La orden del Císter
En
el siglo XI surge un movimiento de renovación monástica que muestra su
disconformidad ante la riqueza y el cierto refinamiento que habían ido
adquiriendo los monasterios, contrarios al espíritu de pobreza y vida
apostólica de la Regla de San Benito, la cual rechaza
todo aquello que es superfluo.
Para los renovadores, el monje había descuidado su labor y su lugar en
la Iglesia. Según ellos, los abades no encarnaban la imagen propuesta
por la Regla benedictina y se dedicaban a la vida mundana, pasando
demasiado tiempo en las Cortes e interviniendo demasiado tiempo en
política; acumulaban demasiadas tierras y riquezas, y hacían excesos en
el comer y en el beber; todo ello muy lejano de la penitencia, pobreza y
soledad que tenían que practicar para seguir fielmente la Regla. El
monje debía de llevar una vida de oración, trabajo y acogida de
peregrinos, y poseer una razonable medida de todo.
La Orden del Cister forma parte de este movimiento renovador. La Orden del Císter, conocida como el Císter, es una orden religiosa fundada por Roberto de Molesmes en
1098. Debe su nombre a la Abadía de Císter, donde se originó (la
antigua Cistercium romana, localidad próxima a Dijon, Francia). Se les
llamó en la Edad Media los monjes blancos, por por el hábito blanco o gris que usaban bajo sus escapularios negros, en oposición a los monjes negros, que eran los benedictinos. También es frecuente la denominación monjes bernardos o simplemente bernardos por el impulso que dio a la orden Bernardo de Claraval, ya que no sería hasta su aparición en escena, cuando el Císter comienza su imparable desarrollo durante el siglo XII.
Del Cister salieron en poco tiempo más de 60.000 monjes que se
diseminarían por Italia, España y la Europa Central fundando nuevos
monasterios. Los monasterios del Císter se situaban en zonas yermas o
inhóspitas pero con abundancia de agua. Normalmente el sitio elegido era
un lugar boscoso y aislado por montañas. Eran los propios monjes o
laicos que trabajaban para ellos quienes roturaban y cultivaban estas
tierras.
La entrada del Cister en la península Ibérica suele situarse en la
primera mitad del siglo XII. Algunas fuentes concretan el año 1140 como
la fecha en que Alfonso VII dio las primeras tierras al abad
cisterciense de la Escaladieu (Francia). Inicialmente, San Bernardo no
estaba entusiasmado por la prolongación territorial de la Orden hacia el
sur; al final, no puso objeción y pronto se implantaron numerosos
monasterios cistercienses. La causa de este entusiasmo por los monjes blancos deberá buscarse en "la necesidad de una urgente colonización y repoblación de las tierras conquistadas a los moriscos",
y parecía que los idóneos para esta tarea eran los monjes
cistercienses, maestros consumados en las explotaciones agrarias y
ganaderas.
El Cister entró en Cataluña en el año 1150, pocos años después de la
fundación del primer monasterio cisterciense peninsular, respondiendo a
una situación similar al resto de la Península, es decir, tierras
conquistadas a los moriscos, despobladas y yermas y, al mismo tiempo,
con una necesidad recristianizadora.
Monasterio de Poblet (Tarragona):
A finales de la edad media, la orden contaba con más de 700 abadías,
habiendo logrado una gran expansión por casi toda Europa. A medida que
la orden se fue expandiendo y prosperando, le fueron surgiendo nuevas
exigencias. Para poder cumplir con estas demandas, los cistercienses se
apartaron de los ideales de ascetismo señalados en su constitución, en
parte porque algunas de estas disposiciones no eran compatibles con el
espectacular crecimiento que experimentaba la orden.
Durante el siglo XII, considerada como su edad de oro, los cistercienses
constituían la orden con más influencia dentro de la iglesia católica.
Alcanzaron obispados y desempeñaron diversas funciones eclesiásticas,
encomendadas a los benedictinos de Cluny durante el siglo XI,
reemplazándolos en la curia romana, que gobierna la Iglesia. También
tuvieron un fuerte protagonismo en la economía de la edad media, en
especial en el desarrollo de técnicas para hacer utilizables terrenos
baldíos, y en la creación de métodos de producción, distribución y venta
de granos y de lana. Fueron en gran parte los responsables de la
expansión de la arquitectura gótica por toda Europa, y dedicaron mucho
tiempo y esfuerzos en la recogida y copia de manuscritos para sus
bibliotecas.
Mapa de expansión de la orden:
Durante el siglo XIII tuvieron un período de decadencia, etapa que fue
seguida por un resurgimiento, al nacer grupos nuevos de cistercienses
reformados. Dentro de éstos, el más destacable es el que surgió en La Trappe.
Por lo general son llamados trapenses. Más tarde este grupo se desgajó
del tronco original con el nombre de cistercienses de la Estrecha Observancia.