Reconstrucción ideal del Palacio de Nimrud en Babilonia, con el Zigurat al fondo, en una pintura del siglo XIX, obra del artista británico James Fergusson.
En el
momento de su máximo esplendor, Babilonia era la ciudad más grande y
poderosa del mundo. Sin embargo, fue considerada por sus pueblos vecinos
como un lugar maligno, alejado de lo que ellos consideraban el bien y
de los verdaderos dioses. Esta imagen ha llegado hasta nuestros días
gracias a los escritos bíblicos. En ellos se presenta a Babilonia como
un lugar terrible y a sus habitantes como locos que no conocen los
límites de lo que pueden llegar a construir.
En
la Biblia se cuenta que en Babel (Babilonia) sus pobladores quisieron
construir una torre que llegase al cielo, hasta la morada de los dioses.
Para que no lo consiguieran, Dios les hizo hablar en lenguas
diferentes, y al no comprenderse se separaron y dejaron sin terminar la
torre que quedó como un ejemplo del orgullo humano.
El
relato mítico de la Biblia les servía a los judíos para explicar la
razón de que hubiera tantos idiomas diferentes en el mundo, ya que les
parecía que tanta confusión debía de ser un castigo divino. Babilonia,
que atraía a gentes de muchos lugares, era en aquel tiempo un lugar de
mestizaje, como lo son las grandes ciudades actuales. Además, en
Mesopotamia se construían templos en enormes edificios con forma de
torre, llamados zigurats.
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