Los que de veras buscan a Dios, dentro de los santuarios se ahogan.
Proverbio árabe
Amo a todas las religiones, pero estoy enamorada de la mía.
Madre Teresa de Calcuta
Dios ha muerto. Parece que lo mataron los hombres.
Friedrich Nietzsche
Lo mismo que
un árbol tiene una sola raíz y múltiples ramas y hojas, también hay una
sola religión verdadera y perfecta, pero diversificada en numerosas
ramas, por intervención de los hombres.
Mahatma Gandhi
No soy lo que vulgarmente se llama ateo,
es decir, los que no creen en Dios y además lo consideran erróneo,
negativo y perverso. Soy más bien un trans-teísta, que no necesita un
dios para condicionar su vida.
Agustín Paniker
Sin contenedor no hay contenido, dicen los partidarios de las
religiones. Las religiones son las formas que adquiere la
espiritualidad. Manifestaciones de la Manifestación. Para la mayoría de
los seres humanos, las tradiciones son la garantía de un crecimiento
espiritual verdadero, pues por medio de ella se recorre el camino
verdadero….
Sin embargo, en un mundo en mutación, cada vez son más los que se
declaran espirituales, pero no religiosos, místicos, pero no
confesionales. ¿Se prepara una nueva religión global o una religión a la
carta de cada uno de los creyentes?
Por la religión se han hecho las mejores y también las peores cosas.
Por eso hay una cierta resistencia a adscribirse a un credo determinado,
sobre todo cuando también las religiones se globalizan.
De todos estos asuntos nos viene a hablar Agustín Paniker, escritor y
editor, pero sobre todo, buscador y conocedor de otros mundos y de
otras religiones. Vamos a viajar con él.
AGUSTIN PÁNIKER
Nació el 8 de septiembre de 1959 en Barcelona, España. Casado, con
dos hijos. Es director de la editorial Kairós, en la cual trabaja desde
1979. Ha sido co-director del programa radiofónico “L’Hora de la
Ciència” (1984-1985). Ha sido director de la revista “Ser Uno Mismo”
(1990-1991).
En la actualidad está escribiendo un libro sobre el “sistema de
castas”. Es profesor en el “máser d’història de les religions” de la
UAB-UB. Ha sido profesor en el “máster en estudios de Asia y Pacífico”
de la UB, en el “máster en inmigració i educació intercultural” de la UB
y en el “máster de religiones y sociedades” de la Universidad Pablo
Olavide (Sevilla).
Ha escrito numerosos artículos en revistas de divulgación y en
publicaciones universitarias sobre distintos aspectos de las sociedades,
las religiones y las culturas del mundo. Colabora en distintos medios
de comunicación y da cursos, seminarios y conferencias con frecuencia
sobre la distintos aspectos de la India y Asia.
Viaja con frecuencia a la India, Asia, Latinoamérica y otras partes
del mundo. Es presidente de la Fundación Ramuni Paniker Trust dedicada a
la ayuda en la educación a niñas y niños necesitados de la India y al
intercambio cultural entre el Sur de la India y España.
Ha publicado los libros:
El jainismo. Historia, sociedad, filosofía y práctica (Kairós: 2001);
Jainism. History, Society, Philosophy and Practice. Delhi: MLBD, 2010];
Índika. Una descolonización intelectual (Kairós: 2005);
Los sikhs. Historia, identidad y religión (Kairós: 2007);
El sueño de Shitala. Viaje al mundo de las religiones (Kairós: 2011);
El mantra
por Agustín Pániker
Pocos términos encapsulan mejor la riqueza de la espiritualidad índica que la voz sánscrita mantra;
otro de esos vocablos que ha traspasado las fronteras del Sur de Asia e
inunda nuestras conversaciones del Extremo Occidente, aunque no siempre
haya retenido la profundidad y la sustancia que posee en la
idiosincrasia de la India. Una de sus etimologías lo dice casi todo:
liberación (tra) de la mente (manas).
Hace más de 3.000 años los antiguos indios llamaron mantras a los himnos litúrgicos que fueron transmitiendo en su corpus sagrado: el Veda. Dice una interpretación clásica del Veda que, en verdad, los antiguos poetas y “videntes” (rishis) “escucharon” el Veda. Los mantras
que compusieron serían como el “eco” del universo; un sonido divino que
ellos, gracias a la meditación, la ascesis y la sensibilidad poética,
fueron capaces de transcribir en forma de versos sagrados.
Por ende, para la antigua India, todo sonido con capacidad de
liberarnos de las ataduras, el egocentrismo o la ignorancia posee la
calidad de un mantra. Se ha dicho, con tino, que el hinduismo es
en esencia una “teología sónica”. No es tanto la visión de lo divino,
por importante que ésta pueda ser hoy en el culto, sino la audición y
entonación de lo sagrado lo que puede portarnos a lo icondicionado. De
ahí la importancia de la lengua sagrada (el sánscrito) o de las artes y
ciencias relacionadas (etimología, fonética, métrica, etcétera). ¡Sólo
en la India ha sido considerada la gramática un camino espiritual o yoga capaz de conducirnos a la liberación!
Por supuesto, las demás tradiciones índicas (budismo, jainismo y sikhismo) han hecho también del mantra una de sus herramientas y pilares fundamentales. Conocidos son los mantras del budismo tibetano (como el Om mani padme hum). Y hasta el libro sagrado de los sikhs, el Guru Granth Sahib, está diseñado para ser cantado (y musicado) como un mantra más que para ser leído.
El tantrismo, que es una forma de espiritualidad índica que atraviesa
barreras religiosas (y atañe tanto al hinduismo como al budismo), es un
“conocimiento de los mantras”. Retomando la vieja
sensibilidad védica, los maestros tántricos (muy activos entre los
siglos vi y xiii) desarrollaron una sofisticada ciencia de las sílabas
sagradas y de fórmulas mágicas condensadas. La entonación de esas
sílabas, palabras o frases de poder posee un alcance yóguico y simbólico
riquísimos. Los mantras se asocian a las divinidades, a los estados de consciencia, a los rituales, etcétera. Culminan –como el amén cristiano– las plegarias, las meditaciones, los sacramentos, los mandalas… porque se ecualizan con la mismísima vibración del cosmos, de lo Real.
Dice una vieja upanishad que existen dos formas de lo Absoluto (brahman):
el Absoluto-que-es-sonido y el Absoluto-que-es-silencio. Son las dos
caras de una misma moneda. Una pena que este riquísimo universo
espiritual que incorpora la palabra “mantra” haya perdido en nuestras
latitudes esa capacidad de transportarnos más allá de la mente y remita,
tristemente, al sentido de “adagio repetitivo”.
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