Situado en España, en la prov. de Cáceres. La razón de este monasterio, es
la imagen que bajo la advocación de G., en él se venera. Según vieja
leyenda, fue esculpida por S. Lucas. Se proclamó milagrosa durante una
peste en Roma. S. Gregorio Magno (v.) la regaló a S. Leandro (v.),
arzobispo de Sevilla, de donde la llevaron consigo unos clérigos al
invadir la península los árabes, ocultándola junto a grandes montañas,
pasado el río Guadalupe. Reinando Alfonso X se apareció allí a un pastor,
Gil Cordero, quien comunica a las autoridades tan grata nueva, iniciándose
la devoción. Entrando ya en el campo histórico, la imagen y devoción a la
misma es una realidad en la primera mitad del s. XIV, y muy probablemente
en la segunda parte del s. XIII. Ya debía de hallarse bastante extendida
su devoción en tiempos de Alfonso XI, pues conocedor de lo pequeña que
resultaba la primitiva ermita, le construye un templo, probablemente antes
de la batalla del Salado. A la Virgen de Guadalupe encomendará esta
grandiosa gesta guerrera, volviendo con ricos presentes a agradecerle la
protección que le deparó. Comienza así la grandeza de Guadalupe. Dicho rey
pedirá al arzobispo de Toledo el ius patronatus sobre la iglesia por él
erigida, consiguiendo además que sea elevada a la categoría de priorato, a
cuyo prior le conferirá el título de Señor Civil sobre la puebla que
circunda ya el santuario mariano. Cuatro priores seculares promoverán el
desarrollo material y espiritual de G. Éste prospera velozmente. Así, ya
D. Juan I acudirá al priorato pidiendo ayuda económica para la batalla de
Aljubarrota. Ésta se pierde; sin embargo, el rey, agradecido, presentará
para el episcopado al entonces prior D. Juan Serrano. Es el momento en que
conscientes rey y prior, que la expansión guadalupense excede las
posibilidades de un priorato secular, piensan en una orden religiosa. Ven
hechos realidad sus esfuerzos el 22 oct. 1389, fecha de entrada de los
jerónimos en G. Ellos llevarán a Guadalupe, en los siglos siguientes, al
primer plano nacional.
A él acudirán los reyes, pidiendo ayuda espiritual y económica, al igual que consejo para sus campañas, siendo dignas de destacar las relaciones íntimas con G. de Enrique IV, los Reyes Católicos y Felipe II.
Espiritualmente, de todas partes de España acudirán pidiendo gracias a esta advocación de la Virgen, como lo muestran las narraciones de los favores concedidos, que se contienen en las crónicas. Incluso devotos de otras naciones vendrán a postrarse ante ella, según referencias hechas por el portugués Barreiros en 1546, y la narración del «peregrino curioso» en 1577. Por ello los monjes se apresurarán a conseguir privilegios de Roma, especialmente sobre absoluciones y un jubileo general en las fiestas de septiembre, para todos los años. Tan fuerte es la devoción, que no obstante la oposición de los jerónimos, surgirán santuarios guadalupenses, incluso fuera de las fronteras españolas.
Económicamente G. se desenvolvía en una exuberante abundancia, según sus libros de cuentas. De sus ganados, labranza de la tierra y limosnas sacan lo necesario para sus construcciones, sustento de hospitales, hospederías y la famosa escuela de cirugía, cuna de ilustres médicos.
Artísticamente G. fue y es una joya. Basta recordar en arquitectura su iglesia, claustro mudéjar, templete, claustro de la botica, sacristía, camarín. Pictóricamente, guarda la mejor colección de Zurbarán (v.), y otra interesante de Lucas Jordán (v.), por citar lo más saliente. El museo de bordados nos habla del arte más depurado. Sus miniaturas son suficientes para hacer la historia del miniado durante los s. XV-XVIII.
Toda esta grandeza inicia suavemente su ocaso en la segunda mitad del s. XVII, finalizando con el vergonzoso despojo de la desamortización (v.), consecuencia de la cual es la salida de los jerónimos el 18 sept. 1835. Medio derrumbado por el abandono, es entregado en 1908 a los franciscanos. Hoy prácticamente se encuentra finalizada su reparación.
Tras la coronación de la imagen en 1928, como Reina de las Españas, por Alfonso XIII y el Primado de Toledo, regalo de rico trono por sus devotos en 1953, y la concesión del título basilical a su iglesia en 1957, está volviendo a rejuvenecer el recuerdo de N. S. de Guadalupe, como lo muestra el aumento de devotos que cada año a ella acuden.
A él acudirán los reyes, pidiendo ayuda espiritual y económica, al igual que consejo para sus campañas, siendo dignas de destacar las relaciones íntimas con G. de Enrique IV, los Reyes Católicos y Felipe II.
Espiritualmente, de todas partes de España acudirán pidiendo gracias a esta advocación de la Virgen, como lo muestran las narraciones de los favores concedidos, que se contienen en las crónicas. Incluso devotos de otras naciones vendrán a postrarse ante ella, según referencias hechas por el portugués Barreiros en 1546, y la narración del «peregrino curioso» en 1577. Por ello los monjes se apresurarán a conseguir privilegios de Roma, especialmente sobre absoluciones y un jubileo general en las fiestas de septiembre, para todos los años. Tan fuerte es la devoción, que no obstante la oposición de los jerónimos, surgirán santuarios guadalupenses, incluso fuera de las fronteras españolas.
Económicamente G. se desenvolvía en una exuberante abundancia, según sus libros de cuentas. De sus ganados, labranza de la tierra y limosnas sacan lo necesario para sus construcciones, sustento de hospitales, hospederías y la famosa escuela de cirugía, cuna de ilustres médicos.
Artísticamente G. fue y es una joya. Basta recordar en arquitectura su iglesia, claustro mudéjar, templete, claustro de la botica, sacristía, camarín. Pictóricamente, guarda la mejor colección de Zurbarán (v.), y otra interesante de Lucas Jordán (v.), por citar lo más saliente. El museo de bordados nos habla del arte más depurado. Sus miniaturas son suficientes para hacer la historia del miniado durante los s. XV-XVIII.
Toda esta grandeza inicia suavemente su ocaso en la segunda mitad del s. XVII, finalizando con el vergonzoso despojo de la desamortización (v.), consecuencia de la cual es la salida de los jerónimos el 18 sept. 1835. Medio derrumbado por el abandono, es entregado en 1908 a los franciscanos. Hoy prácticamente se encuentra finalizada su reparación.
Tras la coronación de la imagen en 1928, como Reina de las Españas, por Alfonso XIII y el Primado de Toledo, regalo de rico trono por sus devotos en 1953, y la concesión del título basilical a su iglesia en 1957, está volviendo a rejuvenecer el recuerdo de N. S. de Guadalupe, como lo muestra el aumento de devotos que cada año a ella acuden.
BIBL.: G. DE TALAVERA, Historia
de N. S. de Guadalupe, Toledo 1597; F. DE S. José, Historia universal de
la primitiva y milagrosa lntagen de N. S. de Guadalupe, Madrid 1743; G.
RUBLO, Historia de N. S. de Guadalupe, Barcelona 1926; A. ÁLVAREZ,
Guadalupe, Madrid 1964.
J. A. MARTÍN AVEDILLO.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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