La AGENDA LATINOAMERICANA'96 se complace en hacer a todo el
Continente, y a sus amigos aliados, compañeros de esperanza de los
pobres, esta PROPUESTA de reflexión/acción.
Concebida sólo como un pequeño instrumento pedagógico, quiere
estimular la reflexión y la acción de nuestros grupos, comunidades,
centros populares... y también de los animadores e intelectuales que
acompañan al pueblo en su vida y su lucha diaria, par a:
analizar esta hora histórica,
interpretarla con nuevos instrumentos teóricos y renovar nuestra
esperanza,
mantener la memoria histórica con una fidelidad creativa,
compartir nuestro discernimiento y estimular nuevas reflexiones y
acciones.
Los animadores locales sabrán desarrollar mejorar en cada caso lo
que aquí son casi sólo unos apuntes. Si nos envían los resultados de
su elaboración pedagógica y, sobre todo, de la reflexión/acción de su
grupo o comunidad, les quedaremos muy agradecid os y podremos
quizá compartirlos a través de la AGENDA LATINOAMERICANA'97,
además de que se harán candidatos al premio que en las páginas
siguientes se señala.
1. El fenómeno de la mundialización
La mundialización se puede observar en cuatro frentes principales:
La mundialización de los transportes
Durante miles de años el ser humano vivió en relación solamente
con sus vecinos próximos. Hubo grandes movimientos migratorios,
pero no era posible establecer relaciones estables e intensas a
grandes distancias.
Después de miles de años sobre el mundo, las cosas cambiaron de
un modo radical en el siglo XVI: la revolución científica incipiente
permitió la innovación de grandes medios de trasporte como la
carabela, la cual posibilitó la expansión de algunas pote ncias
mundiales a grandes distancias hasta entonces inalcanzables. Esto
fue lo que permitiría el comienzo de una primera «mundialización»: la
expansión del capitalismo naciente, desde Europa al resto del mundo.
La carabela fue sustituida por mejores barcos, hasta los actuales
barcos mercantes y cargueros, capaces de trasladar al otro lado del
planeta cantidades inmensas de mercancías. A su vez, la invención y
desarrollo del tren, del automóvil y de la aviació n han posibilitado que
desde hace ya unos decenios el mundo entero quede al alcance por
una comunicación relativamente fácil y rentable. La distancia ha
dejado de ser un problema insuperable. Esta revolución del transporte
es el primer factor que posibili ta la mundialización
La mundialización de las telecomunicaciones
La telecomunicación permite la comunicación a distancia, sin
trasladarse, sin transporte: podemos comunicarnos por medio del
teléfono, el telégrafo, el télex, la radio, la televisión...
Por primera vez en la historia, en la segunda mitad de este siglo la
información inmediata abarca prácticamente a todo el mundo. Las
noticias dan la vuelta al globo en segundos. Casi la totalidad de los
ciudadanos pueden, virtualmente, seguir la marcha de la actualidad
mundial. Algunos acontecimientos son observados en vivo por varios
cientos de millones de habitantes del planeta. Dentro de poco, desde
cualquier punto del planeta se podrán observar una media de 500
canales de televisión. Muchos de ello s transmiten ya con alcance
planetario, 24 horas cada día. El mundo se convierte en una «ciudad
mundial», dirá MacLuhan.
Los medios de comunicación social (mcs) se convierten en
protagonistas fundamentales de la nueva sociedad. Todos los medios,
pero especialmente la televisión, marcan profundamente a la
sociedad, que se adentra en una nueva cultura, la cultura de la ima
gen. Los mcs se convierten en el «alma» de la sociedad, su opinión,
sus sentimientos, su conciencia. De alguna manera, existe lo que los
mcs median, y deja de existir cuando ellos dejan de vehicularlo. Todo
queda filtrado por los medios.
Los mcs y las telecomunicaciones se convierten en el eje de la
sociedad, con un inmenso poder. Quien controla los mcs controla la
sociedad. Las nuevas tecnologías permiten ese control en grandes
ámbitos: hoy día un periódico se escribe en un lugar y se imprime
simultáneamente en varios países. Cuatro agencias suministran
nueve décimas partes del total de noticias emitidas por la prensa, la
radio y la televisión mundiales. Menos de 9 familias controlan el 90%
de todo lo que los brasileños leen, ven u oy en a través de todos los
medios. Las grandes cadenas de televisión (Globo en Brasil, Televisa
en México...) son capaces de crear en unos meses un candidato a la
República, de crispar o de calmar a toda una sociedad...
Esto tiene un efecto de homogeneización cultural: los medios
mundiales están extendiendo una cultura hegemónica, la de EEUU.
Así por ejemplo, el 90% de las películas que se ven en Tailandia son
estadounidenses y hacen inevitablemente una apología del « modo
de vida americano».
Hace sólo unos años ha alcanzado difusión masiva la utilización de
los computadores. Es la revolución de la informática. Esta nueva
revolución no tiene que ver -como las anteriores- con la utilización de
la energía, sino con el manejo de la información: l a inteligencia
artificial. Ahora podemos «procesar» la información, el conocimiento,
a unas velocidades y con una cantidad de operaciones para las que
el ser humano hubiera necesitado muchísimo tiempo. El computador
permite manejar, incrementar, organizar la información de un modo
que no ha podido imaginar ninguna sociedad anterior a la nuestra. Y
este poder se ha «democratizado» por los computadores
personales...
De la producción y del comercio.
Esta mundialización del transporte, su abaratamiento debido a la
existencia de medios de transporte cada vez más eficientes, ha
posibilitado la mundialización tanto de la producción como del
comercio. Para exportar al otro lado del mundo ya no son necesarias
aquellas largas y eternas caravanas de la edad media europea, que
arriesgaban su vida para traer, a lomo de bestias, productos exóticos
del oriente.
Hoy cualquier producto puede ser puesto al otro lado del mundo en
un plazo no mayor de tres semanas, y a un costo que puede permitir
no encarecer el producto, sino, al contrario, competir con los
productos locales. Así, México decide importar leche des de Australia,
que aunque está al otro lado del planeta, puede ser colocada en las
tiendas de México más barata que la producida por los ganaderos
mexicanos. El transporte hace surgir así un comercio mundial, que
produce una transformación inevitable de la s estructuras de
producción de los diferentes países.
La tecnología industrial se extiende prácticamente a todo el mundo,
uniformando los procesos de producción.
No sólo el comercio se hace mundial: también la misma producción.
Apoyada en la misma facilidad de transporte, la producción puede
fabricar cada componente de un producto en el lugar del mundo
donde más barato le resulte, de forma que un producto ya no es
producido en un país («made in...»), sino que puede considerarse
más propiamente un producto fabricado «en el mundo».
La mundialización financiera.
El capital nunca tuvo patria, pero hoy además no reconoce
fronteras, no pasa aduanas, no se deja controlar por los Estados. Ya
no es propiamente un capital internacional, o multinacional, sino
mundializado. Hoy ya se pueden realizar colocaciones de capital sin
limitaciones geográficas. Antiguamente el capital seguía a las
mercancías. Hoy, a caballo de la telecomunicación, el capital vuela al
margen de las mercancías, vía computador. Más: a golpe de tecla en
el computador el capital «viaja» y da la vuelta al mundo en segundos,
invirtiéndose a sí mismo en los puestos más rentables,
descapitalizando un país en unos minutos, o revalorizando un valor
por una simple decisión política o financiera. Cada día las
transacciones mundiales importan cinco mil m illones de dólares cada
día...
Antaño estaba claro quién era el poderoso que explotaba a los
pobres. Pero ya en 1983 se calculaba que de las cien unidades
económicas más grandes del mundo, la mitad eran nacionales y la
otra mitad compañías transnacionales. El capital financiero está ahora
tan ramificado que el patrón económico ya no tiene nombre individual,
ni siquiera está en un país, sino que se ha diseminado por el mundo,
y puede estar a mi lado, sin que yo me haya dado cuenta. El clásico
«explotador» ya no tiene rostro ni nombre , sino que se ha fundido
con el sistema mismo. Una visión realista del mundo ya no debe
mirarlo desde la perspectiva geográfica sino económica. El mapa más
real del mundo ya no es el geográfico, sino el económico.
Posibles ejercicios. Poner en común:
-de dónde (de qué país) proceden las cosas que utilizamos desde
el momento en que nos levantamos (despertador, jabón, pasta de
dientes, cepillo, espejo, grifo. ropa, lo que desayunamos, el bus que
tomamos, los autores de los libros...
