lunes, 30 de septiembre de 2013

Acéldama.



«campo de sangre».
Un pequeño terreno en Jerusalén, que antes de la muerte de Cristo se llamaba «Campo del alfarero» (Jer. 19), comprado por los sacerdotes con el dinero devuelto por Judas, quienes lo destinaron a cementerio de extranjeros, ya que, considerándolo «precio de sangre» y, por tanto, contaminado, no podía dedicarse a sepultura de judíos (Mt. 27:7; Hch. 1:19). La voz popular, recordando el origen de dicho cementerio, hizo un fácil juego de palabras y convirtió su nombre en «akeldama», «campo de sangre». Puede localizarse casi con certeza en el lado sur del valle de Hinom, donde existen multitud de tumbas de los cruzados.

Aceituna.

Fruto del Olivo, y del cual, por diversos medios, se consigue el aceite. Su color, cuando es madura, es el negro. Su recolección se efectúa a mano; en Palestina ya está lista para recoger en septiembre. Se puede extraer de ella hasta más del 30 por ciento de aceite en peso. (Ver Dt. 28:40; Mi. 6:15; Stg. 3:12.)

Acaz.



= «sostenido».
Hijo de Jotam, que reinó dieciséis años, desde el año 734 a.C. (2 R. 16:1). Se distinguió por su idolatría y desprecio del verdadero Dios, y contra él se dirigen muchas profecías de Isaías (véanse 2 R. 7, 8, 9). Quemó a sus propios hijos consagrándolos a los ídolos. Levantó un altar en el templo de Jerusalén según el modelo sirio, y aun lo cerró enteramente, por lo cual perdió el favor de Jehová y sufrió varias derrotas en la guerra con Peka y Rezín.
Peka, rey de Israel, le tomó varios cautivos que fueron liberados por intervención del profeta Obed (2 Cr. 28:5-15), y sufrió otros reveses a manos de los edomitas y los filisteos (2 Cr. 28:16-20). Desoyendo los consejos de Isaías, solicitó auxilio de Tiglat-pileser, rey de Asiria, lo que éste lo aprovechó para hacerle tributario suyo.
Su nombre aparece en una inscripción de Tiglat-pileser como uno de sus vasallos, y ello es una prueba de la historicidad del relato bíblico, en contra de los racionalistas de hace un par de siglos, que lo negaban.
Fue tan aborrecido por sus propios súbditos que le negaron sepultura entre los reyes de Israel.

Acab.



Hebreo, «hermano del padre».
(a) Séptimo rey de Israel, que sucedió a su padre Omri en el año 918 a.C. y reinó veintidós años. Casó con Jezabel, hija de Ed-Baal, rey de Tiro, mujer ambiciosa e idólatra, por cuya influencia fue introducido en Israel el culto de Baal y Astoret. Acab erigió en Samaria un templo a Baal, persiguió a los profetas de Dios, y se dice en la Biblia que hizo más para provocar al Señor a ira que todos los reyes anteriores a él. A causa de esta apostasía Dios castigó a Israel con tres años de sequía y hambre, hasta que el profeta Elías desafió y eliminó a los profetas de Baal en el monte Carmelo (1 R. 18:20-40). Otro crimen repugnante de Acab, por consejo de su esposa, fue el asesinato legalizado por engaño de su vecino Nabot, para apoderarse de su propiedad.
Hombre voluble, combatió primero contra Benadad, rey de Siria, al que venció dos veces, y como éste se humillara, Acab hizo alianza con él. Una inscripción monolítica de Salmanasar III, rey de Asiria, demuestra que, haciendo honor a esta alianza, peleó contra los asirios en la batalla de Karcar en el año 853 a.C. Finalmente, Acab, aprovechándose de una visita de Josafat, rey de Judá, le propuso una expedición común para recobrar Ramot de Galaad al otro lado del Jordán. Los profetas de Baal le animaron a la empresa, pero Miqueas (el único profeta de Jehová) predijo la muerte de Acab. Éste se disfrazó para evitar el cumplimiento de la trágica profecía, procurando no llamar la atención; pero un individuo del ejército enemigo, tirando al azar, hirió mortalmente al impío rey Acab y, según había profetizado Elías años antes, su sangre fue lavada sobre su carro en el estanque de Samaria, y los perros la lamieron después de un reinado de veintidós años. Fue sucedido por Ococías, su hijo.
(b) Profeta mentiroso e inmoral, de quien predijo Jeremías que Nabucodonosor, rey de Babilonia, le haría quemar vivo (Jer. 29:21-23).

Aborrecimiento.



Es una emoción que lleva a la persona que la siente a una fuerte oposición contra su objeto de esta intensa aversión. La Biblia marca el aborrecimiento como móvil del homicidio punible con la muerte, en lugar de lo que hacen muchas legislaciones modernas, que dan como causa atenuante un sentimiento exaltado de odio (Nm. 35:9-28). El homicida accidental era protegido, en tanto que el que mataba por enemistad no podía ser exculpado por causa alguna (Nm. 35:19-21).
No se podía repudiar a la mujer propia por simple aborrecimiento (Dt. 22:13-19). Debía darse una causa justa. Si ésta no existía, y el marido había acusado falsamente a su esposa, debía ser castigado, multado y no podía jamás abandonar a su mujer (Dt. 22:19). Si la acusación de falta de castidad prematrimonial era cierta, la mujer era castigada duramente (Dt. 22:21).
El aborrecimiento es una consecuencia del pecado, el cual siempre provoca división, desconfianza, celos y aborrecimiento. Una de las consecuencias del pecado en relación con Dios es el aborrecimiento que siente Dios por el pecado, y contra el carácter del hombre pecador, desde Su santidad (Sal. 11:5; Mal. 1:3), aunque deseando la salvación del pecador (Ez. 18:32). El hijo de Dios debe en ello imitar a su Señor (He. 1:9; Ro. 5:8; cp. 2 Co. 5:19-21).
La exhortación a aborrecer a padre, madre y esposa (Lc. 14:26), dada por el Señor a Sus seguidores, se ha de entender en sentido relativo. El amor al Señor es tan delicado que, en comparación, los otros amores son aborrecimiento. Ver, a este respecto, el caso de Lea (Gn. 29:30, 31, donde «menospreciada» es traducción del verbo hebreo «aborrecer»); y también el del padre que consintiendo a su hijo, actúa en realidad como aborreciéndole, al privarle del bien de la disciplina (Pr. 13:24).

domingo, 22 de septiembre de 2013

Aborrecer.



El verbo castellano está cargado de tonos emotivos y significa, algunas veces, abominar; otras, abandonar o dejar y, finalmente, aburrirse de una persona o situación. En el aborrecer bíblico también entran estos diversos matices, y además, a veces, está preñado de ira, odio o mala voluntad hacia una situación o hacia una persona.
Aborrecer al prójimo o al hermano es pecado a los ojos de Dios (Gn. 27:41; 37:4; Lv. 19:17; 2 S. 13:22). Quien aborrecía a su mujer y la abandonaba sin justo motivo era castigado y debía recibirla de nuevo (Dt. 22:13-19). Pero la ley afirma que cuando existen causas legítimas para abandonarla, entonces el marido no tiene la obligación de juntarse a ella de nuevo (Dt. 24:3, 4). Cuando los sentimientos que unen a dos personas están basados meramente en la carne, el aborrecimiento puede ser un peligro muy posible (2 S. 13:15). En la Biblia, «aborrecimiento» puede designar, a veces, un grado inferior de amor (Gn. 29:30, 31; Dt. 21:15; Pr. 13:24; Mal. 1:2, 3; Lc. 14:26; Ro. 9:13).

Abominación desoladora.

Esta expresión se halla en Dn. 11:31; 12:11; Mt. 24:15; Mr. 13:14. Queda por ello relacionada con la gran tribulación mencionada por el Señor en los pasajes evangélicos. La profecía de Daniel tuvo un cumplimiento parcial en la profanación del templo por parte de Antíoco Epifanes el año 168 a.C. Es evidente que este cumplimiento no agota la profecía, por cuanto el Señor Jesús, en los pasajes evangélicos arriba mencionados, sitúa su cumplimiento en el futuro. En Dn. 9:27 se muestra que esta abominación tiene lugar en la segunda mitad de la última de las setenta semanas de Daniel (Dn. 9:24). El que hace un pacto con los judíos en aquellos días y después lo quebranta es el caudillo del futuro imperio romano restaurado. (Ver SETENTA SEMANAS) De esta persona se hará una imagen, y todos serán forzados a adorarla (Ap. 13:14, 15). Sin embargo, no se dice que vaya a ser llevada al futuro templo, en tanto que el Señor anuncia que la abominación estará en el lugar santo. Del Anticristo sí se anuncia que «se exalta sobre todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el santuario de Dios como Dios» (2 Ts. 2:4). Es evidente que la «abominación desoladora» está relacionada con la trinidad de maldad descrita en Ap. 13, y que será obra de Satanás, de la Bestia, y del falso profeta. Ello terminará en una terrible asolación. El asolador es el asirio (Is. 8:8, 9; 28:2, 18), el rey del norte que entonces dominará el territorio de Asiria (Dn. 11:40). Este cumplimiento final y definitivo tuvo también un cumplimiento parcial durante el asedio de Jerusalén por las tropas de Vespasiano y Tito; el lugar santo fue profanado por los zelotes judíos, y los cristianos de Judea, conocedores del aviso del Señor, huyeron a Pella (Mr. 13:14-16).

