola atrición
pueden también borrarse los pecados veniales sin la confesión, para aquel que
se encuentra en estado de gracia. Pero se aconseja la acusación de los pecados
veniales en la confesión, de manera especial si se cometen con un propósito
deliberado.
En
efecto, así se expresa mejor el dolor, se .refuerza la dimensión eclesial de
todo pecado, y el penitente puede comprometerse mejor en el camino de la
perfección cristiana con la ayuda del confesor y sobre todo con la gracia
sacramental.
R.
Gerardi
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