Representación de una ceremonia funeraria en un papiro del siglo XIII a.e.c. Ilustración del Libro de los muertos. Londres, Museo Británico.
Los
egipcios creían que se podía vivir después de la muerte si se conservaba
el cadáver y se realizaban correctamente ciertos rituales. Para
conservar el cuerpo del muerto lo momificaban. Tenían tanto interés en
luchar contra los efectos de la muerte que alcanzaron gran perfección en
el procedimiento de conservar los cadáveres, de tal manera que, a pesar
del paso de los siglos, en las momias todavía se pueden reconocer las
facciones de los difuntos.
Junto a los muertos se enterraban unos textos que explicaban todo lo que debía hacer el difunto para llegar al Más Allá.
Al
principio, en el Imperio Antiguo egipcio (hace unos 4.500 años), solo
tenía esos textos en su tumba el faraón, que se convertía en dios tras
la muerte. Más adelante, consiguieron este privilegio los miembros de su
familia. Estos primeros textos se encuentran escritos en los muros
interiores de sus pirámides, y forman los llamados Textos de las pirámides.
Durante
el Imperio Medio, hace unos 4.000 años, los altos funcionarios reales
podían tener sus propios textos funerarios escritos en sus ataúdes. A
estos se los conoce por Textos de los ataúdes.
A
partir del Imperio Nuevo, hacia el 1600 a.e.c., nos encontraremos en las
tumbas rollos de papiro escritos que se conocen como el Libro de los Muertos.
Eran muy asequibles, por lo que muchas personas pudieron disponer de
estas guías para viajar al Más Allá, según las creencias egipcias.
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