lunes, 25 de marzo de 2013

PERICLES Y EL PELOPONESO.

 El político ateniense Pericles ostentó el mando de Atenas en la guerra del Peloponeso contra Esparta.
La figura de Pericles
Durante todo el tiempo que estuvo al frente de la ciudad en época de paz, la gobernó con moderación y veló por ella con seguridad, y durante su mandato Atenas llegó a ser la ciudad más poderosa; y una vez que la guerra estalló, también en aquellas circunstancias quedó claro que había previsto su potencia.

Sobrevivió dos años y seis meses al inicio del conflicto, y después de su muerte se reconoció aún más la clarividencia de sus previsiones respecto a la guerra. Sostenía, en efecto, que los atenienses vencerían si permanecían tranquilos y se cuidaban de su flota sin tratar de acrecentar su imperio durante la guerra y sin poner la ciudad en peligro. Pero ellos hicieron todo lo contrario, y, con miras a sus ambiciones particulares y a su particular beneficio, emprendieron una política diferente que parecía no tener nada que ver con la guerra y que resultaba perjudicial para sus intereses y los de sus aliados.

Era una política que en los casos de éxito redundaba sobre todo en honor y provecho de los particulares, pero que en los fracasos acarreaba a la ciudad un quebranto para la guerra. La causa era que Pericles, que gozaba de autoridad gracias a su prestigio y a su talento, y resultaba además manifiestamente insobornable, tenía a la multitud en su mano, aun en libertad, y no se dejaba conducir por ella, sino que era él quien la conducía; y esto era así porque, al no haber adquirido el poder por medios ilícitos, no pretendía halagarla en sus discursos, sino que se atrevía incluso, merced a su prestigio, a enfrentarse a su enojo.

Así, siempre que los veía confiados de modo insolente e inoportuno, los espantaba con sus palabras hasta que conseguía atemorizarlos, y, al contrario, cuando los veía dominados por un miedo irracional, los hacía retornar a la confianza.

En estas condiciones, aquello era de nombre una democracia, pero, en realidad, un gobierno del primer ciudadano. Sus sucesores, en cambio, al ser más iguales entre ellos y aspirar cada uno a ser el primero, cambiaron de política hasta el punto de someter los asuntos públicos a los antojos del pueblo.
Tucídides

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