Llamados también simplemente “los Mandamientos”, “los Mandamientos de Dios”, o el “Decálogo” (Gr. deka, diez, y logos, palabra), Las Diez Palabras de Dichos, este último nombre se lo aplicaron generalmente los Padres griegos.
Los Diez Mandamientos son mandatos que afectan las obligaciones fundamentales de religión y moralidad e incluyen la expresión revelada de la voluntad del Creador en relación con la totalidad del deber del hombre hacia Dios y hacia sus criaturas. Se encuentran registrados dos veces en el Pentateuco, en Éxodo 20 y Deuteronomio 5, pero en los catecismos aparecen en una forma compendiada. Dios los escribió con su dedo en dos tablas de piedra, y se los entregó a Moisés en medio de truenos en el Monte Sinaí, y éste los convirtió en el cimiento de la Ley Mosaica. Cristo resumió estos Mandamientos en el doble precepto de caridad-amor a Dios y al prójimo; los proclamó obligatorios bajo la Nueva Ley en Mateo 19 y en el Sermón de la Montaña (Mateo 5). También los simplificó o los interpretó, por ejemplo, al declarar que los juramentos innecesarios son tan ilegales como los falsos, al condenar el odio y la calumnia así como el homicidio, al mandarnos a amar incluso a los enemigos, y al condenar la indulgencia en los malos deseos como tan cargada de la misma malicia que el propio adulterio (Mateo 5). Por otro lado, la Iglesia, después de cambiar el día de descanso del Sabbath judío, o séptimo día de la semana, al primero, hizo que el Tercer Mandamiento se refiriera al domingo como el día a ser guardado como sagrado y como Día del Señor. El Concilio de Trento (Ses. VI, can. XIX) condena aquéllos que niegan que los Diez Mandamientos obligan a los cristianos.
No existe una división numérica de los Mandamientos en los Libros de Moisés, pero los mandatos son claramente décuplos, y se encuentran casi idénticos en ambas fuentes. El orden, también, es el mismo salvo las prohibiciones finales pronunciadas contra la concupiscencia, siendo las del Deuteronomio adoptadas en preferencia al Éxodo. Sin embargo, existe una confusión en la numeración, la cual se debe a una diferencia de opinión respecto al precepto inicial sobre el culto Divino.
El sistema de numeración encontrado en las Biblias católicas se basa en el texto hebreo, fue hecho por San Agustín (siglo V) en su libro de "Preguntas del Éxodo" ("Quæstionum in Heptateuchum libri VII", Lb. II, Pregunta LXXI), y fue adoptado por el Concilio de Trento. También es seguido por los luteranos alemanes, excepto aquéllos de la escuela de Bucer. Este arreglo relaciona el Primer Mandamiento con el culto falso y el culto a falsos dioses como un solo asunto y una sola clase de pecado del cual cuidarse---la referencia a los ídolos se considera como una mera aplicación del precepto de adorar un solo Dios y la prohibición dirigida exclusivamente contra la ofensa particular de idolatría. Según esta manera de ordenar, el mandamiento que prohíbe el uso del Nombre del Señor en vano viene segundo; y el número decimal es salvaguardado al dividir el precepto final sobre la concupiscencia---el Noveno apunta a los pecados de la carne y el Décimo a desear los bienes ajenos.
Las iglesias protestantes inglesas y la helvética han adoptado otra división sobre la autoridad de Filo Judeo, [[[Flavio Josefo | Josefo]], Orígenes y otros, por medio de la cual hacen dos Mandamientos para cubrir la materia del culto, y así la numeración del resto avanza un número; y el Décimo une el Noveno y Décimo de la división católica. in embargo, parece tan lógico separar al final como agrupar al principio, pues mientras en el culto se apunta a un solo objeto, bajo codicia se prohíben dos pecados específicamente diferentes; si el adulterio y el robo pertenecen a dos especies distintas de mal moral, lo mismo debe decirse del deseo de cometer estos pecados.
El Supremo Creador de la Ley comienza proclamando la obediencia de toda criatura humana a Su Nombre y Sus Títulos: "Yo soy el Señor, tu Dios. . ". Las leyes que siguen se refieren a Dios y sus representantes en la tierra (primero cuatro) y a nuestros hermanos (últimos seis).
