El monofisismo o doctrina de la unidad física entre la naturaleza
humana y la naturaleza divina de Cristo, tuvo como primer promotor a Eutiques,
monje archimandrita de un gran monasterio de Constantinopla. Había sido Eutiques
un decidido adversario de Nestorio, pero empeñado en querer interpretar al pie
de la letra, y no sabiendo entender bien algunas fórmulas poco felices e
imprecisas de san Cirilo de Alejandría sobre la unidad de la persona en Cristo,
sostuvo que, antes de la Encarnación, había dos naturalezas en Cristo; en la
encarnación la naturaleza humana fue absorbida por la naturaleza divina.
Denunciado por Eusebio de Dorilea al patriarca de Constantinopla Flaviano, éste
le invitó a disculparse ante un sínodo, que, el año 448 le excomulgó y le
depuso. Eutiques apeló al Papa y continuó propagando su herejía, contando con el
apoyo de Dióscoro, obispo de Alejandría, y del emperador Teodosio II, que
convocó un Concilio de Éfeso el año 449. El Papa San León Magno envió al
concilio tres legados con una Instructio dogmatica, conocida con el nombre de
Tomo a Flaviano, en la que afirmaba con la claridad más precisa la unidad de
persona y la duplicidad de naturalezas en Cristo. Pero el Concilio, presidido
por Dióscoro y custodiado por grupos armados de monjes fieles a Eutiques, no
tuvo en cuenta las directrices del Papa León, rehabilitó a Eutiques y depuso a
los obispos que le habían sido contrarios. El Papa convocó, entonces,
rápidamente un sínodo en Roma, que condenó el procedimiento seguido en Éfeso
como acto de bandidaje (latrocinium ephesinum).
Un año después, muerto Teodosio II, Marciano su sucesor, de acuerdo con el Papa, convocó un concilio en Calcedonia que tuvo lugar el año 451 bajo la presidencia de los legados del Papa; se definió el dogma en cuestión con los siguientes términos: "Uno solo y el mismo Cristo, hijo, Señor, Hijo único, con dos naturalezas sin mezcla, sin transformación y sin división alguna".
Pero los monofisitas no se desanimaron y continuaron teniendo en pie de alerta al campo católico durante muchos siglos; algunos de ellos se constituyeron en iglesias separadas no sólo de Roma sino de la misma "ortodoxia", en Siria, Mesopotamia, Egipto y Armenia.
Un año después, muerto Teodosio II, Marciano su sucesor, de acuerdo con el Papa, convocó un concilio en Calcedonia que tuvo lugar el año 451 bajo la presidencia de los legados del Papa; se definió el dogma en cuestión con los siguientes términos: "Uno solo y el mismo Cristo, hijo, Señor, Hijo único, con dos naturalezas sin mezcla, sin transformación y sin división alguna".
Pero los monofisitas no se desanimaron y continuaron teniendo en pie de alerta al campo católico durante muchos siglos; algunos de ellos se constituyeron en iglesias separadas no sólo de Roma sino de la misma "ortodoxia", en Siria, Mesopotamia, Egipto y Armenia.
Monofisismo
o
eutiquianismo
(s.
V) –
herejía y cisma promovido por el
archimandrita de los monjes cirilianos de Constantinopla, Eutiques (+ 454), cuyo
origen se remonta a su rechazo a la confesión cristológica conocida con el
nombre de ‘Símbolo de la Unión’ (433). Luego del Concilio Ecuménico de
Nicea (431) se produjo una crisis entre los seguidores de las dos mas
importantes escuelas teológicas dominantes en el Imperio, como lo eran la de
Alejandría y la de Antioquía. Esta situación provocó que el Patriarca de
Antioquía, Juan, formulara el citado ‘Símbolo de la Unión’ a fin de zanjar las
diferencias existentes. En el citado símbolo se afirmo que:
“Confesamos a nuestro Señor Jesucristo, unigénito de Dios, perfecto en cuanto
Dios y perfecto en cuanto Hombre, con verdadera alma y verdadero cuerpo, que
según la divinidad nación del Padre antes de todos los tiempos y según la
humanidad; pues hubo una unión de dos naturalezas, y por eso confesamos un solo
Cristo, un solo Hijo, un solo Señor, considerando esta unión sin mezcla,
confesamos a la Santa Virgen, como madre de Dios, pues de Dios-Logos se hizo
carne y hombre, y en la Encarnación se unió al Templo asumido de Ella”
A
pesar de los acuerdos obtenidos entres las dos escuelas, Eutiques no lo aceptó.
Sus doctrinas tuvieron por origen la lucha que entabló contra la herejía
nestoriana, sin advertir que, en su anhelo, caía en el error opuesto, ya que al
cuestionar la naturaleza y la persona de Cristo, terminaba por negar lo que
quiso defender. En síntesis, Eutiques sostenía que la naturaleza humana de
Cristo había sido absorbida por la divina, produciéndose la unión física de lo
humano y divino en una sola naturaleza (fisis), o sea la divina. Así, se
negaba la realidad de la naturaleza humana de Cristo que, al ser absorbida por
la divina, la carne no sería sino mera apariencia.
