martes, 26 de marzo de 2013

EL CULTO AL EMPERADOR.

 Estatua del emperador Augusto llamada de Prima Porta. Roma, Museos Vaticanos.

Estatua del emperador Augusto llamada de Prima Porta. Roma. Museos Vaticanos.

El poeta romano Ovidio nos cuenta en su libro Metamorfosis, escrito en la primera década del siglo I e.c., cómo César se metamorfoseó en estrella y dios. Por eso su hijo adoptivo, Augusto, que gobernaba en ese momento, podía decir que era hijo de dios. De esta forma se fue estableciendo el culto a los emperadores:

«Pero mientras Esculapio no es más que un extranjero que ha encontrado un lugar entre nuestros santuarios, César es dios en su propia ciudad [...] y debe su metamorfosis a su hijo. Porque de entre todo lo hecho por César nada ha sido más glorioso que ser el padre de tal hijo [...]. César, tras dejar a buen recaudo el imperio, fue colocado entre las estrellas ya que, apenas hubo muerto, Venus, invisible para todos, bajó y tomó el alma del cuerpo para llevarla al alto cielo, donde se convertiría en estrella [...] y desde lo alto del cielo, César, viendo las hazañas de su hijo, reconoce que le supera y se regocija al verse vencido [...] porque también Saturno es menos grande que su hijo Júpiter. Júpiter es el soberano de las altas moradas celestes [...] del mismo modo la tierra se halla sometida al poder de Augusto. Ambos son padres y jefes de su imperio.»
El ensalzamiento de Augusto y otros emperadores se produjo por influencia de los faraones egipcios, ya que es tras la conquista de Egipto cuando se instaura en Roma el culto imperial. También ocurrió en algunas monarquías helenísticas, que consideraban dioses a los reyes y que cayeron progresivamente bajo el poder de Roma.

LA RELIGIÓN EN LAS PROVINCIAS ROMANAS.

 Pórtico del templo de Antonino y Faustina, en el Foro romano (141 e.c.).
Pórtico del templo de Antonino y Faustina, en el Foro romano (141 a.C). Grabados en la piedra se pueden leer los nombres del emperador Antonino y su esposa Faustina, precedidos de las palabras divo/ae, lo que indica que se les consideraba dioses y como a tales se les rendía culto.


Los romanos no pretendieron crear un imperio con una única religión, pero, a la larga, los que querían alcanzar puestos de importancia en las provincias solían adorar a los dioses de Roma, especialmente los que exaltaban su poder. En muchos lugares, era frecuente una clara diferencia entre los gobernantes de la zona, que practicaban la religión romana, y la gran mayoría de la población, que mantenía el culto que existía antes de la llegada de los romanos.
Sin embargo, los romanos actuaban severamente con las religiones y los cultos que, según su consideración, podían plantearles problemas. Por ejemplo, el senado prohibió las bacanales, fiestas en honor a Dioniso-Baco a comienzos del siglo II a.e.c.
En las provincias, los dioses locales de la guerra fueron desarraigados, salvo que pudieran utilizarse en favor de Roma. En el siglo I e.c. también fueron puestos fuera de la ley los druidas.
Un caso muy notable de persecución religiosa fue la vivida tanto por los cristianos como por los judíos. Ambas religiones fueron acusadas de estar en contra de la religión romana y su emperador, por lo que se castigó en diversos momentos a sus seguidores, incluso con la muerte.

GLADIADOR.

 Fotografía de la película "Gladiador"
Fotografía de la película "Gladiador".
 
Gladiador (Gladiator), 2000, 155 minutos, Estados Unidos, dirección de Ridley Scott y guión de David Franzoni, William Nicholson y Josh Logan.

Esta película muestra una visión actualizada del imperio romano, pese a que existen determinadas incoherencias en la película, desde un punto de vista histórico.

Son destacables algunos aspectos relacionados con la religión romana. El general Máximo, protagonista de la película, arenga a los soldados de la legión romana en la que parece la última batalla contra los bárbaros de Germania. Exhorta a sus hombres para que luchen con valor, recordándoles que «lo que se hace en la vida, tiene su eco en la eternidad», y finalmente grita: «Estaréis en el Elíseo» (lugar paradisíaco que en la mitología grecorromana alcanzaban unos pocos elegidos).

Otro momento que muestra aspectos religiosos es el de la muerte del emperador Marco Aurelio. Su hijo Cómodo ofrece un sacrificio de cien animales para honrar a su padre. El protagonista muestra su religiosidad, llevando a cabo una serie de rituales y rezos ante unas figurillas de barro, que representan a sus penates. También, en determinados momentos de la película, cree que ya ha muerto y se ve a sí mismo en el Más Allá, con su familia. Por lo que sabemos de su religión, los romanos no creían en un mundo de ultratumba tal como lo ve Máximo.

Otro motivo de análisis es la consideración del emperador por parte de la sociedad en tiempos del imperio romano. Se refleja la convicción general de que el César tenía condición de divinidad.

LA FUNDACIÓN DE ROMA.

 La loba capitolina con Rómulo y Remo, uno de los símbolos religiosos de Roma.
La loba capitolina con Rómulo y Remo, uno de los símbolos religiosos de Roma.

Los romanos contaban la siguiente leyenda para explicar los orígenes de su ciudad.
Decían que Rómulo, el fundador mítico de la ciudad, y Remo, su hermano gemelo, eran hijos de la princesa Rea Silvia y del dios Marte. Rea Silvia era descendiente de Eneas, el único jefe troyano que había sobrevivido a la destrucción de Troya. Este era considerado hijo de Venus y antepasado de varias familias nobles de Roma.
Rómulo y Remo fueron abandonados nada más nacer en la colina del Capitolio, pero sobrevivieron amamantados por una loba. Cuando Rómulo se hizo un hombre, fundó, ayudado por sus compañeros, la ciudad de Roma en el lugar donde había sido salvado por la loba. Era el año 753 a.e.c. Por esta razón, el Capitolio era tan importante para la religión romana, ya que fue el lugar elegido por Rómulo. Se dice que no murió, sino que ascendió a los cielos en una nube y fue reconocido como un ser divino, el dios Quirino.
Al igual que ocurría con la religión griega, los dioses romanos en muchas ocasiones se comportaban como humanos, incluso con sus mismos tropiezos. Pero, en este caso, se observa cómo determinados relatos religiosos servían para justificar el origen noble y la superioridad de ciertas familias patricias. Por ejemplo, se decía que los miembros de la gens Iulia (como Julio César y sus sucesores) eran descendientes de Eneas, y por tanto de Venus. Es decir, la familia imperial intentaba vincular sus orígenes con un pasado glorioso y divino. De esta forma, y también con la ayuda de algunos intelectuales, los emperadores pudieron instaurar un culto personal que les proporcionó mayor poder.

