Introducción
La celebración litúrgica en los grupos tiene cierto relieve como debate y
práctica en el período del Vat. II y al comienzo de 'los años setenta. En el
centro del debate y de la práctica está sobre todo la celebración de la
eucaristía en el grupo y en la ->familia Algunos datos pueden resultar
indicativos al respecto. A petición del presidente de "Pro civitate christiana",
la Congregación para los sacramentos concede el 7 de mayo de 1966 que se pueda
celebrar la eucaristía en las "domus christianae". Con ocasión del
año de la fe (1967), en la diócesis de Cesena se aconseja la celebración de la
eucaristía en las familias que lo soliciten. Se da el permiso "para toda la
diócesis y para cada una de las parroquias". Las familias que cumplan ciertos
requisitos tienen derecho a beneficiarse de este permiso Los problemas que
surgen van cobrando configuraciones y acentuaciones diversas, provocando acogida
o rechazo con diversos motivos. "Para el futuro —expone Hortelano— parece que
nos orientamos hacia una celebración doméstica de la liturgia"'. "El ideal, con
el tiempo, sería -prosigue- , comenzando por los diáconos casados [...], llegar
a un sacerdocio pluralista, que permita el acceso al sacerdocio de personas
casadas de diversa educación, con el fin de poderse ocupar de la liturgia
doméstica en el mundo, dejando a los sacerdotes célibes, hoy más necesarios que
nunca, la tarea de animar estas iglesias domésticas dentro de una pastoral de
conjunto dinámica y flexible. Este movimiento parece irreversible, y son muchos
los que creen que responde a una exigencia perentoria de nuestro tiempo"'.
Posiciones de este género, y sobre todo cierta práctica ritual desenvuelta,
determinan reacciones negativas.
Actualmente los problemas van cobrando sus justas proporciones y relieve,
las posiciones se hacen más matizadas y críticas y las motivaciones se vuelven
más precisas y menos emotivas.
Para delinear el tema y los problemas, especifiquemos el sentido de la
terminología usada. El término liturgia (implícitamente presente en el
lema de esta voz: Grupos particulares [y liturgia]) no se limita sólo a
la eucaristía, sino que se refiere a todo lo que en la iglesia se denomina como
litúrgico. Cuando se habla de grupo, nos referimos no sólo a esa realidad
descrita por la psicosociología, sino también a cada conjunto de personas, más o
menos homogéneo, relativamente poco numeroso, distinto de la masa. Según
esta acepción, forman parte de las liturgias para grupos también las
celebraciones para categorías, como las de los ->niños o de los ->jóvenes, de
las comunidades de base y neocatecumenales y, para ciertos aspectos, también de
las comunidades religiosas, de los capítulos de la catedral, etcétera
Delinear el significado de las celebraciones de los grupos no es fácil.
Para algunos tendrían una función propedéutica o instrumental; es decir, serían
algo así como un momento de paso, que lleva a la participación plena de la
liturgia en la comunidad eclesial más amplia de la parroquia o de la diócesis.
Para otros tendrían un valor autónomo; serían el lugar de la celebración más
auténtica y viva, del que debería nacer la esperada renovación litúrgica para
toda la iglesia. Para lograr captar todos los aspectos de los problemas es
preciso colocarse sucesivamente en varios ángulos de mira: histórico, teológico,
psicosociológico, celebrativo y pastoral, con referencia a algunos documentos
sobre este asunto'.
I. Aspecto histórico
Quien habla de las celebraciones litúrgicas para grupos, a menudo se refiere a
la historia, a la práctica judía o apostólica, a las liturgias domésticas de la
iglesia primitiva, a las celebraciones en las "domus ecclesiae".
La lectura de la historia puede aportar, desde luego, útiles esclarecimientos.
Resulta, en efecto, que: 1) de un grupo nace la nueva liturgia cristiana;
2) la liturgia cristiana primitiva es doméstica; 3) la celebración para
grupos es un hecho constante en la iglesia.
1. DE UN "GRUPO",
UNA NUEVA LITURGIA. De un grupo, el de Jesús con sus discípulos, nace una
nueva liturgia. La afirmación debe ser precisada, para que aparezca todo su
significado y se evite toda amplificación indebida. En el mundo judío, incluso
en la época de la centralización del culto, se forman grupos o movimientos como
el de los esenios, que celebran las fiestas según un calendario diferenciado y
tienen ritos y oraciones propios. Los mismos discípulos de Juan Bautista tienen
sus fórmulas de oración (Lc 11,1). También el grupo que se forma en torno a
Jesús siente la necesidad de expresar de modo propio la nueva fe (Lc 11,1-13).