• Siendo el único Dios verdadero, Él solo será adorado, y el rendirle a las criaturas el culto que le pertenece sólo a Él, cae bajo entredicho; condena la fabricación de "ídolos": no todos los cuadros, imágenes, y obra de arte, sino aquellas que se destinan para ser adoradas y servidas (Primero).
• Asociado a Dios en las mentes de los hombres y representándolo, está su Santo Nombre, al cual el Segundo Mandamiento declara digno de toda veneración y respeto y reprueba su profanación.
• Y Él reclama uno de los siete días como memorial a Él, el cual debe ser guardado (Tercero).
• Finalmente, al ser los padres la providencia natural de la prole, investidos con autoridad para su guía y corrección, y representando a Dios ante ellos, el niño les debe honor y respeto como sus representantes legítimos (Cuarto).
Los preceptos que siguen están destinados a proteger al hombre en sus derechos naturales contra la injusticia de sus semejantes:
• El objeto del quinto es la vida;
• El del sexto, el honor a su cuerpo como fuente de vida;
• El del séptimo, sus posesiones legítimas;
• El del octavo, su buen nombre;
• Y para hacerlo todavía más seguro en el goce de sus derechos, el noveno declara una ofensa contra Dios el desear causarle el mal en sus derechos familiares;
• Y el décimo, en sus derechos de propiedad.
Esta legislación expresa no sólo el deseo positivo del Autor, sino la voz de la naturaleza, así como las leyes que gobiernan nuestro ser y están escritas más o menos claramente en cada corazón humano. Se explica la necesidad de la ley escrita por la obscuridad de la ley no escrita en las almas debido al pecado. Estos mandamientos Divinos se consideran obligatorios para cada criatura humana, y su violación, con la suficiente reflexión y consentimiento de la voluntad, si la materia es grave, es considerada una ofensa dolorosa o mortal contra Dios. Ellos siempre han sido considerados como las más preciosas reglas de vida y han sido la base de toda la legislación cristiana.
Fuente: Stapleton, John. "The Ten Commandments." The Catholic Encyclopedia. Vol. 4. New York: Robert Appleton Company, 1908. <http://www.newadvent.org/cathen/04153a.htm>.
Traducido por Salvador Gandulfo. L H M.
Los Diez Mandamientos son mandatos que afectan las obligaciones fundamentales de religión y moralidad e incluyen la expresión revelada de la voluntad del Creador en relación con la totalidad del deber del hombre hacia Dios y hacia sus criaturas. Se encuentran registrados dos veces en el Pentateuco, en Éxodo 20 y Deuteronomio 5, pero en los catecismos aparecen en una forma compendiada. Dios los escribió con su dedo en dos tablas de piedra, y se los entregó a Moisés en medio de truenos en el Monte Sinaí, y éste los convirtió en el cimiento de la Ley Mosaica. Cristo resumió estos Mandamientos en el doble precepto de caridad-amor a Dios y al prójimo; los proclamó obligatorios bajo la Nueva Ley en Mateo 19 y en el Sermón de la Montaña (Mateo 5). También los simplificó o los interpretó, por ejemplo, al declarar que los juramentos innecesarios son tan ilegales como los falsos, al condenar el odio y la calumnia así como el homicidio, al mandarnos a amar incluso a los enemigos, y al condenar la indulgencia en los malos deseos como tan cargada de la misma malicia que el propio adulterio (Mateo 5). Por otro lado, la Iglesia, después de cambiar el día de descanso del Sabbath judío, o séptimo día de la semana, al primero, hizo que el Tercer Mandamiento se refiriera al domingo como el día a ser guardado como sagrado y como Día del Señor. El Concilio de Trento (Ses. VI, can. XIX) condena aquéllos que niegan que los Diez Mandamientos obligan a los cristianos.
No existe una división numérica de los Mandamientos en los Libros de Moisés, pero los mandatos son claramente décuplos, y se encuentran casi idénticos en ambas fuentes. El orden, también, es el mismo salvo las prohibiciones finales pronunciadas contra la concupiscencia, siendo las del Deuteronomio adoptadas en preferencia al Éxodo. Sin embargo, existe una confusión en la numeración, la cual se debe a una diferencia de opinión respecto al precepto inicial sobre el culto Divino.