LAS FIESTAS ROMANAS.

 El auriga vencedor de una carrera de carros llevando la palma que indica su victoria, mosaico romano conservado en Madrid, Museo Arqueológico Nacional.
El auriga vencedor de una carrera de carros llevando la palma que indica su victoria, mosaico romano conservado en Madrid, Museo Arqueológico Nacional.

Se celebraban para agradecer a las divinidades la cosecha, la siembra o los frutos de la tierra, pero también tenían que ver con victorias militares y otros acontecimientos relevantes para el pueblo romano. Entre las más importantes estaban las matronales, las parentales y las saturnales.
Las matronales eran las fiestas de las matronas o madres de familia romanas. El 1 de marzo, eran ellas las que tomaban la iniciativa en la casa. Poco después se celebraban las parentales, que duraban nueve días, hasta el comienzo de la primavera el 21 de marzo. Era una fiesta dedicada a los difuntos, por lo que se visitaban las tumbas de los familiares.
Las saturnales, dedicadas a Saturno, se realizaban a mediados de diciembre cuando acababan las labores del campo. Durante un período de la fiesta se intercambiaba la categoría social y personal, de manera que los amos servían a los esclavos y los varones a las mujeres.
Además de estas fiestas, los romanos eran muy aficionados a realizar juegos públicos, y los entendían como celebraciones importantes en honor a los dioses en momentos determinados del año. Por ejemplo, los juegos circenses, que consistían en carreras de carros, estaban dedicados al dios Marte.

EL PANTEÓN DE ROMA.

Índice

El panteón de Agripa

El Panteón en un grabado de Giovanni Battista Piranesi.
Inscripción.
M·AGRIPPA·L·F·COS·TERTIVM·FECIT
Marco Agrippa, hijo de Lucio, cónsul por tercera vez, (lo) hizo
Esta es la inscripción que puede leerse en el friso del pórtico de entrada. Atribuye la construcción del edificio a Marco Vipsanio Agripa, amigo, general y yerno del emperador Augusto. El tercer consulado de Agrippa nos indica el año 27 a. C. Además, Dión Casio lo encuadra2 entre las obras realizadas por Agrippa en la zona de Roma conocida como el campo de Marte en 25 a. C.
Durante siglos se pensó que esta inscripión hacía referencia al edificio actual. Sin embargo, tras las investigaciones3 efectuadas por Chedanne en el siglo XIX se supo que en realidad, el templo de Agripa fue destruido, y que el existente actualmente es una reconstrucción realizada en tiempos de Adriano. Los restos descubiertos a finales del siglo XIX nos permiten saber que el templo original guardaba semejanzas con el actual. Lo que hoy es un pórtico de entrada fue originalmente la fachada de un templo períptero. La primitiva entrada se efectuaba por el lado opuesto, hacia el sur, ya que en la rotonda actual había una plaza circular porticada. Al otro lado de esa plaza se encontraba la basílica de Neptuno.
El primer templo era rectangular, con la cella dispuesta transversalmente, al igual que en el templo de la Concordia del Foro romano, o en el pequeño templo de Veiove en la colina del Campidoglio. Estaba construido con bloques de travertino y forrado en mármol. También se sabe que los capiteles eran de bronce y que la decoración incluía cariátides y estatuas frontales. En el interior del pronaos había sendas estatuas de Augusto y Agripa.
Por Dión Casio sabemos que la denominación de Panteón no era la oficial del edificio, y que la intención de Agrippa era la de crear un culto dinástico, probablemente dedicado a los protectores de la gens Julia: Marte, Venus y el Divus Iulius, es decir, Julio César divinizado.
El edificio sufrió daños por un incendio en el año 80, de los que fue reparado por Domiciano, aunque sufrió una nueva destrucción en tiempos de Trajano, en el año 110.

El panteón reconstruido por Adriano

Planta.
En tiempos de Adriano el edificio fue enteramente reconstruido. Su nombre no aparece en las inscripciones debido al rechazo de este emperador a que su nombre figurase en las obras llevadas a cabo bajo su mandato, muy al contrario que su predecesor Trajano. Las marcas de fábrica encontradas en los ladrillos corresponden a los años 123125, lo que permite suponer que el templo fue inaugurado por el emperador durante su estancia en la capital entre 125 y 128. Aunque no se sabe con certeza quién fue el arquitecto, el proyecto se suele atribuir a Apolodoro de Damasco.
Se cambió la orientación respecto del panteón precedente, ya que se colocó la fachada principal hacia el norte. El edificio quedó compuesto por una columnata a modo de pronaos, una amplia cella redonda y una estructura prismática intermedia. El gran pronaos y la estructura de unión con la cella ocuparon por completo el espacio del templo anterior, mientras que la rotonda fue construida sobre el espacio de la plaza augustea que separaba el panteón de la basílica de Neptuno. Delante del templo se edificó una plaza porticada en tres de sus lados y pavimentada con lajas de travertino.

Características

La construcción de una amplia sala redonda adosada al pórtico de un templo clásico es una innovación en la arquitectura romana. El modelo de espacio circular cubierto por una bóveda se había utilizado por la misma época en las grandes salas termales, pero era una novedad usarlo en un templo. El efecto de sorpresa al cruzar el umbral de la puerta debía ser notable.
La construcción de una cúpula semiesférica sobre un tambor circular, era típico de la arquitectura de la época. Se observa en la Villa Adriana en Tívoli, en las termas de Agripa, las termas de Caracalla, y en general en las salas de los primeros tiempos del imperio. Las pechinas no se generalizarían hasta una época más tardía, en tiempos de Diocleciano.
El espacio interno de la rotonda está constituido por un cilindro cubierto por una semiesfera. El cilindro tiene una altura igual al radio, y la altura total es igual al diámetro, por lo que se puede inscribir una esfera completa en el espacio interior. El diámetro de la cúpula es de 43,44 m (150 pies), lo que la convierte en la mayor cúpula de hormigón en masa de la historia. La cúpula de la Basílica de San Pedro fue construida un poco más pequeña.

