martes, 19 de abril de 2016

Entendiendo el arte católico: la Anunciación

Representar la Anunciación es ilustrar dos mundos: el celestial del ángel,
y el terrenal de María

La Anunciación, la Salutación del Ángel es una escena situada en las entradas de las basílicas bizantinas, bajo el arco de entrada y en el reverso de los retablos de la baja Edad media. Es un tema central de la vida de Cristo, testimonio directo, evangélico: es la Encarnación del Hijo de Dios, el primer acto en la obra de la redención.
 
La festividad se celebra el 25 de Marzo, nueve meses antes de la Natividad, fiesta muy popular entre las órdenes religiosas, con muchas iglesias dedicadas a la Anunciación. Era la fiesta patronal de diferentes gremios, y también la fiesta de la fecundidad para los campesinos.
 
Su narración, explícita y clara, se encuentra en el Evangelio de san Lucas, 1, 26-38. Es un hecho citado y comentado en algunas historias, de Vicente de Beauvais y en la Leyenda Dorada de Santiago de la Vorágine. Influyó notablemente en la iconografía oriental, y es un tema narrado con detalle en los evangelios apócrifos.
 
Un tema complicado de representar
 
Es un tema de gran plasticidad que se detalla profusamente; dos o tres personajes si se añade el Espíritu Santo. Es una representación complicada, que busca el dominio del espacio, el sentido geométrico, la profundidad de la escena, el sentido ascendente del tema, la luz divina, y la Virgen en actitud expectante y orante.
 
Suele representar dos mundos diferentes, el mundo celestial, el ángel, y el mundo terrenal, pero místico, religiosos, profundo, María.
 
El ángel mantiene una actitud activa, es el que anuncia el mensaje, en cambio, la Virgen, mantiene una actitud defensiva, de acogida  de asombro, por eso se representan las dos figuras con actitudes muy diferentes.
 
El ángel, expansivo, alado, potente, se presenta rodeado de la luz divina, saluda y anuncia el gran Mensaje  de Salvación; María, en cambio, está reclinada, replegada en un rincón, observando con asombro, serena, acogiendo las palabras del enviado de Dios.
 
Por eso podemos hablar de dos espacios diferentes, asimétricos, en los que los personajes están en dos planos diferentes porque representan dos situaciones, una, explosiva, radiante, vibrante, y otra, serena, reservada, interior.
 
Cada artista representará la escena con más o menos energía, aplicada al ángel, porque la Virgen es la “Esclava del Señor” que acepta la propuesta del ángel.
 
A veces, el ángel pierde parte de su protagonismo porque en la escena irrumpe le Espíritu, la fuerza y la presencia lumínica de Dios, en forma de paloma, como un haz de luz desde un cielo radiante, abierto.
 
María, protagonista
 
Aunque la Virgen es un personaje lateral, siempre es la protagonista de la escena representada.
La Anunciación a menudo representa a la Virgen junto al pozo, para sacar el agua, o hilando, pero casi siempre hay una alusión a la Virgen en oración, con un libro piadoso, junto a un reclinatorio, un atril, una mesita.
 
El ángel suele llevar un lirio en sus manos, con vestiduras blancas o claras, alado; y desde el Concilio de Trento se le representa levitando, sobrevolando la estancia porque viene desde lo alto.
 
Puede ser representado por el báculo del mensajero, influencia de Mercurio, mensajero de Júpiter; un cetro, un lirio blanco, inmaculado, símbolo de pureza y castidad, con tres flores, porque María es Virgen, antes, durante y después del parto.
 
En la Edad Media el mensaje estaba escrito en una cenefa o en una bandera portada por el ángel. El centro más acentuado se produce en la decoración y en la habitación que cambia y se acomoda al momento histórico y al estilo y detallismo del artista.
 
De Roma a Europa
 
Una breve reseña de la Anunciación desde el siglo V, en el arco triunfal de Santa María la Mayor en Roma. Encontramos la escena en mosaicos, marfiles, arcos triunfales en las iglesias bizantinas rusas, bronces, grupos escultóricos, relieves y centenares de pinturas en tabla y en lienzo.
 
En el siglo XIV, Giotto, en la Arena de Padua, en 1305; Bernardo Daddi, en el Louvre, Simone Martini en los Uffizzi, en 1333, también varias obras de Tadeo di Bartolo, y Lorenzo Veneciano, en 1371.
 
En el siglo XV, sólo citar a Della Quercia y Donatello, escultores, pero nos centraremos en la pintura, Fra Angélico, en 1444, en el Convento de san Marco y en el Museo del Prado con la expulsión de Adán y Eva del Paraíso.
 
