miércoles, 31 de enero de 2018

Pierre Gassendi

Resultado de imagen de Pierre Gassendi(GASSENDY, GASSEND.) Filosofo francés y científico nacido en Champtercier, cerca de Digne en la Provenza, el 22 de enero de 1592 (la placa de su tumba dice IX Cal. Feb. i.e., 24 de enero), murió en París el 24 de octubre de 1655. Estudió latín y retórica en Digne, filosofía en Aix, de donde le reclamó su padre para que se encargara de los asuntos domésticos, aunque fue nombrado para ocupar el sitio de su maestro de retórica en Digne a los 16 años, El prior Gautier y el canciller Peiresc, sus amigos y protectores en Aix, reconocieron su talento desde la primera publicación y le ayudaron a entrar en el estado eclesiástico. Doctor en Teología en Aix, consiguió la preeficiencia en literatura hebrea y griega. Para que tuviera tiempo para estudiar fue nombrado canónigo (ca. 1623) y preboste (1625) en la catedral de Digne. Hasta 1645sus estudios fueron únicamente interrumpidos por un viaje a los Países Bajos en 1628—su único viaje fuera de Francia.
En 1645, por recomendación de Richelieu fue nombrado por el rey profesor de matemáticas en el Colegio real de Francia, que acepto a disgusto, aunque se le concedió el raro privilegio de volver a su tierra natal siempre que su salud lo exigiese.
El 23 de noviembre dio su discurso inaugural en presencia del cardenal. Sus lecciones ante numerosa y educada audiencia trataban más que de matemáticas, Astronomía, y dieron lugar a la publicación, dos años más tarde, de su "Institutio Astronomica". Mientras, una inflamación pulmones le obligó a volver a Provenza. En 1653 volvió a París donde fue recibido amigablemente en el Castillo de Monmort, donde un año después cayo seriamente enfermo con fiebres intermitentes. Se le sangró nueve veces y aunque se declaró demasiado débil para otra sangría, se sometió a la decisión de los doctores de París. Aún se le realizó otras 5 veces mas, tras lo cual su voz se convirtió en un hilo y murió tranquilamente a los 63 años.
Gassendi, "el Bacon de Francia” es notable sobre todo por su oposición a la filosofía aristotélica y por revivir el sistema epicúreo. Quería que los métodos apriorísticos en boga en la escuela fueran sustituidos por pruebas experimentales. Su Cosmología, psicología y ética son epicúreas, excepto que mantiene la doctrina del Creador y de la Providencia, la espiritualidad e inmortalidad del alma. Intenta construir una filosofía cristiana sobre Epicuro – una inconsistencia por la que le atacaron los filósofos cristianos y no cristianos. Sus pontos de vista sobre la constitución de la materia y sus méritos sobre el moderno atomismo cinético los explica Lasswitz. Y Kiefi muestra que Gassendi no era ni el “padre del materialismo” ni un escéptico en el propio sentido de la palabra (ver Baldwin, op. cit. abajo). Mantuvo correspondencia con Hobbes, Mersenne, Cristina de Suecia y polemizó con Fludd, Herbert y Descartes.
Gassendi era un astrónomo amateur pero perseverante, atento e inteligente observador como se muerta en su libro de notas conservado con cuidado desde 1618 hasta 1652, de más de 400 páginas. Con Telescopio galiléico observaba el tránsito de Mercurio en 1631, predicho por Kepler, proyectando la imagen del sol sobre una pantalla de papel. Pero sus instrumentos no eran suficientemente buenos para revelar las ocultaciones y tránsitos de los satélites de Júpiter o la verdadera forma de los anillos de Saturno. Los resultados de sus estudios astronómicos son analizados por Pelambre en "Histoire de l'Astronomie Moderne" (Paris, 1821, II). Otras obras de menor importancia se refieren a biografías, física, anatomía. Gassendi mantenía correspondencia con Cassini, Galilei, Hevel, Kepler, Scheiner, Vallis y otros científicos.
Respecto al sistema copernicano, mantenía que descansaba en probabilidades, pero no estaba demostrado, aunque hábilmente refutó todas las objeciones contra él. Para aquellos cuya conciencia no les permitía aceptar el sistema copernicano, les recomendaba que aceptaran el de Thycho Brahe (1546-1601) como el más probable de todos. (Op. V, De Rebus Caelestibus, V).
El carácter Gassendi era reservado y sin pretensiones. Si estaba con amigos tenía humor y vena irónica: en las controversias empleaba el método socrático. En los domingos y fiestas nunca dejaba de celebrar misa y cuando estaba en París iba a la iglesia de su amigo Père Mersenne. En su última enfermedad pidió el Viático tres veces y la extremaunción. Gassendi fue siempre muy estimado por todos y amado por los pobres para los que proveía durante su vida y tras su muerte en su testamento. Dejó fondos para dos misas de aniversario para sí mismo una que debía decirse en la cátedra de Digne y otra en la capilla de su amigo, Monmort, en S. Nicholas-des-champs, Paris, donde fue enterrado. El retrato que le acompaña representa su busto en mármol en ese mausoleo. No tiene fundamente decir que era un minorita.
Gassendi's "Opera Omnia" editados en 6 vols., Lyon, 1658, y Florencia, 1727.

CCG. HAGEN.
Transcrito por Joseph P. Thomas.
Traducido por Pedro Royo.

Philippe-Aubert de Gaspe

Resultado de imagen de Philippe-Aubert de GaspeEscritor francés-canadiense, nacido en Quebe el 30 de octubre de 1786, de una familia que fue ennoblecida por Luis XIV en 1693; murió el 29 de enero de 1871. Su abuelo luchó bajo el mando de Montcalm en Carillon (Ticnderoga). Estudió en el Seminario de Québec y luego de una breve práctica de leyes, fue nombrado alguacil.
Forzado por eventos desafortunados a su hogar ancestral en Saint-Jean-Port-Joli, en St. Lawrence, permaneció allí durante treinta años en estudio. A la madura edad de setenta y cinco, produjo el trabajo “Les Anciens Canadiens” (Québec, 1861) el cual se encuentra de manera común en las casas en toda Canadá.
Esta novela histórica se basa casi enteramente en hechos, ilustrados con la tradición canadiense nacionalista en sus personajes y formas narrativas. El autor mezcla eventos de su propia vida con la trágica suerte de quienes lucharon y cayeron en la fundación de la Nueva Francia; evidencia lo que el autor pudo haber visto como testigo presencial. En 1866, Gaspe publicó sus “Memorias”, un trabajo que continúa y amplifica las notas históricas contenidas en otros trabajos. Sus “Memorias” son menos brillantes y atractivas que sus novelas, pero constituyen un material para la historia anecdótica.
Las posiciones y experiencia del autor, esta última cubriendo directamente o de manera indirecta todo el espacio de un siglo desde la conquista, constituye un auténtico trabajo de crónica acerca de un obscuro período de la historia.
LIONEL LINDSAY Transcripción de Joseph P. Thomas Traducción al castellano de Giovanni E. Reyes

Pietro Gasparri

Resultado de imagen de Pietro GasparriPocos días antes de apagarse, el cardenal Pietro Gasparri leyó una comunicación en el Congreso Jurídico Internacional que se celebró en Roma en noviembre de 1934, un verdadero canto de cisne, sobre la génesis y el papel que había tenido en la codificación del derecho canónico: fue un discurso admirable, doblemente elocuente, revelador. Quienquiera que, «incluso sin haber tenido nunca noticia de él, hubiera ido a escucharlo» –escribió Filippo Crispolti en el eficaz retrato de Gasparri que introducirá en su afortunado Corone e porpore de 1937– «habría podido no solamente entender profundamente el tema desarrollado, sino también hacerse una idea del hombre que lo desarrollaba. Incluso en páginas estrictamente histórico-jurídicas el cardenal había dejado la señal de su índole especial, en la que tanta parte tenía su desprecio por todo lo convencional. Cuando dijo que pese a los grandes méritos de León XIII, bajo este último la gran empresa no se hubiera podido llevar a cabo, se vio claro que no quería que le pusieran los usuales obstáculos a su franco juicio ni la púrpura, ni el breve tiempo desde la muerte de tal Papa. Cuando refirió que un insigne canonista, el eminentísimo Gennari, al sugerirle a Pío X que le encargara la gravísima tarea de dirección al propio Gasparri, añadía que de ese modo la gran labor estaría en excelentes manos, se vio claro que la modestia, en sus formas estereotipadas y desacreditadas, no era para él».

En el trasfondo, la Basílica de San Pedro y el Vaticano en una foto de los años 20; debajo, de izquierda a derecha, un retrato del cardenal Pietro Gasparri , una imagen de la Primera Guerra Mundial

Pero hay también otra anotación de Crispolti, célebre escritor periodista que había conocido personalmente al cardenal, que merece ser referida, como si fuera una introducción y epígrafe al breve perfil que vamos a delinear del cardenal: «Que su aplaudidísimo discurso in articulo mortis le hubiera considerado como codificador del derecho canónico y no como secretario de Estado de dos pontífices fue cosa arcanamente lógica. En la posteridad», terminaba diciendo, «su gloria más segura y más clara será aquella». Era una intuición agudísima, que quedaría confirmada en los años futuros por todo lo escrito en torno a la figura de Gasparri.

