«G. de D.», «dar
gloria a Dios», «obrar a mayor gloria de Dios» son expresiones fundamentales del
acervo idiomático cristiano. Pero requieren una interpretación adecuada, pues,
si se entendieran en forma demasiado antropomórfica, no podrían armonizarse con
la -->transcendencia de Dios y, en consecuencia, con su -->amor absolutamente
libre y desinteresado, que determina su actuación en el mundo.
I. En la Escritura
El contenido del
concepto teológico de g. de D. en la Escritura se remonta en sus raíces al
kábód Yahveh hebreo, que en los LXX es traducido con el término 861a. Esta
traducción determina claramente el uso del vocablo 8ója en el Nuevo Testamento.
La Vulgata traduce kábód y 86f;a por «gloria».
1. «Káböd Yahveh»
en el AT
El contenido
originario del término «gloria» en el AT no es, como entre los griegos y
romanos, la idea de un prestigio que provoca admiración y alabanza, de una fama
llena de honor (cf. CICERÓN, Retórica, II 55). La gloria es, ante todo,
el valor real, el poder medible, el peso del poder (kábód de la raíz
kbd = pesado, importante). Este sentido se empareja con el significado
clásico de lo glorioso de la plenitud de luz, o de sabiduría o de hermosura, que
es digna de alabanza. Yahveh revela y oculta a la vez su kábód en la nube
y el fuego devorador (Éx 16, 7s; 16, 10; 24, 15-17; 40, 34s; 40, 38; Dt 5, 24),
un fuego que lleva en sí el brillo del relámpago y el poder del trueno,
y que da testimonio de la majestad inaccesible, poderosa y terrible de
Dios. Esta manifestación de Yahveh significa para los afectados, o bien castigo,
o bien auxilio benévolo (Lev 9, 6.23ss; Núm 14, 10; 16, 19, etc.), que
exigen adoración y alabanza: Éx 15, 1: «Cantemos al Señor, porque ha hecho
brillar su gloria»; Éx 15, 7; Sal 29, 1-9. Además de los prodigios, también el
curso natural del mundo revela el kábód Yahveh, invitando a todos los
pueblos a la alabanza: Sal 57, 6-12; 145, 1012; 147, 1.
2. La «doxa» en el
NT
En Jesucristo se ha
manifestado la gloria de Dios. £1 es el «resplandor de la 86Za» (de Dios), la
imagen de su esencia (Heb 1, 3). La 8óJa del Padre se revela en la encarnación
de su palabra (Jn 1, 14). Así el Evangelio es «la buena nueva de la
86 Z de
Cristo» (2 Cor 4, 4). A través de él Dios hizo brillar la luz en nuestros
corazones, «para que resplandezca el conocimiento de la 8óla de Dios en la faz
de Cristo» (2 Cor 4, 6).
La presencia
invisible de la 861a en el arca o en el templo de la antigua alianza (Éx 25, 8)
para la santificación de los hombres ha sido sustituida por la -> encarnación de
la palabra divina, que es la presencia personal y palpable de Dios entre los
hombres (1 Jn 1; Jn 1, 14.16). Así como en tiempos la gloria estaba encubierta
por la nube, ahora está por la condición humana de la palabra. Durante la vida
terrena de Jesús la 861a brilla solamente en «signos», descubriéndose únicamente
al creyente (Jn 2, 11; 11, 40). En el anonadamiento el Hijo «honra» al Padre
hasta la consumación de la obra redentora, y el Padre «honra» y
«glorifica» al Hijo (Jn 12, 28; 17, 5). El resucitado es para Pablo el «señor de
la 86Ja» (1 Cor 2, 8), En la -> parusía la 861a celeste de Jesús se revelará a
todos (Mt 24, 30). En la transfiguración (Lc 9, 32), Pedro, Juan y Santiago
experimentaron una anticipación de esta luz de la gloria; y también la
experimentó Pablo ante Damasco (Act 9, 3).