También tratan el tema Fra Filippo Lippi, Cosme Tura, Francesco del Cossa, Piero della Francesca, Crivelli, Leonardo da Vinci, Jan Van Eyck, Hans Memling; diferentes libros de Horas y devocionarios, Konrad Witz, Correggio, Andrea del Sarto, ya en el siglo XVI, Parmigianino, Tiziano, Veronés, Tiépolo en el XVII, y un largo etcétera.
 
Fue un tema reformado por el Concilio de Trento, evitando el realismo excesivo, recreando la escena, más intimista y más mística. Fue Correggio el primero en trabajar el tema en 1525 y fue seguido por Guido Reni, Zurbarán y Murillo; también por Poussin, y en el XIX, en 1850, Dante-Gabriel Rossetti, con “Ecce Ancilla Domini”.
 
“Virgen antes, durante, y después del parto”
 
El arcángel Gabriel anuncia a María que va a engendrar un hijo, Jesús, que “será llamado Hijo del Altísimo”. Es el misterio de la Salvación, que comienza su andadura entre nosotros, es la extrañeza de la Virgen María ante esta posibilidad. Es el misterio de la virginidad , obra de la grandeza creadora de Dios.
 
“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el fruto que nacerá será santo, y le llamarán Hijo de Dios. María dijo: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según su palabra” (Lc. 1,30, y 1, 35-38).
 
María es la predestinada desde la eternidad para engendrar al Salvador del mundo, y María acepta esa maternidad divina, acepta y confía en Dios. Estas enseñanzas sobre la Virgen y Madre, son defendidas con ardor por San Bernardo en sus Sermones, y la Iglesia lo defiende desde antiguo como esencial, porque María fue Virgen, antes, durante y después del parto, con una virginidad perpetua, por ser la Madre del Salvador.
 


 

Es una verdad revelada, definida solemnemente como dogma desde el tercer concilio de Letrán, celebrado bajo el papa San Martín I, en el año 649, y definido en el canon tercero. Fue redefinido y defendido por el papa Paulo IV en su constitución apostólica, “qum quorundam” en 1555, y confirmado por Clemente VIII en 1603.
 
Los testimonios directos de San Lucas y de San Mateo son categóricos. (Mt. 1, 18-25 y  Lc 1, 26-38). Los textos y la tradición patrística, son abundantes  sobretodo desde los siglos III y IV. Desde Tertuliano, Orígenes, Clemente de Alejandría, y desde el Concilio de Nicea y el Concilio de Éfeso.
 
Los escritos apócrifos, siguiendo la base de san Lucas, adornaron con infinitos detalles la Anunciación del arcángel Gabriel a María, textos que tuvieron mucha influencia en el arte bizantino.
 
Citamos la Leyenda Dorada, de Santiago de la Vorágine, ya  en la Edad Media, que recoge todas las tradiciones sobre el culto a la Virgen y los Santos. En el vol. I, capítulo LI, p. 211-216, nos relata con detalle la Anunciación.
 
Destaca tres razones por las que la Anunciación debía preceder a la Encarnación: la primera, porque después de la culpa debía venir la reparación, después de la caída, la redención, y después de la soberbia y desobediencia, la aceptación.
 
La segunda, porque los ángeles son los embajadores de Dios, sus fieles ministros y servidores, por eso son los ministros y servidores de María, la madre de Dios.
 
La tercera, dice, para reparar la caída de los espíritus angélicos, en parte culpables de la caída del género humano, y por lo tanto, partícipes de la redención. Dios anunció la buena nueva de la encarnación, a una mujer, la Virgen María y la buena nueva de la Resurrección a la Magdalena.
 
Santiago de la Vorágine realiza un comentario pormenorizado de la salutación del ángel a María, del mensaje y su misteriosa explicación, recalcando “La virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra”, eliminando cualquier intermediario, sólo Dios actúa, Dios que es la Luz que ilumina, por eso veremos en las diferentes representaciones, esa luz de Dios, esa fuerza del Espíritu Santo que desciende sobre María.
 
La Anunciación es una fiesta de la Iglesia, desde el siglo VI, y se celebra el día 25 de Marzo, exactamente 9 meses antes de la Navidad. Podemos encontrar representaciones de la Anunciación en las catacumbas de Priscila en el siglo IV. El arcángel suele llevar un báculo de mensajero, alas,  reflejo de las Victorias antiguas aladas.
 
En Santa María la Mayor, en Roma, y en otras representaciones, la Virgen, está sentada sobre un trono, como una Emperatriz bizantina, es la Virgen Madre de Dios, “Theotokos”. Desde la Edad Media, la teología da paso a los sentimientos, y las representaciones son muy expresivas.
 