Pietro Gasparri procedía de una familia patriarcal de Ussita (Las Marcas), acomodada, dedicada al pastoreo: «Yo nací el 4 de mayo de 1852, en Capovallazza, uno de los pueblos que forman el municipio de Ussita, situado en la provincia de Macerata, diócesis de Norcia, en medio de los montes Sibillini, a unos 750 metros sobre el nivel del mar. Aire saludable, encantadoras vistas de montaña, población sana, trabajadora, honrada; familia numerosa y especialmente numerosas las familias Gasparri», escribe él en sus Memorias, sin ocultar un orgulloso apego a su tierra y a sus orígenes. Se formó en el Seminario romano del Apolinar, donde tuvo como maestros de Derecho canónico a Filippo De Angelis y a Francesco Santi, luego auditor de la Rota, dos de los mejores canonistas italianos de aquel tiempo. Entró en él en septiembre de 1870 –presentado por el ecónomo, un beneficiado de San Pedro, monseñor Giovanni Moroni, que veraneaba en Ussita– tras estudiar, sólo pocos años, en el Seminario de Nepi, «lugar que recordó siempre con cariño», según testimonio de Giuseppe De Luca, que oyó y recogió directamente del cardenal confidencias y recuerdos para una biografía que, pese a las peticiones e insistencias de peso, nunca escribiría. (Pero le dedicará dos artículos en la Nuova Antologia: Memoria di Pietro Gasparri y Discorrendo col cardinal Gasparri (1930), en 1934 y 1936 respectivamente). «Gasparri llegó a Roma», escribe Vittorio De Marco en su interesante Contributo alla biografia del cardinal P. Gasparri, «apenas dos meses después de la caída de Porta Pia, en un clima, pues, muy agitado. […] La ofensa a Pío IX era muy reciente […] Roma no era ya del Papa […]. La “Cuestión romana”, que se presentaba ya como gran problema tras el nacimiento del Reino de Italia, asumía ahora una dimensión totalmente nueva y más grave en cuanto que una “revolución liberal” había atropellado el corazón mismo de la catolicidad destrozando el cetro temporal del sucesor de Pedro. El joven Gasparri nunca habría podido imaginar que, con otro Pío, iba a ser precisamente él, casi sesenta años después, quien cerraría definitiva y formalmente la Cuestión romana». «El problema de la Cuestión romana», sigue diciendo De Marco, «lo arrastrará Gasparri, conscientemente o no, durante más de cincuenta años, habiendo asistido personalmente a sus primeros vagidos. Su actitud no será nunca de intransigencia gratuita, solo porque todos, eclesiásticos y católicos, tenían que serlo; le ayudó en esto su inteligencia jurídica y su sentido, por así decir, de la Realpolitik que formaba ya probablemente parte de su carácter y que las responsabilidades diplomáticas siguientes iban a poner mayormente en evidencia». Hasta qué punto fue estimado Gasparri en el Seminario romano, donde tuvo como compañeros a los futuros cardenales Domenico Svampa, Gaetano De Lai, G. B. Callegari y Benedetto Lorenzelli, lo demuestra el cargo de profesor suplente de Teología Sacramentaria –la misma cátedra que pertenecería, algunos decenios después, a Domenico Tardini, también él futuro secretario de Estado– y de Historia Eclesiástica, que se le otorgó aún antes de terminar los estudios: pero cuando consiga la licenciatura in utroque iure, con la máxima puntuación, el 11 de agosto de 1879, era ya sacerdote, habiendo sido ordenado el 31 de marzo de 1877 en la Basílica Lateranense por el cardenal vicario Raffaele Monaco La Valletta. Algunos años después Gasparri comenzará su período de casi veinte años como profesor de Derecho Canónico en la Facultad de Teología del Institut Catholique de Paris, pero hay que recordar el precedente período transcurrido junto al cardenal Teodulfo Mertel, el último purpurado que nunca había recibido la ordenación sacerdotal, hijo de un panadero alemán venido al Estado Pontificio, a Allumiere, y que se había casado con una joven del lugar: Mertel fue primero auditor de Rota, luego ministro del Estado pontificio y en fin cardenal prefecto de la Signatura apostólica, y tuvo al joven Gasparri como secretario y capellán inmediatamente después de su ordenación sacerdotal: esto representó sin duda alguna una experiencia importante en su maduración jurídica y política. «Yo en todo pensaba», escribe Gasparri en sus Memorias, «menos en el Instituto Católico de París, cuando en los primeros meses del verano de 1879 llegó a Roma el cardenal Langelieux, arzobispo de Reims, uno de los principales fundadores del Instituto. Mandó a decirme que quería hablar conmigo; yo fui y me ofreció la cátedra de Derecho canónico…». Gasparri tuvo que superar no pocas dudas, y no le agradaba la idea de tener que irse de Roma. Además «el recuerdo de la Comuna de París era fresco, yo no conocía una palabra de francés y nunca había salido de mi pequeño entorno». En París se quedó hasta 1897, pero la enseñanza, en la que, según el unánime reconocimiento de sus contemporáneos y biógrafos, se aplicó extraordinariamente, y que le valió gran fama de canonista abierto a las novedades, no le absorbió completamente: fue colaborador, si bien no asiduo, de la revista Le Canoniste contemporaine; en cambio mostró constante interés por la Obra de asistencia de los emigrantes italianos, llegando a ser su director y asegurando un servicio pastoral puntual, que le permitió dar prueba de auténtico celo sacerdotal; participó activamente en los círculos de la Academia de San Raimundo de Peñafort, señal de su interés por la promoción del conocimiento y el estudio del Derecho canónico; en fin, participó en la conocida y vivaz controversia teológico-canónica surgida en torno al valor de las ordenaciones sagradas realizadas según el Ordinal anglicano, para la cual escribió y publicó un opúsculo, muy poco conocido, De la valeur des ordinations anglicanes (París, 1895). «En línea con su Tractatus canonicus de sacra ordinatione de 1893, Gasparri sostiene que Jesucristo ha instituido el sacramento del orden no solo en general sino también in specie, al determinar tanto la materia como la forma sacramental; comprobada la conformidad de los ritos quoad substantiam, resultan ser todos, en principio, suficientes para la ordenación; sin embargo, examinando de hecho el Ordinal anglicano Gasparri lo considera defectuoso con respecto a la intención e insuficiente con respecto a los ritos». Así se expresa Carlo Fantappié en el Dizionario biografico degli Italiani, ad vocem. Sobre la cuestión de las ordenaciones anglicanas, en realidad Gasparri parecía en un primer momento decantarse por su validez. Modificó su actitud tras profundizar en la parte historiográfica. León XIII con la encíclica Ad Anglos de 1895 puso fin a la cuestión, declarando su no validez.

Pero Gasparri sobre todo se dedicó a la publicación de tratados de derecho canónico fundamentales. En 1891 publicó el De matrimonio –honorado por una carta gratulatoria latina del papa Pecci– «el más importante y el más afortunado porque tuvo cuatro ediciones sucesivas y ofreció, sustancialmente, el plan de redacción de la materia para el futuro Codex iuris canonici; siguió con el De sacra ordinatione y se cerró con el De Sanctissima Eucharistia en 1897. En todas estas obras Gasparri ofrece una exposición lo más completa y cuidada posible, especialmente en lo concerniente a la actualización de las decisiones y las sentencias de las congregaciones y los tribunales de la Curia, valiéndose de materiales recogidos por él mismo durante sus estancias veraniegas en Roma. Aunque estaban basadas en el texto de los cursos, estas obras amplificaban, reorganizaban y, sobre todo, introducían una nueva y distinta concepción en el modo de tratar la disciplina. Abandonado el tradicional orden de las Decretales, seguido hasta entonces por él mismo en sus clases, Gasparri pasaba a un orden lógico que, siguiendo el modelo de la teología escolástica, le permitía tanto presentar la compleja y variada materia jurídica de manera unitaria y suficientemente orgánica dentro del esquema monográfico, como buscar la solución de los distintos puntos aún controvertidos mediante su constante encuadre en su articulación sistemática. Se trató de una decisión metodológica que, por su preferencia por el “sistema” y la “técnica jurídica” como punto de unión, se apoyaba en una rigurosa concepción ideológica de tipo fuertemente tridentino y excluía todo tipo de contaminación histórica» (Paolo Grossi).

