El ayuno era un
elemento importante de la religiosidad judía. En la fiesta anual de la Expiación
el ayuno era obligatorio para todos. Se podía ayunar también privadamente. Los
fariseos piadosos ayunaban en tiempo de Jesús dos veces por semana (Lc 18,12).
De Ana la profetisa dice Lucas que "estaba siempre en el templo, sirviendo a
Dios a Dios noche y día con ayunos y oraciones" (1,37). Los discípulos de Juan
el Bautista ayunaban con frecuencia (Mt 9,14; Mc 2,18; Lc 5,33). Jesús no
condenó el ayuno, aunque criticó la forma exhibicionista e hipócrita de ayunar,
sobre todo de los fariseos, y enseñó cómo debe hacerse: ayunar sin que lo note
nadie; "el Padre, que ve en lo secreto, te recompensará" (Mt 6,16-18).
Jesús mismo ayunó
como Moisés cuarenta días en el desierto. Mientras que Mateo considera el ayuno
de los cuarenta días como preparación a las tentaciones del diablo, para Lucas
está en función de su preparación a la misión, por lo cual recalca que Jesús
volvió a Galilea impulsado por el Espíritu (Mt 4,1-11; Mc 1,12-13; Lc 4,1-12;
cf. Ex 34,28). Jesús defendió la libertad de ayunar de sus discípulos con el
símil de los invitados a bodas, mientras el esposo está entre ellos, subrayando
así el gozo y la alegría de los discípulos por la presencia del
Mesías; los discípulos ayunarán, en cambio, cuando ya no se encuentre Jesús
visiblemente entre ellos: "Pero vendrán días en que les quiten el esposo, y
entonces ayunarán" (Mc 2,19-20; cf. Mt 9,15; Lc 5,34-35). El ayuno de la
comunidad cristiana en el tiempo postpascual significa que la salvación
mesiánica ha comenzado ya, pero no ha llegado a su término; por eso ayuna la
comunidad cristiana.
El ayuno cristiano
es sólo meritorio si se realiza en secreto (Mt 6,16-18) y sin soberbia (Lc
18,12). Además, el ayuno que no va acompañado del propósito de enmendar la vida
carece de valor ante Dios (Is 58,3-7; Jer 14,12). El ayuno rectamente entendido
lo practicaba la comunidad de Antioquía juntamente con la oración, antes de
tomar decisiones importantes (He 13,3; 14,23). Pablo menciona sus frecuentes
ayunos en sus viajes apostólicos (2Cor 6,5; 11,27), impuestos por la necesidad y
la escasez: "Sé carecer de lo necesario y vivir en la abundancia; estoy
enseñado... a sentirme harto y tener hambre, a nadar en la abundancia y a
experimentar estrecheces" (Fip 4,12). Para Pablo y la Iglesia primitiva el ayuno
no tiene valor en sí mismo sino como manera de unirse a Cristo, imitando su
ejemplo, como forma de entrega a Dios no sólo con el espíritu sino también con
el cuerpo y como requisito apostólico de entrega total a la causa de Cristo,
soportando hambre y sed por el evangelio (1Cor 4,11; 2Cor 11,27). Para Jesús
como Pablo el ayuno es una consecuencia de su misión, pues una vida cómoda y
egoísta no es compaginable con el apostolado verdadero, dispuesto a todo,
incluso la muerte. El ayuno tiene, pues, para Jesús un valor relativo, ya que él
pone a los pobres y marginados de la sociedad por encima del ayuno, por lo cual
fue acusado de "hombre, que come y bebe", de "comilón y borracho, amigo de
publicanos y pecadores" (Mt 11, 19; Lc 7,34).--> culto.
Miguel
Rodríguez Ruiz
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