El pronaos

La cobertura del pronaos.
El pronaos octástilo, con ocho columnas en la fachada, y con cuatro columnas en los laterales, mide 34,20x15,62 m, y se encuentra 1,32 m sobre el nivel de la plaza, de modo que se accede subiendo cinco escalones. La altura total del orden es de 14,15 m y los fustes tienen un diámetro de 1,48 m en la base.
El friso contiene la inscripción de Agrippa en letras de bronce. En el arquitrabe se grabó posteriormente una segunda inscripción4 relativa a la restauración acometida en tiempos de Septimio Severo. El frontón debía estar decorado con estatuas de bronce, ancladas con pernos, y hoy perdidas. Por la posición de los orificios se especula con que pudo ser la figura de un águila con las alas desplegadas.
Al interior, dos filas de cuatro columnas dividen el espacio en tres naves, la central y más amplia conduce a la gran puerta de acceso a la cella, mientras las dos laterales terminan en dos amplios nichos que debían albergar estatuas de César Augusto y de Agrippa, trasladadas desde el edificio viejo. El fuste de las columnas estaba hecho de granito gris (en la fachada) o rojo, provenientes de las canteras de Egipto. También los pórticos que rodeaban la plaza eran de granito rojo, aunque de menor dimensión. Los capiteles corintios, las basas y los elementos de trabazón son de mármol pentélico, proveniente de Grecia. La última columna del lateral oriental, perdida en el siglo XV, fue sustituida por otra de granito gris en tiempos de Alejandro VII. La columna del extremo oriental de la fachada fue igualmente sustituida con un fuste de granito rojo bajo el pontificado de Urbano VIII. De este modo se modificó la alternancia de colores original.
La cubierta a dos aguas está soportada por cerchas de madera, apoyadas sobre una estructura muraria que apoya por medio de arcos en las columnas. La cobertura original estaba formada por cerchas de bronce, con perfiles en forma de U, según las describió Andrea Palladio. Una versión dice que fueron expoliadas por el papa Urbano VII, que mandó fundirlas para fabricar cien cañones para el Castillo Sant'Angelo. Otra versión asegura que el Papa Urbano VIII mandó fundir el bronce del techo para que fuera empleado en el baldaquino de San Pedro. El pavimento es de piezas de mármol de color, colocadas formando círculos y cuadrados.

El cuerpo intermedio

Alzado y sección.
El cuerpo intermedio que conecta el pronaos con la cella está construido en opera latericia, y consta de dos grandes machones adosados a la cella. Los machones flanquean el paso de acceso a la rotonda, que es la prolongación de la nave central del pronaos. Por otra parte, entre los machones y la cella queda un espacio residual en el que se ubican dos escaleras de acceso a la parte superior de la cúpula.
Al exterior, la estructura tiene la misma altura del cilindro de la rotonda, y debía tener un revestimiento en estuco y mortero hoy desaparecido. Sobre este cuerpo existe un segundo frontón de ladrillo, de una altura mayor que la del pórtico de entrada, y que se preveía que se viera solo desde gran distancia. Las líneas de cornisa, que recorren el exterior de la rotonda marcando los pisos, continúan en este cuerpo sin solución de continuidad.
La diferencia de nivel entre los dos frontones ha hecho suponer que el pronaos estaba previsto de mayores dimensiones, con columnas de 50 pies de alto (14,80 m), mayores incluso que las del acceso norte del foro de Trajano. El proyecto hubo de ser modificado, al no poderse suministrar columnas de tan grandes dimensiones.

El interior de la rotonda

Interior.
Interior de la cúpula.
Interior de la cella.
En el nivel inferior se abren siete amplias exedras, de planta trapecial y semicircular alternativamente. Los nichos están enmarcados por un orden de pilastras y de columnas, con un entablamento corrido en todo el perímetro, excepto en las exedra del eje principal. En estas, cubiertas mediante bóvedas, el entablamento se interrumpe ya que las columnas intermedias no son necesarias. Entre las exedras, en los paños de muro intermedios, aparecen edículos con capialzados triangulares y circulares alternados.
En un segundo nivel, desde el entablamento hasta la imposta de la bóveda, hay una fila de ventanas. Estas ventanas, que abren a una galería superior, coinciden en vertical con los nichos y los edículos. La decoración romana original fue sustituida en el siglo XVIII por la que se puede ver actualmente, realizada probablemente entre los años 1747-1752. El sector sudoccidental ha sufrido varias restauraciones, no del todo apropiadas, que han alterado el aspecto inicial.
El pavimento de la rotonda es ligeramente convexo, con la parte central 30 cm más alta que el perímetro, para que la lluvia que entre por el óculo fluya hacia el canal situado en todo el perímetro. El revestimiento es de baldosas con un diseño de cuadrados en los que se inscriben alternativamente cuadrados y círculos más pequeños.

La cúpula

La cúpula está formada en el interior con cinco filas de casetones, que decrecen en tamaño hacia el centro, donde está perforada por un óculo de 9 m de diámetro. Dicha ventana circular permanece abierta, y por ella entra la luz, e incluso la lluvia; el pavimento del templo cuenta con desagües que la evacuan. El óculo estaba rodeado por una cornisa de bronce fijada a la cúpula en la última fila de casetones. Las oquedades en la fábrica sugieren que tanto los casetones como el espacio intermedio estaban forrados de bronce.
Al exterior, la cúpula arranca de una sobreelevación del muro, a 8,40 m por encima del arranque interior de la bóveda. Se encuentra articulada por medio de siete anillos superpuestos, el inferior de los cuales conserva todavía el revestimiento de mármol. El resto se encontraba cubierto por planchas de bronce dorado, hoy perdido a excepción del perímetro del óculo, todavía en el lugar. Las planchas de bronce fueron arrancadas en el año 663 por orden de Constante II, emperador de Bizancio, y se colocó una cubierta nueva de plomo en 735. Otro elemento que refuerza la idea de perfección es que la altura de la última cornisa segunda, donde arranca la bóveda, es justo la mitad de la altura desde el punto más alto de la bóveda al suelo, y curiosamente ésta coincide con el diámetro (pudiendo inscribir en el interior de la construcción una esfera completa perfecta).