El De Sanctissima Eucharistia acababa de publicarse cuando el cardenal Rampolla le comunicó que León XIII le había promovido a la Iglesia titular arzobispal de Cesarea de Palestina, nombrándolo delegado apostólico y enviado extraordinario en las tres repúblicas sudamericanas de Perú, Bolivia y Ecuador. El 6 de marzo de 1897, en París, fue ordenado obispo por el cardenal Richard, amigo y estimador suyo. Gasparri era llamado a desarrollar una misión nada fácil por la especial situación política y religiosa en la que tuvo que actuar. Fue una experiencia breve, de apenas tres años, aunque intensa, que le permitió poner en evidencia notables e innatas capacidades diplomáticas –expresión de su mente jurídica, además de su buen sentido congénito– que le valieron a su regreso el nombramiento como secretario de la Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios, cuya tarea era ocuparse de las relaciones de la Iglesia con los Estados (abril de 1901). La Secretaría de Estado estaba dirigida por el cardenal Rampolla, y Giacomo della Chiesa era en aquel tiempo sustituto para los Asuntos Generales; Gasparri llamaría como colaborador a Eugenio Pacelli. Ya eran evidentes en Gasparri dos orientaciones de fondo que inspirarían la acción del futuro secretario de Estado: la adhesión a la línea de la neutralidad política, es decir, la voluntad y el esfuerzo por presentarse a los gobernantes como «independiente de los partidos políticos y enemigo de la guerra civil en nombre de la religión» por una parte; por la otra, la decidida preferencia por la política concordataria como instrumento ideal para garantizar la acción espiritual de la Iglesia y limitar las pretensiones de los Estados. La subida de Pío X al trono pontificio (1903) no dejó de significar un cambio fisiológico de orientaciones –que en realidad la crisis modernista agudizó y en algunos momentos hasta dramatizó– y el consiguiente cambio en las altas esferas de la Secretaría de Estado, al frente de la cual, como hemos recordado, había estado hasta aquel momento el cardenal Rampolla. Escribe Fantappiè que «la distancia de posiciones, a veces verdadero contraste, entre el planteamiento de Gasparri, heredero de la visión política leonina y rampolliana de apertura de la Iglesia a las cuestiones internacionales y sociales, y el planteamiento fuertemente intransigente y de repliegue interior adoptado muy pronto por Pío X y por su secretario de Estado Merry del Val» quizá no hubieran podido tener otras consecuencias. ¿Tuvo, además, simpatías modernistas? Algunos llegaron a pensarlo, y en el cónclave que seguirá a la muerte de Benedicto XV, del que saldría elegido Pío XI, la sospecha de los cardenales De Lai y Merry del Val, probablemente, pesaría contra Gasparri, contribuyendo a cerrarle las puertas a una posible elección. Fue conocida la relación de amistad que le ligó a Ernesto Buonaiuti, de la que nunca se retractó, y para algunos era la prueba de que la sospecha no carecía de fundamento. De todos modos es cierto que Gasparri no compartía las ideas de los modernistas, como tampoco compartió todos los métodos adoptados para luchar contra el modernismo. Llegó a decirlo abiertamente, aun sabiendo que ello comportaba inevitablemente que le miraran con sospecha, como sostiene Silvio Tramontin en su estudio La repressione del modernismo. Así pues, si el decenio 1904-1914 fue un período de relativo aislamiento, éste resultó muy fecundo, enteramente dedicado a la obra de redacción del Código de Derecho Canónico que sigue siendo, dentro de una actividad vasta y compleja, rica en méritos, su mérito mayor. Ya durante el Concilio Vaticano I, treinta y tres obispos habían formulado a Pío IX la petición de comenzar la codificación. En la instancia le escribían: «Opus sane arduum; sed quo plus difficultatis habet, eo magis est tanto Pontifice dignum». Pero fue Pío X –que ya como canciller episcopal de Treviso había demostrado gran interés por el Derecho canónico, y también como patriarca de Venecia– quien dio vida a una empresa que algunos consideraban irrealizable o no oportuna. Se sabe, en efecto, de la existencia de dos escuelas canonistas de parecer contrario sobre la posibilidad de la codificación: por una parte –queriendo simplificar las posiciones y dar solo algunos de los nombres más emblemáticos– tenemos a los jesuitas de la Gregoriana (Wernz, Ojetti) que propugnaban el mantenimiento del orden de las Decretales, y por la otra la escuela del Apolinar (Sebastianelli, luego decano de la Rota, Lombardi, Latini) que, siguiendo la escuela jurídica laica, sostenía la urgencia de llegar a una codificación moderna que superara la fragmentariedad de la legislación, con todos los problemas hermenéuticos que conllevaba. El Corpus iuris canonici, en efecto, estaba compuesto por el conjunto de las colecciones oficiales (Decretum Gratiani, Liber Extra, Liber VI, Clementinae, Extravagantes Ioannis XXII, Extravagantes communes) y se había ido enriqueciendo con otras intervenciones normativas de fuente pontificia y conciliar, así como de decretos de las Congregaciones romanas y de la jurisprudencia de la Rota. Realmente «immensum aliarum super alias coacervatarum legum cumulum», escribiría Gasparri en el prefacio al Código repitiendo a Livio, Obruimur legibus. Esto iba a resolverse con un código copiado del modelo napoleónico, auténtico porque lo promulgaba el Supremo Legislador, único, sistemático, universal, abstracto. Con el motu proprio Arduum sane munus se creó una comisión cardenalicia “De Ecclesiae legibus in unum redigendis”, de la que Gasparri fue nombrado secretario. Junto a ella había un grupo de consultores, presidido por monseñor Gasparri. Para agilizar el trabajo el propio Gasparri creó dos comisiones particulares para materias distintas, cada una de las cuales contaba con una decena de miembros: una se reunía el jueves por la mañana, la otra la mañana del domingo. Eugenio Pacelli colaboraba con Gasparri, y cuando éste fue creado en 1907 cardenal por Pío X, a la secretaría de la comisión cardenalicia llegaron sucesivamente primero monseñor Scapinelli y luego el propio monseñor Pacelli. Los consultores tenían como tarea examinar el texto de los cánones propuestos por las dos comisiones particulares. Todo ello, revisado por Gasparri, pasaba luego al examen de la comisión cardenalicia. A propuesta de Gasparri el papa Sarto estableció en 1912 que todo el trabajo ya aprobado por la comisión cardenalicia se le enviara a todos aquellos que normalmente son convocados en Concilio ecuménico para que expresaran su opinión y sus observaciones.

Tras morir Pío X subió al trono pontificio Giacomo Della Chiesa, con el nombre de Benedicto XV, viejo amigo y colega de Gasparri, perteneciente a la misma generación leonina, que lo nombró secretario de Estado tras la muerte del cardenal Domenico Ferrata, que estuvo en el cargo apenas un mes. Era el 13 de octubre de 1914: tras completarse la redacción del último libro del Codex iuris canonici –predispuesto por Gasparri el borrador de su promulgación (prevista para el 1 de enero de 1915, aunque como se sabe se retrasó hasta el 27 de mayo de 1917, con la constitución apostólica Providentissima Mater Ecclesia, por varios motivos, entre otras cosas por la guerra), por fin el opus sane arduum se había concluido.


Desde 1923 a 1932 se ocupó de la publicación de los Fontes en seis tomos, que luego completaría el cardenal Giustiniano Seredi, primado de Hungría. De ahora en adelante, la dirección de la Secretaría de Estado le tendrá ocupado más de quince años, puesto que el sucesor de Benedicto XV le confirmará en su cargo el 6 de febrero de 1922. Se ha escrito que durante los años de la guerra, aunque se podría decir lo mismo sobre los años que siguieron y sobre todo el pontificado, «Gasparri es fundamentalmente un fiel ejecutor de los deseos de Benedicto XV, tanto los de carácter humanitario como los más específicamente políticos» (Romeo Astorri). Y por otra parte, Pío XI, plenamente satisfecho de la actuación de su secretario de Estado, no dudará en llamarlo «el más fiel intérprete y realizador de su voluntad». Ya Giuseppe De Luca, anticipando un juicio que será repetido varias veces, incluso por la historiografía más reciente, en la Memoria di Pietro Gasparri escribía: «De manera equivocada se le achacan iniciativas que parecen ser personales de Pío X y Pío XI: dos papas que quisieron ver con sus propios ojos, y actuar del mismo modo. El propio Benedicto XV, en su trágica situación de padre a quien los hijos, en armas, no sólo no escuchan sino que incluso le culpan de connivencias, dio a su pontificado un carácter decididamente personal. Se exageraría, por consiguiente, si se le quisieran dar […] al cardenal Gasparri méritos y glorias que él mismo rechazaba con una humildad que no era afectada, sino consciente y alta. Él», añadía, «fue ministro, realmente y en todos los sentidos primer ministro de aquellos pontífices: ni quiso ni fue nunca otra cosa. Pero en ello fue como pocos, y por eso su nombre ganará, creo yo, con el tiempo; no menguará».

Como hace notar finamente Pio Ciprotti, la mentalidad de jurista le acompañó a Gasparri incluso en las actividades no directamente jurídicas. Esto se deduce sobre todo de los Concordatos, en cuya compilación –pese a derogar en algunas disposiciones el derecho canónico general para acomodarse a las exigencias de los Estados, o para que las posibles divergencias produjeran el menor daño posible a las almas– Gasparri siempre formula afirmaciones de principio, incluso en puntos sobre los que el Estado difícilmente podría estar de acuerdo.

Afirmaciones de principio que, así como enuncian puntos fundamentales de la doctrina teológica, recuerdan también verdades que surgen del derecho natural. «Tampoco la enunciación […] del principio posee solo importancia doctrinal, de proposición filosófica y teológica, tiene un alcance jurídico relevante, dado que es como la premisa de las normas prácticas, es por consiguiente el punto de partida para su interpretación, siendo éstas, como se ha dicho, nada más que derogaciones del principio enunciado» (Ciprotti). En definitiva, fue un jurista que tendía a lo concreto, pero nunca cedía a que el mero pragmatismo predominara sobre los principios.

Es conocida la parte que Gasparri tuvo en los complejos acontecimientos que precedieron y prepararon la definitiva solución de la añeja Cuestión romana. Sin entrar en la puntual reconstrucción de aquellos acontecimientos, ya hecha varias veces, podemos decir que, considerada la abundante literatura sobre el tema, de manera casi definitiva, no creemos alejarnos de la verdad diciendo que el papel de Gasparri fue sin duda decisivo. Si la historiografía ha insistido en las circunstancias políticas especiales que llevaron luego a los Pactos Lateranenses, puede afirmarse sin lugar a dudas que resultó determinante para la realización de la Conciliación la obra de paciente y concreto entretejido del cardenal, y que la organicidad del Concordato y la atención a la noción de soberanía llevan la impronta de aquella mens iuridica que se valió de la colaboración de Francesco Pacelli, de Domenico Barone, del jesuita Pietro Tacchi Venturi.

El cardenal Gasparri dejó la Secretaría de Estado el 11 de febrero de 1930. Hubo quienes –como Pietro Palazzini, luego cardenal, en el artículo dedicado a Pietro Gasparri en la Enciclopedia Cattolica– no dudó en hablar de divergencias personales con Pío XI. Le sucedió Eugenio Pacelli, antiguo y apreciadísimo colaborador desde que juntos, en el verano de 1905, en Ussita, redactaron el “Libro blanco” sobre la situación de la Iglesia francesa. Tras retirarse a la vida privada, vivió sus últimos años entre Roma y su Ussita natal, ocupándose de la revisión y reescritura de algunas de sus obras jurídicas y completando la redacción de un texto de catecismo, un trabajo al que desde 1924 le había dedicado parte de su tiempo libre. «Se quejaba siempre en aquellos últimos años de que la memoria ya no le ayudaba. Decía que era el daño mayor que le había traído la vejez. Tanto se afligía de haberla perdido como se alegraba de joven, y hasta hacía pocos años, de tenerla meticulosa, tenaz, amplísima» (De Luca). El hombre que había trabajado «sin prisas pero sin reposo, y con un ritmo tan arrollador, en su exterior sencillez, que llegaba a agotar a quienes colaboraban con él» (De Luca), murió a los ochenta y dos años en Roma el 18 de noviembre de 1934.

