jueves, 19 de septiembre de 2013

Casa de Avis.


Recibe este nombre porque su fundador, Juan I, era maestre de Avís en la Orden de Cristo cuando en 1383 subió al trono. La muerte de Fernando de Portugal, Último descendiente directo varón de la casa de Borgoña, llevará a la instauración de una nueva dinastía (la casa de A.), que, en primer lugar, en lucha con Castilla, va a definir de un modo decisivo la personalidad nacional portuguesa. De otro lado, iniciará la expansión ultramarina lusitana.
      Acceso y consolidación de la dinastía (1383-1438). Los derechos del difunto Fernando habían de ser recogidos legítimamente por su hija Beatriz, esposa de Juan I de Castilla. Sin embargo, ante esta situación, la opinión política en Portugal se encontraba en extremo dividida. El prof. Marcello Caetano, en el periodo decisivo entre 1383 y 1385, ha considerado la existencia de tres partidos, más o menos identificados con determinados grupos sociales: a) El partido legitimista, formado en torno a Juan I de Castilla, al que se unirán Leonor Téllez y una gran parte de la alta nobleza y alto clero portugueses; b) el partido legitimista-nacionalista, que trata de coordinar ambos principios y ve en la figura del infante D. Juan, hermano bastardo del difunto Fernando y rehén en Castilla, el legítimo heredero. Entrarán en él algunos miembros de la nobleza que, casi inmediatamente, considerarán oportuno unirse al tercer grupo; c) partido nacionalista, en torno al maestre de A., también hermano bastardo de Fernando. Primero se le reconocerá como regente y luego como monarca de derecho. Este grupo lo integran la burguesía comercial portuguesa, el bajo pueblo y algunos juristas (Juan das Regras) y grandes (Nuño Alvares Pereira, p. ej.).
      Juan I de Castilla, al decidirse a intervenir militarménte en Portugal en defensa de los derechos de su mujer, lo hace cuando los campos se encuentran ya bastante delimitados, tanto que Francia e Inglaterra, las dos principales protagonistas de la guerra de los Cien Años, van a prestar su apoyo a Castilla y al de A. respectivamente. La primera etapa de la guerra está señalada por el infructuoso cerco de Lisboa por las tropas castellanas (1384). La segunda, por las Cortes de Coimbra, que reconocerán como rey de derecho ya al maestre de A. (nombramiento confirmado por el Papa de Roma), y por la batalla de Aljubarrota (1385), jornada en la que Juan I de Castilla verá trágicamente frustrados todos los intentos de ceñirse la corona de Portugal mediante una decisiva victoria en el terreno militar.
      La nueva dinastía se veía de hecho asentada. Sin embargo, pese al quebranto militar castellano, la solidez de la posición portuguesa y su situación internacional, dependían en gran medida del apoyo británico (arqueros ingleses fueron los que en buena parte decidieron el éxito del de A. en Aljubarrota). La colaboración mutua entre la nueva dinastía e Inglaterra, se verá inmediatamente, cuando en común lleven a cabo la invasión de Castilla en apoyo de las pretensiones al trono del duque de Lancaster, intentos concluidos mediante una avenencia en las treguas de Bayona de 1388. Representan éstas una política de apaciguamiento entre Francia, Inglaterra y Castilla. Portugal no veía sus posiciones del todo definidas, pero había ya algún elemento de concordia en el hecho de, que tanto el de A, como el heredero de Castilla, el futuro Enrique III, casaran con princesas de la casa de Lancaster.
      Superada la crisis que llevó al trono a la casa de A., su consolidación en relación con Castilla vendrá algo más adelante, por un nuevo conflicto surgido desde 1396 entre Juan I de Portugal (1383-1433) y el nuevo monarca castellano, Enrique III. Se trata, sin embargo, de una guerra a pequeña escala: la flota castellana mostrará su neta superioridad en el mar y, en tierra, todo se reduce a una serie de escaramuzas y combates caballerescos, llevados del lado portugués por el condestable Alvares Pereira, y del castellano por el adelantado Rui López Dávalos y el maestre de Santiago Lorenzo Suárez de Figueroa. Con diversas alternativas, la guerra durará hasta la firma de nuevas treguas en 1402.