La técnica constructiva

Panorámica de Roma con la cúpula.
En la parte trasera pueden verse los arcos embebidos en el muro.
Las técnicas constructivas romanas han permitido a la cúpula resistir diecinueve siglos sin necesidad de reformas o refuerzos. Son varios los factores técnicos responsables de que la cúpula haya llegado hasta nuestros días en perfectas condiciones.
La cúpula es semiesférica, formada de hormigón con cascotes de tufo y escoria volcánica. Las partes externas de la cúpula se forraron con opera latericia. También se utilizaron ladrillos bipedales en capas horizontales, a modo de anillos.5 Estaba reforzada conformando un sistema de nervios (paralelos y meridianos, como muestra la forma de los casetones). Fue construida mediante sucesivos anillos concéntricos de hormigón, resultando una estructura autoportante, ya que al fraguar cada anillo, se puede desmontar el andamiaje y proceder a hormigonar el siguiente anillo. Por ello, el óculo no se "cae", como pensó Brunelleschi cuando entró, ya que que en su época solo se utilizaban sistemas de construcción para cúpulas mediante dovelas apoyadas en cimbras de madera.
La cúpula se apoya sobre un grueso muro cilíndrico de opera latericia (hormigón con paredes de ladrillo), en la que se practicaron aberturas correspondiéndose con los tres niveles compositivos. En parte, estas aberturas eran funcionales, ya que conformaban las exedras, pero sobre todo eran estructurales, porque formaban una estructura interna de arcos de descarga. Estos arcos, resistentes y flexibles, forman un armazón que es visible en la pared trasera ahora que se ha perdido el revestimiento original. Choisy describe detalladamente este proceso constructivo.
En cuanto a la composición del hormigón romano, el cemento venía mezclado en pequeñas cantidades drenando de este modo el agua sobrante. En el hormigón moderno, cuanta más agua se emplea en el amasado, mayor es la porosidad una vez que el agua se evapora, reduciéndose la capacidad resistente. Así se conseguía eliminar parcial o totalmente las burbujas de aire que normalmente se forman durante el fraguado, confiriendo al material una resistencia notable. El hormigón se vertía en delgadas capas alternándolas con hiladas horizontales de piedra. Al ser colocado en pequeñas cantidades, se reduce la retracción del cemento, y por tanto la posibilidad de asientos o agrietamientos.
Por otra parte, se buscó reducir el peso de la cúpula por dos medios: aligerando los materiales (en lugar del travertino empleado en la cimentación, en la cúpula se utilizó piedra pómez), y reduciendo paulatinamente el espesor de la cáscara muraria hacia arriba (desde 5,90 m inicialmente hasta 1,50 m). Además, los nichos, galerías y ventanas practicadas en los muros, así como los casetones y el óculo de la bóveda, dispuestos entre los arcos principales, aligeran la construcción en las zonas de relleno.

Historia posterior

Interior del Panteón.
Se sabe de una reparación realizada por Antonino Pío. Por otra parte, una inscripción de menores dimensiones4 recuerda otra restauración a cargo de Septimio Severo en 202.
El edificio se salvó de la destrucción al principio de la Edad Media, porque ya en 608 el emperador bizantino Focas lo donó al papa Bonifacio IV, que lo transformó en iglesia cristiana (Santa María de los Mártires). Es el primer caso de un templo pagano convertido al culto cristiano. Por esta razón fue el único edificio de la Antigua Roma que permaneció intacto y en uso ininterrumpido.
En el siglo XV, el panteón es enriquecido con frescos: el más notable el de La Anunciación de Melozzo da Forlì, colocado en la primera capilla a la derecha de la entrada. En 1435 se lleva a cabo la demolición de las construcciones medievales anexas. A partir del Renacimiento el panteón es utilizado como sede de la Academia de los Virtuosos de Roma,6 sirviendo de sepulcro a grandes artistas italianos como Rafael o Vignola. En el siglo XVII se añadieron a los lados del frontón dos campanarios, obra de Gian Lorenzo Bernini, bautizados popularmente como orejas de asno, y eliminados en 1893.
El rey Víctor Manuel II, su hijo Humberto I y su esposa Margarita reposan en una de las capillas del Panteón. Estas tumbas son mantenidas por voluntarios de organizaciones monárquicas. Existen continuas polémicas acerca de si deberían trasladarse los restos, debido al comportamiento de la Casa de Saboya en el curso de las dos guerras mundiales.
Aunque el Panteón es un monumento cuyos gastos de conservación corren a cargo del Ministerio de Bienes Culturales de Italia, sigue siendo una iglesia en la que se celebran misas (principalmente de la forma extraordinaria del rito romano) y sobre todo bodas. Existe una tradición en la que el día de Pentecostés, a mediodía, se lanzan miles de pétalos de rosas rojas desde la linterna de la cúpula del Panteón mientras un coro canta el himno ''Veni Creator Spiritus''. Este gesto recuerda la venida del Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego sobre los apóstoles, y a dicho ritual asisten cientos de personas cada año.
En 1980 el centro histórico de Roma, incluyendo el Panteón, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.7
Einblick Panorama Pantheon Rom.jpg

Influencia posterior

La Rotonda diseñada por Thomas Jefferson en la Universidad de Virginia.
El Panteón ha tenido una enorme trascendencia en la arquitectura occidental. Durante el Renacimiento, los artistas y arquitectos que volvieron los ojos hacia la antigüedad clásica no podían pasar por alto uno de los edificios más bellos y mejor conservados de toda Roma. Brunelleschi estudió el Panteón para la construcción de la cúpula del Duomo de Florencia, punto de partida de la arquitectura renacentista. Bramante y Miguel Ángel lo recrearon en obras como el Templete de San Pietro in Montorio o la Basílica de San Pedro. Durante el neoclasicismo italiano, Antonio Canova proyectó un templo en Possagno, su ciudad natal, basándose en el diseño del Panteón.
Su influencia se deja notar en Inglaterra y América del Norte, sobre todo gracias a Andrea Palladio, que fue muy imitado hasta el siglo XIX. Muchas salas cívicas, universidades y bibliotecas reutilizan la forma de cúpula con pórtico: la iglesia del cementerio monumental de Staglieno, la Iglesia de San Francisco de Paula en Nápoles, la villa Capra de Vicenza, la rotonda de Thomas Jefferson de la Universidad de Virginia, la biblioteca de la Universidad de Columbia, el edificio principal de la National Gallery de Washington o la Biblioteca del Estado de Victoria en Melbourne.