-abrir un computador y ver de dónde son sus piezas...
-qué cosas (paisajes, ideas, edificios...) conoces de países a los
que no has viajado (por la tele, las películas...)
-compartir experiencias de los que usan correo electrónico o
acceden a internet...
2. ¿Qué es la mundialización?
La mundialización no es solamente la multiplicación y el
ensanchamiento de las redes y vínculos entre los humanos, sus
actividades, sus bienes, sus instituciones... Es «algo más». Hay veces
en las que «el todo es mayor (algo más) que la suma de las partes».
La mundialización no es simplemente «una internacionalización
todavía mayor». Es la aparición de un «sistema», de una estructura
sistémica adicional, que se nos impone a escala de mundo, que pasa
a condicionarnos a todos en un nivel plane tario, más allá de las
estructuras nacionales e internacionales.
Esa «visión holística» (el descubrimiento de que hay un todo que es
mayor que la suma de las partes) es importante. Sólo «ven» la
mundialización aquellos que, más allá de la internacionalización,
captan el nuevo sistema estructural, un condicionamiento global de
todos en torno a todos y a escala de mundo, en el que las
coordenadas clásicas de referencia (los estados nacionales, la
soberanía e independencia...) se difuminan o incluso desaparecen.
Hoy formamos ya de hecho, en varios aspectos, una sociedad
mundial única. A pesar de que hablamos idiomas distintos, nos
comportamos y vivimos de formas muy diferentes, la vida de los
pobres del Sur está completamente condicionada por las decisiones y
la forma de vida del Norte. Seguir pensando y viviendo en categorías
de Estados, como si los problemas del mundo y de los pobres fueran
problemas nacionales... es un error, o una excusa, o una «ideología»
interesada que no nos deja tomar conciencia y actu ar como se
debiera en una sociedad mundial única. Invento muy reciente en la
historia, el Estado moderno, no es ya lo que parece, rebasado por las
transformaciones históricas actuales.
Estamos asistiendo a una situación en el fondo esquizofrénica: por
una parte, de hecho -no a nivel de derecho ni de conciencia- somos
una sola sociedad hace tiempo, una especie de «país mundial»; por
otra parte no tenemos todavía conciencia de ello, y nuestro imaginario
social sigue manejando estructuras mentales inadecuadas, categorías
viejas que ya no responden a la realidad actual.
Un cambio de época, no una época de cambios.
La mundialización es pues un salto cualitativo, no sólo de un
incremento cuantitativo de la internacionalización. Concretamente,
llamamos mundialización a la emergencia de un sistema mundial que
pone fin a la existencia de varias sociedades y nos c onstituye en un
solo mundo. La mundialización no es una época de cambios
internacionales, sino un cambio internacional de época.
Es un fenómeno controlable, pero no evitable.
La mundialización no es nueva. Es un proceso largo, que comenzó
hace siglos. Lo nuevo es la conciencia que estamos teniendo de ella.
La mundialización no es evitable. Está provocada por los avances
técnicos y responde al ritmo del dinamismo humano. No es más que el
efecto del desarrollo de las capacidades del ser humano, que al
extenderse van haciendo que el mundo sea sentido cada v ez como
más pequeño ("se va haciendo un pañuelo").
La mundialización se impone «a sangre y fuego»: aunque no
hubiera mala voluntad de parte de nadie, el fenómeno mismo de la
mundialización es violento, nos afecta a todos y violenta sobre todo a
los débiles.
Lo mismo ocurre con las transformaciones tecnológicas y
económicas, que afectan a los vecinos quiérase o no, y ante esa
situación la única solución es poner barreras comerciales o bien
poner unas reglas de juego racionales y fraternas que impidan que e
sas ventajas comparativas que comporta el proceso de mundialización
sean utilizadas por unos para la explotación de otros.
La mundialización es una nueva carabela que, puesta al servicio de
los poderosos, puede servir para imponer -como en el siglo XVI- un
proyecto de dominación, ahora plenamente mundializado.
3. El neoliberalismo montado en la mundialización.
•A partir del siglo XVI, de la mano de la raza blanca y la cultura
occidental cristiana, el capitalismo ha sido exportado e impuesto a
sangre y fuego en todo el mundo: aquella primera expansión
capitalista occidentalizadora fue la primera mundializ ación.
Potenciado ahora por la mundialización tecnológica, ese mismo
capitalismo, bajo la forma actual de neoliberalismo, ha agudizado
hasta límites ya insostenibles sus peores tendencias, que han sido,
clásicamente, la de aumentar las diferencias sociales y la de destruir
la naturaleza. Fijémonos sobre todo en el aumento de las diferencias
sociales.
•Ya a la altura de los años 60 se decía: "La disparidad de los
niveles de alimentación de la humanidad es ahora mayor que nunca, y
el número de seres humanos que viven en condiciones de hambre y
de desnutrición es actualmente superior a ninguna época de l a
historia del mundo" (Informe de la ONU de 1962). Y: "Un
estadounidense goza de una renta per cápita de más de 3500 US$,
mientras que 40 naciones del subdesarrollo no exceden de una renta
per cápita de 120 $" (Robert McNamara, discurso de febrero de 1967
).
Y es bueno recordar que los jóvenes de la «Revolución de mayo de
1968» se echaron a la calle indignados por la idea de Marcuse (en
«El final de la utopía») de que lo que hasta entonces había sido una
utopía imposible (el que todos pudiéramos vivir huma namente), por
entonces estaba pasando a ser una posibilidad real (había ya en el
mundo suficiente riqueza para que todos viviéramos dignamente;
hasta entonces no la había habido).
Esta mala distribución de la riqueza en el mundo no sólo no se ha
corregido desde aquellos años en que se tomó una conciencia tan
clara (y hasta revolucionaria) de ello, sino que se ha aumentado: la
participación del 20% más rico de la humanidad era en 1960 treinta
veces mayor que la del 20% más pobre, y en 1991 es 61 veces mayor
(datos del PNUD de 1994). Cuando ese 20% no se refiere a los
países, sino a las personas, la diferencia aumenta a 150 veces.
El dominio de los grandes grupos financieros e industriales y la
concentración de la riqueza en unos pocos ha sido un fenómeno
constante a lo largo de estos 50 años y se ha intensificado en la
última década. Así, cuando en 1960 el 20% más pobre de la p
oblación del planeta se repartía el 2'3% de la renta mundial, este
porcentaje ha disminuido al 1'7% en 1980 y al 1'4% en 1990. Mientras
el 20% de los más ricos pasaba del 70'2% en 1960, al 76'3% en 1980
y al 82'7% en 1990.
En 1991 el 20% más rico de la población mundial detenta el 84'7%
de PNB, el 84'2% del comercio, el 85'5 del ahorro interno, el 85% de
la inversión interna. El 20% más pobre tiene el 1'4 del PNB, el 0'9 del
comercio, el 0'7 del ahorro interno, el 0'9 de la inversión interna.
En medio de este (des)orden mundial, no sólo hay desigualdad, y
desigualdad creciente, sino que los pobres financian a los ricos: el
flujo de capitales es adverso al Sur, que entre 1983 y 1989 ha
transferido al Norte 242.000 millones de dólares.
Estos son los efectos que el neoliberalismo está produciendo al
hegemonizar el mundo en un momento en que además se sirve de las
posibilidades de mundialización que permite la tecnología moderna.
•Por eso, es necesario distinguir.
Para muchos, mundialización es sinónimo de captación de
mercados, concentración de la producción, del mercado, del capital...
y por tanto, quiebra de las empresas pequeñas, desempleo,
marginación de masas enormes que quedan excluidas del sistema...
Per o esto no es la mundialización, sino la mundialización neoliberal.
El neoliberalismo imperante está subiéndose en el caballo de la
mundialización (comunicaciones, tecnología, comercio y producción
mundial, finanzas...) y eso multiplica geométricamente sus efectos
devastadores a todo lo ancho del planeta: aumenta la miseria, el
desempleo, la exclusión de las mayoría... mientras crecen las fortunas
de los poderosos, se concentran los capitales y el poder.
La mundialización no es necesariamente eso, no tiene por qué ser
así. La mundialización es ese proceso de unificación mundial que,
posibilitado por la tecnología, hace que surja sobre el conjunto de los
países un sistema mundial que a todos nos engloba y nos hace
afectarnos mutuamente en todos los niveles, tanto en la
infraestructura, como en las conciencias y hasta en los valores más
profundos. Una mundialización bien dirigida podría acercarnos mejor a
la utopía de una sociedad unificada, plural, herm anada, con
capacidad para superar definitivamente sus lacras y desigualdades.
