jueves, 26 de abril de 2012

ALCIMO.

Judío helenizante hasta el nombre adaptado, al gusto de sus señores, del hebreo Elyaquín: "que Dios eleve". Este sumo sacerdote destituido, que "se había contaminado voluntariamente" abrazando la causa de los perseguidores de los judíos fieles a la ley del Dios de Israel (2M 14,3ss), se dirige al rey seléucida Demetrio I Soter para ser restituido a la dignidad suprema del sacerdocio (1M 7,5ss).

Su gestión es coronada con éxito: es reinstalado en el trono pontificio de Jerusalén por el ejército sirio que dirige Báquides, el año 161 a.C. Totalmente dedicado a sus protectores paganos, favorece la persecución de sus correligionarios ortodoxos, pero topa con Judas Macabeo, su defensor. En la primavera del año 159 a.C, Alcimo, obstinado en el error que le empuja a asimilar al pueblo santo de Israel con los griegos sincretistas, emprende la demolición, en el recinto del templo de Jerusálén, del muro que separa el atrio resevado a los judíos de aquel al que tienen acceso los paganos. Apenas comenzada la demolición muere de apoplejía, golpeado por la justicia divina (1M 9,54-56).

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