Precisamente en el interior de este grupo se producen los siguientes
hechos:
a) En un primer momento, Jesús y sus discípulos siguen frecuentando el
templo y celebrando según la tradición (He 2,46; 3,1). Gradualmente, y a medida
que crecía la comprensión de la originalidad de que eran portadores, se
diferencian en muchos aspectos. Aun celebrando los mismos ritos, les dan
nuevos contenidos. La pascua, por ejemplo, no es ya el signo del éxodo de
Egipto, sino del paso de Cristo de este mundo al Padre. La Escritura no se lee
ya en la perspectiva de lo que vendrá, sino de lo que se ha cumplido y de aquel
que ya ha venido.
b) Esta progresiva diferenciación ritual y dogmática sitúa al grupo en
contraste con la comunidad judía oficial. En los procesos de Jesús y de
Esteban, por ejemplo (He 7,44-51), como en el de Pablo (He 21,26-30), la
acusación se refiere a una nueva concepción del templo. Cuando la
caracterización y la distinción se haga cada vez más neta, entonces los miembros
del gruporecibirán el nombre de "cristianos" (He 11,26).
c) La aparición y diferenciación del nuevo grupo provocan tensiones en el
interior del judaísmo oficial. Lo mismo sucede entre los apóstoles, que sienten
el deber de interrogarse sobre la relación con sus antiguas tradikiones, y en el
concilio de Jerusalén deberán poner las bases de la diferenciación y de la
continuidad con el judaísmo (He 15,1-19).
d) Una de las características más originales respecto al judaísmo es la
apertura de aquel grupo; apertura al mundo entero, a la
universalidad, a la catolicidad. Precisamente esta característica hace
que el término grupo deba usarse aquí con mucha cautela: todo grupo
pequeño cristiano está abierto para ser siempre iglesia católica,
superando las características propias del grupo psicosociológico.
e) El conjunto de estos datos configura al grupo de Jesús y de sus discípulos
como iniciador de una nueva liturgia, sobre todo por la presencia del
fundador. Posteriormente los apóstoles se sentirán vinculados a aquellas
experiencias iniciales, a aquella tradición litúrgica, por lo que
celebrarán conforme a cuanto "han recibido" (1 Cor 11,23).
2. LA LITURGIA
PRIMITIVA ES "DOMÉSTICA". Una mirada a la
historia, tanto del AT como del NT, parece atestiguar que "la
liturgia oscila, en una especie de dialéctica dinámica, entre el templo y la
casa, entre lo institucional y lo carismático, entre la separación sagrada del
mundo y la inserción existencial en él"". Para algunos, la práctica de la
iglesia primitiva, en su desenganche progresivo del templo, privilegiaría la
celebración en la casa (He 2,46-47; 20,7-11). Por eso la iglesia romana
preferiría las domus ecclesiae a los templos. La lectura de estos
datos puede hacerse no poniendo énfasis en ellos, sino tratando de situarlos e
interpretarlos. Es verdad que la liturgia primitiva tiene estas características:
a) se desarrolla en una casa; b) participa en ella un número relativamente
restringido de personas. De estos datos no se puede concluir que la liturgia
cristiana debe ser doméstica o de grupo. El cristianismo primitivo
no lleva a cabo nunca una obra de cierre o clausura, de tendencia al
gueto, sino de apertura: el lugar del culto es todo el mundo; los
destinatarios (los llamados o elegidos) son todos los hombres. Incluso si los
reunidos son pocos, no se sienten grupo cerrado, sino ecclesia santa y
católica, en tensión continua hacia todos los lugares y todos los tiempos.
Cuando se comprueba que las celebraciones primitivas eran liturgias
domésticas, hay que poner cuidado en no atribuir al término domésticas
las precomprensiones y los exclusivismos de hoy. Las liturgias domésticas
son eclesiales, de toda la iglesia, que viene a encontrarse en una
domus. El número eventual relativamente pequeño de los participantes entra
en la lógica de la celebración no como factor cualificante, sino como elemento
contingente, carente de significado especial.
3. PERSISTENCIA DE LITURGIAS DE "GRUPO". Cuando el cristianismo cobra
proporciones numéricamente más llamativas y se convierte en fenómeno de masas,
la celebración litúrgica se realiza con naturalidad en lugares más capaces, como
las basílicas y las catedrales. Junto a estas celebraciones se desarrollan otras
que podríamos catalogar como de grupo: las celebraciones en los oratorios y en
las comunidades religiosas o semejantes. Los oratorios son edificios
destinados al uso no de todos los fieles, sino de un colegio, de una comunidad,
de una familia o de un privado. Desde el s. vi se afirman en particular las
capillas privadas de los papas, de los obispos y de los príncipes. De toda esta
materia se ocupa el concilio de Trento, y más tarde el CDC de 1917 (cáns.
1188-1196), así como el CDC de 1983 (cáns. 1223-1229). También las
comunidades religiosas o el capítulo de una catedral tienen la posibilidad
de celebrar aparte la liturgia. Este fenómeno, descrito sólo de forma alusiva,
permite formular algunas observaciones:
a) La existencia de los oratorios y de las celebraciones en las comunidades,
especialmente religiosas, son datos que testimonian la existencia de una
liturgia para grupos, aunque todo esto tiene a menudo el sentido de un
privilegio reservado a algunos.
b) En los oratorios y en las comunidades la liturgia es adaptada, especialmente
por lo que se refiere al calendario particular. En general, no obstante, el
aspecto más destacable es el trasplante de la liturgia de la gran catedral
incluso al más pequeño oratorio, para significar que la liturgia es única.
c) Aunque hay excepciones, especialmente en las capillas privadas y familiares,
la tendencia general no es nunca hacia el particularismo y el exclusivismo.