Referencias

  1. Extracto de Passeggiate romano en el que trata del Panteón (en italiano)
  2. Dión Casio, Historia de Roma, libro LIII (texto en inglés)
  3. Durante unas reparaciones, Chedanne obtuvo permiso para investigar la construcción, tomando muestras de los materiales. Notas de prensa de la época (en inglés)
  4. a b IMP. CAESER LUCIUS SEPTIMUS SEVERUS PIUS PERTINAX ARABIC. ADIABENIC. PARTHIC. PONT. MAX. TRIB. POT. XI. COS. III. PP. PROCOS. ET. IMP. CAES. MARCUS. AURELIUS. PIUS FELIX. AUG. TRIB. POT. V. COS. PROCOS. PANTHEUM. VETUSTATE. CORRUPTUM. CUM. OMNI. CULTO. RESTITUERUNT.
  5. García y Bellido, Antonio. Arte romano. (1955) Consejo Superior, página 376.
  6. hoy Insigne Academia Pontificia de Bellas Artes y Letras de los Virtuosos del Panteón
  7. Referencia al Panteón en la lista de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO

Bibliografía

  • Montero Fernández, Francisco Javier (2004). El Panteón: Imagen, tiempo y espacio. Proyecto y patrimonio.. Sevilla: Universidad de Sevilla. Instituto Universitario de Ciencias de la Construcción. ISBN 84-472-0824-9.
  • Choisy, Auguste (1873). L'art de bâtir chez les Romains. París: Librarie gènèerale de l'architectura et des travaux publics et Cie.
  • Lanciani, Rodolfo. (1897). Las ruinas y excavaciones de la Antigua Roma.. Extracto en inglés
  • Vighi, R. (1959). Il Pantheon.
  • Fine Licht, K. (1968). The Rotunda in Rome. A study of Hadrian's Pantheon.

Véase también

Enlaces externos

En castellano
En inglés

EL ORIGEN RELIGIOSO DE LAS PROHIBICIONES.

En lo referente a las razones religiosas de estas prácticas tan peculiares, basadas en tabúes e interdictos muy arcaicos, algunas tienen una explicación clara, como la prohibición de nudos en la túnica, que guarda relación con la idea de que nada debe atar a Júpiter en su soberanía.
Los flámines mayores (los de Júpiter, Marte y Quirino, los tres dioses de la tríada anterior a la influencia etrusca en Roma) eran lo más parecido a encarnaciones de los dioses.
Se piensa que corresponden a un nivel muy arcaico de la religión romana, que no tenía imágenes y que, por tanto, representaba a los dioses por medio de sus flámines. De tal modo que se exigía a los flámines un comportamiento de acuerdo a la naturaleza de los dioses que encarnaban, aunque les resultase muy incómodo.
Con el tiempo fue cada vez más difícil encontrar flámines escrupulosos, en particular a partir de finales de la República romana, entre otras cosas porque se les exigía que se casaran por un ritual que dificultaba mucho el divorcio, lo que cuadraba mal con las costumbres de la época.
Antes de la restauración de la religión romana que hizo Augusto (en tanto que pontífice máximo y, por ello, sacerdote supremo de Roma), el flaminado de Júpiter estuvo vacante más de ochenta años, por no encontrar a nadie que cumpliese las condiciones y estuviese dispuesto a aceptarlo. Pero, a pesar de todo, los romanos, al ser tan conservadores en sus rituales, intentaron mantener estos flaminados tan antiguos según las usanzas del pasado, aunque, al ser eminentemente prácticos, también fueron adaptando los interdictos y tabúes a los nuevos tiempos, así que lo que cuenta Aulo Gelio es lo que debían cumplir en las épocas más antiguas.

LAS PROHIBICIONES DEL FLAMEN DE JÚPITER.

El templo de Hera en Paestum

Esposa de Zeus y defensora del matrimonio y la familia, tuvo su equivalente latino en Juno.
Óleo de Antonio Joli (siglo XVIII). Caserta. Italia, Palacio Real.

El templo de Hera en Paestum

Los flámines eran un colegio sacerdotal muy antiguo. Contaba con quince miembros, cada uno de ellos dedicado a una divinidad específica. Los principales eran los de Júpiter, Marte y Quirino. El siguiente texto de Aulo Gelio, escritor romano del siglo II e.c., plantea las cosas que no le estaban permitidas al flamen de Júpiter, el principal de los sacerdotes de este dios, que debido a todas estas prohibiciones no podía tener una vida cotidiana normal:

 Texto de Aulio Gelio, escritor romano del s. II e.c. 

«Al flamen de Júpiter le está prohibido montar a caballo y tampoco puede ver al ejército en armas. Le está prohibido hacer juramentos y no puede llevar anillo, salvo que esté roto y sin piedra [...]. Si una persona encadenada entra en su casa, hay que quitarle las ataduras y tirarlas por el hueco del patio al tejado y de ahí a la calle. No puede llevar nudos en sus vestidos [...]. No puede ni tocar ni nombrar cabra, carne cruda, hiedra o haba. Los pies de su cama tienen que cubrirse de una fina capa de barro; no puede pasar más de tres noches seguidas fuera de su cama y nadie puede acostarse en ella. Su cabello y uñas cortados han de ser enterrados bajo un árbol. No puede ir al lugar donde se incinera a los muertos y no puede tampoco tocar un cadáver.

Su matrimonio no puede ser disuelto más que con la muerte, y si muere su mujer tiene que dejar el sacerdocio. Su mujer está sujeta por obligaciones similares y además no puede subir más de tres escalones de una escalera.»


Hoy en día, la consideración general tomaría estas prohibiciones como superstición, es decir, una creencia extraña a la fe religiosa y contraria a la razón. Estas prohibiciones que especifica el texto, respecto al flamen de Júpiter, pueden compararse con otras conocidas, e incluso temidas en la actualidad, como las que se relacionan con gatos negros, paraguas abiertos en el interior de las casas o pasar por debajo de escaleras.

LA EVOCATIO.

 Sacrificio al dios Baco, relieves pertenecientes a la decoración de un sarcófago (siglo II e.c.). Roma, Museos Vaticanos.
Sacrificio al dios Baco, relieves pertenecientes a la decoración de un sarcófago (siglo II a.C). Roma, Museos Vaticanos.