Actualizando a Marcuse, que lo dijo hace 30 años, diremos que hoy
esa utopía está más a la mano que entonces, más que nunca, gracias
precisamente al fenómeno de la mundializació n.
•La mundialización, en sí misma, es buena: permite la comunicación,
la unificación de la familia humana, el enriquecimiento mutuo, la
participación de todos en procesos mucho más amplios, la
colaboración, la solidaridad, la construcción más universaliz ada del
bien, la aceleración de la reflexión comunitaria, la maduración de la
conciencia humana y, con ello, la evolución y mejora del destino de la
humanidad. La mundialización -en sí misma, no en la orientación
neoliberal que se la ha dado- responde a l os procesos inherentes al
dinamismo humano.
La mundialización neoliberal, por el contrario, aprovecha las
posibilidades de la mundialización para su egoísmo de acumulación,
aun a costa de mantener el mundo dividido y cada vez más dividido.
•No distinguir entre la mundialización y «lo neoliberal» de la
mundialización actual, es un grave error de perspectiva. Tomar, como
consecuencia de esa confusión, una actitud contraria a la
mundialización, es un error histórico.
Pero la mundialización, en sí misma, no es mala, y además es
inevitable. Por eso, nosotros estamos por la mundialización, pero por
«otra mundialización», o por una mundialización «otra».
4. Lo que ya no volverá. Cambio de paradigma.
Cambio de época, no sólo época de cambios...
Desde siempre, los pobres, y todos los aliados con su Causa,
fraguaron su esperanza de Liberación dentro del esquema de
pensamiento dentro de su propia época. Por eso, en el pasado, la
«estrategia clásica de liberación» consistía en la emancipación
nacional de un país, que pasaba a ser apoyado por el bloque
socialista, esperando que otros países se sumaran a ese camino y se
produjera el efecto dominó.
Lo avanzado del proceso de mundialización en curso ha quebrado
este esquema de pensamiento. En un mundo tan unificado -tan
unificado de modo neoliberal, precisamente- no es viable ya aquella
«estrategia clásica de liberación», porque no es posible una
emancipación «nacional» en un marco de «neoliberalismo
mundializado». Hay que «cambiar de paradigma».
Adviértase: no es que aquella estrategia de liberación haya de ser
abandonada porque fuese mala o inadecuada, o imposible, no. Aquél
era el camino correcto en aquel momento, era lo que había que
hacer, y los mártires lo sellaron gloriosamente con su sa ngre. Pero
las condiciones históricas cambiaron radicalmente, y hoy, por aquél
camino, ya no sería posible conseguir la Liberación (que sigue siendo,
hoy como ayer, imperturbablemente, la Utopía máxima, el sentido de
nuestra vida y de la Historia).
Estamos en otra época, y para comprenderla se necesita un
paradigma nuevo, del cual se derivará una nueva estrategia para la
acción.
Paradigma y estrategia
El paradigma nos lo proporciona este hecho mayor que estamos
descubriendo en el mundo de hoy: la mundialización, ese «algo más»
que no habíamos descubierto, y que quizá fue el causante de algunas
de las derrotas mayores. No estamos en el mis mo mundo (en el
mismo sistema) cuando hablábamos de internacionalismo, como hasta
ahora, que cuando hablamos de mundialización, como de ahora en
adelante. El paradigma de la mundialización reestructura todas las
categorías, que fueron creadas y desarrolla das en una ya superada
perspectiva de sociedad internacional, de Estados nacionales. Todo
queda reformulado.
¿Y la estrategia? Las emancipaciones nacionales locales ya no son
posibles, como antes no lo era la emancipación de una sola ciudad de
un país. Hoy el mundo entero tiene una cohesión semejante a la que
en tiempos pasados tenía una nación o Estado.
Más aún: aunque fuera posible «tomar el poder» en un país por
una revolución nacional, no sería posible mantenerlo en medio de una
sociedad envolvente enteramente contraria, porque ya no existe la
autarquía nacional. En este mundo mundializado neoliber almente, los
Estados ya no son (ni política ni económicamente) lo que eran. Seguir
entendiendo el mundo y el futuro de la historia desde un mapa
geográfico de Estados nacionales es un equívoco. El nuevo mapa,
como ya hemos dicho, es económico, y desde hac e tiempo señala
una sola sociedad mundial.
Se acabó un ciclo de los procesos de liberación de los pobres. Se
acabó el ciclo de las «revoluciones armadas». Con el proceso de
mundialización (además «neoliberal») las condiciones del mundo
cambiaron drásticamente. Los movimientos de liberaci ón habrán de
reformularse a sí mismos y habrán de rediseñar nuevas estrategias
de liberación. El poder ya no «se tomará» en «un» país, sino en ese
«único país que es el mundo», y con las «armas de la conciencia»...
Ya no se puede pensar en nuevas revoluci ones al estilo de las
anteriores...
Las mismas ciencias sociales están desconcertadas, porque todo
su conocimiento estaba expresado hasta ahora sobre la idea de la
sociedad nacional, que permeaba todos sus objetos de estudio:
partidos políticos, movimientos sociales, Estado y soci edad civil,
independencia, territorialidad, ciudadanía, democracia, tiranía,
revolución, mercado, economía nacional, planificación, moneda,
política económica... Pero el Estado/nación moderno ya no es lo que
fue. Siendo un invento de hace sólo cinc o siglos (la humanidad ha
pasado mucho más tiempo sin Estados que con ellos ) parece que
está llegando la hora de superarlo. Va a seguir habiendo Estados, por
un tiempo, pero sólo los desapercibidos siguen pensando que viven
en los Estados como los de ant es (soberanos, independientes,
autárquicos...).
Tampoco los partidos políticos tampoco son ya lo que fueron.
Fueron la vanguardia de la acción política, a la cual se supeditó todo,
por considerarla el instrumento principal para la consecución del
elemento privilegiado de la sociedad, el poder . Habiendo cambiado la
estrategia global, los partidos ya no son lo que fueron. Causas como
la de la Mujer, la defensa de las culturas indígenas, las tareas
locales... que en épocas anteriores quedaban subordinadas asa toma
del poder del Estado y por tant o a los partidos, ahora pasan a primer
plano, y son los partidos los que pasan a ser «retaguardia» de la
sociedad civil organizada.
Conclusión: lo que ya no volverá
Son muchas las realidades y planteamientos que, dados por
supuestos hasta hace unos años, hoy ya no existen y, además, no
van a volver. No hay nada a lo que esperar.
Es comprensible el desconcierto de muchos como primera reacción;
pero hay que despertar. Hay que desterrar toda nostalgia (no la
legítima y necesaria memoria histórica) para no quedarse mirando
hacia atrás, sino para adentrarnos en el nuevo Continente
inexplorado del planeta mundializado. Para ser fieles a los mismos
valores y principios, hay que hacer cosas nuevas y distintas.
Paradójicamente, para ir al mismo sitio, hoy hay que ir por otro
camino. Para ser igualmente revolucionarios hay que serlo y hacerlo
de forma diferente. Cambia la forma: el paradigma y la estrategia.
Pervive el contenido: la utopía.
5. Las grandes mentiras del sistema (de la mundialización
neoliberal).
No debemos dejar que el sistema nos engañe. Algunas de sus
autoproclamadas glorias son precisamente sus puntos flacos, sus
mentiras más profundas. Veamos las principales:
1. «El mercado libre, principio fundamental»
El «mercado libre» como libertad total y sin regulación es en sí
mismo una libertad ficticia: el lobo y la oveja no pueden firmar un
pacto de libremercado si no pactan simultáneamente un acuerdo de
no agresión y de respeto mutuo (sobre todo del lobo ha cia la oveja).
El «mercado libre», se viene a reducir a la ley del más fuerte, como
ley de la selva. La libertad sólo funciona entre iguales. La libertad de
uno acaba donde empieza la libertad del otro. El mercado, dejado a
su propia inercia, no tiene pie dad de los más débiles, no es humano
ni ético.