Abominación.

Esta palabra se usa en el AT en referencia a cualquier iniquidad tal como es considerada por Dios. También designa lo que no era apropiado para el servicio de Dios, como animales con taras presentados como sacrificio. Indica el sentimiento de repulsión que provocaba cualquier acto en contra del sistema religioso establecido. De esto último tenemos un ejemplo en que para los egipcios era abominación comer con los hebreos (Gn. 43:32). El mismo servicio religioso venía a ser una abominación a Dios al caer en una mera observancia externa o al asociarse con la iniquidad (Is. 1:13; Pr. 28:9). Pero es específicamente la idolatría que es declarada abominación para Jehová. Los mismos ídolos son designados así (2 R. 23:13; Is. 44:19); en Ez. 8 vemos la secreta práctica de la idolatría, y la gran abominación de introducirla en el atrio mismo de la casa del Señor. Esta palabra se usa en pocas ocasiones en el NT, y se aplica entonces a la maldad de manera general (p. ej., Lc. 16:15; Ap. 17:4).

Abluciones.



Nombre dado en He. 9:10 a los lavamientos ceremoniales prescritos por la Ley de Moisés (Lv. 6:27, 28; 8:6; 11:25, 28, 40; 15:5, 6, 7, 11, etc.); con este lavamiento, y el transcurso de un lapso de tiempo, el adorador israelita quedaba ceremonialmente puro de las contaminaciones legales que hubiera contraído (por lepra, contacto con cadáver, por emisión seminal, menstruación en la mujer, o por contacto con los así contaminados, etc., y que eran un impedimento para participar en las actividades del culto), y era de nuevo apto para participar en el culto.
En el sacerdocio aarónico, así como en el ministerio levítico había también una provisión de lavamientos o abluciones, tanto para su consagración (Lv. 8:6; Nm. 8:7) como en el ejercicio de sus funciones (Lv. 16:4; etc.). Debe notarse aquí distinción; Aarón y sus hijos fueron lavados «una vez» íntegramente por Moisés al ser consagrados (Éx. 40:12). Después se les demandó que se lavaran sólo los pies y las manos en la fuente de bronce (Éx. 40:30-32). En Nm. 19 se dan más detalles de la purificación de los contaminados.
En el NT el lavamiento tiene un sentido y aplicación moral. (Ver LAVATORIO DE PIES)

Abisúa.



«padre del bienestar».
Sumo sacerdote, el cuarto en tener esta dignidad. Hijo de Fineas (1 Cr. 6:4-5). Era bisnieto de Aarón (1 Cr. 5:30-31; 6:35; Esd. 7:5).

Abisai.



= «fuente de riqueza» o «padre del don».
Hijo de Sarvia, la medio hermana de David, y hermano de Joab. Sirvió muchos años a David como uno de sus valientes. Fue con David al campamento de Saúl mientras Saúl dormía (1 S. 25:6-9), y expresó la intención de matarlo, a lo que David se opuso (1 S. 26:5-9). Juntamente con Joab, se vengó traicioneramente de Abner por la muerte de su hermano Asael, tenida en buena lid (2 S. 2:18-24; 3:30). Permaneció fiel a David durante la rebelión de Absalón (2 S. 18:2).

Abisag.



= «padre de error», es posible que signifique también «padre de emigración».
Una joven de Sunem, en Isacar, de gran hermosura, cuidó del rey David en su vejez. El rey, empero, «nunca la conoció» (1 R. 1:4). Al morir él, Adonías, que ya había intentado arrebatar el trono para sí y había sido perdonado, la pidió, por medio de la reina madre, a Salomón, para que fuera su mujer. Salomón no solamente negó su petición, sino que lo hizo ejecutar, por implicar ello la pretensión al trono (1 R. 2:13-26). (Ver CANTAR)

Abiram.



= «padre de elevación», es una variable admisible de Abram. (Ver)
(a) Un rubenita, hijo de Eliab, que se unió a la conspiración acaudillada por Coré contra Moisés y Aarón, muriendo bajo el juicio de Dios (Nm. 16).
(b) Hijo mayor de Hiel, de Betel. Hiel echó los cimientos de Jericó sobre su primogénito, cumpliendo así la primera parte de la maldición profética de Josué (Jos. 6:26; 1 R. 16:34). Ejemplo señalado de cómo incluso los israelitas menospreciaban la palabra del Señor.

Abinadac.



= «padre de abundancia».
(a) Hombre de Quiryat-jearim; el arca devuelta por los filisteos estuvo veinte años en su casa (1 S. 7:1). Su hijo Eleazar fue encargado de su custodia.
(b) Segundo hijo de Isaí (1 S. 16:8; 17:13).
(c) Hijo de Saúl (1 S. 31:2).
(d) Padre de un yerno de Salomón (1 R. 4:11); el yerno era gobernador en Dor.

Abel Sitim.

= «valle de las acacias» en la llanura de Moab, cerca del monte Peor, al este del río Jordán. Fue lugar de uno de los campamentos de los israelitas en la peregrinación por el desierto antes de la muerte de Moisés (Nm. 33:49). Al sitio se le llama también Sitim =«acacia» (Jos. 2:1), y allí el pueblo fue seducido a la impureza de la idolatría de Baal-peor por las mujeres de Moab y de Madián y perecieron en gran número (Nm. 25).

Abel Mehola.



= «pradera de la danza».
Lugar del nacimiento de Eliseo (Jue. 7:22; 1 R. 4:12; 19:16). Situación dudosa, probablemente en Manasés.

Abel Izraim.



= «pradera de los egipcios».
Nombre que se dio al plano de Atad, donde se detuvo el cortejo fúnebre de Jacob, procedente de Egipto, al llevarlo a sepultar a Canaán (Gn. 50:9-13).

Abana.



Nombre de dos ríos de Siria, mencionados por Naamán, el general sirio curado por el profeta Eliseo (2 R. 25:12). El militar Sirio afirma que son cristalinos y mejores que todos los ríos de Israel, y se enoja con el siervo de Dios que le recomienda bañarse en el Jordán. Naamán no es curado hasta que no obedece al profeta.
El río Abana se llama hoy Barada, y después de pasar por la ciudad de Damasco, desemboca en un lago pantanoso al este de la ciudad. Aun hoy provee el agua para la moderna Damasco.
El río Farfar es el moderno Awaj, que nace en el Hermón y desemboca a 14 kilómetros de Damasco, después de regar una fértil llanura.

Ab.



Quinto mes (julio-agosto) que los judíos adoptaron en la época posterior al exilio. No se cita en la Biblia, sino en los textos de la Misnah y del Talmud.
Era un mes triste para el calendario judío, por el recuerdo del destierro a Babilonia. En este mes se cortaban los juncos. (Véase CALENDARIO.)
Como partícula hebrea que se deriva de la palabra «Abba», es usada como prefijo en muchos nombres propios tales como Abner = «Padre de la luz», Absalón = «Padre de la paz».

Aaronitas.

Los descendientes de Aarón reciben este nombre y con él son designados en diversas partes de la Biblia (1 Cr. 12:27; 27:17). A los descendientes de Aarón fueron asignadas trece ciudades en Judá y Benjamín (Jos. 21:13-19; 1 Cr. 6:57-60).

A.



Primera consonante del alfabeto hebreo, que según la Másora se repite 27.055 veces en el Pentateuco y 42.377 en toda la Biblia. Fue expresada por una variedad de signos, pasando de los cananeos a los fenicios y transmitiéndola éstos posteriormente a los griegos hasta formar la A griega o latina que ha quedado en nuestro alfabeto.
A (alfa) y O (omega). Primera y última letras del abecedario griego, describen a Dios como principio y fin del mundo y de la historia (Ap. 1:8; 21:6; cfr. Is. 41:4; 44:6; 48:12). En Ap. 22:13 Cristo glorificado es llamado así (cfr. Ap. 1:8, 17). En las ediciones hebreas, griegas y de carácter científico de la Biblia la A designa el códice Alejandrino, manuscrito del siglo v que contiene toda la Biblia, y se encuentra en el Museo Británico. La A hebrea (alef) designa en las ediciones científicas el códice llamado Sinaítico.