También el lugar de la celebración en los conventos de clausura tiene una parte
destinada al público. Cuando los monjes o un capítulo de canónigos celebran la
liturgia de las Horas, tienen la conciencia de hacer una acción "in nomine
Ecclesiae", "in persona Christi": aun apareciendocomo una liturgia de grupo,
siempre se la ve como acción eclesial, expresión de la liturgia única de la
iglesia.
II. Aspecto teológico
La liturgia que se celebra en los grupos presenta una problemática teológica
preferentemente eclesiológica. Tiene, en efecto, un significado propio en la
medida en que revela el misterio de la asamblea cristiana, "principal
manifestación de la iglesia" (SC 41). En particular, se pueden poner de
manifiesto algunas características de la iglesia en relación con los grupos.
1. INICIATIVA DIVINA. El hecho de reunirse para la liturgia no es nunca fruto de
una iniciativa humana; no nace principalmente de factores afectivos, de las
afinidades culturales y sociales, de una común visión de las cosas y de una
idéntica praxis de acción: no hay una auto-convocación espontánea. La
convocación, que podríamos definir como llamada a estar con, parte de
Dios, que interpela sin hacer distinciones (Ef 2,11-22; Col 3,1-15). Algunos
elementos ponen de manifiesto este aspecto en la celebración:
-
La palabra que se escucha y que nos convoca procede de Dios, es "palabra de Dios", "palabra del Señor";
-
El acontecimiento que se celebra es el misterio pascual, don del Padre a la humanidad;
-
Lo que manifiesta esta iniciativa divina se compendia en el signo del presidente como ministro del Padre, que hace presente a Cristo en su acto salvífico.
Por tanto, el grupo, reunido por el misterio pascual (SC 10), no celebra nunca
ni sus ideas ni sus acontecimientos; si éstos entran en la celebración, es para
referirse al acontecimiento Cristo y ser asumidos por él. Como el primer grupo
cristiano, también éste es presidido por el apóstol (He 2,42) y se presenta como
algo orgánico, estructurado, como un cuerpo.
2. UNIDAD Y UNIVERSALIDAD. Los cristianos son reunidos en asamblea por la
enseñanza de los apóstoles (He 2,42), viven del misterio de Cristo (He 2,33;
3,15), en él vienen a tener un único origen y destino eterno, que les hace vivir
"unánimes y concordes" (He 4,32), en la paz, don de Cristo resucitado (Jn
20,19-26). Esta unidad de la asamblea cristiana (SC 10) y esta participación de
cada uno en la fe de los demás no son algo cerrado en los estrechos límites de
la asamblea misma, sino una realidad dinámica que se abre hacia la universalidad
en el tiempo y para todos los hombres; es decir, la asamblea es siempre
católica, en tensión y comunión hacia la totalidad de los hombres. Hasta el más
pequeño grupo que se encuentra celebrando, si realmente actúa el misterio de la
iglesia-asamblea, es siempre católico. La catolicidad no es tanto un factor
numérico cuanto una tensión que informa a toda manifestación. El grupo no puede
ser ni siquiera una parte de la iglesia; cuando la celebración es auténtica,
hace presente en un espacio y en un tiempo el misterio de la única iglesia de
Cristo. El grupo que es verdadera asamblea no puede oponerse a la iglesia, ni
tampoco quedar voluntariamente restringido a alguna categoría. Si así fuese, la
liturgia que se celebra en él sería contradictoria, en cuanto que negaría
aquello para lo que se lleva a cabo: reunir a todos los hombres en Cristo para
gloria de Dios Padre. Cada grupo, para celebrar el misterio de Cristo, debe ser
y al mismo tiempo hacerse iglesia, todo lo pequeña y pobre que se quiera, pero
siempre una, apostólica y católica. Estas características de la unidad y
universalidad, entendidas en sentido dinámico como propias de toda asamblea más
pequeña, fundan la comunión: el grupo que es católico celebra "en comunión".
3. SACRAMENTALIDAD. La asamblea, incluso la más pequeña, como la de un grupo, se
instala siempre en la realidad de los signos, es un sacramento. A través de
varios factores visibles manifiesta la realidad de la unidad, de la
universalidad y de la comunión, que tienen su origen en el Espíritu por medio de
Cristo. Los cristianos reunidos hacen perceptible la realidad de lo que se ha
operado en ellos y los vínculos que los unen entre sí en Cristo (He 2,47). El
grupo puede convertirse fácilmente en un signo perceptible de la realidad
comunional, porque en su interior las relaciones interpersonales pueden poner de
manifiesto la unidad y la comunión. Por otra parte, el hecho de presentarse como
grupo pequeño y separarse del resto o de toda la comunidad puede acabar
significando una división, ser un signo de que no se comparte. Sobre todo cuando
se reduce a un mero hecho de categoría, difícilmente puede significar la unidad
y la universalidad de la iglesia. El grupo, desde el punto de vista del signo,
resulta ambivalente: favorece o impide la capacidad de significar la verdadera
iglesia. Piénsese también que en el interior del grupo se busca a menudo un
cierto aire democrático, que se traduce en algunos signos relativos a la
presidencia de la celebración ". En estos casos entra en juego la significación
del ministro. También aquí se plantean problemas desde el punto de vista de los
signos sacramentales, facilitando o complicando la solución.