Con motivo del XXV aniversario de su muerte, en una solemne sesión académica en la Universidad Lateranense, auspiciada por el rector de la época, monseñor Antonio Piolanti, el abogado Raffaele Jervolino, antiguo dirigente de Acción Católica, definió a Pietro Gasparri «hombre de varias vidas». Pero el secreto que unifica al jurista, al diplomático, al servidor de la Sede Apostólica hay que buscarlo todo en que fue, enteramente, siempre y de todos modos, sacerdote. Desde los años en que celebraba misa para el cardenal diácono Mertel hasta sus años parisinos en que, como apreciado docente, se hizo “párroco” de los emigrantes italianos, fue sacerdote, y así en todos los cargos que posteriormente tuvo. «Tras vestir el hábito talar a los ocho años», afirma De Marco, «no lo volvió a abandonar y sobre todo no abandonó aquel aspecto sobrio y sereno del clérigo que luego será sacerdote y cardenal». «Fue un cura bueno y sencillo», escribe don Giuseppe De Luca, «un burlón, siempre dispuesto a la mentira inocente; y a la vez fue dignatario eclesiástico tan alto que infundía respetuoso temor. Nadie, aunque estuviera a la mesa con él, ni aunque él le hubiera tomado el pelo familiarmente o hasta incluso provocado, nadie se hubiera atrevido a tomarse ninguna confianza con él. Obedecía sin humillarse, y precisamente por eso mandaba sin humillar. Nunca se obedece a una orden como cuando el inferior se siente en el momento de la orden considerado y respetado». Una nota vibrante de su espíritu auténticamente sacerdotal, y a la vez representativa de su peculiar forma de ser que le empujaba siempre a lo concreto, la encontramos en la conclusión de su testamento, fechado el 4 de octubre de 1934: «Les recomiendo a todos que sean buenos, que recuerden que la vida presente transcurre como un relámpago y que la eternidad nos espera». Presentando en 1932 su catecismo católico para niños, había escrito, sin ocultar aquella fácil aunque no banal conmoción aprendida de su madre: «Mi querido niño, te estás preparando para la primera Comunión… Yo soy viejo, mi querido niño, y sobre mi cabeza y en mi corazón han ocurrido muchos e importantes acontecimientos: y sin embargo recuerdo todavía con conmoción e indecible dulzura el día de mi primera Comunión… y te pido que encomiendes a Jesús, cuando se pose en tu corazón, al viejo amigo que con paternal cariño te bendice».

Monseñor Giuseppe Sciacca, Auditor de la Rota
Selección: José Gálvez Krüger


Bibliografía esencial
R. Astorri, Le leggi della Chiesa tra codificazione latina e diritti particolari, Padua, 1992. P. Ciprotti, “Il diplomático giurista”, en VV.AA., Il cardinale P. Gasparri, Pontificia Università Lateranense, Roma, 1960. F. Crispolti, Corone e porpore, Milán, 1937. G. De Luca, “Memoria di P. Gasparri”, en La Nuova Antología, 1 dic. 1934; Id. “Discorrendo col card. Gasparri (1930)”, en ibidem, 16 nov. 1936, luego en VV.AA. Il cardinale P. Gasparri, cit. V. De Marco, “Contributo alla biografia del cardinale P. Gasparri”, en VV.AA., Amicitiae causa. Scritti in onore del vescovo A. M. Garsia, M. Naro (ed.), Caltanissetta, 1999. C. Fantappié, Dizionario biografico degli Italiani, ad vocem; Id., Introduzione storica al Diritto canonico, Bolonia, 1999. P. Grossi, “Storia della canonistica moderna e storia della codificazione canonica”, en Quaderni fiorentini, XIV (1985). G. Spadolini, Il cardinale Gasparri e la Questione Romana (con brani delle memorie inedite), Florencia, 1972. S. Tramontin, “La repressione del modernismo”, en E. Guerriero y A. Zambarbieri, La Chiesa e la società industriale, Milán, 1990.

Beato Gaspare del Bufalo

Resultado de imagen de Beato Gaspare del BufaloFundador de los Misioneros de la Preciosa Sangre (C.P.P.S.). Nació en Roma en la festividad de Epifanía de 1786. Murió el 28 de diciembre de 1837. Sus padres fueron Antonio del Búfalo, jefe de cocineros de la familia real de Altieri, y su esposa Annunziata Quartieroni. Debido a la delicada salud de Gaspare, su piadosa madre le hizo confirmarse a la edad de un año y medio (1787). En tanto él sufría de una penosa enfermedad en lo ojos que amenazaba con dejarle ciego, se ofrecieron intensas oraciones rogando por su salud, a San Francisco Xavier. En 1787, fue milagrosamente curado, motivo por el cual más tarde en su vida, nuestro personaje profesó una especial devoción por el Gran Apóstol de la India, y le seleccionó como el patrono de la orden que fundó.
Desde sus primeros años mostró gran horror ante los pecados, incluso aquellos de carácter venial, a la vez que manifestaba un gran sentido de piedad y de mortificación, un gran control sobre inclinaciones malignas (especialmente respecto a la irascibilidad y egoísmo). Mantuvo siempre un heroico amor por los pobres y miserables.
Su primer grado lo recibió en 1800, luego de haber entrado a la edad de doce años en el Collegium Romanum. Un año más tarde se le concedieron las cuatro órdenes menores. Como instructor de catequesis en San Marcos, el celo con el que desarrolló su trabajo le valió el sobrenombre de “Pequeño Apóstol de Roma”. Cuando tenía diecinueve años de edad, fue nombrado presidente de la recién instituida Escuela de Catequesis de Santa María del Pianto.
Luego de su ordenación el 31 de julio de 1808, obtuvo el canon de San Marcos, y pronto instituyó con Gaetano Bonani, un oratorio nocturno. Asistió a Francisco Albertini en la fundación de la Confraternidad de la Preciosa Sangre, y trabajó con gran celo en los distritos pobres de Roma, predicando frecuentemente en plazas públicas.
En 1810 fue presentado ante el general Miollis a fin de que jurara alianza con Napoleón. Pero ninguna amenaza ni promesa pudo hacer que el consintiera en realizar tal acto, debido a que Pío VII lo había prohibido. Las palabras con las cuales anunció su decisión final han llegado a ser muy famosas: “Non posso, non debbo, non voglio” (“No puedo, no debo, no quiero”). Como consecuencia de ello, sufrió prohibición y encarcelamiento en Imola y Rocca (1810-1814).
Luego de la caída de Napoleón, regresó a Roma, tratando de ingresar en la reestablecida Orden Jesuita. Sin embargo, obedeciendo a su consejero espiritual Albertini, fundó la congregación de los sacerdotes seculares a fin de dar misiones y de expandir la devoción de la Preciosa Sangre. Por medio del Cardenal Cristaldi, obtuvo la aprobación del Papa y como casa principal, el anterior convento de San Felice en Giano.
Tomó posesión de ese lugar, solemnemente el 11 de agosto de 1815. La Bula de beatificación indica: “Se tendrá por misiones los territorios de Umbria, Aemilia, Picenum, Tuscana, Campania, Samnium, y en resumen, todas las provincias de meso Italia”. Los títulos que sus contemporáneos le otorgaron hablan enormidades: “El Santo”, “Apóstol de Roma”, “El Martillo del Forjador”.
Su labor fue intensa como lo puede testificar el hecho de que podía dar hasta cinco prédicas por día, y en ocasiones se superaba ese número. En Sanseverino, cincuenta sacerdotes no fueron suficientes para escuchar confesiones luego de sus sermones. Aunque se encontraba como ídolo ante la gente, no dejo de tener enemigos.
Su actividad en cuanto a convertir a los “briganti”, quienes llegaron en masa y pusieron sus armas a los pies, luego de que predicara en las montañas y lugares secretos, motivó la ira de oficiales, que se beneficiaban de sobornos, los que obtenían dado el estado de condiciones imperantes. Estos enemigos se movilizaron a fin de que León XII suspendiera a Del Búfalo. No obstante, luego de una conferencia personal, el Papa desestimó los requerimientos, indicando que “Del Búfalo es un ángel”.
Sus enemigos trataron de que le removieran de su puesto y se le diera una promoción como “internuncio de Brasil”. En vano, triunfó su humildad. Un último intento se realizó bajo el pontificado de Pio VIII (1830) el cual tuvo éxito parcial. Del Búfalo fue privado de sus facultades durante un corto tiempo, y su congregación tuvo la amenaza de la extinción.
Pero su maravillosa humildad volvió a triunfar, y aunque fue sometido a muchos malos entendidos y amenazas de autoridad, nunca tuvo manifestaciones de resentimiento, perdonó a sus enemigos. La tormenta pasó relativamente rápido, y Gaspare fue restituido con sus reconocimientos y honores. Así, reasumió su trabajo con celo y dedicación. En 1836 su fuerza comenzó a desvanecerse. Aunque estaba fatalmente enfermo, fue a Roma, donde el cólera estaba afectando, y administró a los espiritualmente necesitados su consuelo. Esto fue ya mucho para él y sucumbió en medio de sus labores, el 28 de diciembre de 1837. Fue beatificado por Pío X el 29 de agosto de 1904.
ULRICH F. MUELLER Transcripción de Joseph P. Thomas Traducción al castellano de Giovanni E. Reyes

Garzón

(GARZONENSIS.)Resultado de imagen de garzon diocesis
Diócesis sufragánea de Popayán en la República de Colombia . Comprende las provincias de Neiva y Sur, y se encuentra al este de Popayán. Tiene aproximadamente 140 millas de largo y su ancho varía de 40 a 100 millas. Se extiende de 1.5 ° a 4 ° de latitud norte y se encuentra entre los 75 ° y 77 ° de longitud oeste. La sede episcopal se encuentra en Neiva, un pueblo de 11,000 habitantes, situado a 150 millas al suroeste de Bogotá a una altura de 1500 pies sobre el nivel del mar, en el río Magdalena, que es navegable hasta este punto. La diócesis originalmente formaba parte de la de Tolima, que se encontraba en medio de las Cordilleras. Como el territorio era extenso, la población muy numerosa y las dificultades de las visitas demasiado grandes, el obispo solicitó a la Santa Sede que dividiera la diócesis. Esto fue hecho por un decreto de León XIII , el 20 de junio de 1900. La mitad norte se erigió en una nueva diócesis de Ibagué , sufragánea de Bogotá, y la mitad sur formó la Diócesis de Carzon. Monseñor. Estéban Rojas, nacido en Hato en la Diócesis de Popayán , el 15 de enero de 1859, había sido criado en la sede de Tulima el 18 de marzo de 1895. Fue transferido a Neiva como primer obispo de Garzón. la catedral está dedicada a la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora . la población, de la cual una gran parte es de origen mixto, es casi completamente católica . Hasta los últimos años las autoridades públicas descuidaron la educación y arrojaron toda la carga sobre el clero , pero últimamente se están estableciendo escuelas gubernamentales. (Ver REPÚBLICA DE COLOMBIA).