Astros.

1. Los astros en el paganismo antiguo.
El hombre antiguo era más sensible que nosotros a la presencia de los astros. Sol, luna, planetas y estrellas evocaban para él un mundo misterioso muy diferente del nuestro: el del cielo, al que se representaba en forma de esferas superpuestas, en las que los astros inscribían sus órdenes. Sus ciclos regulares le permitían medir el tiempo y establecer su calendario; pero le sugerían también que el mundo es gobernado por la ley del eterno retorno y que desde el cielo imponen los astros a las cosas de la tierra ciertos ritmos sagrados sin medida común con los avatares contingentes de la historia. Estos cuerpos luminosos le parecían, pues, una manifestación de los poderes sobrenaturales que dominan la humanidad y determinan sus destinos. A estos poderes rendía espontáneamente culto para granjearse su favor. El sol, la luna, el planeta Venus, etc., eran para él otros tantos dioses o diosas, y las constelaciones mismas diseñaban en el cielo figuras enigmáticas, a las que daba nombres míticos. Este interés que ponía en los astros le inducía a observarlos metódicamente: egipcios y mesopotamios eran famosos por sus conocimientos astronómicos; pero esta ciencia embrionaria estaba estrechamente ligada con prácticas adivinatorias e idolátricas. Así. el hombre de la antigüedad estaba como subyugado por poderes temerosos, que pesaban sobre su destino y le velaban al verdadero Dios.
2. Los astros, servidores de Dios.
Si abrimos la Biblia vemos que el clima cambia radicalmente. Cierto que todavía no se distingue bien a los astros de los ángeles, que constituyen la corte de Dios Job 38,7 Sal 148,2s: estos «ejércitos celestiales». Gen 2,1 son considerados como seres animados. Pero son criaturas como todo lo demás del universo Am 5,8 Gen 1,14ss Sal 33,6 136,7ss. Obedeciendo al llamamiento de Yahveh brillan en su puesto Bar 3,3ss, por orden suya intervienen para apoyar los combates de su pueblo Jos 10.12s Jue 5,20. Los astros no son, pues, dioses, sino servidores de «Yahveh de los ejércitos (Yahveh Sabaoth)». Si regulan el tiempo, si presiden el día y la noche, es porque Dios les ha asignado estas funciones precisas Gen 1,15s. Se puede admirar el resplandor del sol Sal 19,5ss, la belleza de la luna Cant 6,10, el orden perfecto de las revoluciones celestiales Sab 7.1 8ss; pero todo esto canta la gloria del Dios único Sal 19,2, que determinó las «leyes de los cielos» Job 38,31ss. Asi los astros no sirven de pantalla para ocultar a su creador, sino que lo revelan Sab 13,5. Purificados de su significado idolátrico, simbolizan ahora las realidades terrenales que manifiestan el designio de Dios: la multitud de los hijos de Abraham Gen 15.5, la venida del rey davídico Num 24,17, la luz de la salvación futura Is 60,1ss Mal 3.20 o la gloria eterna de los justos resucitados Dan 12,3.
3. Seducción del paganismo.
Pese a esta firmeza de la revelación biblica, Israel no se libra de la tentación de los cultos astrales. En los períodos de retroceso religioso, el sol, la luna y todo el ejército de los cielos conservan o vuelven a ganar adoradores 2Re 17,16 21,3.5 Ez 8,16; por un temor instintivo de estos poderes cósmicos, se trata de hacérselos propicios. Se hacen ofrendas a la «reina del cielo», Istar, el planeta Venus Jer 7,18 44,17ss; se observan los «signos del cielo» Jer 10,2 para leer en ellos los destinos Is 47,13. Pero la voz de los profetas se eleva contra este retorno ofensivo del paganismo; el Deuteronomio lo estigmatiza Dt 4,19 17,3; el rey Josías interviene brutalmente para extirpar sus prácticas 2Re 23,4s.11; a los adoradores de los astros promete Jeremías el peor de los castigos Jer 8,1s. Pero hará falta la prueba de la dispersión y de la cautividad para que Israel se convierta y abandone por fin esta forma de idolatría Job 31,26ss, cuya vanidad proclamará claramente la sabiduría alejandrina Sab 13,1-5.
Esta lucha secular contra los cultos astrales tuvo repercusiones en el campo de las creencias. Si los astros constituyen así un lazo para los hombres, desviándolos del verdadero Dios, ¿no es esto señal de que ellos mismos están ligados con poderes del mal, hostiles a Dios? Entre los ángeles que forman el ejército del cielo, ¿no hay ángeles caídos que tratan de atraer a los hombres a su seguimiento haciéndose adorar por ellos? El viejo tema mítico de la guerra de los dioses proporciona aquí todo un material que permite representar poéticamente la caída de los poderes celestiales rebelados contra Dios (Lucifer: Is 14,12-15). La figura de Satán, en el NT se enriquecerá con estos elementos simbólicos Ap 8,10 9,1 12,3s.7ss. En estas condiciones no sorprende ver anunciar para el dia de Yahveh un juicio del ejército de los cielos, castigado con sus adoradores terrenales Is 24,21 ss: allí aparecen los astros en lugar y en el puesto de los ángeles malos.
4. En el universo rescatado por Cristo, los astros hallan, no obstante, su función providencial. La cruz ha libertado a los hombres de la angustia cósmica, que aterrorizaba a los colosenses: no están ya esclavizados a los «elementos del mundo», ahora que Cristo ha «despojado a los principados y a las potestades», para «arrastrarlos en su cortejo triunfal». Col 2,8.15-18 Gal 4,3. Nada ya de determinismos astrales, nada de destinos inscritos en el cielo: Cristo ha dado fin a las supersticiones paganas. Un astro anunció su nacimiento Mt 2,2, designándole a él mismo como la estrella de la mañana por excelencia Ap 2,28 22,16, en espera de que este mismo astro surja en nuestros corazones (2Pe 1,19, el exsultet pascual). Es el verdadero sol que ilumina al mundo renovado Lc 1,78s. Y si es cierto que el oscurecimiento de los astros precederá como un signo a su parusía gloriosa Mt 24,29 p Is 13,9s 34,4 Jl 4,15, como marcó el momento de su muerte Mt 27,45 p, es que en el mundo venidero estas luces creadas resultarán inútiles: la gloria de Dios iluminará por si misma a la nueva Jerusalén, y el cordero será su antorcha Ap 21,23.

Árbol.

