domingo, 15 de septiembre de 2013

Monte Athos.


 
Los orientales suelen llamarlo con veneración la Santa Montaña del A. Constituye una auténtica República monástica, bajo la jurisdicción eclesiástica del Patriarcado de Constantinopla, un centro de espiritualidad y uno de los vestigios más interesantes del monacato medieval. Desde el s. X ha venido sobreviviendo a todas las dificultades históricas y religiosas. En 1952 contaba aún con 2.700 monjes. Para finales de 1968 no eran más que 1.238. Ejemplo único de República monástica que tantos teólogos y doctores ha dado a la Iglesia antigua, y que conserva aún un valor de testimonio espiritual para todos los Ortodoxos. Su sensible decadencia actual se debe a causas diversas, como el reclutamiento de candidatos de procedencia casi exclusivamente popular y rural, el aislamiento intelectual, que erróneamente ha venido considerándose como una virtud ascética, y la falta de toda ayuda humana por parte de los diversos países, a excepción de Grecia, en cuyo territorio queda enclavada. Por la importancia y singularidad de todas las comunidades monacales reunidas en esta Santa Montaña, es abundantísima la producción literaria e histórico - religiosa sobre el A. Fue particularmente abundante con ocasión de la celebración de su primer milenario en 1963, con la asistencia oficial de las más ilustres personalidades del mundo ortodoxo, comenzando por el Patriarca Atenágoras de Constantinopla, y el Rey Pablo de Grecia.
      Situación. Se halla situado en la prolongación de la península calcídica, de la que se desprenden tres bandas montañosas, que se adentran en el mar: Kassandra, Longos y Athos. Unida al continente por un pequeño istmo de 2 Km. de anchura, sin la aridez de Egipto o del Sinaí, con un clima y una naturaleza incomparables, ofrecía geográficamente todas las ventajas de un aislamiento, que podía ser aprovechado para una vida de monaquismo. Toda la península está ocupada por la república de monasterios: una organización autónoma, al menos hasta hace un año, que representa poco más o menos un territorio de 80 Km. de longitud por unos 20 de anchura. Tiene altitudes que se elevan hasta los 2.000 m.
      Historia. Dejando de lado lo que puede ser objeto de la leyenda, que remonta la primera cristianización de este lugar hacia el año 44 mediante una visita personal de la misma Virgen Santísima, podemos seguir mejor su desarrollo histórico desde hace mil años. Poco a poco fueron levantándose algunos monasterios, de modo que en el 1046 el emperador Constantino Monómaco la bautizaba con el nombre, que se ha conservado hasta hoy, de la Santa Montaña. De hecho ya entonces se contaban hasta 180 grupos monásticos, ya la sola Laura de Atanasio pertenecían unos 700 monjes. El número total llegó a sobrepasar, en sus mejores tiempos, la cifra asombrosa de unos 50.000. Podrían distinguirse hasta cuatro periodos en su desarrollo histórico. El primero iría desde sus orígenes hasta la llegada del monje S. Atanasio Athonita, y queda caracterizado por una intensa vida anacorética, como resultado de los documentos imperiales de Basilio II el Macedonio y otros Emperadores bizantinos. El segundo puede comenzar con la llegada de Atanasio, que en el 936 fundaba la Laura o Monasterio central, que aún sigue existiendo hoy, y puede extenderse hasta el siglo XVI. Además de monjes griegos comenzaron a llegar al A. monjes de otras procedencias, como. de Georgia, Bulgaria, Servia, etc., y luego de Rusia. En un tercer periodo, que va del s. XVI al XVIII, se nota una gran decadencia en aquellos monasterios demasiado asegurados en su bienestar material y terreno. Relajamiento en la disciplina, discordias internas, vida de ocio y de despilfarro. Había desaparecido el antiguo fervor. La Gran Laura, tan frecuentada antaño, había quedado reducida a media docena de monjes nada más. Sólo a fines del s. XVIII se determinó el Patriarcado de Constantinopla a introducir una reforma general, que eliminara todos los abusos, y volviera a su antiguo esplendor aquella vida monástica que había regulado el gran Atanasio. Hubo incluso una tentativa de acercamiento a Roma. La Congregación de Propaganda Fide proyectó la fundación de una escuela propia en el