Acerca de esta página

APA cita. MacErlean, A. (1909). Garzón. En la Enciclopedia Católica. Nueva York: Robert Appleton Company. Retrieved January 30, 2018 from New Advent: http://www.newadvent.org/cathen/06390a.htm
Citación de MLA. MacErlean, Andrew. "Garzón". La Enciclopedia Católica. Vol. 6. Nueva York: Robert Appleton Company, 1909. 30 Jan. 2018 <http://www.newadvent.org/cathen/06390a.htm>.
Transcripción. Este artículo fue transcrito para New Advent por Joseph P. Thomas.
Aprobación eclesiástica Nihil Obstat. 1 de septiembre de 1909. Remy Lafort, Censor. Imprimátur. + John M. Farley, Arzobispo de Nueva York.

Raffaele Garrucci

Resultado de imagen de Raffaele GarrucciHistoriador del arte cristiano, nacido en Nápoles el 22 de enero de 1812; murió en Roma el 5 de mayo de 1885. Perteneció a una rica familia y entró a la Sociedad de Jesús a la edad de quince años, se ordenó el 19 de marzo de 1853.
Se dedicó al estudio de los Padres Cristianos y también al estudio de las antigüedades tanto cristianas como paganas. El y De Rossi llegaron a ser discípulos del Padre Marchi. En sus muchos viajes por Italia, Francia, Alemania y España, llegó a recolectar mucho material valioso, útil para sus publicaciones arqueológicas. En 1854 escribió el “Mélanges d´Archéologie”, un estudio de sincretismo frigiano. Casi inmediatamente de esto, editó las notas de Jean L´Heureux sobre las catacumbas romanas (un manuscrito que se había iniciado desde 1605); más tarde un ensayo sobre los vasos de las catacumbas (1858), y luego otro sobre el cementerio judío de Villa Randanini.
En 1872 principió con la publicación de su monumental historia de las primeras antigüedades cristianas, titulada “Historia del Arte Cristiano”. Fue destinada a incluir todos los trabajos de escultura, pintura y de artes industriales menores, durante los primeros ocho siglos de la Era Cristiana. Es de hecho, una historia general del arte cristiano, y contiene quinientos platos gravados con texto explicativo.
Cinco de los seis volúmenes contienen respectivamente, los frescos de las catacumbas, y pinturas de vasos, mosaicos, sarcófagos, y esculturas no sepulcrales. El primer volumen se dedica a los conceptos teóricos del trabajo, por ejemplo una historia del arte cristiano estrictamente hablando.
En su vasta collección, Garrucci reeditó hasta cierto punto, los materiales tomados de trabajos que se habían realizado antes. Para la edición de documentos utilizó fotografías, o bien reproducciones de otro tipo. Sus grabados no son siempre muy precisos, y en términos de acabado son inferiores a los que se obtienen mediante procedimientos modernos.
Sus reproducciones de los frescos de las catacumbas, en particular, han perdido mucho de su valor desde la publicación de un trabajo preciso de Msñr. Wilper (Picture delle catacombe romane, Roma, 1903) en total, sin embargo, debe puntualizarse que la “Historia del Arte Crisitiano” aún se encuentra lejos de ser sobrepasada por algún otro trabajo similar. El Padre Garrucci tenía mayor erudición que juicio crítico; en este sentido, su compañero estudiante De Rossi, le fue superior.
El texto de las publicaciones de Garrucci es de dudosa autoridad. La lista de sus publicaciones comprende 118 números de Sommervogel, "Bibliothèque de la compagnie de Jésus" (Bruselas 1902), III. Entre ellos se encuentra el ya mencionado trabajo de la “Historia del Arte Cristiano” (6 vols. Prato 1872--81); "Dissertazioni archeologiche di vario argomento" (2 vols., Roma 1864-65); "Le monete dell' Italia antica, Raccolta generale" (Roma, 1885).
R. MAERE Transcripción de Joseph P. Thomas Traducción al castellano de Giovanni E. Reyes

Julien Garnier

Misionero jesuita nacido en Conerai, Francia, el 6 de enero de 1642; murió en Québec en 1730. Entró a la Sociedad de Jesús en 1660, y en octubre de 1662 se embarcó a Canadá. Fue el primer jesuita que se ordenó en esa tierra, y luego de su ordenación en 1668, se preparó para el trabajo misionero entre los indios. Primero llegó a Oneida, pero unos pocos meses más tarde cambió su campo de labores por el de la misión Onondaga. El jefe onodonganés, Garaconthié, le recibió con muchas muestras de amistad y a su requerimiento reconstruyó la capilla de Santa María. Tan exitoso fue su ministerio entre los onondagas, que al arribo de otros misioneros en 1671, Garnier se enlistó junto al Padre Fermín para el país de los séneca, donde encontró un puñado de indios cristianos de la misión Gandachioragou. Inmediatamente comenzó a predicar y a bautizar, y perseveró en su trabajo aún luego de que su capilla fue destruida por un fuego que arrasó con toda la villa.
Cuando emergieron los problemas entre los franceses y los sénecas, en 1683, Garnier fue con Lamberville, hacia el gobernador de la Barre; el fin era persuadirlo a fin de llegar a un compromiso y tener moderación. No fue posible, sin embargo, convencerlo de que detuviera su política de represión y de la Barre estableció la previsión de que sacerdotes se aventuraran entre las tribus; lo que duró por más de trece años. Cada misionero fue llamado y Garnier fue enviado a los asentamientos de Lorente y Caughnawaga. Su espíritu aventurero no le dejó tranquilo en este escenario de inactividad; cuando el acceso a los indios fue de nuevo posible, por el tratado de Montreal de 1701, el Padre Garnier se apresuró a regresar a su misión con los sénecas, en donde permaneció hasta 1709. En ese entonces, la expedición de Schuyler le hizo necesario que regresara a Canadá. Su partida marcó el fin del trabajo misionero entre los sénecas, y nuestro sacerdote pasó sus años restantes entre los diversos asentamientos de San Lawrence, retirándose de la vida activa en 1728.
Tanto su extraordinario celo en la realización de su trabajo, como el tiempo en el cual desarrolló sus labores, marcan al Padre Garnier como un Apóstol de los sénecas. Su intimidad con la tribu fue mayor que la que habría desarrollado cualquiera de los jesuitas que habían llegado. Sus cartas y notas son documentos que de manera muy clara representan una fuente de información sobre los iroqueces.

Bibliografía: Campbell, Pioneer Priests of North America (New York, 1908); Jesuit Relations; Handbook of American Ethnology (Washington, 1907).
Fuente: Quinn, Stanley. "Julien Garnier." The Catholic Encyclopedia. Vol. 6. New York: Robert Appleton Company, 1909. <http://www.newadvent.org/cathen/06389a.htm>.
Traducido por Giovanni E. Reyes

Jean Garnier

Resultado de imagen de Jean GarnierHistoriador y académico de la iglesia, teólogo moral, nacido en París el 11 de noviembre de 1612; murió en Boloña el 26 de noviembre de 1681. Ingresó a la Sociedad de Jesús cuando tenía 16 años de edad y se distinguió como estudiante, enseñó luego humanidades, luego filosofía en Clermont-Ferrand (1643-1653), y teología en Bourges (1653-1681).
En 1681 fue enviado a Roma en un asunto de negocios, cayó enfermo y murió en Boloña. Garnier fue considerado como uno de los jesuitas más eruditos de sus días, también estaba versado en temas de antigüedad cristiana y fue muy consultado sobre temas de conciencia. En 1618 publicó por primera verz el “Libellus fidei”, enviado a la Santa Sede durante la controversia pelagiana de Julián, Obispo de Eclanum en Abulia. Garnier agregó notas y comentarios históricos.
El Libellus también encontró un lugar en uno de los trabajos últimos de Garnier: sobre Mercator. En 1655, escribió el "Regulae fidei catholicae de gratia Dei per Jesum Christum", y publicó el trabajo en Bourges. En 1673, editó en París, todo el mundo de Marius Mercator In 1673, he edited at Paris all the world of Marius Mercator (quien murió en Constantinopla después de 451). La edición contiene dos partes.
La primera de ellas trata de los escritos de Mercator contra los pelagianos y sobre esto Garnier agrega varias disertaciones: (1) De primis auctoribus et praecipuis defensoribus haeresis quae a Pelagio nomen accepit"; (2) "De synodis habitis in causa Pelagianorum", (3) "De constitutionibus imperatorum in eadem causa 418-430"; (4) "De subscriptione in causa Pelagianorum"; (5) "De libellis fidei scriptis ab auctoribus et praecipuis defensoribus haeresis Pelagianae"; (6) "De iis quae scripta sunt a defensoribus fidei catholicae adversus haeresim Pelagianorum ante obitum S. Augustini"; (7) "De ortu et incrementis haeresis Pelagianae seu potius Caelestianae". El Cardenal Noris (op. 3, 1176) consideró que estas disertaciones tenían un gran valor e indicó que las mismas, de haberlas considerado más en perspectiva, las hubiese colocado con parte de los propios argumentos de Garnier sobre el tema que se trataba.
En la segunda parte, Garnier brinda un buen bosquejo histórico del movimiento llamado nestorianismo, de 428 a 433, luego los escritos de Mercator sobre esta herejía, y agrega dos tratados sobre herejía y escritos de Nestorius; también se incluyen referencias a los sínodos que se realizaron sobre estos temas en 429 y 433. Muchas alabanzas se han rendido a Garnier por escritores recientes, especialmente con motivo del gran conocimiento histórico que se demuestra en sus disertaciones, pero también se le culpa del arreglo arbitrario que hace de los escritos de Mercator y de su crítica al trabajo original (Tillemont, "Mémoires ecclés.", XV, 142; Cotelier, "Monum. eccl. graec." III, 602).
Garnier editó en 1675 en París, el "Breviarum causae Nestorianorum" (compuesto antes de 566 por Liberatus, un archidiácono de Carthage), se corrigen muchos errores y se agregan notas y una disertación sobre el Quinto Consejo General. En 1678, escribió el "Systema bibliothecae collegii Parisiensis S.J.", un trabajo que es considerado como de gran valor dentro de los trabajos de biblioteca. En 1680, editó el "Liber diurnus Romanorum Pontificum" lo que realizó a partir de un manuscrito antiguo, y agregó a él, tres ensayos:
(1) "De indiculo scribendae epistolae"; (2) "De ordinatione summi pontificis" (3) De usu pallii (véase LIBER DIURNUS). En el segundo ensayo se refiere al caso del Papa Honorio, a quien consideró libre de culpa. En 1642, Sirmond había publicado en cuatro volúmenes, los trabajos de Theodoret, Obispo de Chipre (de 455); Garnier agregó un "Auctarium", el cual sin embargo, no fue publicado, sino hasta 1684. El mismo contiene cinco ensayos: (1) "De ejus vita"; (2) "De libris Theodoreti"; (3) "De fide Theodoreti"; (4) "De quinta synodo generali"; (5) "De Theodoreti et orientalium causa." En estos trabajos se muestra más bien severo con Theodoret y le condena inmerecidamente. En un trabajo ultimo, Garnier realize su "Tractatus de officiis confessarii erga singula poenitentium genera", el cual fue publicado en París en 1689.
FRANCIS MERSHMAN Transcripción de Joseph P. Thomas Traducción al castellano de Giovanni E. Reyes