El árbol es a los ojos del hombre el signo tangible de la fuerza vital que ha esparcido el Creador en la naturaleza Gen 1,11s. A cada primavera anuncia su renacimiento Mt 24,32. Cortado, vuelve a brotar Job 14,7ss. En el desierto árido indica los lugares donde el agua permite la vida Ex 15,27 Is 41,19. Alimenta al hombre con sus frutos Dan 4,9. Esto es suficiente para que se pueda comparar con un árbol verdegueante, ya al hombre justo al que Dios bendice Sal 1,3 Jer 17,7s, ya al pueblo, al que colma de favores Os 14,6s. Es cierto que hay árboles buenos y malos, que se reconocen por sus frutos; los malos sólo merecen ser cortados y arrojados al fuego; igualmente los hombres en el momento del juicio de Dios Mt 7,16-20 p 3,10 p Lc 23,31. A partir de este significado general, el simbolismo del árbol se desarrolla en la Biblia en tres direcciones.
1. El árbol de la vida.
El Génesis, utilizando un simbolo corriente en la mitología mesopotámica, coloca en el Paraíso primitivo un árbol de la vida, cuyo fruto comunica la inmortalidad Gen 2,9 3,22. En conexión con este primer símbolo, la falsa sabiduría que usurpa el hombre atribuyéndose el «conocimiento del bien y del mal» se representa también como un árbol de fruto prohibido Gen 2,16s. El hombre, seducido por la apariencia engañosa de este árbol, comió de su fruto Gen 3,2-6. A consecuencia de esto tiene ahora cortado el camino del árbol de la vida Gen 3,22ss. Pero todo el desarrollo de la historia sagrada va a mostrar cómo Dios le restituye su acceso. En la escatología profética se describe la tierra santa en los últimos tiempos como un paraíso nuevamente hallado, cuyos árboles maravillosos proporcionarán a los hombres alimento y remedio Ez 47,12. Ahora ya la sabiduría es para el hombre que la capta un árbol de la vida que da la felicidad Prov 3,18 11,30 Eclo 24,12-22. Y finalmente, en el NT promete Cristo a los que le permanezcan fieles, comer del árbol de la vida que está en el paraíso de Dios Ap 2,7.
2. El árbol del reino de Dios.
Las mitologías orientales conocían también el símbolo del árbol cósmico, representación figurada del universo. Este símbolo no es utilizado por la Biblia. Pero ésta compara fácilmente a los imperios humanos, que tienen bajo su sombra a tantos pueblos, con un árbol extraordinario: se eleva hasta el cielo y desciende hasta los infiernos, cobija a todas las aves y a todos los animales Ez 31,1-9 Dan 4,7ss. Grandeza ficticia, puesto que está fundada en la soberbia. El juicio de Dios derribará este árbol Ez 31,10-18 Dan 4,10-14. Pero el reino de Dios, nacido de una humilde semilla, se convertirá, en cambio, en un gran árbol, en el que vendrán a anidar todas las aves Mt 13,31s p.
3. El árbol de la cruz.
El árbol puede llegar a ser signo de maldición cuando se utiliza como patíbulo para los condenados a muerte Gen 40,19 Jos 8,29 10,26 Est 2,23 5,14: el ahorcado, que de él pende, mancilla la tierra santa, pues es una maldición de Dios Dt 21,22s. Ahora bien. Jesús quiso tomar sobre si esta maldición Gal 3,13. Llevó nuestras culpas en su cuerpo en el leño de la cruz 1Pe 2,24, y en él clavó la sentencia de muerte que se había dictado contra nosotros Col 2,14 Por el hecho mismo, el árbol de la cruz vino a ser el «leño que salva» Sab 14,7: está abierto el camino que conduce al paraíso hallado y nosotros comeremos del árbol de la vida Ap 22,2.14. El mismo antiguo signo de maldición se ha convertido en este árbol de la vida: Crux fidelis, ínter omnes Arbor una nobilis: nulla silva talem profert, fronde, flore, germine (liturgia del vienes santo).

Apóstoles.

En el NT numerosos personajes reciben el título de apóstol: los doce discípulos escogidos por Jesús para fundar su Iglesia Mt 10,2 Ap 21,14, así como Pablo, Apóstol de las naciones por excelencia Rm 11,13, son bien conocidos. Pero hay además, según el uso constante de Pablo mismo, «los otros apóstoles, y los hermanos del Señor, y Cefas... y Bernabé». 1Cor 9,5s, todos los cuales llevan el mismo titulo; junto a Pedro y a los doce tenemos a «Santiago y los apóstoles» 1Cor 15,5ss Gal 1,19, para no hablar del carisma del apostolado 1Cor 12,28 Ef 4,11, ni de los «falsos profetas» y los «archiprofetas» denunciados por Pablo 2Cor 11,5.13 12,11. Un uso tan extendido de este titulo plantea un problema: ¿qué relación hay entre estos diferentes «apóstoles»? Para resolverlo, a falta de una definición neotestamentaria del apostolado que convenga a todos, hay que situar en su propio lugar a los diferentes personajes que llevan este titulo, después de haber recogido las indicaciones concernientes al término y a la función no específicamente cristiana.
El sustantivo apostolos es ignorado por el griego literario (si se exceptúa a Heródoto y a Josefa, que parecen reflejar el lenguaje popular), pero el verbo del que deriva (apostel lo), enviar, expresa bien su contenido; éste se precisa mediante las analogías del AT y las costumbres judías. El AT conocía el uso de los embajadores que deben ser respetados como el rey que los envía 2Sa 10; los profetas ejercen misiones del mismo orden Is 6,8 Jer 1,7 Is 61,1ss, aun cuando no reciben nunca el titulo de apóstol. Pero el judaismo rabínico, después del año 70, conoce la institución de enviados (seli hîn),cuyo uso parece muy anterior, según los textos mismos del NT. Pablo pide cartas para las sinagogas de Damasco, con objeto de perseguir a los fieles de Jesús Act 9,2 p: es un delegado oficial provisto de credenciales oficiales Act 28,21 s. La Iglesia sigue esta costumbre cuando de Antioquía y de Jerusalén envía a Bernabé y a Silas con sus cartas Act 15,22, o hace a Bernabé y a Pablo sus delegados Act 11,30 13,3 14,26 15,2; Pablo mismo envía a dos hermanos que son los apóstoles de las Iglesias 2Cor 8,23. Según la palabra de Jesús, que tiene antecedentes, en la literatura judía, el apóstol representa al que le envía: «El servidor no es mayor que su amo, ni el apóstol mayor que el que lo ha enviado». Jn 13,16.
Así, a juzgar por el uso de la época, el apóstol no es en primer lugar un misionero, o un hombre del Espíritu, y ni siquiera un testigo: es un emisario, un delegado, un plenipotenciario, un embajador.
El apostolado, antes de dar derecho a un titulo, fue una función. En efecto, sólo al cabo de una lenta evolución, el circulo restringido de los doce heredó en forma privilegiada el titulo de apóstoles Mt 10,2, designación que acabó por atribuirse, tardíamente sin duda, a Jesús mismo Lc 6,13. Pero si este titulo de honor pertenece sólo a los doce, se ve también que otros con ellos ejercen una función que puede calificarse de «apostólica».
1. Los doce apóstoles.
Desde el principio de su vida pública quiso Jesús multiplicar su presencia y propagar su mensaje por medio de hombres que fueran como él mismo. Llama a los cuatro primeros discípulos para que sean pescadores de hombres Mt 4,18-22 p; escoge a doce para que estén «con él» y para que, como él, anuncien el evangelio y expulsen a los demonios Mc 3,14 p; los envia en misión a hablar en su nombre Mc 6,6-13 p, revestidos de su autoridad: «El que os recibe a vosotros, a mí me recibe, y el que me recibe a mí, recibe al que me envió» Mt 10,40 p; aprenden a distribuir los panes multiplicados en el desierto Mt 14,19 p, reciben autoridad especial sobre la comunidad que deben dirigir Mt 16,18 18,18. En una palabra, constituyen los fundamentos del nuevo Israel, cuyos jueces serán el último día Mt 19,27 p, que es lo que simboliza el número 12 del colegio apostólico. A ellos es a quienes el resucitado, presente siempre con ellos hasta el fin de los siglos, da el encargo de reclutarle discípulos y de bautizar a todas las naciones Mt 28,18ss. En estas condiciones la elección de un duodécimo apóstol en sustitución de Judas aparece indispensable para que se descubra en la Iglesia naciente la figura del nuevo Israel Act 1,15-26. Deberán ser testigos de Cristo, es decir, atestiguar que el Cristo resucitado es el mismo Jesús con el que habían vivido 1,8.21; testimonio único, que confiere a su apostolado (entendido aquí en el sentido más fuerte del término) un carácter único. Los doce son para siempre el fundamento de la Iglesia: «El muro de la ciudad tenía doce hiladas, y sobre ellas los nombres de los doce apóstoles del cordero» Ap 21,14.