III. Aspecto sociológico
Para una interpretación de la liturgia en los grupos es necesario tener
presentes algunos datos sociológicos que entran en juego; son complejos y no
fácilmente clasificables; a menudo se prestan a lecturas opuestas
15. Para tener una comprensión lo más objetiva
posible y para captar sus múltiples significados, examinemos el fenómeno
colocándonos en perspectivas diversas.
1. PERSPECTIVA PSICOSOCIOLÓGICA. a) A nivel psicológico se subraya
el aislamiento en que hoy vive el hombre moderno, aislamiento que lo llevaría a
buscar el grupo. En el orden del grupo estaría, por tanto, el sentido de
soledad. El grupo saldría al encuentro de las necesidades del hombre de poder
comunicarse, de entrar en relación, de establecer un diálogo, de ser tenido en
cuenta. En esta óptica, la elección hecha de la celebración en el grupo pequeño
puede significar la voluntad de salir del anonimato y de la insignificancia,
para encontrarse reconocidos en la propia originalidad, capaces de aportar al
grupo todos los dones propios y recibir de él lo que otros traen de propio.
b) A nivel psicosociológico se destaca que
en el mundo moderno se ha producido una mutación significativa de contextos.
Simplificando y esquematizando, podríamos decir que se ha pasado de un contexto
familiar, de pueblo pequeño y rural, a un contexto urbano, de la gran ciudad,
industrial. El primero es sencillo, y se caracteriza por las
relaciones frecuentes y personalizadas entre
los miembros del grupo; los contactos con el exterior son raros y no buscados.
El segundo es complejo, y se configura a través de la multiplicación de
las relaciones funcionales y utilitaristas, que cada vez tienen más valor, a
menudo a expensas de las relaciones personales y afectivas. En este contexto el
grupo asume significados diversos. Puede ser el medio para una mejor y más
rápida inserción en ese tejido complejo, o bien el índice de un repliegue y de
una marginación; constituye un medio para capacitar y entablar relaciones
personales en el interior del gran tejido urbano, o bien se convierte en un
ambiente cerrado y replegado sobre sí mismo. Esta ambivalencia hace que el grupo
se presente como escuela en la que se aprende a correr riesgos y a liberarse de
toda protección afectiva; o bien como el lugar de aquellos que, soportando mal
el anonimato y las relaciones funcionales, buscan una seguridad afectiva y la
encuentran limitando sus contactos a los que revisten un carácter personal y
evitando toda confrontación. El grupo que celebra la liturgia puede llegar a
tener uno u otro de estos significados. Es decir, constituye un momento de
crecimiento y de inserción en el tejido eclesial; un punto de partida para una
participación más consciente y viva en la liturgia dominical y parroquial
(grupo hecho instrumental); el lugar en que se produce una renovación
litúrgica, capaz de convertirse en paradigmático para las grandes asambleas; una
fuerza que apremia y provoca al cambio teniendo en cuenta la situación real del
hombre (grupo que origina una nueva liturgia). O bien el grupo se
configura como una huida y un repliegue narcisista, que llega a excluir y
rechazar toda forma de celebración litúrgica que no sea
la del grupo, la única considerada auténtica
(grupo como factor alternativo).
2. PERSPECTIVA SOCIOCULTURAL. La atención prestada a los grupos en el mundo
moderno está relacionada, especialmente en el ámbito religioso, con algunos
cambios íntimamente conexionados entre sí: diversa relación entre día laborable
y día festivo, laicismo y secularización, urbanización, movilidad. En su
conjunto, estos datos sitúan ciertamente el fenómeno de la celebración litúrgica
de los grupos en una matriz cultural más precisa y compleja.
En el pasado, los días laborables eran el tiempo de la huida de la vida
colectiva y de la dispersión en los campos; la fiesta y el domingo, por el
contrario, eran el momento de las manifestaciones sociales, que se producían en
el centro del pueblo o de la ciudad. En nuestra sociedad, los días laborables se
han convertido en el tiempo importante, el tiempo que vale, que reúne a los
hombres en los centros urbanos, sede de la más intensa vida social. El domingo
ha pasado a ser el tiempo de lo privado, de la huida de los centros urbanos, de
la diversión, de las dispersiones. Esta evolución repercute en el hecho
religioso, precisamente por su conexión con el domingo, del que era parte
central. Se está produciendo un cambio de significado. Como antes el hecho
religioso era expresión de la vida social, así ahora tiende a ser el lugar
privilegiado de la vida individual. Lo encontramos también en otro dato, que
enlaza con el precedente: el de la oposición entre privado (es decir, el
ámbito en cuyo interior una persona o el grupo tiene la posibilidad y la
capacidad de dominar lo que acontece, sin estar sometido a intervenciones
exteriores) y público
(ámbito en que la persona o el grupo está
sometido a la vista y a las intervenciones externas). Estos dos elementos
opuestos entre sí, que estructuran la vida social, tienden de algún modo a ser
el equivalente de otra oposición: la que se establece entre sagrado y profano.