Cuando los romanos atacaban a otro pueblo, primero intentaban convencer a los dioses del enemigo para que se pasasen a su bando. Para ello el general romano utilizaba una fórmula religiosa llamada evocatio. Antes de la batalla, se recitaba esta fórmula y se sacrificaba un animal para poder conocer, gracias a la lectura de sus vísceras, la respuesta que habían dado los dioses. De esta manera, el panteón de dioses romanos fue creciendo a medida que se desarrollaban las conquistas. El siguiente texto lo transmite Macrobio, escritor de finales del siglo IV e.c., en su obra titulada Saturnales:

«Sea dios o sea diosa aquel que tenga bajo su protección al pueblo y al territorio que atacamos, suplico, conjuro y animo a que, de buena voluntad, abandone a ese pueblo y marche de sus templos y de sus ciudades, sembrando el terror y el olvido entre sus habitantes. Venid conmigo a Roma, con los míos, donde encontraréis una ciudad y un templo mejores, protegiéndonos así a nosotros los romanos.»
Esta fórmula indica que los romanos no dudaban de la existencia real y el poder de los dioses de los pueblos extranjeros y, por ello, intentaban obtener su apoyo. A cambio, prometían darles culto como si fueran dioses romanos. Roma no hacía exclusiones: la existencia de sus dioses no tenía que implicar la inexistencia de los demás.

LOS RITOS Y LAS CELEBRACIONES DE LA RELIGIÓN ROMANA. LOS SACERDOTES ROMANOS.

Al igual que existieron en Roma numerosos dioses, también fueron muy diversos los sacerdotes, rituales y fiestas. 

 http://www.kalipedia.com/kalipediamedia/penrelcul/media/200707/18/relycult/20070718klpprcryc_205.Ies.LCO.jpg
 Vestal romana. Atenas, Museo Arqueológico Nacional.
 

La religión en Roma siempre tuvo relación con la política, y esta siempre estuvo en manos de una minoría de privilegiados, así que los sacerdotes eran elegidos de entre los poderosos para que representasen a toda Roma ante sus dioses. No existía una formación específica para ser sacerdote: eran cargos ocupados por personas de reconocido prestigio político y social. En Roma existían alrededor de treinta sacerdocios oficiales, muchos de ellos agrupados en colegios sacerdotales.
Entre los más importantes se encontraban los pontífices, expertos en la tradición religiosa y supervisores de todos los ritos y celebraciones públicas. El pontifex maximus (pontífice máximo) era el presidente del colegio, y llegó a ser el más influyente de todos los sacerdotes romanos.
Los augures eran los encargados de realizar las ceremonias de adivinación. A través de estas, aconsejaban sobre lo que decían que los dioses estimaban que era correcto hacer.
Otro importante grupo sacerdotal fue el de las vestales, mujeres que formaban un colegio de seis sacerdotisas y se dedicaban durante treinta años al culto de la diosa Vesta. Ingresaban en este sacerdocio cuando tenían entre seis y diez años, y debían mantenerse vírgenes mientras durase su cargo, bajo pena de muerte.

 
El emperador Trajano ofreciendo un sacrificio a los dioses, detalle de los relieves de la columna Trajana, Roma.

LOS DIOSES GRIEGOS Y ROMANOS.

 Detalle de la fuente de Neptuno en la plaza Navona de Roma.
Detalle de la fuente de Neptuno en la plaza Navona de Roma.

Un buen número de los dioses griegos fueron adoptados por los romanos con el mismo o diferente nombre:

DIOSES GRIEGOS DIOSES ROMANOS
Zeus Júpiter
Hera Juno
Posidón Neptuno
Atenea Minerva
Apolo Apolo
Ártemis Diana
Afrodita Venus
Hermes Mercurio
Deméter Ceres
Dioniso Baco
Hefesto Vulcano
Hades Plutón
Perséfone Proserpina
Ares Marte
Hestia Vesta
Asclepio Esculapio
Eros Cupido
Urano Urano
Crono Saturno

LOS DIOSES Y LOS PLANETAS. DÍAS Y MESES.

 Calendario romano en piedra.
Calendario romano en piedra.

 
Elementos tan cotidianos como los nombres de los planetas y los días de la semana, así como la manera de distribuir días y meses en el calendario, permiten comprobar las importantes huellas que subsisten de la religión romana, a pesar de haber dejado de practicarse hace tantos siglos.

Entre estos vestigios de la civilización romana, encontramos los nombres de sus dioses, que incorporaron a los elementos de su entorno y que se han mantenido en buena medida.

Los nombres de los planetas del sistema solar, salvo el de la Tierra, coinciden con nombres de los dioses romanos, pese a que no todos se pusieron en esa época: los tres más alejados del Sol, Urano, Neptuno y Plutón, los pusieron astrónomos que vivieron mucho tiempo después, ya en la época moderna.

También los días de la semana recibieron nombres dados por los romanos. Al lunes lo llamaron así en honor a la diosa Luna. Algunos han cambiado: el sábado recibe su denominación del día de descanso judío, sabbath, y el domingo viene de dominicus dies o «día del señor» y es el nombre que le pusieron los cristianos. El resto de días corresponde a Marte, Mercurio, Júpiter y Venus.

Por último, en el caso de los meses del año, la procedencia de los nombres es más variada, pero algunos tienen en origen el nombre de dioses romanos: enero (ianuarius en latín) era el mes de Jano, marzo (martius en latín) el de Marte, junio (iunius en latín) el de Juno. Además hay dos meses que se dedicaron a gobernantes porque fueron divinizados. Tras dedicar a Julio César el mes de julio, cuando dedicaron a Augusto el de agosto, se decidió alargarlo de 30 a 31 días, para que no fuera Julio César más que Augusto. Se lo quitaron a febrero, motivo por el que es tan corto.

LOS DIOSES FAMILIARES.

 Mosaico de los dioses lares perteneciente a una casa de la antigua ciudad romana de Herculano, cerca de Nápoles, Italia.
Mosaico de los dioses lares perteneciente a una casa antigua ciudad romana de Herculano, cerca de Nápoles, Italia.

