Representar la Anunciación es ilustrar dos mundos: el celestial del ángel,
y el terrenal de María
y el terrenal de María
La Anunciación, la Salutación del Ángel es una
escena situada en las entradas de las basílicas bizantinas, bajo el arco de
entrada y en el reverso de los retablos de la baja Edad media. Es un tema
central de la vida de Cristo, testimonio directo, evangélico: es la Encarnación
del Hijo de Dios, el primer acto en la obra de la redención.
La festividad se celebra el 25 de Marzo, nueve
meses antes de la Natividad, fiesta muy popular entre las órdenes religiosas,
con muchas iglesias dedicadas a la Anunciación. Era la fiesta patronal de
diferentes gremios, y también la fiesta de la fecundidad para los campesinos.
Su narración, explícita y clara, se encuentra
en el Evangelio de san Lucas, 1, 26-38. Es un hecho citado y comentado en
algunas historias, de Vicente de Beauvais y en la Leyenda Dorada de Santiago de
la Vorágine. Influyó notablemente en la iconografía oriental, y es un tema
narrado con detalle en los evangelios apócrifos.
Un tema complicado de representar
Es un tema de gran plasticidad que se detalla
profusamente; dos o tres personajes si se añade el Espíritu Santo. Es una
representación complicada, que busca el dominio del espacio, el sentido
geométrico, la profundidad de la escena, el sentido ascendente del tema, la luz
divina, y la Virgen en actitud expectante y orante.
Suele representar dos mundos diferentes, el
mundo celestial, el ángel, y el mundo terrenal, pero místico, religiosos,
profundo, María.
El ángel mantiene una actitud activa, es el que
anuncia el mensaje, en cambio, la Virgen, mantiene una actitud defensiva, de
acogida de asombro, por eso se representan las dos figuras con actitudes muy
diferentes.
El ángel, expansivo, alado, potente, se
presenta rodeado de la luz divina, saluda y anuncia el gran Mensaje de
Salvación; María, en cambio, está reclinada, replegada en un rincón, observando
con asombro, serena, acogiendo las palabras del enviado de Dios.
Por eso podemos hablar de dos espacios
diferentes, asimétricos, en los que los personajes están en dos planos
diferentes porque representan dos situaciones, una, explosiva, radiante,
vibrante, y otra, serena, reservada, interior.
Cada artista representará la escena con más o
menos energía, aplicada al ángel, porque la Virgen es la “Esclava del Señor” que
acepta la propuesta del ángel.
A veces, el ángel pierde parte de su
protagonismo porque en la escena irrumpe le Espíritu, la fuerza y la presencia
lumínica de Dios, en forma de paloma, como un haz de luz desde un cielo
radiante, abierto.
María, protagonista
Aunque la Virgen es un personaje lateral,
siempre es la protagonista de la escena representada.
La Anunciación a menudo representa a la Virgen
junto al pozo, para sacar el agua, o hilando, pero casi siempre hay una alusión
a la Virgen en oración, con un libro piadoso, junto a un reclinatorio, un atril,
una mesita.
El ángel suele llevar un lirio en sus manos,
con vestiduras blancas o claras, alado; y desde el Concilio de Trento se le
representa levitando, sobrevolando la estancia porque viene desde lo alto.
Puede ser representado por el báculo del
mensajero, influencia de Mercurio, mensajero de Júpiter; un cetro, un lirio
blanco, inmaculado, símbolo de pureza y castidad, con tres flores, porque María
es Virgen, antes, durante y después del parto.
En la Edad Media el mensaje estaba escrito en
una cenefa o en una bandera portada por el ángel. El centro más acentuado se
produce en la decoración y en la habitación que cambia y se acomoda al momento
histórico y al estilo y detallismo del artista.
De Roma a Europa
Una breve reseña de la Anunciación desde el siglo V,
en el arco triunfal de Santa María la Mayor en Roma. Encontramos la escena en
mosaicos, marfiles, arcos triunfales en las iglesias bizantinas rusas, bronces,
grupos escultóricos, relieves y centenares de pinturas en tabla y en lienzo.
En el siglo XIV, Giotto, en la Arena de Padua,
en 1305; Bernardo Daddi, en el Louvre, Simone Martini en los Uffizzi, en 1333,
también varias obras de Tadeo di Bartolo, y Lorenzo Veneciano, en 1371.
En el siglo XV, sólo citar a Della Quercia y
Donatello, escultores, pero nos centraremos en la pintura, Fra Angélico, en
1444, en el Convento de san Marco y en el Museo del Prado con la expulsión de
Adán y Eva del Paraíso.