Cada vez más a menudo se relaciona o reduce lo sagrado al ámbito de lo privado,
y lo profano al de lo público. En estas tendencias se inserta el fenómeno de la
->secularización, y en España del laicismo, contribuyendo a acentuar la
oposición. El laicismo, en particular, se presenta como una actitud del espíritu
que coloca la religión entre los hechos estrictamente personales y sitúa sus
manifestaciones en la conciencia individual y en el margen de la vida social. La
actitud laicista es un fenómeno tan sutil que, si se observa con agudeza,
impregna inadvertidamente toda la sociedad y la iglesia misma.
La celebración litúrgica en grupo ha de examinarse a la luz de todos estos
elementos socioculturales. Todos los impulsos que llevan a situar la religión en
el ámbito de lo privado, de lo individual y de la espontaneidad, suscitan
inadvertidamente una actitud espiritual por la que se rehúyen las
manifestaciones religiosas de masa, como una liturgia parroquial, y se prefiere
el grupo y el círculo restringido de los íntimos. Aquí, en efecto, es posible y
lógico expresarse, manifestarse; en contextos más amplios, en público, nos
sentimos bloqueados, incapaces de obrar religiosamente. Este sentimiento
es fruto de todos los factores señalados; en su conjunto, logran crear una
fuerza imponderable que arrastra a lo privado. En esta situación, la liturgia de
los grupos viene a asumir un significado que no tenía en el pasado; es decir,
viene a indicar que la liturgia es un hecho privado y se realiza al margen de la
vida cotidiana y pública, en el tiempo de la distracción, de la dispersión y de
la inutilidad. Esto sería contradecir la naturaleza misma de la liturgia
cristiana, la cual tiende a ser "cima y fuente" de toda la vida, incluida la
social.
3. PERSPECTIVA SOCIAL. Para delinear y valorar el significado de la
liturgia de los grupos hay que prestar atención a los diferentes contextos en
que han nacido y operan los grupos mismos. Tomando como punto de referencia las
clases sociales, se observan grupos únicamente de obreros o de estudiantes, de
muchachos o de jóvenes, de personas exclusivamente de clase media o de
religiosos. Si miramos, por el contrario, a la relación que tienen con la
iglesia, se nota la presencia de grupos que operan dentro de su comunidad
eclesial (parroquia o diócesis), otros que viven al margen o en dialéctica y en
oposición con ella. La liturgia viene a tener en estos grupos significados
diversos. Puede representar el momento cimero de la búsqueda y de la vida del
grupo, elemento para la toma de conciencia de la propia identidad con vistas a
una aportación original a las otras clases sociales y a toda la comunidad
eclesial. Puede también resultar un factor de ruptura y de aislamiento de los
otros componentes sociales y eclesiales, dato éste de particular importancia,
porque nos servimos de la expresión más alta y eficaz, propia del obrar
simbólico y ritual. En fin, también el origen y la historia de los grupos y su
evolución concurren a delinearlos y situarlos en relación con la iglesia, a la
vez que ayudan al pastor en la elaboración de sus proyectos y en su tarea de
animación.
IV. Aspecto celebrativo
La liturgia que se celebra en los grupos presenta a menudo particularidades
respecto a los textos comunes; nacen éstas de la exigencia de una profunda
ligazón entre la liturgia y la vida. La atención a los participantes (jóvenes,
niños, su nivel de vida cristiana), a lo que se quiere celebrar y a la finalidad
propuesta llevan a modificar más o menos ampliamente la estructura celebrativa
de por sí universal, a adaptar el conjunto de la celebración y sus diferentes
elementos (oraciones, lecturas, ritos), de modo que la vida del hombre emerja
más claramente en el misterio de Cristo. Algunas de estas adaptaciones de la
celebración están previstas de modo ocasional por las normas generales que
acompañan a los diferentes ritos. Otras están delineadas de modo más sistemático
en documentos especiales, como, por ejemplo, la Instrucción sobre las misas para
grupos particulares (= InsAP. Véase A. Pardo, Liturgia de la eucaristía,
col. Libros de la comunidad, Ed. Paulinas, etc., Madrid 1979, 199-203) y el
Directorio para la misa con -> niños (= DMN, ib, 224-238). Este último
documento constituye una especie de ejemplo típico: la adaptación es en función
no sólo de un grupo particular y de diferentes situaciones, sino que se refiere
también a todos los aspectos de la celebración: lecturas, oraciones, ritos. No
todas las celebraciones litúrgicas hechas en los grupos tienen las mismas
posibilidades de adaptación. Una liturgia de la palabra, una vigilia fúnebre en
casa del difunto o una hora de la liturgia de las horas pueden recibir
adaptaciones mucho más importantes que una celebración eucarística. Reflexiones
análogas pueden hacerse respecto a todo lo que se refiere al fenómenode la ->
creatividad litúrgica, que a menudo encuentra en los grupos su terreno más a
propósito.
