El «Estado social» nace y se desarrolla en nuestro siglo, sobre todo después de la crisis del liberalismo. Intenta fundamentalmente introducir, junto con los derechos de libertad, una atención a los derechos de justicia (o de solidaridad), a fin de garantizar a todos la posibilidad de una integración real.
La democracia política tiende así a conjugarse con la democracia económica y participativa a través de una intervención directa del poder político.
Abandonando una visión del Estado como simple tutor de las libertades individuales, se tiende más bien a concebirlo como comprometido directamente en asegurar a todos los ciudadanos la posibilidad de satisfacer algunos derechos fundamentales.
Lo que determinó su nacimiento fue sobre todo la afirmación del convencimiento, traducido por Keynes en una auténtica teoría económica, de que las exigencias de eficiencia y de productividad pueden compaginarse (más aún, deben compaginarse) con las de la justicia distributiva. Los años 70 han marcado los comienzos de una fase de decadencia del Estado social, sobre todo debido a la aparición de ciertas tendencias patemalistas y asistencialistas y del crecimiento excesivo de la demanda de intervención estatal con impulsos de carácter neocorporativo. La intuición de fondo en que se inspira el Estado social no debe, sin embargo, caer en el olvido. Se trata de superar el asistencialismo, que reduce al ciudadano a ser un mero usuario y que diluye las relaciones personales en la impersonalidad de la burocracia, mediante el desarrollo de una ética de la solidaridad que favorezca la colaboración y estimule a cada uno a asumir su propia responsabilidad.
En este contexto parece fundamental la aportación de los cristianos. Las experiencias de servicio, marcadas por la lógica de la gratuidad y del don -pensemos en el voluntariado- constituyen importantes correctivos a los aspectos involutivos del Estado social. La atención a la centralidad del hombre y el respeto a su dignidad y libertad están en la base de una concepción del Estado, no paternalista y autoritaria, sino democrática y pluralista, capaz por consiguiente de hacer frente a las verdaderas exigencias de cada uno en el cuadro de una justicia integrada por el amor.
G. Piana
Bibl.: G. Mattai, Estado y ciudadano, en NDTM, 609-628; AA. VV . crisis y futuro del estado de bienestar Alianza, Madrid 1989; l Martínez Cortés, El estado de bienestar y 511 crisis, en Revista de Fomento Social 45 (1990) 141-155,
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