Vida. Uno de los primeros siete diáconos (v.) apedreado en Jerusalén ca.
el a. 32. El nomLre estefanos (=coronado) indica que era de origen griego
o de formación helenística. Quizá fue ésta la razón que movió a los
Apóstoles al escoger este «hombre lleno de fe y de sabiduría» (Act 5,6)
para encomendarle la asistencia cotidiana de las viudas griegas (v. FELI!`E
EL DIÁCONO, SAN). Dotado de gran iniciativa, conocedor de la Escritura y
de buena reputación, «lleno de gracia y fortaleza» (Act 6,7), con su
cuidadosa actividad y con su predicación valiente, E. removió los
ambientes de Jerus;Ilén y zonas limítrofes al mismo tiempo que provocab,
animadas discusiones, en las que sus adversarios no eran capaces de
resistir «a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba» (6,10).
Los temas tratados en sus discursos constituyeron una marcada reafirmación del universalismo cristiano contra la estrecha mentalidad del nacionalismo judío. Después de haber contestado a la acusación de blasfemia contra Moisés y Dios, E. ilustró frente al Sanedrín la obra de Dios en el tiempo para preparar mediante Abraham, Moisés, los Patriarcas y los Profetas la venida del Redentor; pero los israelitas respondieron con obstinación y dureza a la bondad de Dios, no sólo renegando de los Profetas, sino rechazando y dando muerte a Cristo. El duro reproche llamando traidores y asesinos a los judíos y, sobre todo, la solemne proclamación de la divinidad de Jesús (v. IESUCRISTo) desencadenaron una tumultuosa y violenta reacción contra el diácono. Después de haber sido capturado fue quizá juzgado sumariamente y conducido fuera de las murallas de Jerusalén para apedrearlo. La descripción de los Hechos acerca de los últimos instantes de su vida terrena hacen de él un perfecto imitador del Señor. «Los testigos depositaron sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo (v. PABLO, SAN). Y mientras le apedreaban, Esteban oraba, diciendo: Señor Jesús; recibe mi espíritu. Puesto de rodillas, gritó con fuerte voz: Señor, no les imputes este pecado. Y dicho esto, se durmió» (Act 6,58-60). S. Lucas es el único que refiere en los Hechos estos escasos particulares históricos, teniendo más bien la intención de delinear la personalidad moral que los elementos cronológicos o de tiempo. Por eso no se conoce exactamente el a. del martirio, ni el lugar, ni la sepultura.
Culto. Este primer testigo de Cristo tuvo desde la más remota antigüedad cristiana culto y veneración, como pueden atestiguar los Sermones de varios Padres orientales. El hallazgo de sus reliquias el a. 415, en circunstancias históricas de valor dudoso, por el sacerdote Luciano en Kefar-Gamlá (cerca de Jerusalén), contribuyó en forma clamorosa a difundir su devoción. Según la relación del mismo Luciano y traducida a varias lenguas (al latín por Avito de Braga), el maestro de S. Pablo, Gamaliel, se habría aparecido en sueños por tres veces al mismo Luciano, rogándole que recuperara los restos del mártir Esteban. Un sueño análogo tuvo el obispo Juan de Jerusalén que presidió el hallazgo de las reliquias. La autenticidad fue confirmada por varios prodigios. La mayoría de los restos fueron trasladados a Jerusalén, donde después se construyó una basílica; una mínima parte permaneció en posesión de Luciano, que tuvo buen cuidado de enviar fragmentos a sus amigos. Esta dispersión de las reliquias contribuyó enormemente a la extensión del culto. Entre los destinatarios de estos dones estuvo S. Agustín y Orosio, obispo de Menorca.
Nació también la fama de taumaturgo que el mismo S. Agustín contribuyó a difundir en Occidente con algunos escritos. En los siglos siguientes también se escribieron narraciones de contenido legendario y en ellas la historia de Esteban fue mezclada con la leyenda de Pilato (v.), Nicodemo (v.) y Gamaliel (v.). Desde la antigüedad su fiesta se celebró en torno a la Navidad (26 ó 27 dic.). Esta elección no obedeció a motivos cronológicos, sino a un intento simbólico: Quiso centrar la atención sobre algunos de los primeros grandes testimonios de Jesús, que lo glorificaron con su muerte. Entre éstos está Esteban, el protomártir del Cristianismo. La difusión del culto en todo el mundo puede ser constatada por ciudades, monasterios, capillas que han honrado su memoria, asumiendo el nombre e invocándole como protector.