2. El apostolado de la Iglesia naciente.
Si los doce son los apóstoles por excelencia, en cuanto que la Iglesia es «apostólica», sin embargo, el apostolado de la Iglesia, entendido en sentido más amplio, no se limita a la acción de los doce. Asi como Jesús, «apóstol de Dios» Heb 3,1, quiso constituir un colegio privilegiado que multiplicara su presencia y su palabra, así también los doce comunican a otros el ejercicio de su misión apostólica. Ya en el AT Moisés había transmitido a Josué la plenitud de sus poderes Num 27,18; así también Jesús quiso que el cargo pastoral confiado a los doce continuara a lo largo de los siglos: aun conservando un vinculo especial con ellos, su presencia de resucitado desbordará infinitamente su estrecho circulo. Por lo demás, ya en su vida pública Jesús mismo abrió el camino a esta extensión de la misión apostólica. Al lado de la tradición prevalente que contaba la misión de los doce, conservó Lucas otra tradición, según la cual Jesús «designó todavía a otros setenta y dos (discípulos) y los envió delante de él» Lc 10,1. Idéntico objeto de misión que en el caso de los doce, idéntico carácter oficial: «El que a vosotros oye, a mi me oye, y el que a vosotros desecha, a mi me desecha, y el que me desecha a mi, desecha al que me envió» Lc 10,16 Mt 10,40 p. La misión apostólica no está, pues, limitada a la de los doce en la mente de Jesús. Los mismos doce actúan también con este espíritu. En el momento de la elección de Matías sabían que buen número de discípulos podían llenar las condiciones necesarias Act 1.21ss: Dios no designa propiamente un apóstol, sino un testigo duodécimo. Ahi está además Bernabé, un apóstol del mismo renombre que Pablo 14,4.14; y si bien a los siete no se los llama apóstoles 6,1-6, pueden, sin embargo, fundar una nueva iglesia: así Felipe en Samaria, aun cuando sus poderes estén limitados por los de los doce 8,14-25. El apostolado, representación oficial del resucitado en la Iglesia, queda para siempre fundado sobre el colegio «apostólico» de los doce, pero se ejerce por todos los hombres a los que éstos confieren autoridad.
La existencia de Pablo confirma a su manera lo que Jesús había insinuado en la tierra enviando a los setenta y dos, además de los doce. Desde el cielo envía el resucitado a Pablo, además de los doce; a través de esta misión apostólica se podrá precisar la naturaleza del apostolado.
1. Embajador de Cristo.
Cuando Pablo repite con insistencia que ha sido «llamado» como apóstol Rom 1,1 Gal 1,15 en una visión apocaliptica del resucitado Gal 1,16 1Cor 9,1 15,8 Act 9,5.27, manifiesta que el origen de su misión dependió de una vocación particular. Como apóstol, es un «enviado», no de los hombres (aunque ellos mismos sean apóstoles), sino personalmente de Jesús. Recuerda sobre todo este hecho cuando reivindica su autoridad apostólica: «Somos embajadores de Cristo, como si Dios os exhortase por medio de nosotros» 2Cor 5,20: «la palabra de Dios que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino como palabra de Dios» 1Tes 2,13. Dichosos los que le han «acogido como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús» Gal 4,14. Porque los apóstoles son «cooperadores de Dios». 1Cor 3,9 1Tes 3,2. Además, a través de ellos se realiza el ministerio de la gloria escatológica 2Cor 3,7-11. Y para que el embajador no desvíe en su provecho este poder divino y esta gloria, el apóstol es un hombre despreciado por el mundo; ahí está, perseguido, entregado a la muerte, para que sea dada la vida a los hombres 2Cor 4,7-6,10 1Cor 4,9-13.
Concretamente, la autoridad apostólica se ejerce a propósito de la doctrina, del ministerio y de la jurisdicción. Con frecuencia invoca Pablo su autoridad doctrinal, a la que estima capaz de fulminar anatema contra quienquiera que anuncie un Evangelio diferente del suyo Gal 1,8s. Pablo se considera capaz de delegar a otros sus propios poderes, como cuando ordena a Timoteo imponiéndole las manos 1Tim 4,14 2Tim 1,6, gesto que éste podrá hacer a su vez 1Tim 5,22. Finalmente, esta autoridad se ejerce por una real jurisdicción sobre las Iglesias que ha fundado Pablo o que le están confiadas: juzga y adopta sanciones 1Cor 5,3ss 1Tim 1,20, arregla todo a su paso 1Cor 11,34 2Cor 10,13-16 2Tes 3,4, sabe exigir obediencia a la comunidad Rm 15,18 1Cor 14,37 2Cor 13,3, a fin de mantener la comunión 1Cor 5,4. Esta autoridad no es tiránica 2Cor 1,24, es un servicio 1Cor 9,19, el de un pastor Act 20,28 1Pe 5,2-5 que sabe, si es necesario, renunciar a sus derechos 1Cor 9,12; lejos de pesar sobre los fieles, los quiere como un padre, como una madre 1Tes 2,7-12 y les da el ejemplo de la fe 1Tes 1,6 2Tes 3,9 1Cor 4,16.
2. El caso único de Pablo.
En esta descripción ideal del apostolado reconoceria Pablo sin dificultad lo que esperaba de sus colaboradores, de Timoteo 1Tes 3,2 y de Silvano, a los que califica, a lo que parece, de apóstoles 2,5ss, o también de Sóstenes y de Apolo 1Cor 4,9. Sin embargo, Pablo se atribuía un puesto aparte en el apostolado de la Iglesia: es el apóstol de las naciones paganas, tiene una inteligencia especial del misterio de Cristo: esto pertenece al orden carismático y no se puede transmitir. El apóstol de las naciones. Pablo no fue el primero que llevó el Evangelio a los paganos: Felipe había ya evangelizado a los samaritanos Act 8, y el Espíritu Santo había descendido sobre los paganos de Cesarea Act 10. Pero Dios quiso que al nacimiento de su Iglesia un apóstol estuviera más especialmente encargado de la evangelización de los gentiles al lado de la de los judíos. Esto es lo que Pablo hace reconocer por Pedro. No ya que quisiera ser un enviado de Pedro: seguía siendo enviado directo de Cristo; pero tenía interés en informar al jefe de los doce, a fin de no «correr en vano» y de no introducir división en la Iglesia Gal 1-2. El misterio de Cristo es, para Pablo, «Cristo entre las naciones». Col 1,27; ya Pedro había comprendido por revelación que no había ya prohibición relativa a alimentos que separara a los judíos y a los gentiles Act 10,10-11,18. Pero Pablo tiene por la gracia de Dios un conocimiento particular de este misterio Ef 3,4 y ha recibido el encargo de transmitirlo a los hombres; sufre persecución, soporta sufrimientos, es prisionero con miras al cumplimiento de este misterio Col 1,24-29 Ef 3,1-21. Tal es la gracia particular, incomunicable, de Pablo; pero el aspecto de embajada de Cristo y hasta, en cierto grado, la inteligencia espiritual que tiene de su apostolado, puede ser otorgada a todos los apóstoles por el señor del Espíritu 1Cor 2,6-16.
El apostolado de los fieles no es objeto de enseñanza explícita en el NT, pero halla en algunos hechos un sólido punto de apoyo. El apostolado, aun siendo por excelencia función de los doce y de Pablo, se ejerció desde los principios por la Iglesia entera: por ejemplo, las Iglesias de Antioquía y de Roma existían ya cuando llegaron los jefes de la Iglesia. En sentido amplio, el apostolado es cosa de todo discípulo de Cristo, «luz del mundo y sal de la tierra» Mt 5,13s. Según su rango debe participar en el apostolado de la Iglesia, imitando en su celo apostólico a Pablo, a los doce y a los primeros apóstoles.

