domingo, 15 de septiembre de 2013

Atenágoras I.



Patriarca ortodoxo (cismático) de Constantinopla desde 1948 hasta su m., el 7 jul. 1972, en Estambul. N. en Yannina en 1886, hizo sus estudios teológicos en la famosa Facultad de Halki. Terminada la carrera eclesiástica, desempeñó importantes cargos en diversos lugares. Primero prestó sus servicios como diácono, y más tarde como secretario general de la diócesis de Atenas. En 1925 fue designado metropolita (arzobispo) de Corfú, y el11 ag. 1937 era elevado a la sede arzobispal ortodoxa de Nueva York, con jurisdicción espiritual sobre todos los ortodoxos griegos de América, con título de metropolita para todo el continente. Once años desempeñó esta función, y se hizo justamente célebre por la forma de gobernar aquellas dispersas y dilatadísimas comunidades, que bajo su dirección alcanzaron un alto nivel disciplinar y religioso. Desde entonces se hizo proverbial la gran apertura fraternal y la bondadosa paternidad que le caracteriza. Sus continuos viajes, su trato con las más diversas denominaciones cristianas y sus contactos con la Iglesia católica, han alentado en él un sincero deseo de diálogo entre los cristianos de Oriente y Occidente.
Su nombre comenzó a resonar con eco internacional al ser elegido. el 1 nov. 1948, para ocupar la sede de Constantinopla y el patriarcado ecuménico constantinopolitano. Desde el primer momento de su nueva situación privilegiada, dentro de todo el cristianismo bizantinoeslavo, acarició la esperanza de acercarse, si no de llegar, a la unión de los cristianos. Por su parte, comenzó a prepararla, fortaleciendo la unión interna entre las mismas comunidades bizantino- eslavas. En este aspecto podrían recordarse sus continuos viajes y contactos con las autoridades responsables de los cristianos ortodoxos y la preparación y reunión de diversas asambleas pan- ortodoxas (las de Rodas de 1961 y 1963 para tratar sobre los observadores que podrían enviarse al conc. Vaticano II, en plan de diálogo y de amistad); el ingreso de casi todas las comunidades ortodoxas en el Consejo Ecuménico de las Iglesias; la Conferencia de 1964; y, por último, el próximo concilio pan- ortodoxo, no reunido desde hace 1.200 años, que permitirá el encuentro de todas las autoridades ortodoxas.
Con respecto a la Iglesia católica, le ha valido, desde el primer momento, la gran amistad que le unía con Juan XXIII desde cuando éste era delegado apostólico en Turquía y en Grecia. Al ser elegido papa Juan XXIII, A. hizo público su gozo, anunciando a sus fieles que veía en el nuevo papa a un auténtico enviado de Dios. Desde entonces se multiplicaron las relaciones. Posteriormente, Paulo VI se entrevistó con A. en Palestina y en Turquía en el curso del viaje realizado a los Santos Lugares en 1964. Más tarde A. visitó al Papa en Roma. En ambas ocasiones las entrevistas fueron fraternales.
La actividad de A. ha estado inspirada en dos principios fundamentales: los cristianos, aunque estén separados entre sí, no la están del todo, ya que entre ellos permanecen al menos algunos lazos, que se pueden desarrollar como vía hacia la vuelta a la unidad; la realización de esa unidad no es fácil, ya que están implicadas en ella cuestiones no sólo disciplinares sino dogmáticas, pero, sin desconocer esa dimensión - más aún, procurando esforzarse por crecer en la fidelidad a la palabra de Cristo -, se pueden fomentar los gestos y actitudes que faciliten la comprensión mutua.

BIBL.: S. CASTAÑOS DE MEDICIS, Athénagore I. L'apport de I'orthodoxie a I'Oecuménisme, Lausanna 1968; B. OHSE, Der Patriarch Athenaeoras I von Konstantinopel. Ein okumenischer Visioniir, Gotinga 1968; Y. CONGAR, Athenagoras I. Der Pa- triarch spricht, Viena-Munich 1965; O. CLEMENT, Dialogue avec le Patriarche Athérzagore, París 1969; P. RODRÍGUEZ, Sentido ecuménico del viaje pontificio, (Nuestro Tiempo) 11 (1964) 177-200.

A. SANTOS HERNÁNDEZ.

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