A los dioses familiares se les daba culto en cada hogar. La persona que dirigía estos rituales era el padre de familia. Los tres grupos principales eran los penates, los lares y los genios.
Los primeros eran los encargados de que la familia tuviese alimentos y prosperase. Los lares protegían cada hogar y el genio era el dios que daba la fecundidad al padre de familia. Existía también un equivalente en la mujer, la juno.
Los antepasados muertos eran también divinidades a las que se conocía por el nombre de dioses manes, y se les daba culto llevando flores a las tumbas. Los difuntos eran incinerados a las afueras de la ciudad y sus cenizas eran colocadas en un monumento funerario. Si la familia era adinerada, podía ser muy espléndido, como en el caso de los emperadores, y, en caso contrario, podía tratarse de un simple nicho como los de los actuales cementerios, o una vasija enterrada.

LOS DIOSES OFICIALES.

 El dios Jano.
El dios Jano. Siempre se le representaba con barba y dos caras. En la fotografía solo se ve una de ellas, pero esta escultura presenta otra cara en su parte posterior. Museo de Murcia.

 
Los dioses romanos mostraban su estado de ánimo a través de presagios y se les ganaba por medio de ofrendas. Había dioses de todos los romanos, los dioses públicos, cuyo culto era controlado por el Estado. Pero también había dioses privados, y cada familia tenía los suyos. A estos se sumaban los dioses extranjeros provenientes de diversas influencias, por lo que los romanos tuvieron una enorme cantidad de dioses.
Júpiter era el principal símbolo de Roma. Se le llamaba optimo (el mejor) y maximo (el más grande).
También Marte, dios de la guerra, se encontraba entre los dioses públicos más respetados. Era invocado para que ayudase al ejército en las batallas y también se le consideraba un dios de los campesinos.
Juno era la diosa protectora de la mujer y de las esposas, y Minerva era diosa de las actividades artesanales, intelectuales y de la medicina.
Vesta, diosa del hogar, tenía un templo en Roma, que era circular, en el que, en lugar de una imagen de la diosa, existía un fuego que unas sacerdotisas, las vestales, debían mantener encendido para que la ciudad estuviera protegida.
Por último, Jano era un dios muy antiguo, con dos caras. Cuando su templo se cerraba era porque la paz reinaba en Roma.

LOS DIOSES DE ROMA.

Mitología romana

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Altar consagrado en honor de Júpiter y de Juno, del Palatinado.
La mitología romana, es decir, las creencias mitológicas de los habitantes de la Antigua Roma, puede considerarse formada por partes. La primera, principalmente tardía y literaria, consiste en préstamos completamente nuevos procedentes de la mitología griega. La otra, mayoritariamente antigua y cúltica, funcionaba en formas muy diferentes a las de la equivalente griega.

Índice

Naturaleza de los antiguos mitos romanos

Los romanos no tenían relatos secuenciales sobre sus dioses comparables a la Titanomaquia o la seducción de Zeus por Hera, hasta que sus poetas comenzaron a adoptar los modelos griegos en el último lapso de tiempo de la república romana. Sin embargo, lo que si tenían, era:
  • Un sistema muy desarrollado de rituales, escuelas sacerdotales y panteones de dioses relacionados;
  • Un rico conjunto de mitos históricos sobre la fundación y auge de su ciudad por parte de actores humanos con ocasionales intervenciones divinas.

Mitología antigua sobre los dioses

Altar de los doce dioses del Panteón Romano. Museo del Louvre.
El modelo romano incluía una forma muy diferente a la de los griegos de definir y concebir a los dioses. Por ejemplo, en la mitología griega Deméter era caracterizada por una historia muy conocida sobre su dolor por el rapto de su hija Perséfone a manos de Hades. Los antiguos romanos, por el contrario, concebían a su equivalente Ceres como una deidad con un sacerdote oficial llamado Flamen, subalterno de los flamines de Júpiter, Marte y Quirino, pero superior a los de Flora y Pomona. También se le consideraba agrupado en una tríada con otros dos dioses agrícolas, Liber y Libera, y se sabía la relación de dioses menores con funciones especializadas que le asistían: Sarritor (escardado), Messor (cosecha), Convector (transporte), Conditor (almacenaje), Insitor (siembra) y varias docenas más.
Así pues, la «mitología» romana arcaica, al menos en lo referente a los dioses, no estaba formada por relatos sino más bien el entrelazamiento y las complejas interrelaciones entre dioses y humanos.
La religión original de los primeros romanos fue modificada por la adición de numerosas y contradictorias creencias en épocas posteriores, y por la asimilación de grandes porciones de la mitología griega. Lo poco que se sabe sobre la religión romana primitiva no es gracias a relatos de la época sino a escritores posteriores que buscaron preservar las viejas tradiciones del olvido en el que estaban cayendo, como el estudioso del siglo I a. C. Marco Terencio Varrón. Otros escritores clásicos, como el poeta Ovidio en sus Fastos (‘calendario’), fueron fuertemente influidos por los modelos helenísticos, y en sus obras se recurre con frecuencia a las creencias griegas para rellenar los huecos de las tradiciones romanas.
Rómulo y Remo amamantados por la loba. Museo Nuovo, Palazzo dei Conservatori, Roma.

Mitología antigua sobre la historia romana

En contraste con la escasez del material narrativo sobre los dioses, los romanos tenían una rica panoplia de leyendas sobre la fundación y primera expansión de su propia ciudad. Además de estas tradiciones de origen mayoritariamente local, a este surtido se injertó material procedente de las leyendas heroicas griegas en una época temprana, haciendo por ejemplo a Eneas antepasado de Rómulo y Remo.
La Eneida y los primeros libros de Livio son las mejores fuentes exhaustivas para esta mitología humana.