Ante
la difusión y aceptación de tales doctrinas, Flaviano (Patriarca de
Constantinopla) decidió excomulgar a Eutiques (448). Advertido de la situación
el papa san León I, el Magno (440-461), un 13/8/449, envió a Flaviano una carta
conocida como ‘Tomo a Flaviano’ (Tomus ad Favianum), a través de la cual
se condenaban las enseñanzas de Eutiques y se confirmaba la verdadera doctrina
de la Iglesia.
En ese
estado de cosas, Eutiques buscó amparo dentro de la corte imperial como del
entonces Patriarca de Alejandría, Dióscoro. Convencido este último, intercedió a
favor de aquél ante el emperador Teodosio II (401-430), promoviendo la necesidad
de convocar un nuevo concilio que resolviera la cuestión suscitada por los
monofisistas.
En el
año 449, fue convocado un nuevo concilio en Efeso, siendo presidida por el
Patriarca Dióscoro. Éste impidió la participación de los legados papales,
logrando retener para sí la dirección del concilio. Acalladas las voces
opositoras (y defensoras de la sana doctrina) y habiendo captado el apoyo
imperial, el concilio concluyó con la rehabilitación de Eutiques y sus
doctrinas. En la historia de los concilios, éste es conocido como el
‘Latrocinio de Éfeso’, el que fue severamente condenado por el papa León I.
A la muerte del emperador Teodosio II (+ 430) y la llegada al trono de su
hermana, Pulqueria (quien luego se desposaría con el senador Marciano), la
suerte de Eutiques y sus seguidores habría de cambiar radicalmente. En el año
451 se convocó a un nuevo Concilio ecuménico el que se llevaría a cabo en
Calcedonia. En el mismo participaron 630 padres conciliares, siendo presidido
por los legados papales. En su 5° sesión, además de condenarse las doctrinas de
Eutiques como las de Nestorio, depuso a Dióscoro de la titularidad de la silla
patriarcal que ostentaba. No obstante, lo más trascendente fue la proclamación
solemne de la doctrina según la cual, Cristo, persona divina, tiene dos
naturalezas (humana y divina), distintas y no divididas, unidas y no confusas,
quedando el dogma definido en los siguientes términos:
“Siguiendo, pues, a los Santos Padres, todos a una voz enseñamos que ha de
confesarse a uno y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en
la divinidad y el mismo perfecto en la humanidad, Dios verdaderamente hombre de
alma racional y de cuerpo, consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad,
y el mismo consustancial con nosotros en cuanto a la humanidad, semejante en
todo a nosotros, menos en el pecado (Heb. 4,15); engendrado del Padre antes de
los siglos, y el mismo, en los últimos días, por nosotros y por nuestra
salvación, engendrado de María Virgen, la madre de Dios, según la humanidad; que
se ha de reconocer a uno y el mismo Cristo Hijo Señor unigénito, en dos
naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación, en modo
alguno borrada la diferencia de naturalezas por causa de la unión, sino
considerada la propiedad de cada naturaleza, y concurrente en una persona y una
hipóstasis, sino y el mismo Hijo unigénito Dios Logos, Señor Jesús Cristo, como
de antiguo acerca de él no enseñaron los profetas y el mismo Jesús Cristo, y nos
lo ha transmitido el símbolo de los padres”
Aquellos monofisistas que se negaron a suscribir las definiciones conciliares de
Calcedonia decidieron provocar un cisma, dividiéndose entre sí en diversas
corrientes. Así tenemos los liderados por Jacobo Bardai Sanzoli, obispo de
Edessa (541) cuyos seguidores se autodenominaron ‘jacobitas’ instalando
sus principales enclaves en Siria y Armenia. En 1646, un importante grupo de
‘jacobitas’ regresaron a la comunión con Roma, creándose para ellos el
Patriarcado de Alepo (Siria). También el monofisismo, en sus diversas
vertientes, influyó grandemente a los cristianos de Egipto (coptos) y
Etiopía, como así también a los de Armenia, cuya Iglesia aceptó las doctrinas
monofisistas elaboradas por el Patriarca de Alejandría, Pedro Mongo (junto al de
Constantinopla, Acacio),compilación generalmente conocida bajo el nombre de ‘Enótico’.
Entre otros importantes defensores del monofisismo merece destacarse a
Julián de Helicarnesio.
Durante el s. VI, la aparición de Severo de Antioquía dio un nuevo impulso a la
herejía, cuya impronta fue denominada como ‘verbal’. Severo creía que en
Cristo había una sola naturaleza (físis) pero entendida en sentido puramente
personal, concreto e independiente, sinónimo de ‘hypóstasis’. Sus seguidores en
la actualidad se concentran en algunos lugares de Armenia, Siria, la Mesopotamia
y Egipto.
En
nuestros tiempos, son cinco las Iglesias no-calcedonianas, las que solo
reconocen la validez de los tres primeros (Nicea, I Constantinopla y Efeso).
Ellas son: la Iglesia siria ortodoxa (o jacobita); la Iglesia Copto-ortodoxa
(Egipto); la Iglesia etíope ortodoxa y la Iglesia malabar ortodoxa (India). Si
bien hay comunión entre ellas, se caracterizan por guardar una fuerte autonomía.
Durante siglos estas Iglesias se mantuvieron virtualmente aisladas del resto de
la Cristiandad, aunque en los últimos tiempos y como fruto del diálogo
ecuménico, se han entablado un tímido acercamiento tanto con la Iglesia Católica
como con la Ortodoxas.
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