Los países ricos imponen a los pobres la apertura de sus
mercados. Pero la enorme desigualdad comercial existente, dejada a
su propia inercia, como mercado libre, destruye la industria y la
producción de los países pequeños, los llena de desempleo, los deja
inermes y en total dependencia respecto a los poderosos. Con ello el
sistema expulsa del mercado a los pequeños y medianos productores,
quedándose todo cada vez más en menos manos, las de los más
poderosos, concentrándose en empresas multinacionales que
controlan todo, imponen sus precios... No es desinteresada
precisamente la proclamación del mercado libre por parte de los
poderosos (cfr. Eduardo Galeano en esta Agenda)
No hay «mercado libre» para la fuerza laboral. Si el mercado libre
es el principio máximo de esta organización mundial, debe ser libre
para todo, también para la circulación de la mano de obra. Igual que
se la admite ya al interior de EEUU o de la UE, debe admitirse a escala
de ese proclamado «mercado libre mundial»: los pobres ofrecen una
mano de fuerza laboral «competitiva», a mejores precios; en un
mercado libre mundial, deberían poder exportarla sin aduanas ni
proteccionismos...
Si el mercado libre fuera cierto los países pobres podrían obtener
unas ganancias económicas basadas en su propio trabajo, en justicia,
y no necesitarían de las «ayudas» caritativas. Por ejemplo,
Centroamérica, con la venta de sus competitivas bananas en un
mercado realmente libre (hoy protegido en EEUU y la UE) ingresaría
diez veces más de lo que suma la ayuda total que recibe anualmente.
Con gusto renunciaría Centroamérica a todas las ayudas que recibe
si le dejaran vender sus propios productos en un mercado dizque
libre...
Sólo el 7% del mercado internacional cumple las leyes del mercado
libre del GATT; el resto del mercado mundial está protegido. EEUU, la
Unión Europea y los países ricos subsidian a su agricultura y otros
productos, en detrimento de los intereses de los agricultores del
tercer mundo; entran en guerras comerciales unos con otros (Japón
con EEUU...), pero exigen una apertura omnímoda de los mercados
de los países pobres.
2. «El nuevo orden mundial es democrático»
Los países poderosos exigen a los pobres democracia, para
considerarlos sujetos beneficiarios de los créditos internacionales, y
se consideran a sí mismos modelos en este campo. Pero su
democracia es sólo hacia dentro; hacia afuera las reglas del j uego
son otras.
La ONU no es un organismo democrático. No todos los países son
iguales en la ONU. Hay países que tienen «derecho de veto» en el
Consejo de Seguridad, por lo que pueden oponerse a la voluntad de
todos los demás. ¿Democracia?
Los organismos económicos internacionales (FMI, BM, G-7...) se
han constituido en los árbitros todopoderosos de la vida económica
de los países pobres. Con el chantaje de la concesión de los
necesarios préstamos, estos organismos dirigen la economía de los
países pequeños; éstos ya no tienen soberanía sobre su propia vida
económica. Asistimos a una «dictadura económica» mundial por parte
del BM y del FMI, organismos en los que, por otra parte, unos pocos
países ricos acaparan los votos. Estos organismo s mundiales (los
económicos, los que toman decisiones políticas) cuanto más poder
manejan, menos democráticos son.
Estos organismos económicos hace tiempo que están funcionando
ya, en parte, como un gobierno mundial de facto, con el agravante de
que van imponiendo su autoridad de un modo no democrático, pues
nadie les ha elegido ni les ha otorgado su mandato, y ade más no
«gobiernan democráticamente» a favor de todos, sino según los
intereses de los poderosos, con plena antidemocracia... Es necesario
plantearse ya el tema del gobierno mundial... (cfr Jan Tinbergen en
esta Agenda)
3.«Estamos mal, pero vamos bien, ¡paciencia!»
Sin contrincante, el neoliberalismo no necesita ya ponerse una
careta de humanismo (subir salarios, dar prestaciones sociales,
respetar a los sindicatos...). Se siente fuerte y actúa sin
contemplaciones, más excluyente que nunca. Pero ha de dar una
explicación a las durísimas condiciones que impone a los pobres, y es
ésta: es un «ajuste necesario, que va a traer mucho sacrificio, pero
que a largo plazo será bueno para todos».
La «reconversión» neoliberal del aparato productivo implica un
costo social muy fuerte: desempleo, exclusión, salarios congelados... y
ese precio lo hace pagar sobre todo a los pobres. Cuando el aparato
productivo sea más rentable todavía (no se sabe c uántos años
habrán de pasar), entonces podrán los dueños del mismo dar alguna
participación a los empleados (los desempleados no cuentan para el
sistema, sobran, no existen).
Y se nos dice: «No hay otra salida. Estamos mal (ajustes,
desempleo, hambre...), pero vamos bien (es el camino correcto, no
hay otro)». Muchos pobres han introyectado dentro de sí esta
«cultura de la desesperanza», creen en las promesas del neoliberali
smo y le votan y lo suben al poder... Por eso el capital se esfuerza por
controlar los mcs...
Es verdad que «no hay salida» mientras el capital y el sistema exija
los altos márgenes de rentabilidad y explotación a que se está
acostumbrando. La que fue la «década perdida» para el desarrollo de
América Latina, la de los 80, fue también la década de mayores
beneficios sostenidos de la banca a escala mundial... No hay otra
«salida» que la de obligar al capital internacional a dejar de ser
explotador y a ponerse al servicio de la humanidad, y no de sí mismo.
Grietas que son pistas
Estas que son las grandes mentiras del sistema son también su
«talón de Aquiles», sus puntos débiles, las grietas que se abren y que
nos dan una pista para luchar contra él. Hay que tomarle la palabra y
pedirle que la cumpla lo que proclama, ¡qué m enos!
Si habla de mercado libre y nos lo impone, tomémosle la palabra y
exijámosle mercado libre (fin de sus proteccionismos) frente a
nuestros productos competitivos. Paradójicamente, en esta coyuntura
de la historia, algunas exigencias tradicionalmente ten idas por
«burguesas» pueden ser ahora profundamente revolucionarias...
Si el sistema se preocupa por inculcar la cultura de la desesperanza
(«no hay salida»), es de capital importancia denunciarla, para que ni
se justifique ni consiga adormecer a las masas. La concientización
popular no se pasó de moda: ¡continúa siendo u na urgencia
inaplazable! Pero hay que acertar en los puntos claves. Y hay que
volver a la masa, a la que hemos perdido encerrados en nuestros
pequeños círculos capilares de concientización. Los mcs son el nuevo
desafío. Frente al gran capital, los pobres y sus aliados necesitamos
adentrarnos por las grietas de democratización de los sistemas de
comunicación que están surgiendo (como en un descuido del sistema)
para conquistar de nuevo la opinión pública y el corazón de las
masas.
6. Mundialización: buena noticia y desafío.
Desde hace tiempo, somos ya «un solo mundo»
Estamos en un mundo tan unificado e interdependiente, que nadie
es soberano ni autónomo, ni puede sentirse no afectado ni
enteramente responsable de todo lo que tiene, sabe, sufre... Ya no
hay nada que se pueda definir independientemente. Todo está
inter-relacionado y en proceso dinámico. No «hay ricos y pobres»,
sino «enriquecidos y empobrecidos». No hay países simplemente
pobres o ricos, sino colonizados, neocolonizados, oprimidos,
dependientes, empobrecidos... y colonizadores, imperialistas, dom
inantes, enriquecidos... Somos desde hace tiempo, fácticamente, un
solo mundo, y todos llevamos en nuestra vida las marcas de la historia
y de la convivencia en este mismo planeta.
Pero no lo aceptamos.
A pesar de que ya estamos muy mundializados nuestras estructuras
mentales y políticas son aún fragmentarias, divididas en Estados
nacionales (que se creen independientes y soberanos) y divididas por
el individualismo (que nos hace creer que cada un o tiene su derecho
y su autonomía, y que por eso se pregunta: «¿qué tengo que ver con
mi hermano?»). La ignorancia de los mecanismos de mundialización
da como resultado una visión ingenua de la realidad: «si algunos
países son pobres, eso es problema suyo », piensan los poderosos;
«si somos pobres, la culpa es nuestra», pensamos con frecuencia en
el tercer mundo; no es fácil descubrir que la pobreza mundial es
también fruto de la historia pasada y de las estructuras actuales. Hay
algo que no nos deja ver.. .
Hay un «imaginario social» que no deja ver...
Estos son varios de sus elementos:
1. La categoría «Estado». La sociedad moderna tiene pensado todo
desde esa categoría, considerándola como el marco en el que se dan
las valoraciones jurídicas (como antes fueron la tribu, el clan...). Así,
las desigualdades que se dan en el inte rior de una nación se juzgan
injustas, mientras que las mismas diferencias, si se dan entre grupos
o personas de diferentes Estados pasan a ser consideradas como
pertenecientes al campo de lo éticamente deseable, pero no de lo
jurídicamente exigible. Por ejemplo, las diferencias entre dos
sudafricanos por razón de su raza son consideradas como injusticia
flagrante, por racismo; mientras que si esa misma diferencia se da
entre un negro africano y un blanco europeo, será considerada muy
lamentable, pero no impugnable en términos de justicia. La justicia
queda confinada al marco del Estado; por encima de él sólo se
permite apelar a la «caridad», la beneficencia, la ayuda...
