En la Iglesia Católica se entra libremente mediante el bautismo y el derecho de pertenencia es imperecedero. Cuando un fiel católico decide abandonarla, ese derecho no se pierde, sólo se suspende, pues jamás se podrá suprimir el vínculo radical que nace del bautismo como incorporación total a Cristo.
Aun así, el fiel puede abandonar la religión cristiana declarando la apostasía, esto es, negando la fe de Jesucristo recibida en el bautismo. Para que quede constancia, hay que enviar una carta con los motivos al arzobispado correspondiente. Pasado un tiempo, la voluntad apóstata se refleja en la partida de bautismo que se conserva en la parroquia.
Aun así, el fiel puede abandonar la religión cristiana declarando la apostasía, esto es, negando la fe de Jesucristo recibida en el bautismo. Para que quede constancia, hay que enviar una carta con los motivos al arzobispado correspondiente. Pasado un tiempo, la voluntad apóstata se refleja en la partida de bautismo que se conserva en la parroquia.
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