También tratan el tema Fra Filippo Lippi, Cosme
Tura, Francesco del Cossa, Piero della Francesca, Crivelli, Leonardo da Vinci,
Jan Van Eyck, Hans Memling; diferentes libros de Horas y devocionarios, Konrad
Witz, Correggio, Andrea del Sarto, ya en el siglo XVI, Parmigianino, Tiziano,
Veronés, Tiépolo en el XVII, y un largo etcétera.
Fue un tema reformado por el Concilio de
Trento, evitando el realismo excesivo, recreando la escena, más intimista y más
mística. Fue Correggio el primero en trabajar el tema en 1525 y fue seguido por
Guido Reni, Zurbarán y Murillo; también por Poussin, y en el XIX, en 1850,
Dante-Gabriel Rossetti, con “Ecce Ancilla Domini”.
“Virgen antes, durante, y después del
parto”
El arcángel Gabriel anuncia a María que va a
engendrar un hijo, Jesús, que “será llamado Hijo del Altísimo”. Es el misterio
de la Salvación, que comienza su andadura entre nosotros, es la extrañeza de la
Virgen María ante esta posibilidad. Es el misterio de la virginidad , obra de la
grandeza creadora de Dios.
“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder
del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el fruto que nacerá será santo, y
le llamarán Hijo de Dios. María dijo: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí
según su palabra” (Lc. 1,30, y 1, 35-38).
María es la predestinada desde la eternidad
para engendrar al Salvador del mundo, y María acepta esa maternidad divina,
acepta y confía en Dios. Estas enseñanzas sobre la Virgen y Madre, son
defendidas con ardor por San Bernardo en sus Sermones, y la Iglesia lo defiende
desde antiguo como esencial, porque María fue Virgen, antes, durante y después
del parto, con una virginidad perpetua, por ser la Madre del Salvador.
Es una verdad revelada, definida solemnemente
como dogma desde el tercer concilio de Letrán, celebrado bajo el papa San Martín
I, en el año 649, y definido en el canon tercero. Fue redefinido y defendido por
el papa Paulo IV en su constitución apostólica, “qum quorundam” en 1555, y
confirmado por Clemente VIII en 1603.
Los testimonios directos de San Lucas y de San
Mateo son categóricos. (Mt. 1, 18-25 y Lc 1, 26-38). Los textos y la tradición
patrística, son abundantes sobretodo desde los siglos III y IV. Desde
Tertuliano, Orígenes, Clemente de Alejandría, y desde el Concilio de Nicea y el
Concilio de Éfeso.
Los escritos apócrifos, siguiendo la base de
san Lucas, adornaron con infinitos detalles la Anunciación del arcángel Gabriel
a María, textos que tuvieron mucha influencia en el arte bizantino.
Citamos la Leyenda Dorada, de Santiago de la
Vorágine, ya en la Edad Media, que recoge todas las tradiciones sobre el culto
a la Virgen y los Santos. En el vol. I, capítulo LI, p. 211-216, nos relata con
detalle la Anunciación.
Destaca tres razones por las que la Anunciación
debía preceder a la Encarnación: la primera, porque después de la culpa debía
venir la reparación, después de la caída, la redención, y después de la soberbia
y desobediencia, la aceptación.
La segunda, porque los ángeles son los
embajadores de Dios, sus fieles ministros y servidores, por eso son los
ministros y servidores de María, la madre de Dios.
La tercera, dice, para reparar la caída de los
espíritus angélicos, en parte culpables de la caída del género humano, y por lo
tanto, partícipes de la redención. Dios anunció la buena nueva de la
encarnación, a una mujer, la Virgen María y la buena nueva de la Resurrección a
la Magdalena.
Santiago de la Vorágine realiza un comentario
pormenorizado de la salutación del ángel a María, del mensaje y su misteriosa
explicación, recalcando “La virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra”,
eliminando cualquier intermediario, sólo Dios actúa, Dios que es la Luz que
ilumina, por eso veremos en las diferentes representaciones, esa luz de Dios,
esa fuerza del Espíritu Santo que desciende sobre María.
La Anunciación es una fiesta de la Iglesia,
desde el siglo VI, y se celebra el día 25 de Marzo, exactamente 9 meses antes de
la Navidad. Podemos encontrar representaciones de la Anunciación en las
catacumbas de Priscila en el siglo IV. El arcángel suele llevar un báculo de
mensajero, alas, reflejo de las Victorias antiguas aladas.
En Santa María la Mayor, en Roma, y en otras
representaciones, la Virgen, está sentada sobre un trono, como una Emperatriz
bizantina, es la Virgen Madre de Dios, “Theotokos”. Desde la Edad Media, la
teología da paso a los sentimientos, y las representaciones son muy expresivas.