Pero el Estado es un marco inútil, cuando con la mundialización
¡nuestro país es el mundo!. Seguir pensando en términos de
relaciones internacionales (entre Estados) en vez de relaciones en el
interior de una misma sociedad (en un solo mundo) es uno de los más
fuertes apoyos para mantener el desorden actual del mundo.
2. La ceguera ante la mundialización en curso: no queremos verla.
El mundo prefiere seguir su marcha dividido en Estados; prefiere no
darse cuenta del cambio que se ha dado con la mundialización, para
no tener que cambiar.
3. La aceptación de los varios mundos. Nos resignamos a que haya
varios mundos: uno puede ser tercero y otro puede permitirse el lujo
de ser primero. Cuando reconozcamos que sólo hay un mundo, el
primero deberá renunciar a serlo. Hace falta sacudir se y
sorprenderse de que aceptemos con pasividad las flagrantes
desigualdades de esta familia humana...
Pero, ¡es verdad que somos un solo mundo! (buena noticia)
La mundialización en curso hace realidad práctica lo que en teoría
ya se daba. Nosotros ya sabíamos que todos los seres humanos
somos hermanos y miembros de la misma familia, pero estábamos tan
distantes físicamente y tan independientes que no podí amos ejercer
esa hermandad aunque hubiéramos querido (por ejemplo Europa y
Abya Yala hasta el siglo XVI). Ahora ocurre lo contrario: aunque no
quisiéramos reconocer que somos hermanos, estamos obligados a
vivir como tales, o al menos como vecinos, como tr ipulantes de la
misma y única nave espacial, que se nos ha hecho tan pequeña...
Somos una familia, y la mundialización actual no hace sino hacernos
más conscientes de la urgencia de vivir como tal familia. El mundo es
nuestra casa, el hogar de todos, y así como, si se da un incendio en
la cocina no nos desentendemos como si eso fuese asunto de nuestro
hermano que está en la cocina, así, no podemos dejar nuestro tercer
mundo abandonado a su responsabilidad porque sea «asunto suyo».
Es asunto nuestro. Hoy más que nunca el mundo se ha hecho
pequeño y es nuestra casa común. Todo lo que o curre en él es
asunto nuestro. La palabra del sabio romano vuelve a la actualidad:
«Soy humano, y nada que sea humano me es ajeno».
La mundialización hace ridícula la pregunta de Caín: «¿qué tengo
que ver con mi hermano?». Hoy, si no acepta uno la solidaridad por
principios éticos o religiosos, debe al menos rendirse ante la evidencia
de que somos solidarios por estar en la misma ( y tan estrecha y
frágil) nave espacial.
Y, ¡debemos ser un solo mundo! (desafío)
Ya nadie puede decir «yo no tengo que ver con los problemas de
esa parte del mundo». Ya no hay tercer mundo ni primer mundo, sino
un solo mundo. Decir que existe un tercer mundo es una forma de
justificarse para poder seguir siendo primer mundo. To dos los
desastres, desmanes, pobreza, miseria... que se dan en el mundo, se
dan en mi mundo, ¡en mi propia casa!... ¡son cosa mía! Ni siquiera
debemos pensar que eso se da en otro país, en otro Estado, como si
fuera problema de relaciones internacionales. El individualismo es
absurdo tanto a nivel de personas como de Estados.
Lo que hemos considerado en décadas pasadas como el «pecado
social» ha de ser redescubierto hoy como parte del pecado social
mayor: el «pecado social mundial». La «violencia institucionalizada»
hoy la descubrimos instalada en la sociedad mundial; es un a
violencia institucional mundializada, un «(des)orden mundial». La
desigualdad en el mundo, constantemente creciente durante tantas
décadas, ha de ser considerada como el desafío mayor para una
conciencia actual, humana o cristiana.
Si en las décadas pasadas el signo mayor de nuestro tiempo fue
correctamente percibido en la «injusta e inhumana pobreza», hoy hay
que percibir esa misma pobreza concretamente desde su aspecto de
desigualdad flagrante en un único mundo mundializado; és te sería
hoy el signo mayor, un «signo de los tiempos».
Hoy día, subsumidos los Estados en una única sociedad mundial, la
justicia debe ampliar su relevancia hasta las fronteras del planeta. Y
esta justicia habrá de enfrentarse decididamente con el monstruo del
«pecado social mundial». Que una misma sociedad e sté dividida en
varios mundos y hasta submundos, es un problema netamente de
justicia, ante el que la caridad y la beneficencia han de ser
sumamente cuidadosas para no encubrirla.
Combatir a división de este mundo y exigir que se combatan las
desigualdades y la miseria es hoy el primer deber de todo «ciudadano
mundial». Y es el deber más radical y revolucionario. Hoy la vieja
revolución consiste en verificar (hacer plenamente ve rdad) la unidad
del mundo, mediante la transformación del sistema mundial. Cualquier
paso que demos en esa transformación en la línea de la justicia, será
más eficaz y salvador para la vida de los pobres que todas las
«ayudas» y «proyectos de desarrollo» con que se les quiera
beneficiar. La «beneficencia» no dejará de ser un tanto injusta,
siempre que dé por caridad lo que es debido por justicia y en cuanto
legitime (por no denunciar, ocultar, o suavizar) la injusticia del mundo,
el pecado social mundial.
7. Actuar: provocar la otra mundialización.
La utopía de la Liberación debe pasar hoy por la dinámica de la
mundialización, pero de «otra» mundialización. Hacer que la
mundialización sea «otra» deberá ser en definitiva la nueva estrategia
de liberación.
La nueva estrategia de liberación se configura sobre el paradigma
de la mundialización. Parte del redescubrimiento de la injusticia mayor
de nuestro tiempo, que no es la que se da en algún país concreto,
sino la que se da a escala de mundo, en una hora histórica en que no
sólo sabemos (como siempre) que somos hermanos, sino que además
se nos hace evidente por una interdependencia creciente que causa
la mundialización.
Sólo ha cambiado pues la mediación, la estrategia, la expresión de
lo que queremos; pero lo que queremos, la utopía es la misma de
siempre: un mundo liberado, hermanado, fraterno, unido por el amor y
la justicia (lo que Jesús y los cristianos llamamos ¡el Reino de Dios!)
Todo lo que en las décadas pasadas dijimos acerca de la
necesidad del compromiso social y político sigue enteramente vivo. Lo
que va a cambiar, lógicamente, son las mediaciones, los medios y las
metas concretas intermedias, los pasos que hay a dar en e l mismo
camino que, inesperadamente, cambió de paisaje y nos dejó
desconcertados.
La Liberación hoy se llama construcción mundial de la justicia o
construcción de la justicia mundial, es decir, transformación de este
mundo que vive la contradicción de estar mundializado en su
infraestructura y se empeña en vivir fragmentado en Estad os, dividido
escandalosamente en primer y tercer mundos.
La liberación hoy será mundial, o no será. Porque los sistemas ya
no son nacionales-locales. El sistema neoliberal es contrario a la
verdadera mundialiación, por esencialmente individualista y
excluyente. Por eso, nos oponemos al modo neoliberal de con ducir la
mundialización. Queremos «otra» mundialización. Por ella luchamos.
¿Cómo?
7.1. Una concientización mundializante
La mediación para la liberación no va a ser la toma del poder (vía
política de la democracia electoral) sino la «toma de la conciencia».
Habrá de ser una maduración de conciencia, por persuasión. Hoy la
concientización será una concientización mundiali zante. Las
«estructuras» que hay que cambiar ahora con más urgencia son las
mentales. Se trata de concienciar la mundialización; de mundializar la
conciencia.
Urge tomar conciencia de la mundialización profunda, la que se da
en el nivel humano, cósmico, ético y teologal. Somos un solo mundo, y
si tuviéramos conciencia clara de ello viviríamos de verdad en él, y no
en los varios mundos, divididos y esquizofré nicos, en los que hoy
vivimos. Hay que hacer conciencia de esta mundialización, toma de
conciencia será hoy, de nuevo, una forma de politización de la
sociedad. Con la concientización, en cualquiera de sus formas,
estamos mundializando el mundo, forzándol e a ser, a saberse y
actuar como «uno solo».