A., mientras algunos monjes athonitas se llegaban hasta Constantinopla para frecuentar allí las clases en los Colegios de los jesuitas. Los años pasados bajo dominio turco trajeron otros inconvenientes a los monjes. En la insurrección griega de 1821 muchos de ellos intervinieron abiertamente en la política, arrastrados por un grupo de jóvenes exaltados, y se sumaron a la insurrección común. Las tropas turcas ocuparon los monasterios e impusieron un pesado tributo. Con ello hubieron de ceder o enajenar preciosos tesoros de arte o de ciencia. Sólo una intervención de las grandes potencias consiguió del gobierno turco que el A. volviera a su antiguo régimen de independencia. En 1912, tiempo de las guerras balcánicas, había 10.000 monjes en total. Esta guerra. recuperó para Grecia la península calcídica con sus tres grandes lengüetas de tierra. Para el A. constituía un acontecimiento decisivo, volviéndolo a unir a su pasado. Grecia garantizaría en adelante su antigua constitución religiosa, y los monjes volvían a ser dueños absolutos de su territorio. Con esto entraban ya en un cuarto y último periodo. Según la carta constitucional, el Estado griego reconocía el A. como una provincia autónoma, y nombraba un representante del monarca con rango y privilegios de diplomático. En el orden eclesiástico el A. constituye una Exarquía patriarcal, sobre la que el Patriarca de Constantinopla ejerce toda la jurisdicción.
      Situación actual. A partir del 21 feb. 1969, la situación política ha cambiado notablemente. El Gobierno griego anunciaba con esa fecha la firma de un decreto por el que se suprimía la autonomía de la comunidad de monjes del A. Según la nueva situación, el Gobierno griego se proponía suprimir algunas libertades concedidas a la república religiosa del A. en 1926, confirmadas luego por la Constitución de 1952. Estipulaba lo siguiente: concesión de mayores poderes administrativos al supervisor nombrado por el Gobierno; autorización de ulteriores inspecciones gubernativas dentro del recinto de los monasterios, para determinar si las reliquias religiosas y los manuscritos están adecuadamente conservados; autorización para sentenciar y encarcelar al personal de los monasterios en caso de que algún miembro de la comunidad fuera declarado culpable de haber perdido, vendido o destruido cualquier reliquia o manuscrito; otorgamiento de poderes al Gobierno para supervisar el mantenimiento de las propiedades de los monasterios; estipulación de sentencias de prisión para aquellas personas que se nieguen a obedecer las órdenes del Gobierno; autorización al Gobierno para determinar si los documentos y decisiones de las autoridades monásticas están de acuerdo con el espíritu de la nueva Carta, la cual, aunque concede una mayor libertad sobre la educación y administración eclesiástica, permite al Estado controlar las finanzas de la Iglesia, y declara propiedad nacional los tesoros y objetos valiosos de los monasterios.
      En la actualidad el A. está constituido por 20 monasterios, pertenecientes a las diversas Iglesias ortodoxas nacionales, aunque predominen los de procedencia griega. Los monasterios están bajo la dirección de un abad, llamado Higoumeno, cuando son de vida común; los demás están gobernados por un Consejo de ancianos. Existen, además, las llamadas Skits, establecidas dentro del territorio de cada monasterio, fundaciones menores, con mayor o menor dependencia del monasterio. y luego las grutas de los eremitas, donde habitan dos o tres monjes en común. Todavía pueden verse eremitas, monjes viajeros y mendicantes. El gobierno queda asegurado por un Consejo, compuesto de 20 delegados de los 20 monasterios, y divididos en cinco comités, que dirigen por turno los negocios ordinarios.
     
     
BIBL. : A. SANTOS HERNÁNDEZ, Espiritualidad Ortodoxa, en VARIOS, Historia de la Espiritualidad, III, Barcelona 1969, 126- 134; ID, Iglesias de Oriente. II. Repertorio bibliográfico, Santander 1963, 164-167 (se reseñan 18 obras sobre el A.); E. AMAND DE MENDIETA, Le Mont-Athos, la presqu'ile des Caloyers, Bruselas 1955; C. DAHM y B. LUDGER, Athos, Berg der Verkliirung, Baden 1958.

A. SANTOS HERNÁNDEZ.

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