Juan Pablo II y el Dalai Lama, en octubre de 1999.
Vivimos
en la actualidad innumerables conflictos en cuya base está la religión,
pero la historia se sigue repitiendo. La religión se utiliza como
pretexto para la intolerancia y la violencia, pero a menudo la política o
la economía son las causas verdaderas de las guerras y conflictos.
Como
contrapartida, un rasgo característico del mundo actual es justamente
que se ha empezado a tomar conciencia de que las religiones pueden ser
elementos de unión y no de separación entre los seres humanos. Con este
fin los representantes de las diferentes religiones se reúnen, desde
hace más de un siglo, en foros en los que discuten de forma pacífica y
constructiva los posibles problemas y retos del futuro.
En
la actualidad, el fundamento de la convivencia entre las diversas
religiones se recoge en las constituciones de los países democráticos y
en los acuerdos internacionales como la Declaración Universal de los
Derechos Humanos.
En
estos documentos se expresa la intención de que las diferentes creencias
religiosas, o las convicciones de los no creyentes o ateos, convivan en
igualdad de derechos y sobre la base del respeto mutuo.
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