      La postura de la nueva dinastía se veía así consolidada, y tras de la consolidación, la expansión ultramarina. Los hijos de Juan I, en especial el infante D. Enrique el Navegante, van a ser los paladines de esta política, iniciada bajo el reinado del primer A. con la toma de Ceuta (1415), hecho que es el punto de partida de la política descubridora lusitana. Desde otros puntos de vista, artísticos y literarios principalmente, cabría citar, bajo Juan I, la construcción del Palacio Real de Cintra y del monasterio de S. María de Batalha. A este monarca se atribuyen también dos obras: Libro de la Montería y La Corte Imperial. Su sucesor D. Duarte (1433-38) seguirá esta tarea de tipo cultural a lo largo de su breve reinado. Libros como El leal Conselheiro o el Livro da Ansynança de bem cavalgar son considerados como auténticos monumentos lingüísticos. No fue, sin embargo, D. Duarte tan afortunado en las empresas exteriores, ya que éstas quedaron señaladas por un terrible descalabro lusitano ante los muros de Tánger, en donde cayó prisionero su hermano el infante o. Fernando.
      El camino hacia la plenitud. D. Alfonso el Africano (1438-81). Época puente hacia el Renacimiento, el reinado de Alfonso el Africano va a ser el reflejo de los movimientos e inquietudes que sacuden en este momento el Occidente europeo.
      a) Regencia (pugna nobleza-monarquía). La presencia de un menor en el trono portugués provocó en el reino la aparición de dos partidos: el nobiliario, en torno a la regente Leonor, hermana de los infantes de Aragón, y el monárquico autoritario, en torno al infante D. Pedro, reconocido al fin como regente. en las Cortes de Lisboa de 1440. Su papel será semejante al que desempeña en Castilla D. Alvaro de Luna y, como él, lleva aparejada la contradicción de no ser los monarcas, sino sus validos quienes sostienen este principio de autoritarismo. De ahí que, llegado Alfonso V a la mayoría de edad en 1448, acabara irremediablemente chocando con D. Pedro, llegando incluso al combate abierto: la batalla de Alfarrobeira ( 1449), en la que el infante perdió la vida. Sin embargo, la temida crisis de autoridad (semejante a la ocurrida en Castilla a la muerte de D. Alvaro algunos años más tarde) no se produjo, ya que Alfonso V sabrá canalizar los impulsos de la nobleza en una serie de operaciones en Africa, que no son sino prosecución de la política de sus mayores. Junto a ello, la recopilación legislativa (Código Alfonsino) será uno de los pilares básicos en los que se asiente el futuro de la monarquía portuguesa.
      b) Política africana. Tiene una doble proyección: por una parte, la prosecución de la cruzada en Marruecos, como réplica a la caída de Constantinopla en manos turcas: Arcila y Tánger serán conquistadas. Por otro, la prosecución de los reconocimientos en el litoral africano: Costa de Oro, bocas del Níger, islas del golfo de Guinea...
      c) Guerra de sucesión castellana y paz de Alcaçovas. En 1474 y, a la muerte de Enrique IV de Castilla, este reino desemboca en una guerra civil que tiene amplias ramificaciones internacionales: Aragón y la facción proinfanta Isabel (futura Isabel la Católica) de un lado. La Francia de Luis XI y el Portugal de Alfonso V (prometido de Juana la Beltraneja) por la facción beltranejista. La intervención lusitana desde el punto de vista militar concluyó en un fracaso (derrotas en Toro y Albuera, intentos fallidos de eliminar la potencia naval castellana...), pero diplomáticamente fue un éxito, ya que los acuerdos de paz (tratados de Alcaçovas-Toledo), si bien confirmaban a Isabel como soberana de Castilla y eliminaban a Juana del panorama político, dejaban las manos libres a Portugal en su monopolio comercial al S del cabo Bojador, con lo cual se ponía fin, de rechazo, a todo intento de una vocación africana castellana.