Animales.

El mundo animal constituye la parte de la naturaleza más próxima al hombre. Este parentesco, que a veces podría pasarnos inadvertido, era sentido de modo particular por los hebreos, que vivían más que nosotros en contacto permanente con los animales. Por esta razón la Biblia utiliza con bastante frecuencia para ilustrar sus descripciones la aptitud de los animales para expresar ciertas actitudes humanas: al enemigo se le llama perro (p.e., Sal 22,17); a una tropa de invasión se la represanta como una nube de langosta (p.e., Is 33,4); se describe como un león, ora a Dios, ora al enemigo (en la ambivalencia de ciertos simbolos hay que ver la ambigüedad de este mundo animal, del que formamos parte, capaz tanto de lo mejor como de lo peor); a menudo se compara al pueblo con un rebaño (p.e., la parábola de Natán: 2Sa 12,1-4 Jer 23,1-8 Ez 34 Jn 10,1-16); el cordero sirve incluso para representar a Cristo Jn 1,29 Ap 5,6. y la paloma al Espíritu Santo Mt 3,16 p. Pero por encima de estas notaciones esporádicas hay que seguir en la Biblia el esfuerzo por la toma de conciencia, de aquellos hombres enfrentados con la potencia del mundo animal. ¿Quién saldrá victorioso?
Más aún: hablando de este mundo animal en el que participan y sobre el que proyectan, más o menos conscientemente, su propia situación, los autores sagrados revelan, a fin de cuentas, el drama de los hombres y de la creación entera que aspiran a la redención.
1. Los animales ¿superiores el hombre?
El culto de los animales, sea lo que fuere del significado y de los diferentes aspectos de la zoolatría, muestra con qué sagrado respeto ciertas religiones primitivas, como la de los egipcios, consideraban a estos seres extrahumanos. Israel sucumbe a veces Ex 32 1Re 12,28-32 a esta tentación de divinizar a los animales o de adorar a su imagen. Sin embargo, la ley de Moisés, las amonestaciones de los profetas, los consejos de la sabiduría retraen a los hebreos de esta dirección degradante (p.e., Sab 15,18s Rom 1,23). En cuanto a los enemigos idólatras, lejos de ser preservados por los animales adorados, serán castigados por ellos Sab 15-16 Ez 39,4.17-20 Ap 19,17s.21.
2. Nexo entre el animal y el hombre.
La semejanza del hombre con el animal, especialmente su origen común a partir del polvo y su manera común de acabar en la fosa, se expresa a veces en forma brutal Ecl 3,19ss Sal 49,13. Más a menudo y más discretamente se une con un lazo fraterno a estas dos criaturas, reunidas bajo la común denominación de «vivientes». Unas veces el hombre ayuda al animal: Noé salva de las aguas a una pareja de cada especie viva; otras veces el animal ayuda al hombre: la burra clarividente salva a Balaán Num 22,22-35; unos cuervos alimentan a Elías 1Re 17,6; un gran pez salva a Jonás recalcitrante y le hace volver al buen camino Jan 2. Por su perfección inducen los animales a Job a reconocer la omnipotencia del Creador Job 38,39-39,30 40,15-41,26. Finalmente recuerdan a los hombres que Dios no cesa de derramar sus beneficios sobre todos los seres vivos (p.e., Sal 104,27 147,9 Mt 6,26).
Están tan próximos al hombre que forman parte de la alianza concluida entre Dios y Noé Gen 9,9ss y que ellos mismos vienen a estar sujetos a la ley mosaica... El sábado se aplica tanto al buey como al servidor Ex 23,12 Dt 5,14. Y para con ellos está prescrita una actitud de humanidad Ex 23,5 Dt 22,6s 25,4 1Cor 9,9 1Tim 5,18. En cuanto a los animales criminales, serán castigados Gen 9,5 Lev 20,15s; en ciertos casos serán incluso lapidados Ex 21,28-32. En fin, son asociados tanto a la penitencia de los hombres Jan 3,7 como a su castigo Ex 11,5.
3. Superioridad del hombre sobre el animal.
Sin embargo, en el relato de los origenes, ciertas notaciones muy claras indican la percepción neta de cierta superioridad del hombre sobre el animal. Adán nombra a los animales, afirmando así su dominio Gen 2,20. Por lo demás, ninguno de ellos puede constituir para el hombre «una ayuda que le sea adecuada» Gen 2,18-23, y la bestialidad es severamente castigada Ex 22,18 Dt 27,21 Lev 18,23. Además, el animal puede ser muerto por el hombre y servirle de alimento Gen 9,2s. Finalmente, se afirma la superioridad del hombre con un lirismo que resuena como el canto de victoria de una triunfante toma de conciencia Gen 1,26-30 Sal 8,6-9. Viceversa, para castigar la sinrazón de Nabacodonosor «se le dará un corazón de bestia» Dan 4,13, simbolizando la bestialidad humana la rebelión contra el espíritu y finalmente contra Dios. Sin embargo, algo queda de la superioridad de los animales en la imaginación de los autores sagrados, que no vacilan en hablar de animales fabulosos. Estos, sea cual fuere el origen de tales representaciones, simbolizan un más allá de la naturaleza, sea en la esfera de un poder sobrehumano Dan 7 Ap 9,3-11, que frisa en lo demoniaco Ap 12 13 16,1 3s 20,1 ss, sea en la esfera de lo divino Ez 1,14-24 Ap 4,6ss.
1. La rebelión y la sumisión de los animales.
La división de los animales en salvajes y domésticos realiza y representa la rebelión de la naturaleza contra el hombre y el desorden que se introdujo en el mundo. Esta situación es resultado del pecado del hombre. En efecto, antes de la desobediencia de Adán, todos los animales parecen estar sometidos al que les había dado su nombre. Pero a causa del pecado toda la creación, y por consiguiente el mundo animal, es ahora esclavo de la corrupción Rom 8.19-22. Sin embargo, por anticipación, o por gracia mesiánica, en ciertos casos privilegiados, los animales vencidos recobran su docilidad primera Dan 6,17-25 14,3142 Sal 91,13 Mc 1,13 16,18 Act 28,3-6. Al fin de los tiempos, cuando el mundo sea totalmente purificado de sus pecados, desaparecerán los animales salvajes Lev 26,6 Ez 34,25 o se volverán pacificos Os 2.20 Is 11,5ss 65,25. En el universo reunificado, la naturaleza no conocerá ya rebelión. Y lo que hay de animal en el hombre Sant 3,2-8 será también enteramente sometido y transformado 1Cor 15.44ss
2. Más allá de la división en puro e impuro.
La división de los animales en puros e impuros, por muy antigua que sea, vino a fomentar en el judaísmo su división de la humanidad en dos partes: los israelitas puros y los paganos impuros. Entre estos dos mundos la imposibilidad de comer a una misma mesa y de tener así contactos familiares fue, si ya no creada, por lo menos reforzada por las prescripciones sobre la alimentación, concernientes a los animales impuros. En esta perspectiva se comprende mejor la visión de Pedro en Jaffa Act 10, en la que la abolición de la división puro-impuro en los animales significa que esta división no existe tampoco ya entre los hombres. En este símbolo animal estaban en juego la unidad de los hombres y la catolicidad de la Iglesia.
3. Los animales y el culto divino.
No sólo los animales habían venido a estar sujetos a la ley mosaica y participaban en la penitencia de los hombres, sino que además fueron juzgados dignos de constituir ordinariamente la materia de los sacrificios y de prefigurar así la victima divina de la nueva alianza Gen 22,13 Ex 13,12s. Aun así, hubiera convenido que a través del signo constituido por estas victimas animales, los israelitas mismos tomaran partido con todo su ser y aspiraran a la perfección de la realidad venidera Sal 40,7ss 51,18s Heb 10,1-18. Sólo el sacrificio de Jesús, semejante al cordero que se lleva al matadero Is 53.7, podia adquirir la redención eterna Heb 9,12. Así, a través de los animales de la Biblia, se halla representado, y a veces hasta vivido todo el drama de la salvación: división y rebelión; idolatría; distinción puro-impuro; obediencia a la ley mosaica; penitencia; ofrendas y sacrificios; participación en la salvación en el arca de Noé; sumisión escatológica. La creación, desfigurada por la serpiente demoníaca, amenazada por el dragón satánico, es salvada y será finalmente transformada gracias al sacrifiicio de aquel que es el cordero de Dios.

Amigo.

1. «El amigo fiel no tiene precio» Eclo 6,15s 7,18, porque «ama en todo tiempo» Prov 17,17 y hace la vida deliciosa Sal 133 Prov 15,17. ¿Cómo sería posible olvidar la amistad que unió a David y Jonatás en un brote espontáneo 1Sa 18,1-4, que duró en la prueba 1Sa 19-20, hasta la muerte 2Sa 1,25s y sobrevivió en la memoria del corazón 2Sa 9,1 21,7?
Ahora bien, aunque existen tales amistades, las hay también que son ilusorias. ¿Por qué tienen tantos amigos los ricos, y tan pocos los pobres, lo enfermos, los perseguidos? Prov 14,20 Sal 38,12 55,13s 88,19 109,4s Job 19,19. ¿Por qué «el que comparte el pan conmigo levanta contra mí su calcañar» Sal 41,10? Estas dolorosas experiencias enseñan a proceder con lucidez en la elección de los amigos, tanto que a veces conviene ponerse en guardia Eclo 6,5-13 12,8-13,23 37,1-5. Una amistad, incluso sincera Job 2,12s, ¿no puede ser decepcionante Job 6,15-30 y hasta arrastrar al mal Dt 13,7 Eclo 12,14 2Sa 13,3-15?
Así la amistad gana según va envejeciendo: «Vino nuevo el amigo nuevo: cuando envejece es cuando se bebe con placer» Eclo 9,10; agradece la reprensión sincera Prov 27,5s: sobre todo se alimenta del temor de Dios: «El que teme al Señor encuentra verdaderos amigos, y como fiel es él, así lo será su amigo» Eclo 6.16s. De hecho (amor), el modelo y la fuente de la verdadera amistad es la amistad que Dios sella con el hombre, con un Abraham Is 41,8,Gen 18,17ss, con un Moisés Ex 33,11, con los profetas Am 3,7.
2. Al enviar a su Hijo entre nosotros se mostró Dios «amigo de los hombres» Tit 3,4; y Jesús lo describió como uno que se deja molestar por el amigo importuno Lc 11,5-8. Sobre todo, Jesús dio a esta amistad un rostro de carne: amó al joven rico Mc 10.21, amó tiernamente a Lázaro y, a través de él, a todos los que por la fe debían resurgir de la tumba con él Jn 11,3.11.35 ss. Tuvo «compañeros» que compartieron su existencia Mc 3,14, pero no todos llegaron a ser sus «amigos» (gr. philos); así a Judas se le llama todavía compañero (gr. hetairos) Mt 26,50 20,13 22,12, mientras que a los otros acaba Jesús de declarar: «Ya no os llamo servidores, sino amigos» Jn 15,15: han compartido sus pruebas, están prontos a afrontar la noche de la pasión Lc 22,28s; así Jesús los hace participes de los secretos de su Padre Jn 15,15, como entre amigos. El tipo de amigo de Jesús, fiel hasta la cruz, es «el discípulo al que amaba Jesús» Jn 13,23 y al que confió a su propia madre 19,26.
En adelante reinará una amistad perfecta entre estos amigos prontos a dar la vida los unos por los otros, como Jesús lo hizo por cada uno Jn 15,12ss. Aun cuando, entre hermanos, esta amistad puede conocer tormentas Act 15,36-39 2Tim 4,10-14, renace sin cesar; es que sobrepasa la medida común de la amistad humana Mt 5,46 y no conoce ya las barreras que separan a los hombres Gal 3,28. Algunos hombres querrán romper su amistad con el que se hace discípulo de Cristo Lc 21,16, pero éste no cesa de ofrecer su amistad a todos, aun a los que se creen sus enemigos Rm 12,13-21.