El sistema de numeración encontrado en las Biblias católicas se basa en el texto hebreo, fue hecho por San Agustín (siglo V) en su libro de "Preguntas del Éxodo" ("Quæstionum in Heptateuchum libri VII", Lb. II, Pregunta LXXI), y fue adoptado por el Concilio de Trento. También es seguido por los luteranos alemanes, excepto aquéllos de la escuela de Bucer. Este arreglo relaciona el Primer Mandamiento con el culto falso y el culto a falsos dioses como un solo asunto y una sola clase de pecado del cual cuidarse---la referencia a los ídolos se considera como una mera aplicación del precepto de adorar un solo Dios y la prohibición dirigida exclusivamente contra la ofensa particular de idolatría. Según esta manera de ordenar, el mandamiento que prohíbe el uso del Nombre del Señor en vano viene segundo; y el número decimal es salvaguardado al dividir el precepto final sobre la concupiscencia---el Noveno apunta a los pecados de la carne y el Décimo a desear los bienes ajenos.
Las iglesias protestantes inglesas y la helvética han adoptado otra división sobre la autoridad de Filo Judeo, [[[Flavio Josefo | Josefo]], Orígenes y otros, por medio de la cual hacen dos Mandamientos para cubrir la materia del culto, y así la numeración del resto avanza un número; y el Décimo une el Noveno y Décimo de la división católica. in embargo, parece tan lógico separar al final como agrupar al principio, pues mientras en el culto se apunta a un solo objeto, bajo codicia se prohíben dos pecados específicamente diferentes; si el adulterio y el robo pertenecen a dos especies distintas de mal moral, lo mismo debe decirse del deseo de cometer estos pecados.
El Supremo Creador de la Ley comienza proclamando la obediencia de toda criatura humana a Su Nombre y Sus Títulos: "Yo soy el Señor, tu Dios. . ". Las leyes que siguen se refieren a Dios y sus representantes en la tierra (primero cuatro) y a nuestros hermanos (últimos seis).
• Siendo el único Dios verdadero, Él solo será adorado, y el rendirle a las criaturas el culto que le pertenece sólo a Él, cae bajo entredicho; condena la fabricación de "ídolos": no todos los cuadros, imágenes, y obra de arte, sino aquellas que se destinan para ser adoradas y servidas (Primero).
• Asociado a Dios en las mentes de los hombres y representándolo, está su Santo Nombre, al cual el Segundo Mandamiento declara digno de toda veneración y respeto y reprueba su profanación.
• Y Él reclama uno de los siete días como memorial a Él, el cual debe ser guardado (Tercero).
• Finalmente, al ser los padres la providencia natural de la prole, investidos con autoridad para su guía y corrección, y representando a Dios ante ellos, el niño les debe honor y respeto como sus representantes legítimos (Cuarto).
Los preceptos que siguen están destinados a proteger al hombre en sus derechos naturales contra la injusticia de sus semejantes:
• El objeto del quinto es la vida;
• El del sexto, el honor a su cuerpo como fuente de vida;
• El del séptimo, sus posesiones legítimas;
• El del octavo, su buen nombre;
• Y para hacerlo todavía más seguro en el goce de sus derechos, el noveno declara una ofensa contra Dios el desear causarle el mal en sus derechos familiares;
• Y el décimo, en sus derechos de propiedad.
Esta legislación expresa no sólo el deseo positivo del Autor, sino la voz de la naturaleza, así como las leyes que gobiernan nuestro ser y están escritas más o menos claramente en cada corazón humano. Se explica la necesidad de la ley escrita por la obscuridad de la ley no escrita en las almas debido al pecado. Estos mandamientos Divinos se consideran obligatorios para cada criatura humana, y su violación, con la suficiente reflexión y consentimiento de la voluntad, si la materia es grave, es considerada una ofensa dolorosa o mortal contra Dios. Ellos siempre han sido considerados como las más preciosas reglas de vida y han sido la base de toda la legislación cristiana.
Fuente: Stapleton, John. "The Ten Commandments." The Catholic Encyclopedia. Vol. 4. New York: Robert Appleton Company, 1908. <http://www.newadvent.org/cathen/04153a.htm>.
Traducido por Salvador Gandulfo. L H M.
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