Simone Martini, 1355 y Lorenzetti, 1344, que remarcan la expresión  dulce y prudente de la Virgen, con el Espíritu Santo sobre su cabeza, siguiendo el relato evangélico. Desde el siglo XV, ver Filippo Lippi, el arcángel ofrece un lirio a la Virgen, símbolo bíblico y cristiano de la pureza, flor que identifica la figura de la Virgen y de Cristo, también utilizada en las representaciones de los santos, pero que referida a la anunciación, es el símbolo del arcángel Gabriel, también representado por el báculo del mensajero y por un ramo de olivo, en los artistas de la  escuela de Siena.
 
El arte de Fra Giovanni
 
Guido di Pietro, llamado Fra Giovanni, conocido como el fraile dominico Angélico, nació en Fiésole en 1387. Desde muy joven vivió cerca de Florencia y ya era conocido como pintor. Trabajó en el convento de Fiésole pintando varias de sus celdas.
 
Todo lo que ganaba con sus pinturas lo entregaba a la comunidad. Ocupó varios cargos, y los gremios de Florencia le hicieron varios encargos. En 1441 pintó en el convento de San Marcos de Florencia y después de 15 años de trabajo, murió en Roma el 18 de Febrero de 1455. Nos ha dejado un catálogo de 150 obras, retablos, pintura mural, varios trípticos, sobre todo el retablo de San Marcos, y varias composiciones de la Anunciación. Su obra es íntegramente pintura religiosa.
 
Era un santo que pintaba escenas de la vida de Cristo y de la Virgen. Pintaba con gran sencillez, era una persona de gran devoción que expresaba en sus obras a través de un gran domino técnico. Parecía que pintara miniaturas, por el detalle que imprime en todas sus obras. Colores vivos, rostros hermosos, una pintura natural. Fra Angélico conocía los pintores y las técnicas y estilos de su época, pero sus imágenes son originales, naturales y hermosas.
 
Esta Anunciación que comentamos se encuentra en el Museo del Prado en Madrid, y fue pintada entre 1430 y 1432. La pintura central es la Anunciación del Árcangel Gabriel a la Virgen María.
 Es una obra al temple, utilizando una mezcla con yema de huevo, sobre tabla. La parte central es la Anunciación. La Virgen está orando y el ángel se le aparece y le anuncia que va a ser la Madre de Dios. El Espíritu Santo, con su luz, ilumina la escena. Encima de la Virgen, unos arcos muy finos y en el centro de los arcos, el rostro de Dios. A la derecha, al fondo, una habitación para dar profundidad a la composición. A la izquierda, con un paisaje lleno de flores y plantas, Adán y Eva son expulsados del Paraísos.
 
Se trata, pues, de una obra simbólica que representa la nueva Eva y el nuevo Adán, Jesús encarnado, que nos redime del pecado. Debajo de la composición, una predela, la pieza rectangular, con cinco historias de la Virgen: el Nacimiento, las Bodas, la Visitación a su prima Isabel, la Presentación de Jesús en el templo y la Dormición de la Virgen.
 
Se trata de una obra llena de símbolos. La luz, la mano de dios, el Espíritu en forma de paloma, el Paraíso perdido por el pecado, el rostro de Dios. Una pintura elegante, con una estancia de gran simplicidad que da al jardín, con unos personajes que llevan unas ropas con colores vivos.
 
En la parte superior, a modo de techo, la bóveda celestial, parece un cielo lleno de estrellas y con un azul intenso que contrasta con el resto de la obra. Es una obra vistosa y clara, ordenada, que presenta el mensaje con claridad y sencillez.
 
Unos personajes hermosos, amables, que transmiten serenidad y llaman a la oración y a la piedad. Es una obra contemplativa en la que Fra Angélico oraba y meditaba dando gloria a Dios a través de la contemplación de los misterios de la Salvación.
 
Ghirlandaio y Leonardo da Vinci
 
También es interesante destacar la Anunciación de Ghirlandaio, pintada en 1482, y que se encuentra en San Gimignano. El artista ha pintado una amplia estancia flanqueada por pilares con capiteles corintios, un mobiliario austero, pero ordenado, con varios libros y una lámpara.
 
Junto al mueble, la virgen se arrodilla para escuchar la salutación del arcángel, también de rodillas, sobre un pavimento en mármoles. Geometrizado, un arcángel alado, saludando con la mano derecha y con un lirio en la mano izquierda.
 
Leonardo da Vinci, pintó una Anunciación que se encuentra en los Uffizi, en Florencia. En la entrada de una suntuosa mansión, la Virgen está leyendo un libro sagrado apoyado sobre un suntuoso atril decorado con volutas y pechinas, la Virgen parece algo asustada por la visita repentina del arcángel, que de rodillas delante de ella, apoyándose en un manto de hierbas y flores, le anuncia la buena noticia, y la bendice con la mano derecha, sosteniendo el lirio en la mano izquierda.
 