      Gran expansión ultramarina y amistad ibérica ( 1479- 1557). Bajo los sucesores de Alfonso V: Juan II (1481-95) y D. Manuel el Afortunado (1495-1525), sigue sin interrupción la política de descubrimientos. Juan II llevará a cabo en el interior una política semejante a la de los Reyes Católicos en Castilla, con el sometimiento de la nobleza, representada, en el caso portugués, por la ejecución de uno de los principales cabecillas, el duque de Braganza. Bajo Juan II se fundará en Africa el primer establecimiento colonial (Castelo de San Jorge da Mina). Diego Cao llegará en 1484 a la desembocadura del Congo y Bartolomé Dias doblará el cabo de Buena Esperanza. Al mismo tiempo se mandará a dos caballeros portugueses (Covilhao y da Paiva) como embajadores al legendario Preste Juan de las Indias. En 1494 se firmará con Castilla el tratado de Tordesillas para delimitar, a 360 leguas al O de Cabo Verde, las esferas de acción castellana y lusa.
      Bajo D. Manuel el Afortunado se llegó a alcanzar el punto culminante de la política de viajes: Vasco de Gama llegará a la India en 1498, Alvarez Cabral al Brasil en 1500... En las Indias Orientales, la labor de enérgicos gobernantes como Almeida y Alburquerque, asegurarán para Portugal los territorios recientemente descubiertos. Su centro será Goa, y sus tentáculos llegarán hasta El Cabo y las Molucas. En pugna con los musulmanes del indico, Portugal conseguirá mantener su monopolio sobre el comercio de especias, y Lisboa se convertirá en el gran emporio comercial. Al lado del apogeo de los descubrimientos, los monarcas lusitanos mantendrán una política de amistad con Castilla, que quedará reflejada en una serie de enlaces matrimoniales, muy de acuerdo con las líneas directrices de la política exterior de los Reyes Católicos. Los incidentes luso-castellanos, consecuencia de los establecimientos hispánicos en las Filipinas, no serán suficiente para cortar este espíritu de armonía que proseguirá bajo Juan III (1521-57). Monarcas de la casa de Austria española, Carlos V y Felipe II, casarán con infantas portuguesas, y un jesuita español, Francisco Javier, será el gran evangelizador de las Indias portuguesas.
      Conclusión (el agotamiento de la dinastía). La herencia de Juan III fue recogida por su nieto D. Sebastián. La vocación de cruzada portuguesa en Marruecos tiene en este personaje su último representante. Muerto en la batalla de Alcazarquivir (1578) este último vástago de la casa de A., la corona portuguesa pasaría poco después al monarca español Felipe II, echándose las bases de la unidad peninsular.
     
BIBL.: F. LOPES, Crónica do rei don Joao, Lisboa 1643 (principal fuente para los comienzos de la Casa de A.) ; S. DlAS ARNAUT. A crisis nacional dos fins do século XIV, Coimbra 1960; M. CAETANO. As cortes de 1385, "Rev. Portuguesa de Historia". V, Coimbra 1951; A. PIMENTA, A crisis de 1383-85. (Ídade Median. Lisboa 1946; L. SUÁREZ, Relaciones entre Portugal y Castilla en tiempos del infante D. Enrique. Madrid 1960; ID, Política internacional de Isabel la Católica. Valladolid 1965-66 ; P. E. RUSSELL. The english intervention in Spain and Portugal in the time of Edward III and Richard II, Oxford 1955. T. S. SOARES, Algunas observaçoes sobre a politica marroquina da Monarquía Portuguesa, "Rev. Port. de Hist.". X, Coimbra 1962; A. J. DlAS OINIS, Antecedentes de expansiao ultramarina portuguesa. Os diplomas pontificios dos séculos XII a XV, ib. X. Coimbra 1962.

EMILIO MITRE.

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