domingo, 22 de septiembre de 2013

Astros.

1. Los astros en el paganismo antiguo.
El hombre antiguo era más sensible que nosotros a la presencia de los astros. Sol, luna, planetas y estrellas evocaban para él un mundo misterioso muy diferente del nuestro: el del cielo, al que se representaba en forma de esferas superpuestas, en las que los astros inscribían sus órdenes. Sus ciclos regulares le permitían medir el tiempo y establecer su calendario; pero le sugerían también que el mundo es gobernado por la ley del eterno retorno y que desde el cielo imponen los astros a las cosas de la tierra ciertos ritmos sagrados sin medida común con los avatares contingentes de la historia. Estos cuerpos luminosos le parecían, pues, una manifestación de los poderes sobrenaturales que dominan la humanidad y determinan sus destinos. A estos poderes rendía espontáneamente culto para granjearse su favor. El sol, la luna, el planeta Venus, etc., eran para él otros tantos dioses o diosas, y las constelaciones mismas diseñaban en el cielo figuras enigmáticas, a las que daba nombres míticos. Este interés que ponía en los astros le inducía a observarlos metódicamente: egipcios y mesopotamios eran famosos por sus conocimientos astronómicos; pero esta ciencia embrionaria estaba estrechamente ligada con prácticas adivinatorias e idolátricas. Así. el hombre de la antigüedad estaba como subyugado por poderes temerosos, que pesaban sobre su destino y le velaban al verdadero Dios.
2. Los astros, servidores de Dios.
Si abrimos la Biblia vemos que el clima cambia radicalmente. Cierto que todavía no se distingue bien a los astros de los ángeles, que constituyen la corte de Dios Job 38,7 Sal 148,2s: estos «ejércitos celestiales». Gen 2,1 son considerados como seres animados. Pero son criaturas como todo lo demás del universo Am 5,8 Gen 1,14ss Sal 33,6 136,7ss. Obedeciendo al llamamiento de Yahveh brillan en su puesto Bar 3,3ss, por orden suya intervienen para apoyar los combates de su pueblo Jos 10.12s Jue 5,20. Los astros no son, pues, dioses, sino servidores de «Yahveh de los ejércitos (Yahveh Sabaoth)». Si regulan el tiempo, si presiden el día y la noche, es porque Dios les ha asignado estas funciones precisas Gen 1,15s. Se puede admirar el resplandor del sol Sal 19,5ss, la belleza de la luna Cant 6,10, el orden perfecto de las revoluciones celestiales Sab 7.1 8ss; pero todo esto canta la gloria del Dios único Sal 19,2, que determinó las «leyes de los cielos» Job 38,31ss. Asi los astros no sirven de pantalla para ocultar a su creador, sino que lo revelan Sab 13,5. Purificados de su significado idolátrico, simbolizan ahora las realidades terrenales que manifiestan el designio de Dios: la multitud de los hijos de Abraham Gen 15.5, la venida del rey davídico Num 24,17, la luz de la salvación futura Is 60,1ss Mal 3.20 o la gloria eterna de los justos resucitados Dan 12,3.
3. Seducción del paganismo.
Pese a esta firmeza de la revelación biblica, Israel no se libra de la tentación de los cultos astrales. En los períodos de retroceso religioso, el sol, la luna y todo el ejército de los cielos conservan o vuelven a ganar adoradores 2Re 17,16 21,3.5 Ez 8,16; por un temor instintivo de estos poderes cósmicos, se trata de hacérselos propicios. Se hacen ofrendas a la «reina del cielo», Istar, el planeta Venus Jer 7,18 44,17ss; se observan los «signos del cielo» Jer 10,2 para leer en ellos los destinos Is 47,13. Pero la voz de los profetas se eleva contra este retorno ofensivo del paganismo; el Deuteronomio lo estigmatiza Dt 4,19 17,3; el rey Josías interviene brutalmente para extirpar sus prácticas 2Re 23,4s.11; a los adoradores de los astros promete Jeremías el peor de los castigos Jer 8,1s. Pero hará falta la prueba de la dispersión y de la cautividad para que Israel se convierta y abandone por fin esta forma de idolatría Job 31,26ss, cuya vanidad proclamará claramente la sabiduría alejandrina Sab 13,1-5.
Esta lucha secular contra los cultos astrales tuvo repercusiones en el campo de las creencias. Si los astros constituyen así un lazo para los hombres, desviándolos del verdadero Dios, ¿no es esto señal de que ellos mismos están ligados con poderes del mal, hostiles a Dios? Entre los ángeles que forman el ejército del cielo, ¿no hay ángeles caídos que tratan de atraer a los hombres a su seguimiento haciéndose adorar por ellos? El viejo tema mítico de la guerra de los dioses proporciona aquí todo un material que permite representar poéticamente la caída de los poderes celestiales rebelados contra Dios (Lucifer: Is 14,12-15). La figura de Satán, en el NT se enriquecerá con estos elementos simbólicos Ap 8,10 9,1 12,3s.7ss. En estas condiciones no sorprende ver anunciar para el dia de Yahveh un juicio del ejército de los cielos, castigado con sus adoradores terrenales Is 24,21 ss: allí aparecen los astros en lugar y en el puesto de los ángeles malos.
4. En el universo rescatado por Cristo, los astros hallan, no obstante, su función providencial. La cruz ha libertado a los hombres de la angustia cósmica, que aterrorizaba a los colosenses: no están ya esclavizados a los «elementos del mundo», ahora que Cristo ha «despojado a los principados y a las potestades», para «arrastrarlos en su cortejo triunfal». Col 2,8.15-18 Gal 4,3. Nada ya de determinismos astrales, nada de destinos inscritos en el cielo: Cristo ha dado fin a las supersticiones paganas. Un astro anunció su nacimiento Mt 2,2, designándole a él mismo como la estrella de la mañana por excelencia Ap 2,28 22,16, en espera de que este mismo astro surja en nuestros corazones (2Pe 1,19, el exsultet pascual). Es el verdadero sol que ilumina al mundo renovado Lc 1,78s. Y si es cierto que el oscurecimiento de los astros precederá como un signo a su parusía gloriosa Mt 24,29 p Is 13,9s 34,4 Jl 4,15, como marcó el momento de su muerte Mt 27,45 p, es que en el mundo venidero estas luces creadas resultarán inútiles: la gloria de Dios iluminará por si misma a la nueva Jerusalén, y el cordero será su antorcha Ap 21,23.

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