1. LECTURAS BÍBLICAS. La celebración litúrgica de los grupos requiere una
elección diversa de lecturas, y a menudo se presenta como un modo particular de
leer la biblia. El leccionario
constituye la base para llevar a cabo esta elección (InsAP 6, e). En
particular, los leccionarios para las misas rituales, votivas y para diversas
circunstancias son ricos en sugerencias para algunas celebraciones específicas.
No son pocos los problemas que se plantean: criterio de elección de lecturas,
posibilidad de lecturas no bíblicas, misas con tema, rito de la proclamación de
la palabra y homilía participada o dialogada.
La escucha de la palabra en la celebración de los grupos es un momento
importante y a menudo cualificante; si se entiende rectamente, se ordenará a
iluminar la vida partiendo del misterio que se celebra. La elección de las
lecturas no viene dictada, por tanto, por un tema que haya que desarrollar o
meditar con vistas a una eventual acción o compromiso que tomar, sino por el
misterio que se quiere celebrar, es decir, por el acontecimiento del que se hace
memoria y en el que se participa. Cristo como acontecimiento se hace luz, fuente
de reflexión, estímulo para la acción. Si se quiere hablar de temas, será
necesario referirse a categorías operativas y no ideológicas, porque la
liturgia es acción, no una idea.
En el grupo, la liturgia de la palabra se desarrolla de forma que facilite la
comunicación, dándole un sentido familiar y personal, con desarrollos en la
escucha y en la respuesta. El ritmo de la celebración (proclamación, ->silencio,
canto, oración) viene a tener la fisonomía que el grupo siente como propia. La
utilización de lecturas no bíblicas está actualmente prevista sólo para las
celebraciones penitenciales (RP
36), con la función de introducir o comentar la palabra de Dios, sin ser nunca
el centro de la liturgia de la palabra. La ->homilía, que nunca puede abdicar de
su naturaleza y función, cobra en el grupo el tono de la comunicación personal,
de la espontaneidad, de la conversación. Está reservada al sacerdote, por lo que
"si se exceptúan las intervenciones del eventual comentarista, no les está
permitido a los fieles intervenir durante la celebración con consideraciones,
exhortaciones y cosas por el estilo" (InsAP
6, d). Una
indicación de la diócesis de Udine propone que, "habida cuenta de la naturaleza
propia de los grupos pequeños, el que preside podrá eventualmente dar a cada
uno, durante la homilía, la posibilidad de intervenir. El intercambio en el
momento de la homilía permite a menudo una mejor asimilación de la palabra de
Dios. Con tal que dicho intercambio se mantenga en el plano de la reflexión
sobre la palabra, y no se transforme en debate o en disertación polémica y esté
siempre guiado por el celebrante" I'. La editio typica altera (1981) del
Ordo Lectionum Missae reafirma que la homilía está reservada al sacerdote
celebrante (nn. 24; 38; 41).
La elección de las lecturas y el correspondiente momento homilético constituyen
una parte muy importante para la actualización de la palabra, para encarnarla en
las diferentes situaciones y para hacer que el grupo madure en el conocimiento
vital y en la fidelidad al mensaje de Dios. A menudo la elección de las lecturas
y el comentario homilético revelan un modo particular de utilizar e interpretar
la Escritura por parte del grupo, con acentuaciones de algunos sentidos
(espiritual, político...). Esto hace apetecible el tiempo de la liturgia
de la palabra, aunque no se puede pasar en silencio que, no obstante la
declaración de apertura para dejarse juzgar incondicionalmente por la palabra,
se lleva quizá a efecto una instrumentalización de la palabra misma,
privilegiando y exaltando algunos aspectos a expensas de otros.
2. EUCOLOGÍA. El grupo, que tiende a hacer el año litúrgico perceptiblemente
encarnado en las situaciones del hombre, siente la necesidad de una
reformulación lingüística de las oraciones y busca en el interior de la liturgia
misma espacios para una libre formulación orante. La legítima existencia ha
encontrado múltiples actuaciones, incluso derogando toda norma y no dejando
intacta ninguna parte eucológica. Probablemente a esta exigencia no se puede dar
respuesta sino de modo articulado. Ante todo hay que preguntarse si, para un
determinado grupo y para la finalidad que se propone (educación en la fe o en la
oración, comunicación espontánea y viva de experiencias...), es acertada la
elección de una celebración litúrgica, sobre todo cuando se trata de la
eucaristía, o si no es mejor recurrir a otros tipos de celebración. Después, los
diferentes ritos prevén la participación de los presentes en la liturgia; habrá
que valorar estos momentos, sobre todo donde, como en la oración de los fieles,
se tiene delante una formulación actualizada de la oración. Desde un punto de
vista normativo, no todas las celebraciones presentan las mismas posibilidades.
