Habacuc (חֲבַקּוּק de jabaq abrazar) es el nombre de un
profeta
hebreo
y del libro de la Biblia cuya autoría se le atribuye y que de acuerdo
con los expertos se escribió cerca del año 612 a. C., puesto que Habacuc
1:6 se refiere al surgimiento de los Caldeos como potencia internacional, lo cual se
relaciona con la caída de Nínive
y el fin del poder de Asiria. Esta referencia significaría también que el
libro se escribió antes del 605 a. C. pues no se da noticia la primera
invasión los babilonios a Judea.
La primera parte del libro de Habacuc (1:1 a 2:4) expone en un diálogo con Yahvéh, el drama de los poderes humanos, políticos y económicos, ansiosos por conquistar pueblos, territorios y riquezas y como consecuencia las víctimas tiranizadas, saqueadas y masacradas. El profeta asume la vocería de las víctimas y clama por la redención. Expresa la certeza de la intervención de Yahvéh en favor de los débiles y ratifica que la visión profética se cumplirá en una fecha concreta y si se tarda hay que esperarla, porque vendrá ciertamente y el justo por su fe vivirá (Habacuc 2:3-4).
La segunda parte (2.5 a 2:20) es una colección de condenas a los explotadores, opresores e idólatras. El rechazo a la ganancia injusta y a la avaricia se expresa en estilo literario que prepara la tercera parte (capítulo 3), un cántico de gran belleza a la salvación de Yahvéh, cuya elevada calidad literaria ha hecho pensar a varios críticos que se trata de la obra de un autor diferente al de las dos primeras partes.
El Libro de Daniel (14,32-38) habla de que, cuando, en tierras judías, Habacuc se disponía a llevar la comida
kosher que había preparado a los campesinos judíos, un ángel lo tomó por los pelos, lo llevó a Babilonia y lo introdujo en la fosa de los leones donde estaba encarcelado el profeta Daniel, para que éste se alimentara con aquélla; después, fue devuelto por el ángel a "su sitio". Recordemos que Daniel pertenecía a una familia judía noble, pero servía como funcionario en la corte dominadora babilónica, tras la destrucción del Primer Templo de Jerusalén. Este pasaje está bellamente representado por Gian Lorenzo Bernini en una magnífica escultura que se conserva en la Capilla Chigi de la Basílica de Santa María del Popolo, en Roma, y que guarda un gran parecido formal con el Éxtasis de Santa Teresa, escultura también debida a su privilegiada mano y que se halla en la Capilla Cornaro de la Iglesia de Santa María de la Victoria, igualmente en Roma. Estas esculturas forman parte de la misma concepción plástica que, por ejemplo, la pintura del ángel guiando la escritura de San Mateo, de Caravaggio, que se conserva en la Capilla Contarelli de la Iglesia de San Luis de los Franceses (Roma). Sin estos dos grandes artistas de la Contrarreforma, Roma no sería tan eterna como es. También está reproducido dicho pasaje en fresco de 1657de Agostino Scilla (1629-1700), , en la Cappella del Sacramento del Duomo de Siracusa.
La primera parte del libro de Habacuc (1:1 a 2:4) expone en un diálogo con Yahvéh, el drama de los poderes humanos, políticos y económicos, ansiosos por conquistar pueblos, territorios y riquezas y como consecuencia las víctimas tiranizadas, saqueadas y masacradas. El profeta asume la vocería de las víctimas y clama por la redención. Expresa la certeza de la intervención de Yahvéh en favor de los débiles y ratifica que la visión profética se cumplirá en una fecha concreta y si se tarda hay que esperarla, porque vendrá ciertamente y el justo por su fe vivirá (Habacuc 2:3-4).
La segunda parte (2.5 a 2:20) es una colección de condenas a los explotadores, opresores e idólatras. El rechazo a la ganancia injusta y a la avaricia se expresa en estilo literario que prepara la tercera parte (capítulo 3), un cántico de gran belleza a la salvación de Yahvéh, cuya elevada calidad literaria ha hecho pensar a varios críticos que se trata de la obra de un autor diferente al de las dos primeras partes.
El Libro de Daniel (14,32-38) habla de que, cuando, en tierras judías, Habacuc se disponía a llevar la comida
kosher que había preparado a los campesinos judíos, un ángel lo tomó por los pelos, lo llevó a Babilonia y lo introdujo en la fosa de los leones donde estaba encarcelado el profeta Daniel, para que éste se alimentara con aquélla; después, fue devuelto por el ángel a "su sitio". Recordemos que Daniel pertenecía a una familia judía noble, pero servía como funcionario en la corte dominadora babilónica, tras la destrucción del Primer Templo de Jerusalén. Este pasaje está bellamente representado por Gian Lorenzo Bernini en una magnífica escultura que se conserva en la Capilla Chigi de la Basílica de Santa María del Popolo, en Roma, y que guarda un gran parecido formal con el Éxtasis de Santa Teresa, escultura también debida a su privilegiada mano y que se halla en la Capilla Cornaro de la Iglesia de Santa María de la Victoria, igualmente en Roma. Estas esculturas forman parte de la misma concepción plástica que, por ejemplo, la pintura del ángel guiando la escritura de San Mateo, de Caravaggio, que se conserva en la Capilla Contarelli de la Iglesia de San Luis de los Franceses (Roma). Sin estos dos grandes artistas de la Contrarreforma, Roma no sería tan eterna como es. También está reproducido dicho pasaje en fresco de 1657de Agostino Scilla (1629-1700), , en la Cappella del Sacramento del Duomo de Siracusa.
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