Detalle del llamado "relieve del Zoadiaco", perteneciente al templo de Hathor en Dandara, Egipto.
Las antiguas culturas de Mesopotamia y Egipto
crecieron en torno a grandes ríos, fundamentales para su supervivencia,
ya que eran pueblos dedicados a la agricultura. Aquí nacieron también
las primeras ciudades, y con ellas la necesidad de organizar la convivencia de todos. Así surgieron las estructuras de poder, que fueron quedando en manos de unos pocos y, frecuentemente, vinculadas a este poder, se desarrollaron también las religiones.
En algunos aspectos, como en la religión, las
civilizaciones de Egipto y Mesopotamia resultan parecidas. Estas
civilizaciones se situaban en los fértiles valles del Nilo (en el caso
de Egipto) y del Tigris y del Éufrates (en el caso de Mesopotamia), aunque rodeados de territorios poco habitables. Su
población creció y la sociedad se hizo más compleja, por lo que se
necesitaba asegurar una rápida y eficaz toma de decisiones en zonas cada
vez más extensas. Con el tiempo, estas decisiones empezaron a tomarse
entre muy pocas personas, que vivían de un modo distinto a la mayoría de
la población. Los reyes controlaban los impuestos y organizaban la
sociedad. Ya no todo el mundo se dedicaba al cultivo de la tierra: había
artesanos, comerciantes, técnicos, escribas, militares y también
sacerdotes y gobernantes. Se desarrollaron las artes, la escritura, la
ingeniería, el ejército, los sistemas de gobierno y los ritos, los mitos
y los relatos religiosos.
La gran mayoría de la población no tenía el poder de decidir y su vida se centró en trabajar para sus gobernantes. Las sociedades de estas primeras civilizaciones estaban bastante jerarquizadas. La base, formada por los súbditos, era muy ancha, y en la cúspide había muy pocas personas que decidían por los demás. La religión cumplió un papel muy importante en esta distribución del poder. La gran mayoría aceptaba que, al igual que los dioses controlaban todo, los reyes, que eran sus representantes, también debían tener el poder en la tierra. A los dioses había que hacerles ofrendas para tenerlos contentos y que no destruyesen el mundo y los gobernantes tenían que ser obedecidos. Dioses y reyes merecían lo mejor. Por eso se hicieron para ellos los templos, los palacios y las tumbas que todavía hoy admiramos. Pensaban que garantizaban el orden tanto del cielo como de la sociedad; por eso estas civilizaciones se caracterizaron por la estabilidad.
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