7.2. Movilización de la sociedad civil
Hoy hay cada vez más consenso en que no se trata ya de tomar el
poder político sino de construir un nuevo poder: el de la sociedad civil:
la familia, las comunidades, lo local (comunal o barrial), la educación
(formal o popular), la cultura y la re ligión popular. Los partidos
políticos deben ahora seguir a la sociedad civil, y servirla, y no ser
servidos por ella (como en la coyuntura pasada). Y, desde abajo, y
desde lo local, se trata de ir construyendo la sociedad civil mundial.
7.3. Por la Patria Grande a la Patria Mundial
Mundializar no es homogeneizar a todos en el «american way of
life». Así hace la mundialización neoliberal, que ignora y desprecia las
culturas e impone su modelo neocolonizador.
La mundialización que soñamos consiste más bien en fecundar el
mundo con las riquezas y culturas de todos los pueblos, sabiendo que
cada uno tiene una aportación original e insustituible. Las culturas
indígenas, por ejemplo, no deben mantener su identi dad por una
concesión benévola de la sociedad envolvente, sino porque sólo con
su concurso se podrá construir la sociedad mundial verdaderamente
plural. Ellas son redescubiertas hoy como la fuente quizá más original
de valores y formas de vida realmente h umanos y universalizables.
La mundialización que pretendemos no disuelve las identidades en
una «macdonalización» del mundo, sino que fomenta las identidades
culturales de cada pueblo y cada persona. La Patria Grande ha de
aportar al mundo una nota bolivariana, fuente de utopías y
esperanzas. Sólo siendo profundamente latinoamericanos e hijos de
nuestro pueblo podremos hacer una aportación real y positiva a la
construcción de la Patria Mundial. A ésta sólo podremos ir por la
Patria Grande. Hacer Patria Grande es nuestro modo de mundializar.
Y viceversa: sólo entrando por el camino de la mundialización
podremos hacer un aporte eficaz a la Patria Grande. La
mundialización correcta en América Latina pasa por la construcción de
la Patria Grande, y no por la pérdida de identidad del que se ave
rgüenza de ser lo que es e imita lo que son los otros. Para ser Patria
Grande, y también para ser mundiales, el indio, el negro, el mestizo, el
criollo... necesitamos ser tales, latinoamericanos, nosotros mismos.
Latinoamérica tiene formas de vida verdaderamente
universalizables, que pueden ayudar a hacer que este mundo
mundializado sea viable:
•una cultura de creatividad festiva y lúdica: el trabajo, la producción,
el rendimiento, los números, no son lo más importante en nuestro
Continente. Aprender a gozar, a vivir, a jugar... es imprescindible para
una sociedad que necesita compartir el tr abajo, trabajar menos para
vivir todos, sin pretender la acumulación cuando se tiene lo suficiente;
•la austeridad, no es para nosotros un castigo o una exigencia
ética, sino una liberación;
•las culturas indígenas tienen hábitos y formas de vida y de sintonía
con la naturaleza que cobran especial relevancia de cara a un mundo
mundializado que necesita aprender a sobrevivir y a respetar la
naturaleza;
•los más interesados en la «otra mundialización» son las grandes
mayorías excluidas. Los obreros del primer mundo y sus aliados
pueden por opción ética indentificarse con el tercer mundo, pero sin
olvidar que sus intereses inmediatos están en divergenc ia con este
tercer mundo;
•en América Latina tenemos un capital fabuloso de luchas,
procesos, cuestionamientos y búsquedas que podemos compartir
para enriquecer un mundo mundializado.
7.4. Macroecumenismo y mundialización
En un mundo en proceso de mundialización se nos exige a todos no
quedar anclados en el pasado fragmentado. Hoy la mundialización
exige con nuevos motivos el macroecumenismo. Toda vivencia
religiosa que no incorpore ya habitualmente la referencia mu
ndializada (en el espacio, en el tiempo histórico, en el diálogo de
religiones...) no unifica el mundo, sino que lo lastra y lo hace
permanecer en su fragmentación, y por tanto, se opone sin duda al
proyecto de Dios.
El macroecumenismo implica también la toma de conciencia de la
mundialización en el imaginario religioso. Hoy ya no es lícito un
discurso religioso cerrado en una sola tradición, establecido en un
solo plano, o que no introduzca la mundialización geogr áfica e
histórica en su perspectiva...
8. «Piensa mundialmente y actúa local y mundialmente»
El eslogan que se hizo famoso decía: «piensa mundialmente y actúa
localmente». Intuía la mundialización que venía. Pero la
mundialización ha llegado, está aquí ya, y hay que adecuar el
eslogan.
Proponemos corregirlo así: «piensa mundialmente, y actúa local y
mundialmente». Porque muchos, muchos más de los que lo creen -y,
potencialmente, casi todos- podemos actuar mundialmente. La
transformación tecnológica de la comunicación nos lo permite. Un
simple estudiante universitario puede -por cierto, además,
gratuitamente en muchas universidades- acceder a bases de datos de
cualquier parte del mundo, en esa virtual «biblioteca telemática
mundial» que ya es una realidad. Un sencillo militante popula r,
echando mano de un recurso tan económico como una llamada
telefónica local, por las redes informáticas públicas puede recibir
informaciones alternativas elaboradas por grupos populares de los
más diferentes puntos del planeta; puede contestar las infor maciones
que se ofrecen en «conferencias» electrónicas públicas, y su
contestación se divulga mundialmente, de forma que participa en la
opinión pública, dejando de ser simple consumidor de información;
puede elaborar un estudio, una investigación o una r eflexión
trabajando en equipo con otros militantes, u otro grupo popular o
comunidad, simultáneamente, aun estando a miles de kilómetros de
distancia, sin costo. La transformación ha sido tan gigantesca y tan
rápida que muchos que leen estas líneas consid erarán todas estas
posibilidades como algo idealista, sin pie en la realidad, o como
pertenecientes todavía a la ciencia ficción; es parte de la resistencia
al cambio.
Esta mundialización de la información y de su procesamiento son
una bomba de tiempo en la evolución de la sociedad, pues suponen
potencialmente una radical democratización de la misma. En esta
«sociedad informacional» en la que entrevemos la salida por la
«mundialización de la conciencia», la información es una de las
principales «praxis».
En este mundo tan diferente, con un acceso tan democratizado a
las plataformas de comunicación, todos podemos actuar
mundialmente: conociendo, estando comunicados, articulados y
organizados, pensando y repensando mundializadamente todas las
viejas cate gorías, y poniendo en marcha las nuevas estrategias...
9. Propuestas concretas de acción.
Se podría decidir en cada comunidad, de una forma reflexivamente
democrática, unos cuantos gestos para asumirlos como tarea
inmediata para este año 96. Damos estas sugerencias, que no
servirán en todas partes, pero que quizá darán ideas para la cre
atividad local:
-cuestionar nuestra forma de vida: austeridad, ecología, tiempo
para el diálogo, afectos...
-ampliar nuestras relaciones estableciendo contacto con algún otro
grupo o comunidad del país o del Continente que sea semejante a
nuestro grupo; compartir con ellos, conocer su pensamiento y su
compromiso, intercambiar puntos de vista;
-inscribirse en algún organismo de solidaridad internacional;
-organizar algún encuentro, taller, charla sobre la mundialización;
leer algún libro sobre el tema (cfr. la bibliografía que trae la agenda);
-entrar en alguna red electrónica de comunicación, de información
alternativa, de debate (por ejemplo, las conferencias de APC o los
listservers de Internet) o en un «equipo mundializado de trabajo»;
-cultivar nuestra identidad latinoamericana con algún taller o lectura
individual: literatura,
historia, problemática indigenista, afroamericana, criolla...
-discernir y replantear nuestros compromisos sociales y políticos y nuestro mismo análisis
de la realidad desde la perspectiva de la mundialización;
-hacer algo respecto a la democratización de los organismos mundiales (ONU, FMI, BM,
GATT...): algún taller para estudiar su origen, constitución, historia, funcionamiento, carácter
antidemocrático; consultar con otras entidades qué se podría hacer,
-enrolarnos personal y grupalmente en el comercio alternativo como consumidores, de
ahora en adelante, de algunos productos que puedan favorecer a algunos países mas
pobres; preferir siempre que sea posible productos nacionales o de la región...
A los centros populares de educación popular, de pastoral, instituciones de servicio,
universidades, agentes de pastoral... les sugerimos:
-crear materiales pedagógicos;
-elaborar reflexiones teóricas (desde las ciencias sociales, la economía, política,
pedagogía, filosofía, teología...)