Los temas tratados en sus discursos constituyeron una marcada reafirmación del universalismo cristiano contra la estrecha mentalidad del nacionalismo judío. Después de haber contestado a la acusación de blasfemia contra Moisés y Dios, E. ilustró frente al Sanedrín la obra de Dios en el tiempo para preparar mediante Abraham, Moisés, los Patriarcas y los Profetas la venida del Redentor; pero los israelitas respondieron con obstinación y dureza a la bondad de Dios, no sólo renegando de los Profetas, sino rechazando y dando muerte a Cristo. El duro reproche llamando traidores y asesinos a los judíos y, sobre todo, la solemne proclamación de la divinidad de Jesús (v. IESUCRISTo) desencadenaron una tumultuosa y violenta reacción contra el diácono. Después de haber sido capturado fue quizá juzgado sumariamente y conducido fuera de las murallas de Jerusalén para apedrearlo. La descripción de los Hechos acerca de los últimos instantes de su vida terrena hacen de él un perfecto imitador del Señor. «Los testigos depositaron sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo (v. PABLO, SAN). Y mientras le apedreaban, Esteban oraba, diciendo: Señor Jesús; recibe mi espíritu. Puesto de rodillas, gritó con fuerte voz: Señor, no les imputes este pecado. Y dicho esto, se durmió» (Act 6,58-60). S. Lucas es el único que refiere en los Hechos estos escasos particulares históricos, teniendo más bien la intención de delinear la personalidad moral que los elementos cronológicos o de tiempo. Por eso no se conoce exactamente el a. del martirio, ni el lugar, ni la sepultura.
Culto. Este primer testigo de Cristo tuvo desde la más remota antigüedad cristiana culto y veneración, como pueden atestiguar los Sermones de varios Padres orientales. El hallazgo de sus reliquias el a. 415, en circunstancias históricas de valor dudoso, por el sacerdote Luciano en Kefar-Gamlá (cerca de Jerusalén), contribuyó en forma clamorosa a difundir su devoción. Según la relación del mismo Luciano y traducida a varias lenguas (al latín por Avito de Braga), el maestro de S. Pablo, Gamaliel, se habría aparecido en sueños por tres veces al mismo Luciano, rogándole que recuperara los restos del mártir Esteban. Un sueño análogo tuvo el obispo Juan de Jerusalén que presidió el hallazgo de las reliquias. La autenticidad fue confirmada por varios prodigios. La mayoría de los restos fueron trasladados a Jerusalén, donde después se construyó una basílica; una mínima parte permaneció en posesión de Luciano, que tuvo buen cuidado de enviar fragmentos a sus amigos. Esta dispersión de las reliquias contribuyó enormemente a la extensión del culto. Entre los destinatarios de estos dones estuvo S. Agustín y Orosio, obispo de Menorca.
Nació también la fama de taumaturgo que el mismo S. Agustín contribuyó a difundir en Occidente con algunos escritos. En los siglos siguientes también se escribieron narraciones de contenido legendario y en ellas la historia de Esteban fue mezclada con la leyenda de Pilato (v.), Nicodemo (v.) y Gamaliel (v.). Desde la antigüedad su fiesta se celebró en torno a la Navidad (26 ó 27 dic.). Esta elección no obedeció a motivos cronológicos, sino a un intento simbólico: Quiso centrar la atención sobre algunos de los primeros grandes testimonios de Jesús, que lo glorificaron con su muerte. Entre éstos está Esteban, el protomártir del Cristianismo. La difusión del culto en todo el mundo puede ser constatada por ciudades, monasterios, capillas que han honrado su memoria, asumiendo el nombre e invocándole como protector.
BIBL.: Epistula Luciani, en PL
20,731-46; G. DUTERME, Le vocabulaire du discours d'Étienne, Lovaina 1950;
C. MENCHINI, 11 discorso di Stetano protonlartire nella letteratura e
nella predicazione cristiana, Roma 1951; M. SIMON, Stephen and the
Hellenists in the primitive Church, Londres 1958; G. D. GORDINI-M.
LIVERANI, Stefano, en Bib. Sanct. 11,1376-1392; VARIOS, Stetano, santo, en
Enciclopedia cattolica, X1,1298-1304.
GIAN DOMENICO GORDINI.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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