Simone Martini, 1355 y Lorenzetti, 1344, que
remarcan la expresión dulce y prudente de la Virgen, con el Espíritu Santo
sobre su cabeza, siguiendo el relato evangélico. Desde el siglo XV, ver Filippo
Lippi, el arcángel ofrece un lirio a la Virgen, símbolo bíblico y cristiano de
la pureza, flor que identifica la figura de la Virgen y de Cristo, también
utilizada en las representaciones de los santos, pero que referida a la
anunciación, es el símbolo del arcángel Gabriel, también representado por el
báculo del mensajero y por un ramo de olivo, en los artistas de la escuela de
Siena.
El arte de Fra Giovanni
Guido di Pietro, llamado Fra Giovanni, conocido
como el fraile dominico Angélico, nació en Fiésole en 1387. Desde muy joven
vivió cerca de Florencia y ya era conocido como pintor. Trabajó en el convento
de Fiésole pintando varias de sus celdas.
Todo lo que ganaba con sus pinturas lo
entregaba a la comunidad. Ocupó varios cargos, y los gremios de Florencia le
hicieron varios encargos. En 1441 pintó en el convento de San Marcos de
Florencia y después de 15 años de trabajo, murió en Roma el 18 de Febrero de
1455. Nos ha dejado un catálogo de 150 obras, retablos, pintura mural, varios
trípticos, sobre todo el retablo de San Marcos, y varias composiciones de la
Anunciación. Su obra es íntegramente pintura religiosa.
Era un santo que pintaba escenas de la vida de
Cristo y de la Virgen. Pintaba con gran sencillez, era una persona de gran
devoción que expresaba en sus obras a través de un gran domino técnico. Parecía
que pintara miniaturas, por el detalle que imprime en todas sus obras. Colores
vivos, rostros hermosos, una pintura natural. Fra Angélico conocía los pintores
y las técnicas y estilos de su época, pero sus imágenes son originales,
naturales y hermosas.
Esta Anunciación que comentamos se encuentra en
el Museo del Prado en Madrid, y fue pintada entre 1430 y 1432. La pintura
central es la Anunciación del Árcangel Gabriel a la Virgen María.
Es una obra al temple, utilizando una mezcla
con yema de huevo, sobre tabla. La parte central es la Anunciación. La Virgen
está orando y el ángel se le aparece y le anuncia que va a ser la Madre de Dios.
El Espíritu Santo, con su luz, ilumina la escena. Encima de la Virgen, unos
arcos muy finos y en el centro de los arcos, el rostro de Dios. A la derecha, al
fondo, una habitación para dar profundidad a la composición. A la izquierda, con
un paisaje lleno de flores y plantas, Adán y Eva son expulsados del Paraísos.
Se trata, pues, de una obra simbólica que
representa la nueva Eva y el nuevo Adán, Jesús encarnado, que nos redime del
pecado. Debajo de la composición, una predela, la pieza rectangular, con cinco
historias de la Virgen: el Nacimiento, las Bodas, la Visitación a su prima
Isabel, la Presentación de Jesús en el templo y la Dormición de la Virgen.
Se trata de una obra llena de símbolos. La luz,
la mano de dios, el Espíritu en forma de paloma, el Paraíso perdido por el
pecado, el rostro de Dios. Una pintura elegante, con una estancia de gran
simplicidad que da al jardín, con unos personajes que llevan unas ropas con
colores vivos.
En la parte superior, a modo de techo, la
bóveda celestial, parece un cielo lleno de estrellas y con un azul intenso que
contrasta con el resto de la obra. Es una obra vistosa y clara, ordenada, que
presenta el mensaje con claridad y sencillez.
Unos personajes hermosos, amables, que
transmiten serenidad y llaman a la oración y a la piedad. Es una obra
contemplativa en la que Fra Angélico oraba y meditaba dando gloria a Dios a
través de la contemplación de los misterios de la Salvación.
Ghirlandaio y Leonardo da Vinci
También es interesante destacar la Anunciación
de Ghirlandaio, pintada en 1482, y que se encuentra en San Gimignano. El artista
ha pintado una amplia estancia flanqueada por pilares con capiteles corintios,
un mobiliario austero, pero ordenado, con varios libros y una lámpara.
Junto al mueble, la virgen se arrodilla para
escuchar la salutación del arcángel, también de rodillas, sobre un pavimento en
mármoles. Geometrizado, un arcángel alado, saludando con la mano derecha y con
un lirio en la mano izquierda.
Leonardo da Vinci, pintó una Anunciación que se
encuentra en los Uffizi, en Florencia. En la entrada de una suntuosa mansión, la
Virgen está leyendo un libro sagrado apoyado sobre un suntuoso atril decorado
con volutas y pechinas, la Virgen parece algo asustada por la visita repentina
del arcángel, que de rodillas delante de ella, apoyándose en un manto de hierbas
y flores, le anuncia la buena noticia, y la bendice con la mano derecha,
sosteniendo el lirio en la mano izquierda.
La Anunciación,
de Leonardo, en la Galeria de los Uffizi, Florencia
.