En el rito de la penitencia, por ejemplo, muchas fórmulas son presentadas a
menudo como ejemplos en que inspirarse. Ante esta situación, será el
atento conocimiento de los rituales el que indique los momentos en que la
oración de quien preside, o de todas formas participa en la celebración, puede
expresarse introduciendo modificaciones más o menos amplias respecto a los
textos eucológicos oficiales. En esto es legítimo preguntarse con qué criterios
obrar: no pueden ser otros que los que presiden la formulación de una oración
litúrgica verdadera y auténtica, de forma que la nueva oración eventual esté
modelada, en contenido y estilo, en conformidad con la oración litúrgica. Para
la eucaristía las oraciones han de elegirse normalmente entre las del misal.
"Presentan a veces —escribe la Comisión litúrgica de Udine— varias dificultades:
de estilo, de contenido, de traducción. Por ello puede resultar necesaria, en
estos casos, alguna inteligente adaptación para una oración más comprensible y
que corresponda, bien a las representaciones teológicas actuales, bien al
lenguaje común. Adaptación nada fácil y que, por tanto, hay que estudiar con
cuidado y llevar a cabo con mucha moderación dentro de la fidelidad al espíritu
de sobriedad, de universalismo y de profundidad teológica característico de
nuestra tradición litúrgica.
3. RITUALIDAD Y SIMBOLISMO. Algunos
grupos conceden una atención particular a los elementos rituales y simbólicos
que construyen la celebración. Otros, por el contrario, rehúyen la ritualidad,
como si fuese una forma peor de expresión, y privilegian el elemento verbal.
"Los gestos rituales, las ceremonias y las actitudes de los participantes deben
ser los prescritos para la celebración eucarística habitual"
(m sAP 11,
e). En este ámbito se pueden encontrar los siguientes fenómenos o variaciones:
-
El espacio para la celebración no está siempre dado (lugar sagrado), por lo que se crea en función del acto litúrgico que se realiza y de los participantes. Cada cosa (lugar, personas, objetos) queda dispuesta de forma que facilite la celebración y su comprensión.
-
Se producen fenómenos de redundancia o amplificación ritual (paz dada a todos los participantes, largos momentos de silencio) y verbal (gran número de intenciones en la oración de los fieles, mucho tiempo dedicado a la liturgia de la palabra). El ritmo de la celebración experimenta una sensible alteración también con vistas a finalidades particulares.
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Caen algunos ritos (por ejemplo, entrada del celebrante), mientras que se introducen otros para subrayar algunos momentos o significados (forma del pan para la celebración, padrenuestro, dicho por todos con las manos alzadas...). Se ensayan también desplazamientos (rito de la paz antes del ofertorio, acto penitencial después de la liturgia de la palabra), a veces sin la conciencia de que un cambio de secuencia ritual lleva siempre consigo una variación semántica. En general, la preocupación está ordenada a hacer que ganen en expresividad los diferentes elementos rituales.
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Aunque no siempre, el canto cumple una función particular. Algunos grupos suelen utilizar un repertorio propio con el fin de traducir mejor una determinada espiritualidad.
No es fácil dar un juicio sobre todos estos hechos: habría que analizarlos uno
por uno. La preocupación consistirá en atenerse a la norma y a la situación
concreta en que se celebra.
V. Aspecto pastoral
1. VALIDEZ DE LAS
CELEBRACIONES LITÚRGICAS EN LOS GRUPOS. Refiriéndose a la eucaristía, la
Congregación para el Culto Divino señala que "la pastoral sabe por experiencia
lo eficaces que pueden resultar para tales grupos este tipo de celebraciones
particulares. Si se saben ordenar y dirigir bien, lejos de dañar a la unidad de
la parroquia, favorecen su acción misionera, logrando el acercamiento de algunos
fieles y la más completa formación de otros" (InsAP, intr.: o.c.,
199-200). Después de trazar las líneas de acción, concluye: "Se exhorta
vivamente a los sacerdotes con cura de almas a considerar y profundizar el valor
espiritual y formativo de estas celebraciones. Son útiles sólo si conducen a los
participantes a una mayor conciencia del misterio cristiano, al incremento del
culto divino, a la inserción en la comunidad eclesial, al ejercicio profundo del
apostolado y de la caridad entre los hombres" (InsAP 11). La validez y al
mismo tiempo los límites de estas celebraciones quedan de manifiesto en las
reflexiones hechas en los párrafos precedentes desde el punto de vista
histórico, teológico, sociológico y celebrativo. De estas mismas reflexiones se
pueden derivar algunas indicaciones pastorales: atención a toda la liturgia de
los grupos, atención eclesiológica, catequística, educativa, celebrativa.
2. ATENCIÓN A TODA
LA LITURGIA DE LOS GRUPOS. La atención se ha dirigido preferentemente a la
celebración de la eucaristía en los grupos. Las situaciones en que se realizan
celebraciones de grupo son, sin embargo, mucho más numerosas. De hecho, incluso
sin quererlo, algunas celebraciones de los bautismos, de los matrimonios o de la
unción de los enfermos se presentan como liturgias de grupo. Si las cosas están
así, la acción pastoral deberá adecuarse a ellos, llevando a cabo el tipo de
celebración más adecuado.