Dioses nativos romanos e itálicos

Estatua de Ceres portando fruta.
Las prácticas rituales romanas de los sacerdotes oficiales distinguían claramente dos clases de dioses: los di indigetes y los di novensides o novensiles. Los indigetes eran los dioses originales del estado romano (véase Di indigetes), y su nombre y naturaleza están indicados por los títulos de los sacerdotes más antiguos y por las fiestas fijas del calendario. Los novensides eran divinidades posteriores cuyos cultos fueron introducidos en la ciudad en el periodo histórico, normalmente en una fecha conocida y como respuesta a una crisis específica o necesidad percibida.
Las divinidades romanas primitivas incluían, además de los di indigetes, un montón de los llamados dioses especialistas cuyos nombres eran invocados al realizar diversas actividades, como la cosecha. Los fragmentos de los viejos rituales que acompañaban a estos actos como el arado o la siembra revelan que en cada parte del proceso se invocaba a una deidad diferente, estando el nombre de cada una de ellas derivado regularmente del verbo para la operación. Estas divinidades pueden ser agrupadas bajo el término general de dioses asistentes o auxiliares, que eran invocados junto con la deidades mayores. Los antiguos cultos romanos eran más un polidemonismo que un politeísmo: los conceptos que los adoradores tenían de los seres invocados consistían en poco más que sus nombres y funciones, y el numen o ‘poder’ del ser se manifestaba en formas altamente especializadas.
Una cabeza de Minerva hallada en las ruinas de los baños romanos de Bath (Inglaterra).
El carácter de los indigetes y sus fiestas muestran que los antiguos romanos no sólo eran miembros de una comunidad agrícola sino que también estaban orgullosos de luchar y muy involucrados con la guerra. Los dioses representaban distintivamente las necesidades prácticas de la vida diaria, como las sentía la comunidad romana a la que pertenecían. Se entregaban escrupulosamente a los ritos y ofrendas que consideraban apropiados. Así, Jano y Vesta guardaban la puerta y el hogar, los Lares protegían el campo y la casa, Pales los pastos, Saturno la siembra, Ceres el crecimiento del grano, Pomona la fruta, y Consus y Ops la cosecha. Incluso el majestuoso Júpiter, rey de los dioses, era honrado por la ayuda que sus lluvias daban a las granjas y viñedos. En su más amplio carácter era considerado, a través de su arma de rayos, el director de la actividad humana y, por su amplio dominio, el protector de los romanos en sus expediciones militares allende las fronteras de su propio país. Prominentes en la época más antigua fueron los dioses Marte y Quirino, que a menudo se identificaban entre sí. Marte era un dios de la guerra al que se honraba en marzo y octubre. Los investigadores modernos creen que Quirino fue el patrón de la comunidad militar en tiempos de paz.
A la cabeza del panteón primitivo se encontraba la tríada Júpiter, Marte y Quirino (cuyos tres sacerdotes, o flamines, tenían el mayor rango), y Jano y Vesta. Estos dioses antiguos tenían poca individualidad, y sus historias personales carecían de matrimonios y genealogías. A diferencia de los dioses griegos, no se consideraba que funcionaban de la misma forma que los mortales, y por ello no existen muchos relatos de sus actividades. Este culto primitivo está asociado con Numa Pompilio, el segundo rey de Roma, de quien se creía que tuvo como consorte y consejera a la diosa romana de las fuentes y los partos, Egeria, a quien a menudo se identifica como una ninfa en las fuentes literarias posteriores. Sin embargo, se añadieron nuevos elementos en una época relativamente temprana. A la casa real de los Tarquinios se atribuyó en las leyendas el establecimiento de la gran Tríada Capitolina, Júpiter, Juno y Minerva, que asumió el lugar supremo en la religión romana. Otras adiciones fueron el culto a Diana en el monte Aventino y la introducción de los Libros Sibilinos, profecías de la historia del mundo que, según la leyenda, fueron compradas por Tarquinio a finales del siglo IV a. C. a la Sibila de Cumas.
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Minerva
Hendrick Goltzius
Tríada Capitolina clásica: Júpiter, Juno y Minerva
Jacopo Zucchi
Juno
Jan Nagel

Dioses extranjeros

La absorción de deidades locales vecinas tuvo lugar a medida que el estado romano conquistaba el territorio vecino. Los romanos solían conceder a los dioses locales del territorio conquistado los mismos honores que a los dioses antiguos que habían sido considerados propios del estado romano. En muchas casos las recién adquiridas deidades eran invitadas formalmente a llevar su domicilio a nuevos santuarios en Roma. En 203 a. C., la figura de culto representativa de Cibeles fue retirada de Pesino (Frigia) y acogida ceremoniosamente en Roma. Además, el crecimiento de la ciudad atrajo a extranjeros, a los que se permitía continuar con la adoración a sus propios dioses. De esta forma llegó Mitra a Roma y su popularidad en las legiones extendió su culto hasta tan lejos como Bretaña. Además de Cástor y Pólux, los asentamientos conquistados en Italia parecen haber contribuido al panteón romano con Diana, Minerva, Hércules, Venus y otras deidades de menor rango, algunas de la cuales eran divinidades itálicas, procediendo otras originalmente de la cultura griega de Magna Grecia. Las deidades romanas importantes fueron finalmente identificadas con los más antropomórficos dioses y diosas griegos, y asumieron muchos de sus atributos y mitos.

Los principales dioses del Panteón Romano

Nombre Equivalente griego Función, características Atributo
Júpiter Zeus Padre de dioses y de hombres, soberano de las alturas, el que administra la Justicia, lanza el rayo y amontona las nubes. El águila, el rayo y el cetro.
Juno Hera Reina de los dioses, protectora del matrimonio y de la familia. El pavo real y la corona.
Neptuno Poseidón Dios del mar, de los caballos y de los terremotos. El tridente y el carro.
Minerva Atenea Diosa de la inteligencia y de la guerra justa, protectora de las instituciones políticas, de las ciencias y de las artes, patrona de los artesanos. El casco, el escudo, la lanza, el olivo y el búho.
Marte Ares Dios de la guerra destructiva y de la lucha. La espada, el escudo y el casco.
Venus Afrodita Diosa del amor y la belleza. La paloma, el espejo y la concha marina.
Apolo Apolo Dios de la luz, de la poesía, de la música, de la profecía y de la medicina. La lira, el arco y la flecha.
Diana Artemisa Diosa de la virginidad, de la caza y de la luna. La luna, el arco de plata, la flecha y el carcaj.
Mercurio Hermes Dios del comercio, protector de los caminos y guía del viajero. El Pétaso, el caduceo, las sandalias aladas y el bolso.
Baco Dioniso Dios del vino y de la danza, inspirador del delirio y el éxtasis. El tirso.
Vulcano Hefesto Dios de los volcanes, de los incendios y de la herrería. El yunque y el martillo.
Plutón Hades Dios de la muerte, señor del Inframundo. La corona de ébano, el trono de ébano y el carro tirado por cuatro caballos negros.

Véase también