Alabanza.

En la oración se acostumbra distinguir la alabanza, la petición y la acción de gracias. En realidad, en la Biblia se hallan con frecuencia la alabanza y la acción de gracias en un mismo movimiento del alma, y en el plan literario, en los mismos textos. En efecto, Dios se revela digno de alabanza por todos sus beneficios para con el hombre. Entonces la alabanza resulta con toda naturalidad agradecimiento y bendición; los paralelos son numerosos Sal 35,18 69,31 109,30 Esd 3,11. La alabanza y la acción de gracias suscitan las mismas manifestaciones exteriores de gozo, sobre todo en el culto; una y otra dan gloria a Dios Is 42,12 Sal 22,24 50,23 1Par 16,4 Lc 17,15-18 Act 11,18 Flp 1,11 Ef 1,6.12.14 confesando sus grandezas.
Sin embargo, en la medida en que los textos y el vocabulario invitan a hacer una distinción, se puede decir que la alabanza atiende a la persona de Dios más que a sus dones; es más teocéntrica, está más perdida en Dios, más próxima a la adoración, en la vía del éxtasis. Los himnos de alabanza se destacan generalmente de un contexto preciso y cantan a Dios porque es Dios.
Los cánticos de alabanza, nacidos en un arranque de entusiasmo, multiplican las palabras para tratar de describir a Dios y sus grandezas. Cantan la bondad de Yahveh, su justicia Sal 145,6s, su salvación Sal 71-15, su auxilio 1Sa 2,1, su amor y su fidelidad Sal 89,2 117,2, su gloria Ex 15,21, su fortaleza Sal 29,4, su maravilloso designio Is 25,1, sus juicios liberadores Sal 146,7; todo esto resplandeciendo en las maravillas de Yahveh Sal 96,3, en sus altas gestas, en sus proezas Sal 105,1 106,2, en todas sus obras Sal 92,5s, comprendidos los milagros de Cristo Lc 19,37. De las obras se asciende al autor. «Grande es Yahveh y altamente loable» Sal 145,3. «¡Yahveh, Dios mío, tú eres tan grande, vestido de fasto y de esplendor!» Sal 104,1 2Sa 7,22 Jdt 16,13. Los himnos cantan el gran nombre de Dios Sal 34,4 145,2 1s 25,1. Alabar a Dios es exaltarlo, magnificarlo Lc 1,46 Act 10,46, es reconocer su superioridad única, ya que es el que habita en lo más alto de los cielos Lc 2,14, puesto que es el santo. La alabanza brota de la conciencia exultante por esta santidad de Dios Sal 30.5=97,12 99,5 105,3 Is 6,3; y esta exultación muy pura y muy religiosa une profundamente con Dios.
1. Alabanza y confesión.
La alabanza es ante todo confesión de las grandezas de Dios. En formas variadas y numerosas, la alabanza se introduce casi siempre con una proclamación solemne Is 12,4s Jer 31,7 Sal 79,13 89,2 96,1ss 105,1s 145,6.. Este anuncio supone un público pronto a vibrar y a entrar en comunión: es la asamblea de los justos Sal 22,23.26 33,1; los corazones rectos, los humildes son quienes pueden comprender la grandeza de Dios y entonar sus alabanzas Sal 30,5 34,3 66,16s, pero no el insensato Sal 92,7.
La alabanza, que brota al contacto con el Dios vivo, despierta al hombre entero Sal 57,8 108,2-6 y lo arrastra a una renovación de vida. El hombre, para alabar a Dios, se entrega con todo su ser; la alabanza, si es verdadera, es incesante Sal 145,1s 146,2 Ap 4,8. Es explosión de vida: no son los muertos, descendidos ya al sêol, sino sólo los vivos, los que pueden alabar a Dios Sal 6,8 30,10 88,11ss 115,17 1s 38,18 Bar 2,17 Eclo 17,27s. El NT conserva siempre en la alabanza este puesto dominante de la confesión: alabar a Dios consiste siempre en primer lugar en proclamar sus grandezas, solemne y ampliamente en torno a uno mismo Mt 9,31 Lc 2,38 Rom 15,9=Sal 18,50 Heb 13,15 Flp 2,11.
2. Alabanza y canto.
La alabanza nace del embeleso y de la admiración en presencia de Dios. Supone un alma dilatada y poseída; puede expresarse en un grito, en una exclamación, una ovación gozosa Sal 47,2.6 81,2 89,16s 95,1.. 98,4. Dado que debe ser normalmente inteligible a la comunidad, al desarrollarse se convierte fácilmente en canto, cántico, las más de las voces apoyado por la música y hasta la danza Sal 33,2s Sal 98,6 1Par 23,5. La invitación al canto es frecuente al comienzo de la alabanza Ex 15,21 Is 42,10 Sal 105,1.. Jer 20,13.
Uno de los términos más caracteristicos y más ricos del vocabulario de la alabanza es el hillel del hebreo, que ordinariamente traducimos por «alabar». Con frecuencia, como en nuestros salmos laudate (p.e., Sal 100,1 113,1), el objeto de la alabanza se indica explícitamente a continuación del verbo Is 38,18 Sal 69,31 Jl 2,26, pero la indicación no es indispensable y la alabanza puede también apoyarse únicamente en sí misma Sal 63,6 113,1. Tal es el caso particularmente en la exclamación Alleluia = Hallelu-Yah (= Alabad a Yahveh).
El mismo NT conoce diversos términos para expresar la alabanza cantada, insistiendo alternativamente en el canto (gr. aido: Ap 5,9 14,3 15,3), en el contenido del himno (gr. hymneo: Mt 26,30 Act 16,25) o en el acompañamiento musical (gr. psallo: Rom 15,9=Sal 18,50 1Cor 14,15). Sin embargo, un texto como Ef 5,19 parece poner estas diferentes voces en paralelo. Por otra parte, en los LXX se traduce las más veces hillel por aineo, que hallamos en el NT, sobre todo en los escritos de Lucas Lc 2,13.20 19,37 24,53 Act 2,47 3,8s.
3. Alabanza y escatología.
A Israel reserva en primer lugar la Biblia la función de la alabanza; consecuencia normal del hecho de que el pueblo elegido es el beneficiario de la revelación y, por consiguiente, el único que conoce al verdadero Dios. En lo sucesivo la alabanza se tiñe poco a poco de universalismo. También los paganos ven la gloria y el poder de Yahveh y son invitados a unir su voz a la de Israel Sal 117,1. Los «salmos del Reino» son en este sentido significativos Sal 96,3.7s 97,1 98,3s. Y no sólo todos los pueblos de la tierra son invitados a adquirir conciencia de las victorias de Dios, como la del retorno, sino que la naturaleza misma se asocia a este concierto Is 42,10 Sal 98,8 148 Dan 3,51-90.
El universalismo prepara la escatología. Esta alabanza de todos los pueblos, inaugurada al retorno del exilio, no hace sino inaugurar la gran alabanza que vendrá a dilatarse «en los siglos». Los himnos del AT prefiguran el himno eterno del dia de Yahveh, ya entonado y todavía aguardado; los «cánticos nuevos» del salterio deben hallar su última resonancia en el «cántico nuevo» del Apocalipsis Ap 5,9 14,3.
La alabanza en Israel aparece en todo tiempo ligada a la liturgia, pero esta relación se hace todavía más real cuando, con la construcción del templo, el culto queda más fuertemente estructurado. La participación del pueblo en el culto del templo era viva y jubilosa. Aquí sobre todo, en las fiestas anuales y en los grandes momentos de la vida del pueblo (consagración del rey, celebración de una victoria, dedicación del templo, etc.) se hallan todos los elementos de la alabanza: la asamblea, el entusiasmo que tratan de traducir los gritos: ¡Amén! ¡Alleluia! 1Par 16,36 Neh 8,6 5,13, los estribillos: Porque su amor es eterno. Sal 136,1.. Esd 3,11, la música y los cantos. Así seguramente numerosos salmos se componen por necesidades de la alabanza cultual: cantos ahora ya dispersos en nuestro salterio, pero que, sin embargo, se hallan en forma más caracterizada por lo menos en los tres grandes conjuntos tradicionales: el «pequeño Hallel» Sal 113 a 118, el «gran Hallel» Sal 136, el «Hallel final» Sal 146 a 150. En el templo, el canto de los salmos acompaña particularmente a la todah, «sacrificio de alabanza» Lev 7,12.. 22,29s 2Par 33,16, sacrificio pacifico seguido de una comida sagrada muy alegre en las dependencias del templo.
En ambiente cristiano la alabanza será también fácilmente alabanza cultual. Las indicaciones de los Hechos y de las Epístolas Act 2,46s 1Cor 14,26 Ef 5,19 evocan las asambleas litúrgicas de los primeros cristianos; igualmente la descripción del culto y de la alabanza celestiales en el Apocalipsis.
En su movimiento esencial la alabanza es la misma en uno y otro Testamento. Sin embargo, ahora ya es cristiana, primero porque es suscitada por el don de Cristo, con ocasión del poder redentor manifestado en Cristo. Tal es el sentido de la alabanza de los «ángeles y de los pastores en Navidad» Lc 2,13s.20, como de la alabanza de las multitudes después de los milagros Mc 7,36s Lc 18,43 19,37 Act 3,9; es incluso el sentido fundamental del Hosanna del domingo dee Ramos Mt 21,16=Sal 8,2s, como también del cántico del cordero en el Apocalipsis Ap 15,3. Algunos fragmentos de himnos primitivos, conservados en las Epístolas, reproducen el eco de esta alabanza cristiana dirigida a Dios Padre que ha revelado ya el misterio de la piedad 1Tim 3,16 y que hará surgir el retorno de Cristo 1Tim 6,15s; alabanza que confiesa el misterio de Cristo Flp 2,5. Col 1,15., o el misterio de la salvación 2Tim 2,11ss, viniendo así a ser a veces verdadera confesión de la fe y de la vida cristiana Ef 5,14.
La alabanza del NT, fundada en el don de Cristo, es cristiana también en cuanto que se eleva a Dios con Cristo y en él Ef 3,21; alabanza filial a ejemplo de la propia oración de Cristo Mt 11,25; alabanza dirigida incluso directamente a Cristo en persona Mt 21,9 Act 19,17 Heb 13,21 Ap 5,9. En todos sentidos es justo afirmar: ahora ya el Señor Jesús es nuestra alabanza. Dilatándose así a partir de la Escritura, la alabanza debía ser siempre primordial en el cristianismo marcando el ritmo de la oración litúrgica con los alleluia y los gloria Patri, animando a las almas en oración hasta invadirlas y transformarla en una pura «alabanza de gloria».