El paisaje, sfumato, difuminado,
atmosférico da a la escena una gran luminosidad y una visión muy amplia de la
escena. Es una obra que se aparta de los cánones de la pintura de su tiempo, la
composición no ha seguido ningún modelo establecido, excepto en los símbolos,
pero el arcángel lleva unos rayos como corona, en lugar del nimbo. Al fondo, una
visión portuaria llena de detalles.
Leonardo también pintó una pequeña anunciación,
una predela, que se encuentra en el Museo del Louvre, en Paris, y que aunque
sigue los esquemas tradicionales en la composición, es una obra austera, con un
mobiliario muy simple y una Virgen orando, arrodillada con gran devoción.
El lirio ha desaparecido y la mano izquierda
del ángel se apoya en la rodilla flexionada. Al fondo, un paisaje montañoso,
nebuloso, que introduce un punto de fuga y da amplitud a la obra.
Piero della Francesca y El Greco
No podemos olvidar la soberbia Anunciación de
Piero della Francesca, perteneciente al políptico de San Antonio que se
encuentra en Perugia, en la Galería Nacional de Umbría. Una obra piramidal, con
el ángel arrodillado, adorando y la Virgen de pie, con los brazos cruzados en
oración con un devocionario en la mano derecha.
Un marco de mármoles blancos y rosados, con un
punto de perspectiva central, que parece dividir la escena, pero que realza el
primer plano de la Anunciación. Un pórtico de columnas lisas con capiteles
corintios, y sobre el pórtico, la figura del Espíritu Santo, en una aureola de
luz dorada que se dirige hacia la Virgen María.
Esta Anunciación ocupa la parte superior del
políptico, pintada hacia 1470 y motivo de estudio y discusión por su estudio de
la perspectiva.
Como colofón, comentamos la Anunciación de El
Greco, un tema recurrente que el artista representó varias veces. Es una tabla
al temple, del políptico de Módena, pintada en 1567. Se encuentra en la Galleria
Estende de Módena, y mide 24x18 cm. Es una obra de influencia veneciana, que nos
recuerda a Tiziano. Forma parte de un tríptico con una tabla central pintada por
las dos caras, y en la tabla central, el monte Sinaí.
A nuestra derecha Adán y Eva ante Dios en el
Paraíso, y a nuestra izquierda, la Anunciación, que rompe esquemas y se aparta
de la iconografía tradicional sobre el tema. El ángel se presenta ante la virgen
María desde la derecha, María gira la cabeza ante su presencia, sonriendo y con
un velo que le cubre parte de la cabeza.
Todo son tonos suaves, una obra luminosa, con
un rayo de luz que desciende desde lo alto, celestial, y una luz que penetra en
la estancia desde una puerta que se abre al fondo. Ángeles y nubes se
entremezclan en la luneta superior, semicircular, suavizando la escena. Es una
obra trinitaria en cuyo centro aparece la paloma, el Espíritu Santo que ilumina
la escena con su luz.
El Greco utiliza colores vivos que resaltan a
los personajes sobre un fondo azul, dando una sensación de calidez y ternura. Es
una escena íntima, de gran sencillez pero solemne por lo que representa. El
Greco gustaba de mezclar colores para dar vida a sus composiciones. La Virgen
está sentada, junto a una mesa en la que mantiene abierto u libro piadoso y
parece aceptar la Buena Nueva con regocijo: “Alégrate...porque has hallado
Gracia delante de Dios”.
Además de esta Anunciación, el Greco pintó una
Anunciación que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Budapest. Una obra
totalmente diferente a las otras composiciones. El ángel aparece por la derecha,
y la Virgen está situada a la izquierda de la obra. Los cuerpos en movimiento,
el ángel, en un plano superior, un ángel alado, y la Virgen en un plano
inferior, con un giro sorprendido de la cabeza, hacia el ángel. Entre ambas
figuras, el Espíritu en forma de paloma, que ilumina el centro de la
composición.
En el ángulo inferior derecho, un jarrón con
flores, común en muchas composiciones. Los recursos de la luz y de los colores
vivos, combinados con los fondos y la decoración, dan a las composiciones de el
Greco un aire suave, una hermosura que infunde paz, una tranquilidad de ánimo
que pocos artistas han podido plasmar.
Creatividad con fidelidad
Se puede afirmar que el arte religioso es fiel
a la doctrina que representa y desde el mecenazgo puede expresar su creatividad.
Los documentos eclesiales y las Declaraciones de diferentes Concilios, expresan
la doctrina sobre la Virgen María con rigor, contundencia y delicadeza hacia la
Madre.
La iconografía mariana sigue esas pautas de
grandeza y delicadeza hacia la Madre del Salvador. Por eso es interesante
centrar el tema en una misma época, para poder comparar la gran diversidad del
arte ante la grandeza de la Madre.
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