Charles Garnier

Resultado de imagen de Charles GarnierMisionero jesuita nacido en Paris, en 1606; sus padres fueron Jean G. y Anne de Garault; murió el 7 de diciembre de 1649. Realizó estudios sobre lo clásico, filosofía y teología, en el colegio jesuita de Clermont; se unió a la orden en 1624.
Pidió reiteradamente que pudiera ser enviada a la misión en Canadá, y zarpó hacia allá en 1636, en el mismo viaje que el gobernador Montmagny. Fue enviado al territorio Hurón, en donde estaría desarrollando catorce años de su heroico apostolado sin retornar ni una sola vez a Québec. En seis meses llegó a adquirir un buen dominio de la difícil lengua del lugar, y principió a desarrollar incesantemente un labor de caridad que llegó a estar coronada por el martirio.
Para llevar a cabo su anhelo de convertir a los infieles, no hubo situaciones de tiempo, ni de distancia, tampoco de mal tiempo o de peligro de muerte; nada de eso lo detendría en sus esfuerzos por procurar el bautizo y en exhortar a los cautivos de guerra. No fueron tampoco obstáculos las formidables amenazas de enfermedades que se cernieron sobre él cuando atendía a los moribundos. Su frágil constitución sorprendentemente resistió todas las adversidades.
Esas características unidas a su angelical paciencia, le ganaron el sobrenombre del “cordero” de la misión”. En varias oportunidades, primero en 1637 y luego en 1636, como indicant Jogues y luego Pijart, el misionero trató de convertir a la nación tabaquera. Su constancia llegó a ser una especie de obstinación. Se pidió que atendiera a los negros en 1646, y fue con ellos asistiéndolos hasta en el muerte. Luego del martirio del Padre Daniel (1648), Brebeuf y Lalermant (marzo de 1649), calmadamente esperaron su turno. Luego de la diseminación de los hurones, los iroquies atacaron la nación tabaquera.
Durante la masacre de la Villa de San Juan, Garnier fue a exhortar a los neófitos acerca de la fe. Mortalmente herido, se arrastró hasta donde estaba un indio moribundo a fin de darle absolución, y recibió el golpe final durante el acto de caridad que llevaba a cabo (1649). Era el día de vísperas de la Inmaculada Concepción, un dogma que él había jurado defender.
Las cartas que escribió a su hermano, un carmelita, reflejan su santidad. Ragueneau testita de su heroico espíritu de sacrificio. Parkman compara la vida de este santo con la de Pedro Claver entre los negros y en donde hay paralelismos también con un martirio voluntario.

LIONEL LINDSAY Transcripción de Joseph P. Thomas Traducción al castellano de Giovanni E. Reyes En memoria de Laurence La Bombard

martes, 30 de enero de 2018

San Thomas Garnet

Resultado de imagen de San Thomas GarnetMártir de San Omer, y por tanto de Stonyhurst, College; nació en Southwark, aproximadamente en el año 1575; fue ejecutado en Tyburn, el 23 de junio de 1608. El padre de Tomás, Ricardo Garnet, estaba en el Balliol Collegue, Oxford, cuando un trato de gran severidad se aplicó a los católicos, en 1569. Su constancia fue un factor importante en la formación de la generación de hombres que habrían de producir personas ilustres y prominentes en el catolicismo. Tomás asistió a la escuela gramatical de Horsham y fue como un medio hermano de Philip Howard, Earl de Arundel, quien sin embargo fue conformista. Tomás fue enviado al Colegio de San Omer, cuando el mismo se abrió en 1592.
Para 1595 fue considerado que ya estaba listo para ingresar al seminario teológico inglés en Valladolid, e inició en enero su formación, junto a otros que incluían a John Copley, William Worthington, John Ivreson, James Thompson, y Henry Mompesson, de Calais. Ellos tuvieron la fortuna de encontrar, como compañero de viajes, al Padre Jesuita William Baldwin, quien iba también a España. Hechos de infortunio luego vinieron. Luego de mal tiempo en el Canal, ellos tuvieron que buscar refugio dado que sus pertenencias les iban a ser investigadas por barcos de la reina Elizabeth. Aunque se escondieron, fueron descubiertos. Inmediatamente fueron hechos prisioneros y tratados de manera ruda. Fueron enviados de regreso a Londres, y fueron examinados por Charles, y Lord Howard de Effingham. Luego, el Padre Baldwin fue enviado a la prisión de Bridewell, donde ayudó al confesor James Arkinson. Mientras tanto, sus compañeros de viaje más jóvenes, fueron enviados con el Arzobispo de Canterbury. Luego de haber encontrado que entre ellos se apoyaban, fueron enviados, uno a uno, con diferentes obispos protestantes y doctores. Solamente el más joven, Mompesson fue retenido, los otros lograron escapar y regresar a sus colegios luego de muchas aventuras. Se carece de información exacta sobre el proceso que acompañó a Garnet, pero se tienen bases para establecer que él habría sido el joven confinado en la casa del Dr. Richard Edes (Dict. Nat. Biog., XVI, 364). Garnet cayó enfermo y fue enviado a la custodia en Oxford. Debido a que su carcelero no apareció a tiempo, el joven escapó. Trató de evitar cualquier dificultad y de mantenerse a distancia aún de su propio padre. Al final llegó a San Omer y de nuevo, el 7 de marzo de 1596, fue a Valladolid, un viaje que había principiado por no menos de diez veces.
Luego de su ordenación en 1599, regresó a Inglaterra. “Allí fue de lugar en lugar, tratando de remediar las condiciones en que vivía la gente, en desconocimiento de la Verdadera Iglesia Católica”. Fue arrestado cerca de Warwick, con los disturbios que se produjeron en el Complot de Gunpowder, en 1605. En ese momento él se mantenía bajo el nombre de Tomás Rokewood. Este personaje era el capellán del Coldham may, y estaba implicado en el complot. El Padre Garnet fue hecho prisionero primero en Gatehouse, y luego en la Torre, en donde fue maltratado a fin de que diera testimonio y evidencia contra Henry Garnet, su tío, superior de los jesuitas ingleses. Este último personaje habría admitido más tarde que había participado en la Sociedad, aunque no se le pudo probar que habría tenido participación en el complot. Fue mantenido en la Torre durante siete meses. Al final de ese tiempo, fue puesto en un barco en compañía de otros cuarenta y seis padres. Se les leyó una proclama real de fecha 10 de julio de 1606, en la cual se les indicaba que serían condenados a muerte si regresaban. Se les envío a través del Canal y llegaron a las playas de Flanders.
El Padre Garnet fue entonces a su vieja escuela en San Omer, y a Bruselas a ver al superior de los jesuitas, el Padre Baldwin, su compañero de aventuras en 1595, quien lo envió como un novicio jesuita inglés a San Juan, Louvain, en donde fue el primer novicio que se recibió. En septiembre de 1607, fue enviado de regreso a Inglaterra, pero fue arrestado seis meses más tarde, por un padre apóstata llamado Rouse. Este era el tiempo de la controversia del Rey James con Bellarmine acerca del Juramento de Fidelidad. Se le dijo a Garnet que mantendría su vida si lo admitía, algo que el sacerdote se rehusó hacer. Ante ello, fue ejecutado en Tyburn, indicando Garnet, que él “era el más feliz hombre vivo ese día”. Sus reliquias, que se mantenían en San Omer, se perdieron durante la Revolución Francesa.
[Nota: En 1970, Tomás Garnet fue canonizado por el Papa Paulo VI como parte de los Cuarenta Mártires de Inglaterra y Gales, cuya festividad conjunta se observa el 25 de octubre.]