-hacer informes sobre las experiencias vividas que puedan ser iluminadoras y dignas de
ser compartidas...
Proponemos compartir y poner todo ello al alcance de todos por alguna vía electrónica.
Solicitamos nos envíen un ejemplar a la sede central de la Agenda.
Continente, y a sus amigos aliados, compañeros de esperanza de los
pobres, esta PROPUESTA de reflexión/acción.
Concebida sólo como un pequeño instrumento pedagógico, quiere
estimular la reflexión y la acción de nuestros grupos, comunidades,
centros populares... y también de los animadores e intelectuales que
acompañan al pueblo en su vida y su lucha diaria, par a:
analizar esta hora histórica,
interpretarla con nuevos instrumentos teóricos y renovar nuestra
esperanza,
mantener la memoria histórica con una fidelidad creativa,
compartir nuestro discernimiento y estimular nuevas reflexiones y
acciones.
Los animadores locales sabrán desarrollar mejorar en cada caso lo
que aquí son casi sólo unos apuntes. Si nos envían los resultados de
su elaboración pedagógica y, sobre todo, de la reflexión/acción de su
grupo o comunidad, les quedaremos muy agradecid os y podremos
quizá compartirlos a través de la AGENDA LATINOAMERICANA'97,
además de que se harán candidatos al premio que en las páginas
siguientes se señala.
1. El fenómeno de la mundialización
La mundialización se puede observar en cuatro frentes principales:
La mundialización de los transportes
Durante miles de años el ser humano vivió en relación solamente
con sus vecinos próximos. Hubo grandes movimientos migratorios,
pero no era posible establecer relaciones estables e intensas a
grandes distancias.
Después de miles de años sobre el mundo, las cosas cambiaron de
un modo radical en el siglo XVI: la revolución científica incipiente
permitió la innovación de grandes medios de trasporte como la
carabela, la cual posibilitó la expansión de algunas pote ncias
mundiales a grandes distancias hasta entonces inalcanzables. Esto
fue lo que permitiría el comienzo de una primera «mundialización»: la
expansión del capitalismo naciente, desde Europa al resto del mundo.
La carabela fue sustituida por mejores barcos, hasta los actuales
barcos mercantes y cargueros, capaces de trasladar al otro lado del
planeta cantidades inmensas de mercancías. A su vez, la invención y
desarrollo del tren, del automóvil y de la aviació n han posibilitado que
desde hace ya unos decenios el mundo entero quede al alcance por
una comunicación relativamente fácil y rentable. La distancia ha
dejado de ser un problema insuperable. Esta revolución del transporte
es el primer factor que posibili ta la mundialización
La mundialización de las telecomunicaciones
La telecomunicación permite la comunicación a distancia, sin
trasladarse, sin transporte: podemos comunicarnos por medio del
teléfono, el telégrafo, el télex, la radio, la televisión...
Por primera vez en la historia, en la segunda mitad de este siglo la
información inmediata abarca prácticamente a todo el mundo. Las
noticias dan la vuelta al globo en segundos. Casi la totalidad de los
ciudadanos pueden, virtualmente, seguir la marcha de la actualidad
mundial. Algunos acontecimientos son observados en vivo por varios
cientos de millones de habitantes del planeta. Dentro de poco, desde
cualquier punto del planeta se podrán observar una media de 500
canales de televisión. Muchos de ello s transmiten ya con alcance
planetario, 24 horas cada día. El mundo se convierte en una «ciudad
mundial», dirá MacLuhan.
Los medios de comunicación social (mcs) se convierten en
protagonistas fundamentales de la nueva sociedad. Todos los medios,
pero especialmente la televisión, marcan profundamente a la
sociedad, que se adentra en una nueva cultura, la cultura de la ima
gen. Los mcs se convierten en el «alma» de la sociedad, su opinión,
sus sentimientos, su conciencia. De alguna manera, existe lo que los
mcs median, y deja de existir cuando ellos dejan de vehicularlo. Todo
queda filtrado por los medios.
Los mcs y las telecomunicaciones se convierten en el eje de la
sociedad, con un inmenso poder. Quien controla los mcs controla la
sociedad. Las nuevas tecnologías permiten ese control en grandes
ámbitos: hoy día un periódico se escribe en un lugar y se imprime
simultáneamente en varios países. Cuatro agencias suministran
nueve décimas partes del total de noticias emitidas por la prensa, la
radio y la televisión mundiales. Menos de 9 familias controlan el 90%
de todo lo que los brasileños leen, ven u oy en a través de todos los
medios. Las grandes cadenas de televisión (Globo en Brasil, Televisa
en México...) son capaces de crear en unos meses un candidato a la
República, de crispar o de calmar a toda una sociedad...
Esto tiene un efecto de homogeneización cultural: los medios
mundiales están extendiendo una cultura hegemónica, la de EEUU.
Así por ejemplo, el 90% de las películas que se ven en Tailandia son
estadounidenses y hacen inevitablemente una apología del « modo
de vida americano».
Hace sólo unos años ha alcanzado difusión masiva la utilización de
los computadores. Es la revolución de la informática. Esta nueva
revolución no tiene que ver -como las anteriores- con la utilización de
la energía, sino con el manejo de la información: l a inteligencia
artificial. Ahora podemos «procesar» la información, el conocimiento,
a unas velocidades y con una cantidad de operaciones para las que
el ser humano hubiera necesitado muchísimo tiempo. El computador
permite manejar, incrementar, organizar la información de un modo
que no ha podido imaginar ninguna sociedad anterior a la nuestra. Y
este poder se ha «democratizado» por los computadores
personales...
De la producción y del comercio.
Esta mundialización del transporte, su abaratamiento debido a la
existencia de medios de transporte cada vez más eficientes, ha
posibilitado la mundialización tanto de la producción como del
comercio. Para exportar al otro lado del mundo ya no son necesarias
aquellas largas y eternas caravanas de la edad media europea, que
arriesgaban su vida para traer, a lomo de bestias, productos exóticos
del oriente.
Hoy cualquier producto puede ser puesto al otro lado del mundo en
un plazo no mayor de tres semanas, y a un costo que puede permitir
no encarecer el producto, sino, al contrario, competir con los
productos locales. Así, México decide importar leche des de Australia,
que aunque está al otro lado del planeta, puede ser colocada en las
tiendas de México más barata que la producida por los ganaderos
mexicanos. El transporte hace surgir así un comercio mundial, que
produce una transformación inevitable de la s estructuras de
producción de los diferentes países.
La tecnología industrial se extiende prácticamente a todo el mundo,
uniformando los procesos de producción.
No sólo el comercio se hace mundial: también la misma producción.
Apoyada en la misma facilidad de transporte, la producción puede
fabricar cada componente de un producto en el lugar del mundo
donde más barato le resulte, de forma que un producto ya no es
producido en un país («made in...»), sino que puede considerarse
más propiamente un producto fabricado «en el mundo».
La mundialización financiera.
El capital nunca tuvo patria, pero hoy además no reconoce
fronteras, no pasa aduanas, no se deja controlar por los Estados. Ya
no es propiamente un capital internacional, o multinacional, sino
mundializado. Hoy ya se pueden realizar colocaciones de capital sin
limitaciones geográficas. Antiguamente el capital seguía a las
mercancías. Hoy, a caballo de la telecomunicación, el capital vuela al
margen de las mercancías, vía computador. Más: a golpe de tecla en
el computador el capital «viaja» y da la vuelta al mundo en segundos,
invirtiéndose a sí mismo en los puestos más rentables,
descapitalizando un país en unos minutos, o revalorizando un valor
por una simple decisión política o financiera. Cada día las
transacciones mundiales importan cinco mil m illones de dólares cada
día...
Antaño estaba claro quién era el poderoso que explotaba a los
pobres. Pero ya en 1983 se calculaba que de las cien unidades
económicas más grandes del mundo, la mitad eran nacionales y la
otra mitad compañías transnacionales. El capital financiero está ahora
tan ramificado que el patrón económico ya no tiene nombre individual,
ni siquiera está en un país, sino que se ha diseminado por el mundo,
y puede estar a mi lado, sin que yo me haya dado cuenta. El clásico
«explotador» ya no tiene rostro ni nombre , sino que se ha fundido
con el sistema mismo. Una visión realista del mundo ya no debe
mirarlo desde la perspectiva geográfica sino económica. El mapa más
real del mundo ya no es el geográfico, sino el económico.
