Dos condiciones para que la globalización de los mercados no sea
una tiranía
SAN JOSÉ, 5 junio 2001
(ZENIT.org).- El cardenal Angelo Sodano,
secretario de Estado vaticano, exige dos condiciones para que el proceso
de integración económica que tiene lugar en estos momentos entre los
países de América no se convierta en un mecanismo de imposición del
más fuerte: respeto del valor inalienable de la persona humana y respeto
del valor de las culturas.
El mensaje del brazo derecho de Juan Pablo II en la guía de la Santa
Sede fue entregado por el nuncio apostólico en Costa Rica, el arzobispo
Antonio Sozzo, al presidente de la 31ª Asamblea de la Organización de
los Estados Americanos (OEA), el señor Roberto Rojas López, ministro de
Asuntos Exteriores de Costa Rica, país que ha acogido el encuentro, en
San José, del 3 al 5 de junio.
El lema de la Asamblea era precisamente "Preservar la centralidad
del hombre en el proceso de integración regional".
Ofrecemos a continuación el texto íntegro de la carta escrita por el
cardenal Sodano.
* * *
Exc.mo Señor:
Una vez más me honro de transmitir el saludo de Su Santidad Juan Pablo
II a los Exc.mos Ministros de Relaciones Exteriores de los Estados
miembros, al Exc.mo Secretario General de la Organización de los Estados
Americanos, Señor César Gaviria, y a los demás Representantes y
Observadores de los Países amigos, reunidos en la 31ª sesión de la
Asamblea General, junto con los fervientes votos de Su Santidad por un
fructuoso trabajo al servicio de los pueblos que representan.
El proceso de cooperación y de edificación de la paz continental
iniciado a principios del siglo pasado con las Conferencias panamericanas
e institucionalizado más tarde con la creación de la OEA., atraviesa, en
estos momentos, una significativa etapa de profundización con las
iniciativas de integración económica regional, especialmente con el
proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas, que ha recibido un
importante impulso en la reciente Cumbre Presidencial de Québec.
La unificación de los mercados puede ofrecer grandes oportunidades de
progreso y bienestar a todos los países del hemisferio, si la
eliminación de las barreras comerciales es concebida como una
consecuencia natural de la fraternidad americana, que busca sinceramente
la superación de estrechos egoísmos nacionalistas, y no como una
ocasión de asegurar las ventajas de los sectores económicos más
fuertes.
En tal sentido, se debe insistir en la centralidad del hombre --de cada
hombre y mujer singular-- en cualquier proceso político o económico,
como recordaba recientemente el Santo Padre, al afirmar que "el
discernimiento ético en el marco de la globalización debe basarse en dos
principios inseparables. El primero es el valor inalienable de la persona
humana, fuente de todos los derechos humanos y de todo orden social. El
ser humano debe ser siempre un fin y nunca un medio, un sujeto y no un
objeto, y tampoco un producto comercial. El segundo es el valor de las
culturas humanas, que ningún poder externo tiene el derecho de menoscabar
y menos aún de destruir...[La globalización] Debe respetar la diversidad
de las culturas que, en el ámbito de la armonía universal de los
pueblos, son las claves de la interpretación de la vida..." (Juan
Pablo II, Discurso a la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, 27 de
abril de 2001).
La integración regional, para que sea realmente útil al progreso de
la dignidad y de los derechos del hombre, e inclusive para su propia
consolidación y permanencia, no puede prescindir de la constante
búsqueda de las "garantías sociales, legales y
culturales...necesarias para que las personas y los grupos intermedios
mantengan su centralidad" y para no "destruir las estructuras
construidas con esmero, exigiendo la adopción de nuevos estilos de
trabajo, de vida y de organización de las comunidades" (ibídem).
Tanto las metas culturales y sociales incluídas en Plan de Acción de
Québec, como la agenda de la presente Asamblea, orientada en buena medida
a dar un rostro humano a los grandes proyectos macro-económicos y de
política continental , son una cabal demostración de que los gobernantes
de los países miembros de la OEA condividen las preocupaciones del Santo
Padre sobre la necesidad de crear una globalización de la solidaridad.
La Santa Sede, alegrándose de poder manifestar nuevamente su apoyo y
aliento a la Organización a través de su presencia en las Asambleas
Generales, ruega a Dios Todopoderoso que conceda luces y ánimo generoso a
todos los responsables políticos de los Estados de las Américas y del
Caribe, para que consigan siempre que los proyectos multilaterales se
reflejen en el efectivo desarrollo material y espiritual de todos los
miembros de sus pueblos.
Aprovecho esta oportunidad de dirigirme a los representantes
americanos, para enviar también un cordial saludo, en nombre del Santo
Padre y en nombre propio, al Exc.mo Señor Presidente de Costa Rica, Dr.
Miguel Angel Rodríguez Echeverría, a Usted, Señor Ministro, y todo el
pueblo de la Nación que acoje esta 31ª Asamblea de la O.E.A.
ANGELO
CARD. SODANO
SECRETARIO DE ESTADO DE SU SANTIDAD
SECRETARIO DE ESTADO DE SU SANTIDAD
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