Bibliografía: POLLEN, Protomartyr of Stonyhurst College in Stonyhurst Magazine (1889), 334-82; BLACKFAN, Annales Coll. S. Albani, Vallesoleti, ed. POLLEN (1899), 57, 84; CAMM in The Month (Aug., 1898), 164-77; YEPEZ, Persecucion de Inglaterra (Madrid, 1599), 820-30; FOLEY, Records S.J., II, 475-505.
Fuente: Pollen, John Hungerford. "St. Thomas Garnet." The Catholic Encyclopedia. Vol. 6. New York: Robert Appleton Company, 1909. <http://www.newadvent.org/cathen/06388a.htm>.
Traducido por Giovanni E. Reyes

Henry Garnet

Resultado de imagen de Henry GarnetMártir ingles nacido entre 1553-4; murió en 1606; hijo de Brian Garnet, maestro de la escuela de Nottingham, lo que le preparó para sus tendencias católicas. Se supone, no obstante, que era un conformista hasta sus veinte años de edad, cuando valientemente rompió esas ataduras, se fue al extranjero, y llegó a ser un jesuita en Roma, el 11 de septiembre de 1575.
Fue en este lugar donde conoció a personas como Persons, Weston, Southwell y muchos más; con ellos, su futuro estuvo muy asociado. Llegó a realizar una brillante carrera en sus estudios universitarios, bajo la conducción de famosos profesores de la época, tales como Bellarmine, Suarez y Clavius.
Posteriormente, y durante un tiempo, enseñó hebreo y matemáticas, un tratado suyo de física, aún se preserva en Stonyhurst, y tuvo el honor, mientras Clavius estaba enfermo, de llegar a substituirlo. Fue luego enviado a Inglaterra, donde el Padre Weston era el único jesuita que no estaba preso. El 8 de mayo de 1586 salió para Roma en compañía de Robert Southwell. Al año siguiente, Weston fue arrestado; con ello, Garnet llegó a ser superior, una condición que mantuvo hasta su muerte.
Como un indicador de su prudente manejo, debe ser mencionado que durante tu tiempo como superior jesuita, esta orden pasó de tener uno a cuarenta miembros, y que nunca se tuvo una sola nota de queja sobre su administración que haya sido enviada contra él. Aunque por lo general vivió en Londres, pudo escapar de la persecución tanto él como sus subordinados, quienes llegaban a verlo a la capital inglesa. A pesar de ello, se tuvo numerosas y arriesgadas aventuras.
Nuestro personaje fue un prolífico escritor de cartas, y el contenido de las mismas lo muestran como un hombre simpático que mantuvo un buen contacto con católicos del país. También fue generoso en enviar a Roma, reliquias y curiosidades, entre otras, las cartas de Enrique VIII para Anne Boleyn, las que actualmente se encuentran en la biblioteca del Vaticano. Escribió un “Tratado de la Renunciación Cristiana”, y tradujo o envió a traducir, el Catecismo de Canisius, al cual agregó interesantes apéndices sobre Peregrinos, Indulgencias, etc. Estos libros son ahora muy raros, y posiblemente fueron impresos en Londres, bajo su conducción. Se estima que un “Tratado sobre la Equivocación”, fue compuesto por Garnet y fue editado por D. Jardine en Londres, en 1851.
En 1595 y 1598, Garnet estuvo involucrado en desagradables problemas clericales. Unos treinta y tres católicos ingleses, la mayoría de ellos sacerdotes, habían sido expulsados de Wisbech, Castle. De ellos, dieciocho, además de dos jesuitas, el Padre Westoy y el Hermano Pounde, deseaban, en el invierno de 1594-95, separarse del resto y establecer una vida colegiada.
Pero era imposible acceder a esto sin al menos no llegar a afectar desfavorablemente a quienes no deseaban el cambio, quienes tenían un número considerable. Entre tanto, la prisión era muy pequeña como para establecer la división de cámaras y el utilizar tablas era algo imposible. La minoría, ciertamente tenía el derecho de protestar, pero lo hicieron de tal manera que parecía que se justificaba su separación, la que se llevó a cabo con la aprobación del Padre Garnet en febrero de 1595.
En octubre de ese año se hizo un intento en función de poder resolver las diferencias, y aunque no fue inmediatamente exitoso, la división dejó de existir en noviembre. La reconciliación fue calurosa y parecía cohesionar al grupo. La situación de “Wisbech Stirs”, sería recordada básicamente como algo fundamental en este problema. Las cartas enviadas por Garnet dada la solución del caso, fortalecieron su credibilidad (Dodd-Tierney, Church History of England, III, App. pp. civ-cxvii).
El problema siguiente que tuvo que enfrentar Garnet, fue el relativo a los “Sacerdotes Apelantes” de 1598-1602. Para comprender esta dificultad, debemos de tener en mente que el gobierno de Elizabeth había hecho casi imposible la presencia de Obispos en Inglaterra.
El Cardenal Allen había gobernado a los padres misioneros, primero desde Douai, y luego desde Roma. Sin embargo, después de su muerte en 1594, se ensayó una nueva forma de gobierno. Tal y como es lo normal en países misioneros, al principio el criterio fue dirigirse por la jerarquía sacerdotal. Prefectos para la misión, fueron nombrados desde los niveles de clérigos en Bélgica, España y Europa; quienes estaban en Inglaterra fueron colocados bajo la tutela de un Sacerdote Superior, y ese arreglo duró hasta la presencia de la Reina Católica Enriqueta María; se permitió el envío de un obispo a Inglaterra, sin que existiera grave peligro para los católicos (véase Obispo, William).
Pero George Blackwell, el hombre que había sido seleccionado, no resultó adecuado y tuvo que ser depuesto. En los documentos, sus credenciales parecían excelentes, en la práctica tuvo poco éxito, incurriendo en muchos errores. Las dificultades emergieron para el clero, trató de ejercer un brusco control sobre los misioneros. Eso dio motivo a que furiosas cartas de ambos lados llegaran a Roma.
Al final se mantuvo su autoridad, pero fue reprendida su forma de hacerse cargo de los asuntos. Parte de la censura recae en Garnet, con quien Blackwell tomó consejo en ocasiones. En este punto deben hacerse correcciones. Se ha señalado que el Arzipriestre recibió “ordenes secretas de seguir los consejos del superior de los jesuitas, en los asuntos del clero y en puntos de especial importancia”.
(Palabras en itálicas, erróneas y desorientadoras, se encuentran en Dodd-Tiernet, III, 51; Lingard (1883), VI, 640; o en Tauton, "Black Monks", London (1901), I, 250). Uno de los clérigos apelantes, escribió incluso en terminus más enérgicos, lo que merece ser citado, como un ejemplo de los extremos a los que fue llevada la controversia.
“Todos los católicos deben depender de Blackwell y de Garnet, y Garnet de Persons, y Persons del diablo, que es el autor de todas las rebeliones, traiciones y asesinatos, desobediencias y las debilidades que se han contraído por el débil jesuita”. ("Sparing Discoverie" 70; Watson in Law's "Jesuits and Seculars" (London, 1869), p. lxv). Toda la “Instrucción” del Cardenal Cajetan, en reallidad decía: “El Arzipriestre tendrá cuidado en comprender la opinion y consejo de los jesuitas superiors, en asuntos de gran importancia”.
El significado de tales palabras se hace comprensible al comprender que, debido a las circunstancias de persecución que se tenían en ese entonces, la paralización hacía difícil tener consejeros. Ese significado es válido tanto para el Cardenal, como para el Arzipiestre. Luego de las objeciones, no obstantes, ambos fueron retirados, por el Papa; “los jesuitas pensaron que esto era necesario” tomando en cuenta las circunstancias prevalecientes.
El final de la vida de Garnet está asociado al Complot de Gunpowder. De conformidad con datos relacionados con esto, se tienen documentos de Catesby, en donde se expone en términos generales que se pretendía crear problemas. En un recuento adjudicado al Padre Greenway, con el consentimiento de Catesby, se tiene un recuento detallado, si el complot hubiese tenido éxito se habría logrado la libertado, y con ella, se habría conocido completamente la verdad. Luego de que el complot fue descubierto, y de que Garnet fuera arrestado, él penso que lo mejor era confesar todo lo que sabía. Debido a esto, fue juzgado, condenado y enviado a ejecutar en el lado oeste de la Vieja Iglesia de San Pablo, el 3 de mayo de 1603.
Garnet es descrito en estos terminos en la acción de su arresto:
Henry Garnet, alias Walley, alias, Darcy, alias Farmer, de estatura mediana, cara llena, con grasa en el cuerpo, de complexión mediana, de frente alta a cada lado, con poco pelo cubriéndole la parte de delante de la cabeza, de pelo y barba canosos, cercano a los cincuenta años. La barba está recortada en sus mejillas, su mentón es delgado y en cierta forma corto.
La ejecución fue controlada de tal manera que fueron muy pocas la reliquias que se pudo rescatar por los católicos. Un poco de paja con la sangre del ejecutado cayó en las manos de un joven católico, John Wilkerson. Meses más tarde la mostró a un caballero católico, quien notó que el coágulo de la sangre formaba un rostro diminuto, algo que se parecía al retrato del propio Garnet.
El asunto este fue tal, que el Arzobispo Protestante de Canterbury, personalmente condujo un examen por parte de varios testigos, quienes habían visto el extraño fenómeno. La evidencia abundantemente probó la realidad de aspectos que luego serían debatidos. Hasta cierto punto, la emoción de quienes observaban (indudablemente que estaban emocionados) contribuyó al reconocimiento de los rasgos de Garnet; esto fue difícil hacerlo después, en una paja que había sido preservada por los jesuitas ingleses en Liege, y que fue perdida por los problemas con la Revolución Francesa (L. Morris, "Life of Father John Gerard", London, 1881, 393-407).
En la medida en que el Complot de Gunpowder marcó una nueva era en la crueldad de la persecución por parte de los protestantes, éstos, a fin de excusar su agravio, culparon a Garnet. Aun hoy en día se discuten estos aspectos de manera poco amigable por escritores no católicos (e.g. Jardine and Gardiner).
Por otra parte, los grandes teólogos católicos que se opusieron al Rey James en lo referente al Juramento de Fidelidad, habían hablado en defensa de Garnet (especialmente Bellarmine “Apología” XIII, xiii, 186, y Suarez, “Defensio Fidei Catholicae”, VI, ix, s. 6); fue un caso que contenía complejos intrincados de carácter teológico.
Es algo lamentable que no se haya escuchado un pronunciamiento con autoridad desde Roma, sobre el martirio de Garnet. Su nombre fue propuesto junto a otros en la lista de Mártires Ingleses y Confesores en 1874. Su causa se basó en los testimonios de Bellarmine y de otros escritores, lo que establecía las fases de prueba de Fama Martirii, las que debían ser presentadas (véase Beatificación y Canonización).
No obstante, la antiguas autoridades no estaban familiarizadas con las reales confesiones de Garnet, las cuales no fueron conocidas o publicadas en su tiempo. Este fue uno de los motivos para haber declarado que las evidencias no eran conclusivas y fue enviado un veredicto público; el resultado es que su martirio no podía ser probado, como tampoco desaprobado. Esto ha colocado su causa en “Dilatus”, en función de establecer más averiguaciones, lo que implica en Roma, un retraso de muchos años.
Gerard, Contributions to a Life of Fr. H. Garnet (London, 1898); Foley, Records (London, 1878), IV, 1-192. The formal contemporary defense was by a Cretan Jesuit, Eudoeman-Joannis, Apologia pro R. P. H. Garneto (1610); Morris, Life of Father John Gerard (London, 1881). Véase también Gillow, Bibl. Dict. Eng. Cath., II, 392; Staton, Menology (London, 1892). Véase también literature sobre el Complot de Gunpowder.
J. H. POLLEN Traducción al castellano de Giovanni E. Reyes

