La exhortación (gr. paraklesis) figura una sola vez (Rom 12,8) en las listas de carismas. Era, sin embargo, una de las funciones esenciales de los apóstoles, de los profetas y de los presbíteros; está enraizada en la vida religiosa del AT y del judaísmo y se prolonga en la Iglesia actual.
AT.
Los testigos de Dios no se contentaron jamás con exponer fríamente el designio divino de la salvación: Los discursos sacerdotales (como los de Dt 4-11), los discursos proféticos (como Is 1,16...), los discursos sapienciales (como los de Prov 1-9) se dirigen al corazón no menos que al espíritu de los oyentes; los invitan, los animan, los estimulan por parte de Dios a escuchar, a convertirse y a buscar a Dios. Desde los tiempos antiguos hasta la época de los Macabeos, hallamos siempre el mismo movimiento, la misma llamada: no se predica sin exhortar a una animosa fidelidad para con Yahveh y para con su ley (Dt 5,32; 6,4ss; 32,45ss), particularmente en las persecuciones (2Mac 7,5) o en el momento de la guerra santa (2Mac 8,16; 13,12.14).
NT.
En los umbrales del NT continúa Juan Bautista esta tradición: “con muchas exhortaciones anunciaba al pueblo la buena nueva” (Lc 3,18). Jesús, a su vez, no se contenta con proclamar el mensaje del reino que llega en su persona y con revelar sus misterios. Incita a los hombres a entrar en él invitándolos en forma apremiante a arrepentirse, a creer en el Evangelio, a seguirle y a guardar su palabra. Asimismo los apóstoles “conjuran y exhortan” a las multitudes a acoger su mensaje y a bautizarse (Hech 2,40). En las comunidades cristianas, el profeta “edifica, exhorta, anima” (1Cor 14,3), como deben hacerlo también Timoteo y Tito (2Tim 4,2; Tit 1,9). Esto no hace sino prolongar uno de los actos esenciales del ministerio apostólico (Hech 11.23; 14,22; 15,32; 16, 40; 1Tes 3.2), sobre el que Pablo se explica claramente: “Es, dice. como si Dios exhortara por medio de nosotros” (2Cor 5,20; cf. 1Tes 2,13). Así los escritos del NT encierran numerosas exhortaciones; tal es el fin esencial de la carta a los Hebreos (Heb 13,22) y de la La carta de Pedro (1Pe 5,12). Además, los cristianos corrientes deben exhortarse unos a otros (2Cor 13,11; Heb 3,13; 10,25) con miras a la edificación de la Iglesia.
ALBERT DESCAMPS
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