3. ATENCIÓN
ECLESIOLÓGICA. La relación del grupo con la iglesia y la capacidad que tiene de
ser y manifestarse como iglesia en la acción litúrgica requieren del pastor una
atención particular. La acción pastoral en este campo, teniendo presentes las
reflexiones hechas arriba, debe llevar a hacer evidente la eclesialidad del
grupo. "Pero la solicitud pastoral se ordena y orienta también a los grupos
particulares, y no para fomentar separación alguna ni para constituir
pequeñas iglesias o situaciones de privilegio, sino para proveer a
peculiares necesidades de los fieles o para lograr una visión más profunda de la
vida cristiana que responda a las necesidades en dichos grupos, con todas las
ventajas que ya suponen los especiales
vínculos espirituales y apostólicos que las unen y el común afán de estimularse
mutuamente a la virtud" (InsAP, intr.: o.c., 199). En particular, la
eclesialidad se revelará por las relaciones que se establecen con la celebración
prevista por los ->libros litúrgicos, por la capacidad para expresar el genuino
misterio cristiano y para situarse concretamente en los problemas del hombre con
la mente de la iglesia, por la unidad y por la universalidad que se logra llevar
de hecho a cabo.
4. ATENCIÓN
CELEBRATIVA. La realización de una
celebración de grupo requiere que se preste atención a exigencias diversas, a
veces no muy claras. Hay una tensión constante entre dos polos: por una parte,
el misterio que se ha de celebrar, único e irrepetible, traducido en forma
ritual y codificado en normas universales; por la otra, las situaciones en que
el misterio debe encarnarse y las personas que participan en él. Nunca pueden
negarse los dos polos; el problema pastoral es metodológico, es decir, pretende
llegar a la síntesis, teniendo en cuenta todos los valores que entran en juego,
obrando con prudencia y paciencia pastorales, no dejándose llevar por el simple
gusto por la novedad.
5. ATENCIÓN
CATEQUÍSTICA Y EDUCATIVA. La misa celebrada con los niños tiene un gran valor
educativo, así como todas las demás celebraciones litúrgicas de grupo. La
construcción de la celebración deberá tener presente esta posibilidad, si bien
la acción litúrgica nunca deberá enderezarse principalmente hacia la
->catequesis. El valor catequístico y educativo debe brotar de la celebración
misma por una cierta connaturalidad, por su fuerza íntima, sin hacer
manifiestamente de la celebración un medio o instrumento de catequesis. Tampoco
en los grupos se puede prescindir de una catequesis previa, que sepa introducir
en la celebración tanto del grupo como de las asambleas ordinarias.
Conclusión
Las liturgias de
los grupos tienen su importancia, y hoy se presentan con tipología y problemas
nuevos respecto al pasado. Su interpretación exige un acercamiento múltiple,
capaz de poner de manifiesto sus diferentes aspectos y sus ambigüedades, pero
también sus valores, que luego sabrá utilizar una sabia guía pastoral. Esta guía
estará en condiciones de valorizar adecuadamente las potencialidades vinculadas
a las liturgias de grupo y de evitar
todo lo que de algún modo puede oscurecer el misterio celebrado.
[->Familia; ->Niños; ->Jóvenes; ->Existencia cristiana y liturgia; ->Promoción
humana y liturgia].
G. Venturi
BIBLIOGRAFÍA: Alcalá M., Eucaristía de incógnito, en "Razón y Fe" 180 (1969) 340-356; Basureo J., En torno a las eucaristías domésticas, en "Liturgia" 252 (1971) 76-88; Celam (Medellín), Liturgia y comunidades cristianas de base, en "Phase" 78 (1973) 536-546; Contreras F., Anotaciones sociológicas sobre pequeñas comunidades, ib, 52 (1969) 351-354; Cordobés J.M., Comunidades eclesiales de base, en NDE, Paulinas, Madrid 1979, 222-234; Farnés P., ¿Un rito propio para la celebración eucarística en grupos reducidos?, en "Phase" 45 (1968) 245-262; Fernández P., Las comunidades de base y su culto litúrgico, en "La Ciencia Tomista" 98 (1971) 157-195; Galdeano J.G., Eucaristía doméstica y por grupos, Perpetuo Socorro, Madrid 1971; Llopis J., La misa en los grupos reducidos, en "Phase" 52 (1969) 367-381; Mercatali A., Comunidad de vida, en NDE, Paulinas, Madrid 1979, 209-222; Power D., Grupos reducidos de oración y oficio divino, en "Concilium" 52 (1970) 259-271; Rodríguez del Cueto C., Pequeñas comunidades y creatividad litúrgica, Separata de "Studium Legionense", León 1978; Rovira J., Grups humans i liturgia, en VV.AA., II Congrés Litúrgic de Montserrat 1, Montserrat 1966, 305-316; Tena P., Sacerdocio ministerial y misas en grupos reducidos, en "Phase" 52 (1969) 383-388; VV.AA., Liturgia y comunidades de base, en "Phase" 52 (1969) 329-420; VV.AA., Comunidades de base y expresión de la fe, Estela, Barcelona 1970; VV.AA., Comunidades de base, Marova, Madrid 1971; VV.AA., Los pequeños grupos en la Iglesia, Madrid 1972; VV.AA., Comunidades de base, en "Concilium" 101 (1975) 3-138.
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