François-Xavier Garneau

Resultado de imagen de François-Xavier GarneauHistoriador franco-canadiense, nacido en Québec, el 15 de junio de 1809; murió el 2 de febrero de 1866; sus padres fueron Francisco-Xavier Garneu, y Gertrudis Amiot. Después de los cursos elementales, estudió leyes, habiendo tenido éxito en ser autodidacta. Fue un dependiente de oficina pública desde 1844 hasta su muerte. En 1845 apareció el primer volumen de su “Historia de Canadá”, una aventura heroica, considerando la restauración de Francia luego de la Conquista y luego de consultar casi todos los archivos civiles y militares.
Cuando el gobierno de Estados Unidos, por medio del Dr. O´Callaghan, aseguró copias de la correspondencia de los gobernadores coloniales franceses, Garneau fue a Albany a fin de estudiar estos documentos. De esta manera obtuvo además, material para sus futuros volúmenes, los que aparecieron sucesivamente en 1846 y 1848. El tercer volumen contenía los eventos de la Constitución de 1792. El trabajo fue favorablemente recibido tanto por franceses como por ingleses. Una segunda edición incluía el período desde 1792 hasta la Unión (1840). Una tercera edición, 1850, tuvo una traducción al inglés, la que sin embargo, no es tan confiable.
La historia de Garneau debe ser juzgada de conformidad con el espíritu de su tiempo. Sus primeras páginas fueron escritas casi de inmediato, luego de los problemas de 1837 y 1838, en la alborada de la Unión de Canadá, lo que implicaba las sentencias hacia la rebelión. Los prospectos no lucían bien para la Canadá Baja, y un patriota como Garneau, aunque imparcial, no fácilmente podía reprimir sus sentimientos.
Más reprensibles son sus opiniones sobre ciertos puntos de la doctrina, y su injusta crítica hacia la autoridad de la iglesia y la influencia que ejercía. Esto puede ser explicado por la naturaleza de los libros que habría estudiado sin tener una guía apropiada y el antídoto de un entrenamiento filosófico. Estas fallas no se encuentran en la última edición, la que fue revisada a requerimiento de eclesiásticos. De hecho, Garneau fue siempre un católico practicante y tuvo una muerte edificante.
El título de “historiador nacional” correctamente le corresponde a este pionero en la historia de Canadá, quien dedicó veinticinco años de su vida, a una investigación patriótica. Fue una devoción a un trabajo que llegó a atraer la atención en Europa y Estados Unidos, para gloria del país.
LIONEL LINDSAY Transcripción de Gerald M. Knight Traducción al castellano de Giovanni E. Reyes

Venerable Nicholas Garlick

Resultado de imagen de Venerable Nicholas GarlickSacerdote y mártir , nacido en Dinting, Derbyshire, c. 1555; murió en Derby, el 24 de julio de 1588. Estudió en Gloucester Hall, ahora Worcester College, Oxford , matriculándose en 1575, pero no cursó ningún título, tal vez debido al Juramento de Supremacía anexado. Luego se convirtió en maestro de la escuela secundaria en Tideswell, en el Pico, donde ejerció una influencia tan sagrada sobre su alumno que tres de ellos finalmente se fueron con él a Reims y, al menos, uno, Christopher Buxton , se convirtió en un mártir . Fue a Reims en junio de 1581, fue ordenado y regresó a Inglaterra en enero de 1583. Después de un año de trabajo, probablemente en las Midlands, fue arrestado y en 1585 enviado al exilio, sabiendo que encontraría sin piedad si regresó. Sin embargo, pronto volvió al trabajo en el mismo barrio. Fue arrestado por el infame Topecliffe en Padley, el hogar de John Fitzherbert, un miembro de una familia que aún sobrevive y sigue siendo católico , y el arresto se realizó mediante la traición de un hijo de la casa. Topcliffe obtuvo la casa y vivió allí hasta que murió en 1604. Con Garlick fue arrestado otro sacerdote , Robert Ludlam, o Ludham, quien, como Garlick, había estado en Oxford y se había dedicado a la enseñanza antes de su ordenación en mayo de 1581. En Derby Gaol, una prisión pequeña y pestilente, encontraron a un tercer sacerdote , Robert Sympson, que era de la universidad de Garlick en Oxford. Allí tomó las órdenes protestantes , pero poco después se reconcilió con la Iglesia , por lo que sufrió un largo encarcelamiento en el castillo de York. En este juicio, su fe se había fortalecido, pero habiendo sido ordenado y pasado por muchos trabajos, incluido el exilio, nuevamente estaba en peligro y en peligro de perder la vida, y esta vez estaba vacilando. Garlick y Ludlam vitorearon, reconciliaron y consolaron a su compañero de cautiverio, y los tres fueron juzgados y sufrieron juntos.

Fuentes

REY, Vida de N. Garlick (1904); CHALLONER, Sacerdotes Misioneros (Londres, 1741), I, 203; BOASE, Oxford Register, II, ii, 59; FOLEY, Records SJ (Londres, 1877-83), III, 224-29.

John Garland


Un poeta y gramático inglés, que vivió a mediados del siglo XIII. Nos cuenta que nació en Inglaterra y estudió en Oxford con John of London, uno de los maestros de Roger Bacon . Continúa agregando que fue "criado" en Francia y atesorado esa tierra sobre la tierra de este nacimiento. La mayor parte de su vida la pasó allí. En un momento estudió en la Universidad de París , y luego enseñó gramática y bellas letras en Toulouse , y más tarde en París . Fue a Toulouse en el momento del final de la guerra contra los albigenses . Por eso fue alrededor de 1229 que compuso el "Epithalamium Beatae Virginis Mariae", dedicado al Cardenal Romano Bonaventura, Cardenal-Diácono de Sant'Angelo, quien, como legado , intentaba reconquistar a la gente de Languedoc con la Fe ortodoxa . Su "De triumphis Ecclesiae" también pertenece a este período. Es un poema épico en distichs, que celebra las victorias de las cruzadas , el aplastamiento de la herejía y las glorias de la Fe. En 1234 regresó a París y escribió su "Accentuarium", un poema en 1426 versos hexámetros sobre las leyes del acento. Un poco más tarde, en París también, compuso su "Carmen de Ecclesia", un poema sobre la liturgia, dedicado a Fulk, obispo de Londres (1244-1259). En él, el poeta lamenta la reciente muerte de su compatriota, Alejandro de Hales , quien murió el 21 de agosto de 1245. De la misma manera que los maestros de su época, escribió un glosario de este poema. Para su propio uso como tutor, escribió un "Distigium" o "Cornutus" en cuarenta y dos versos hexámetros, agrupados por parejas, para ayudar a recordar palabras latinas inusuales o palabras griegas latinizadas; un "Dictionarius cum commento", o glosario; un compendio de gramática, en verso; un "Æquivoca", o una lista de homónimos, también en verso; un tratado de retórica con el extraño título "Ejemplos morales" (Exempla honestae vitae); un "Commentarius curiatium", destinado a explicar a los hijos de nobles el significado de las palabras latinas que puedan interesarles; una "Poetria", o colección de ejemplos en cada estilo de versificación.
En el "Exempla" nos dice que obtuvo su nombre de la Rue Garlande (ahora la Rue Galande), una calle principal en el barrio de la universidad donde enseñaba. Fue para sus alumnos en París que escribió la "Miracula Beatae Mariae Virginis", en la que nos dice que trabajó en la biblioteca de Ste-Genevieve, lo que demuestra que estaba abierta al público. Es la primera referencia a esta biblioteca . Otros trabajos se atribuyen a John Garland, algunos de ellos erróneamente , como los diversos poemas titulados "Facetus"; "De contemptu mundi"; "Floretus"; "Cornutus novus"; un tratado sobre química; un tratado de interés. Muchos de los anteriores nunca han sido editados. Los versos de John Garland son muy defectuosos, siendo una mala prosa versificada. El estilo es oscuro y absurdamente pedante. Los sarcasmos de Erasmo con referencia a los métodos pedagógicos de los maestros medievales a menudo son respaldados por citas de los escritos de Garland. Para los hombres del Renacimiento , se lo consideró un tipo de escolástica que se volcó hacia la literatura.

Fuentes

En sus diversas obras y ediciones, ver HAUREAU, Notices et extraits des manuscrits (1879), XXVII, ii, 1-86; LE CLERC, Histoire litteraire de la France (1847-52), XXII, 11, 77.