Todo aquel que se precie de amante de la cerveza, de sibarita de esta espirituosa bebida, tiene que buscar el modo de viajar a uno de los países por excelencia de la cerveza:
Bélgica. Y una vez en él no debe centrarse en las grandes ciudades,
sino en esos pequeños edenes en los que se encuentra la mejor y más
tradicional cerveza.
Uno de esos pequeños paraísos que un cervecero no debe dejar atrás en una visita a Bélgica es la Abadía de Floreffe. Para encontrarla tenéis que desplazaros hasta Namur, una ciudad de la Valonia que ya de por sí misma bien merece el ser conocida. Tomando la carrertera N90, que sale desde Namur en dirección suroeste, os la encontraréis al cabo de unos 10 kilómetros.
La abadía es un conjunto de edificios construidos entre los siglos XII y XVII, cuando fue abandonada por los monjes. Su visita parece una pequeña clase de historia del arte, ya que encontramos edificios de todo tipo de corte de estilos: barroco, gótico, etcétera …
La abadía se funda a mediados del siglo XII por Norberto de Xanten, poco antes de que falleciera y cuatro siglos antes de los canonizaran e hicieran santo cristiano. A mediados del siglo XIII se crea el molino y la cervecería, siendo una de las industrias más antiguas de Bélgica y la más antigua de la región. Esta es la parte en la que se centrará la visita guiada, que se realizan siempre en los meses de primavera y verano.
Una vez completado la visita, toca pasar por la tienda. Allí se vende la cerveza Floreffe, no ya fabricada por los monjes, como en realidad nos gustaría, y sí fabricada por Brasserie Lefèbvre, que lo lleva haciendo desde la década de los 80.
Uno de esos pequeños paraísos que un cervecero no debe dejar atrás en una visita a Bélgica es la Abadía de Floreffe. Para encontrarla tenéis que desplazaros hasta Namur, una ciudad de la Valonia que ya de por sí misma bien merece el ser conocida. Tomando la carrertera N90, que sale desde Namur en dirección suroeste, os la encontraréis al cabo de unos 10 kilómetros.
La abadía es un conjunto de edificios construidos entre los siglos XII y XVII, cuando fue abandonada por los monjes. Su visita parece una pequeña clase de historia del arte, ya que encontramos edificios de todo tipo de corte de estilos: barroco, gótico, etcétera …
La abadía se funda a mediados del siglo XII por Norberto de Xanten, poco antes de que falleciera y cuatro siglos antes de los canonizaran e hicieran santo cristiano. A mediados del siglo XIII se crea el molino y la cervecería, siendo una de las industrias más antiguas de Bélgica y la más antigua de la región. Esta es la parte en la que se centrará la visita guiada, que se realizan siempre en los meses de primavera y verano.
Una vez completado la visita, toca pasar por la tienda. Allí se vende la cerveza Floreffe, no ya fabricada por los monjes, como en realidad nos gustaría, y sí fabricada por Brasserie Lefèbvre, que lo lleva haciendo desde la década de los 80.
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