La gloria del Hijo
es también la gloria de los hijos de Dios; él conduce «a los muchos hijos hacia
la gloria» (Heb 2, 10); éstos son participantes de su gloria (1 Pe 5, 1-4).
Según Pablo el justificado ya participa de la gloria escatológica (2 Cor 3, 18;
4, 17), si bien en forma oculta y esencialmente en ->esperanza (Rom 8, 18).
Hacia esta gloria se dirige la «expectación anhelante» de toda la
creación (Rom 8, 19-23). «Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre
los hombres, objeto de su amor» (Lc 2, 14), anuncian las ángeles al aparecer
Jesús en este mundo. La voluntad de Dios es que «el Padre sea glorificado en el
Hijo» (Jn 14, 13; Flp 2, 11). Y también es voluntad de Dios que el Hijo sea
glorificado en los hombres (Jn 17, 1-6). La glorificación de Dios, la de Cristo
y la de los hombres están intrínsecamente relacionadas (2 Cor 4, 15); son frutos
de un amor creciente, que llega a su plenitud en el «día de Cristo» (Flp 1, 9ss;
1 Pe 11, 27; 2 Pe 3, 18). En el ->reino de Dios el ->culto no tendrá más
expresión que la adoración y la acción de gracias en Jesucristo (Rota 16, 27;
Jds 24-25; Ap 1, 4-7; 5, 13; ->visión de Dios).
II. Aspecto
sistemático
Dios ha creado el
mundo, «no para aumentar o adquirir su gloria, sino para revelar su perfección»
(Vaticano i, Dz 1783; cf. 1805). La gloria de Dios es ante todo su interna
perfección ontológica y su autoposesión amorosa en la santidad. A esta santidad
y gloria está ordenada la creación, en la que Dios se revela, y esta revelación
misma es ya la g. de D. «externa»: como «objetiva» o material. Pero la creación
carecería de sentido si, por encima de esta g. de D. «objetiva», no hubiera
seres que con conocimiento y amor libre pueden responder a la revelación de la
gloria de Dios. La g. de D. «objetiva» sólo es tal como llamada a los seres
espirituales para que glorifiquen «formal» y subjetivamente a Dios. Por eso el
hombre negaría su propia esencia si pretendiera limitarse a la mera g. de D.
objetiva (por el simple hecho de existir). Pero, en cuanto él da gloria a Dios,
se perfecciona a sí mismo y recibe su propio honor por la participación de la
gloria de Dios. «El Señor lo ha hecho todo para comunicarse», dice Tomás
comentando Prov 16, 4 (ST 1 q. 44 a. 4); e Ireneo escribe: «A los que ven a
Dios, su gloria les da la vida...; la participación en la vida de Dios consiste
en su visión y en el disfrute de sus bienes...; la gloria de Dios es el hombre
viviente, y la vida del hombre es la visión de Dios»
(Ad. haer.
lV
19: PG 7, 1035ss).
1. Por tanto, g. de
D. («externa») significa ante todo el comportamiento subjetivo, del
reconocimiento con veneración del esplendor divino, o sea, el acto de adoración
venerante del ~>misterio absoluto.
2. Ese acto se
refiere a la revelación de Dios mismo, en cuanto a través de ésta se manifiesta
el poderío de la gloria divina. Esta revelación de sí mismo se produce en
- y va dirigida a - la ->creación, que por su ser y sobre todo por su respuesta
revela la gloria de Dios y así alcanza su sentido. La insuperable revelación
escatológica de sí mismo acontece en Jesucristo (cf. historia de la ->
salvación).
3. La revelación de
la g. de D. manifestada históricamente se funda en la plenitud de su ser, en su
gloria y poderío internos, conocidos y afirmados por él mismo, los cuales no
pueden ser violados desde fuera, o sea, por la criatura, y en este sentido
constituyen su --a santidad.
Humbert
Bouéssé
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