Es
la opinión según la cual el alma de cada uno de los seres humanos es
engendrada por los padres, junto con el cuerpo. Esta opinión se diferencia del
creacionismo, según el cual el alma es creada directamente por Dios, en el
momento de la concepción.
La
revelación bíblica no nos ofrece indicaciones precisas sobre este punto, aun
cuando habla del don del soplo vital (ruah) por parte de Dios al hombre (Gn
2,7). Entre los que sostienen el generacionismo hay que recordar a san Agustín,
para el que esto permite explicar más fácilmente la transmisión del pecado de
Adán (/ pecado original) a todos los hombres. Tomás de Aquino, por el
contrario, después de haber motivado de manera distinta de Agustín la
difusión del pecado original, sostiene con decisión el creacionismo, que se
impone después de él en la teología eclesial. En la enseñanza del Magisterio
sobre este problema se registran las siguientes afirmaciones: a) es falsa la
opinión según la cual el alma espiritual del hombre se multiplica por medio de
la generación o se deriva del alma sensitiva (DS 3220); b) hay que creer que
las almas son creadas inmediatamente por Dios (Pío XII, Humani generis: DS
3896).
La
teología contemporánea se ha orientado más bien hacia el generacionismo, que
se presenta cada vez como más respetuoso de los dinamismos naturales y de la
visión unitaria y no dualista del hombre. Es verdad que siempre habrá que
afirmar que en el don del alma, los padres ejercen una causalidad instrumental
respecto a la causalidad principal que ejerce el Creador; puesto que Dios quiere
todas las cosas en un único acto, hay que reconocer su prioridad absoluta o su
causalidad primera respecto a las acciones realizadas a lo largo del tiempo
por las causas subordinadas; en el caso de la "animación» de cada ser
humano, se puede pensar que es precisamente el acto creador de Dios el que
sostiene el don de la vida realizado por los padres. La afirmación de Pío XII,
según el cual el alma espiritual es "creada inmediatamente por Dios»,
querría indicar entonces no sólo que todos los hombres tienen su origen en
Dios, sino también su presencia benéfica y vivificante, su "sí» amoroso
frente al nacimiento de cada uno de los seres humanos.
G.
M. Salvati
Bibl.:
L. Ladaria, Antropologia Teológica, Roma-Madrid 1986: K, Rahner - p, Overhage,
El problema de la hominización, Cristiandad, Madrid 1974: J. L. Ruiz de la
Peña, imagen de Dios, Sal Terrae 1988, 254-261.
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