Avispón.



HORNET (Heb. çíre'ah; vespa crabro). Una de las avispas más grandes y beligerantes; cuando se les molesta atacan al ganado y a los caballos; su picadura es muy severa, capaz no sólo de llevar a los hombres y al ganado a la locura, sino incluso de matarlos ( Éx. 23,28; Deut. 7,20; Josué 24,12).

Avetoro.



Bothaurus vulgaris, ave zancuda tímida, solitaria, relacionada con la garza y que habita en las profundidades de los pantanos, donde su grito alarmante y tronador en la noche da una impresión de desolación aterradora. En la B.D. avetoro traduce la palabra hebrea qã'ãth ( Lev. 11,18; Is. 34,11; Sof. 2,14), aunque por alguna inconsistencia la misma palabra hebrea es traducida en Deut. 14,17 como cormorán, y en el Sal. 102(101),7 como pelícano. El pelícano reúne todos los requisitos de todos los pasajes donde se menciona qã'ãth, y tal vez sería una traducción mejor que avetoro (B.J.: pelícano).

Avestruz.



(B.J.: Lev. 11,16; Deut. 14,15; Job 30,29; 39,13; Is. 13,21; 34,13; 43,20; Lam. 4,3; Miq. 1,8) Ocasionalmente se encuentra al avestruz en los desiertos del sudeste de Palestina, y si hemos de juzgar por las muchas menciones que se hacen de él, era muy conocido entre los hebreos. Se alude varias veces a la belleza de su plumaje, a su ligereza, a su famosa estupidez, y a su costumbre de dejar sus huevos en la arena para que se incuben por el calor del sol.

Aves.



Esta palabra que, en su sentido más general, se aplica a cualquier cosa que vuele ( Gén. 1,20-21), y que aparece con frecuencia en la Biblia con este significado, a veces también se utiliza en un sentido más estricto, como, por ejemplo, 1 Rey. 4,23, donde representa a todas las aves gordas que pueden contarse entre las exquisiteces de la mesa de un rey; así también en Gén. 15,11 e Is. 18,6, donde significa las aves de presa en general. En este último significado se alude a su costumbre de posarse en los árboles desnudos o muertos, o de ir juntos en bandada en gran número.

Ave teñida.



Así la versión inglesa interpreta erróneamente la palabra hebrea ’áyit ( Jer. 12,9), la cual significa bestia de presa, a veces también ave de rapiña (B.J., rapaces).

Ave Cantora.



Este pájaro cantor de Sof. 2,14, de acuerdo a la B.D., debe su origen a una mala traducción del original, que probablemente debería leerse: "Y su voz cantará en la ventana" (B.J., “El búho cantará en la ventana”), a menos que por un error de algún escriba, la palabra qôl, voz, haya sido substituida por el nombre de algún ave en particular.

Autillo.



El equivalente en Sal. 102(101),7 de la palabra hebrea traducida en Lev. 11,17 por búho, parece denotar el tordo azul (petrocynela cyanea), un ave solitaria muy conocida en el país, que es aficionada a sentarse sola en un techo o una roca.

Attacus.



( Lev. 11,22) .- En lugar de esta palabra latina, la V.A. lee langosta calva. De acuerdo con la tradición consagrada en el Talmud, probablemente denota el truxalis común, una langosta con una cabeza lisa muy larga. (B.J.: solam).

Áspide.

 

(áspide): Esta palabra, que aparece diez veces en la B.D., representa cuatro nombres hebreos:
  • (1) Péthén: (Deut. 32,33; Job 20,14.16; Sal. 58(57),5; Is. 11,8). Por varias alusiones, tanto a su veneno mortal (Deut. 32,33), y su utilización por los encantadores de serpientes (Sal. 58(57),5-6) parece que denota más probablemente la cobra (Naja aspis). Segura para pararse sobre su cuerpo, e incluso quedarse en el hoyo donde se enrosca, es manifiestamente un signo de la particular protección de Dios. (Sal. 91(90),13; Is. 11,8). Sofar, uno de los amigos de Job, dice de los malvados que chupan el veneno de Péthén, en castigo de lo cual los alimentos que ingieren se convertirán dentro de ellos en hiel de este venenoso reptil. (Job 20,14.16).
  • (2) ’Akhshûbh, mencionada sólo una vez en la Biblia Hebrea, a saber, Sal. 140(139),4, pero manifiestamente mencionada en Sal. 13,3 y Rom. 3,13, parece haber sido una de las especies de víbora más altamente venenosas, quizás la toxicoa, también llamada echis arenicola o scytale de las Pirámides, muy común en Siria y el norte de África.
  • (3) Sháhál también se halla sólo una vez denotando una serpiente, Sal. 91(90),13; pero no podemos determinar qué tipo de serpiente es. Debido a algún error de un copista, la palabra Sháhál pudo haberse colado en el lugar de otro nombre ahora imposible de restaurar.
  • (4) çphônî (Is. 59,5) "la sibilante”, generalmente traducido como basilisco en la B.D. y en las traducciones antiguas, en estas últimas a veces se llamaba régulo. Esta serpiente era considerada tan mortal que, según el dicho popular, su silbido solo, incluso su aspecto, era fatal. Probablemente era una víbora pequeña, tal vez una cerastes, posiblemente la daboia zanthina, según Cheyne.