 
La Anunciación, de Leonardo, en la Galeria de los Uffizi, Florencia

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El paisaje, sfumato, difuminado, atmosférico da a la escena una gran luminosidad y una visión muy amplia de la escena. Es una obra que se aparta de los cánones de la pintura de su tiempo, la composición no ha seguido ningún modelo establecido, excepto en los símbolos, pero el arcángel lleva unos rayos como corona, en lugar del nimbo. Al fondo, una visión portuaria llena de detalles.
 
Leonardo también pintó una pequeña anunciación, una predela, que se encuentra en el Museo del Louvre, en Paris, y que aunque sigue los esquemas tradicionales en la composición, es una obra austera, con un mobiliario muy simple y una Virgen orando, arrodillada con gran devoción.
 
El lirio ha desaparecido y la mano izquierda del ángel se apoya en la rodilla flexionada. Al fondo, un paisaje montañoso, nebuloso, que introduce un punto de fuga y da amplitud a la obra.


Piero della Francesca y El Greco

No podemos olvidar la soberbia Anunciación de Piero della Francesca, perteneciente al políptico de San Antonio que se encuentra en Perugia, en la Galería Nacional de Umbría. Una obra piramidal, con el ángel arrodillado, adorando y la Virgen de pie, con los brazos cruzados en oración con un devocionario en la mano derecha.
 
Un marco de mármoles blancos y rosados, con un punto de perspectiva central, que parece dividir la escena, pero que realza el primer plano de la Anunciación. Un pórtico de columnas lisas con capiteles corintios, y sobre el pórtico, la figura del Espíritu Santo, en una aureola de luz dorada que se dirige hacia la Virgen María.
 
Esta Anunciación ocupa la parte superior del políptico, pintada hacia 1470 y motivo de estudio y discusión por su estudio de la perspectiva.
 
Como colofón, comentamos la Anunciación de El Greco, un tema recurrente que el artista representó varias veces. Es una tabla al temple, del políptico de Módena, pintada en 1567. Se encuentra en la Galleria Estende de Módena, y mide 24x18 cm. Es una obra de influencia veneciana, que nos recuerda a Tiziano. Forma parte de un tríptico con una tabla central pintada por las dos caras, y en la tabla central, el monte Sinaí.
 
A nuestra derecha Adán y Eva ante Dios en el Paraíso, y a nuestra izquierda, la Anunciación, que rompe esquemas y se aparta de la iconografía tradicional sobre el tema. El ángel se presenta ante la virgen María desde la derecha, María gira la cabeza ante su presencia, sonriendo y con un velo que le cubre parte de la cabeza.
 
Todo son tonos suaves, una obra luminosa, con un rayo de luz que desciende desde lo alto, celestial, y una luz que penetra en la estancia desde una puerta que se abre al fondo. Ángeles y nubes se entremezclan en la luneta superior, semicircular, suavizando la escena. Es una obra trinitaria en cuyo centro aparece la paloma, el Espíritu Santo que ilumina la escena con su luz.
 
El Greco utiliza colores vivos que resaltan a los personajes sobre un fondo azul, dando una sensación de calidez y ternura. Es una escena íntima, de gran sencillez pero solemne por lo que representa. El Greco gustaba de mezclar colores para dar vida a sus composiciones. La Virgen está sentada, junto a una mesa en la que mantiene abierto u libro piadoso y parece aceptar la Buena Nueva con regocijo: “Alégrate...porque has hallado Gracia delante de Dios”.
 
Además de esta Anunciación, el Greco pintó una Anunciación que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Budapest. Una obra totalmente diferente a las otras composiciones. El ángel aparece por la derecha, y la Virgen está situada a la izquierda de la obra. Los cuerpos en movimiento, el ángel, en un plano superior, un ángel alado, y la Virgen en un plano inferior, con un giro sorprendido de la cabeza, hacia el ángel. Entre ambas figuras,  el Espíritu en forma de paloma, que ilumina el centro de la composición.
 
En el ángulo inferior derecho, un jarrón con flores, común en muchas composiciones. Los recursos de la luz y de los colores vivos, combinados con los fondos y la decoración, dan a las composiciones de el Greco un aire suave, una hermosura que infunde paz, una tranquilidad de ánimo que pocos artistas han podido plasmar.
 
Creatividad con fidelidad
 
Se puede afirmar que el arte religioso es fiel a la doctrina que representa y desde el mecenazgo puede expresar su creatividad. Los documentos eclesiales y las Declaraciones de diferentes Concilios, expresan la doctrina sobre la Virgen María con rigor, contundencia y delicadeza hacia la Madre.
 
La iconografía mariana sigue esas pautas de grandeza y delicadeza hacia la Madre del Salvador. Por eso es interesante centrar el tema en una misma época, para poder comparar la gran diversidad del arte ante la grandeza de la Madre. 

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