Cuenta la leyenda que Milarepa renunció a todo lujo y se enclaustró en una cueva, comiendo por años nada más que hierbas de las cercanías que le traían sus discípulos. Al parecer, al cabo de unos años, Milarepa adquirió el mismo color verde de sus alimentos. Perfeccionó la meditación hasta alcanzar niveles de conciencia que le permitían realizar actos milagrosos. El más notable de los hechos mágicos que se le atribuyen es el de haber levantado el techo de su cueva algunos centímetros empujándolo sin más ayuda que la fuerza de sus manos.
La cueva se mantiene como un santuario por dos monjes, guardando una estatua de Milarepa dentro de una urna de cristal. Los trabajos de restauración dentro de la cueva y el monasterio fueron realizados por artistas y artesanos de Nepal, y fue financiado por el gobierno chino en la década de 1970.
También hay una cueva asociada con Milarepa en Nepal en Annapurna, a aproximadamente 4000 metros a las afueras de Manang. Se cree que esta cueva nepalí fue la residencia de Milarepa durante su estancia en el norte del actual Nepal.
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