Posibles ejercicios. Poner en común:
-de dónde (de qué país) proceden las cosas que utilizamos desde
el momento en que nos levantamos (despertador, jabón, pasta de
dientes, cepillo, espejo, grifo. ropa, lo que desayunamos, el bus que
tomamos, los autores de los libros...
-abrir un computador y ver de dónde son sus piezas...
-qué cosas (paisajes, ideas, edificios...) conoces de países a los
que no has viajado (por la tele, las películas...)
-compartir experiencias de los que usan correo electrónico o
acceden a internet...
2. ¿Qué es la mundialización?
La mundialización no es solamente la multiplicación y el
ensanchamiento de las redes y vínculos entre los humanos, sus
actividades, sus bienes, sus instituciones... Es «algo más». Hay veces
en las que «el todo es mayor (algo más) que la suma de las partes».
La mundialización no es simplemente «una internacionalización
todavía mayor». Es la aparición de un «sistema», de una estructura
sistémica adicional, que se nos impone a escala de mundo, que pasa
a condicionarnos a todos en un nivel plane tario, más allá de las
estructuras nacionales e internacionales.
Esa «visión holística» (el descubrimiento de que hay un todo que es
mayor que la suma de las partes) es importante. Sólo «ven» la
mundialización aquellos que, más allá de la internacionalización,
captan el nuevo sistema estructural, un condicionamiento global de
todos en torno a todos y a escala de mundo, en el que las
coordenadas clásicas de referencia (los estados nacionales, la
soberanía e independencia...) se difuminan o incluso desaparecen.
Hoy formamos ya de hecho, en varios aspectos, una sociedad
mundial única. A pesar de que hablamos idiomas distintos, nos
comportamos y vivimos de formas muy diferentes, la vida de los
pobres del Sur está completamente condicionada por las decisiones y
la forma de vida del Norte. Seguir pensando y viviendo en categorías
de Estados, como si los problemas del mundo y de los pobres fueran
problemas nacionales... es un error, o una excusa, o una «ideología»
interesada que no nos deja tomar conciencia y actu ar como se
debiera en una sociedad mundial única. Invento muy reciente en la
historia, el Estado moderno, no es ya lo que parece, rebasado por las
transformaciones históricas actuales.
Estamos asistiendo a una situación en el fondo esquizofrénica: por
una parte, de hecho -no a nivel de derecho ni de conciencia- somos
una sola sociedad hace tiempo, una especie de «país mundial»; por
otra parte no tenemos todavía conciencia de ello, y nuestro imaginario
social sigue manejando estructuras mentales inadecuadas, categorías
viejas que ya no responden a la realidad actual.
Un cambio de época, no una época de cambios.
La mundialización es pues un salto cualitativo, no sólo de un
incremento cuantitativo de la internacionalización. Concretamente,
llamamos mundialización a la emergencia de un sistema mundial que
pone fin a la existencia de varias sociedades y nos c onstituye en un
solo mundo. La mundialización no es una época de cambios
internacionales, sino un cambio internacional de época.
Es un fenómeno controlable, pero no evitable.
La mundialización no es nueva. Es un proceso largo, que comenzó
hace siglos. Lo nuevo es la conciencia que estamos teniendo de ella.
La mundialización no es evitable. Está provocada por los avances
técnicos y responde al ritmo del dinamismo humano. No es más que el
efecto del desarrollo de las capacidades del ser humano, que al
extenderse van haciendo que el mundo sea sentido cada v ez como
más pequeño ("se va haciendo un pañuelo").
La mundialización se impone «a sangre y fuego»: aunque no
hubiera mala voluntad de parte de nadie, el fenómeno mismo de la
mundialización es violento, nos afecta a todos y violenta sobre todo a
los débiles.
Lo mismo ocurre con las transformaciones tecnológicas y
económicas, que afectan a los vecinos quiérase o no, y ante esa
situación la única solución es poner barreras comerciales o bien
poner unas reglas de juego racionales y fraternas que impidan que e
sas ventajas comparativas que comporta el proceso de mundialización
sean utilizadas por unos para la explotación de otros.
La mundialización es una nueva carabela que, puesta al servicio de
los poderosos, puede servir para imponer -como en el siglo XVI- un
proyecto de dominación, ahora plenamente mundializado.
3. El neoliberalismo montado en la mundialización.
•A partir del siglo XVI, de la mano de la raza blanca y la cultura
occidental cristiana, el capitalismo ha sido exportado e impuesto a
sangre y fuego en todo el mundo: aquella primera expansión
capitalista occidentalizadora fue la primera mundializ ación.
Potenciado ahora por la mundialización tecnológica, ese mismo
capitalismo, bajo la forma actual de neoliberalismo, ha agudizado
hasta límites ya insostenibles sus peores tendencias, que han sido,
clásicamente, la de aumentar las diferencias sociales y la de destruir
la naturaleza. Fijémonos sobre todo en el aumento de las diferencias
sociales.
•Ya a la altura de los años 60 se decía: "La disparidad de los
niveles de alimentación de la humanidad es ahora mayor que nunca, y
el número de seres humanos que viven en condiciones de hambre y
de desnutrición es actualmente superior a ninguna época de l a
historia del mundo" (Informe de la ONU de 1962). Y: "Un
estadounidense goza de una renta per cápita de más de 3500 US$,
mientras que 40 naciones del subdesarrollo no exceden de una renta
per cápita de 120 $" (Robert McNamara, discurso de febrero de 1967
).
Y es bueno recordar que los jóvenes de la «Revolución de mayo de
1968» se echaron a la calle indignados por la idea de Marcuse (en
«El final de la utopía») de que lo que hasta entonces había sido una
utopía imposible (el que todos pudiéramos vivir huma namente), por
entonces estaba pasando a ser una posibilidad real (había ya en el
mundo suficiente riqueza para que todos viviéramos dignamente;
hasta entonces no la había habido).
Esta mala distribución de la riqueza en el mundo no sólo no se ha
corregido desde aquellos años en que se tomó una conciencia tan
clara (y hasta revolucionaria) de ello, sino que se ha aumentado: la
participación del 20% más rico de la humanidad era en 1960 treinta
veces mayor que la del 20% más pobre, y en 1991 es 61 veces mayor
(datos del PNUD de 1994). Cuando ese 20% no se refiere a los
países, sino a las personas, la diferencia aumenta a 150 veces.
El dominio de los grandes grupos financieros e industriales y la
concentración de la riqueza en unos pocos ha sido un fenómeno
constante a lo largo de estos 50 años y se ha intensificado en la
última década. Así, cuando en 1960 el 20% más pobre de la p
oblación del planeta se repartía el 2'3% de la renta mundial, este
porcentaje ha disminuido al 1'7% en 1980 y al 1'4% en 1990. Mientras
el 20% de los más ricos pasaba del 70'2% en 1960, al 76'3% en 1980
y al 82'7% en 1990.
En 1991 el 20% más rico de la población mundial detenta el 84'7%
de PNB, el 84'2% del comercio, el 85'5 del ahorro interno, el 85% de
la inversión interna. El 20% más pobre tiene el 1'4 del PNB, el 0'9 del
comercio, el 0'7 del ahorro interno, el 0'9 de la inversión interna.
En medio de este (des)orden mundial, no sólo hay desigualdad, y
desigualdad creciente, sino que los pobres financian a los ricos: el
flujo de capitales es adverso al Sur, que entre 1983 y 1989 ha
transferido al Norte 242.000 millones de dólares.
Estos son los efectos que el neoliberalismo está produciendo al
hegemonizar el mundo en un momento en que además se sirve de las
posibilidades de mundialización que permite la tecnología moderna.
•Por eso, es necesario distinguir.
Para muchos, mundialización es sinónimo de captación de
mercados, concentración de la producción, del mercado, del capital...
y por tanto, quiebra de las empresas pequeñas, desempleo,
marginación de masas enormes que quedan excluidas del sistema...
Per o esto no es la mundialización, sino la mundialización neoliberal.
El neoliberalismo imperante está subiéndose en el caballo de la
mundialización (comunicaciones, tecnología, comercio y producción
mundial, finanzas...) y eso multiplica geométricamente sus efectos
devastadores a todo lo ancho del planeta: aumenta la miseria, el
desempleo, la exclusión de las mayoría... mientras crecen las fortunas
de los poderosos, se concentran los capitales y el poder.
La mundialización no es necesariamente eso, no tiene por qué ser
así. La mundialización es ese proceso de unificación mundial que,
posibilitado por la tecnología, hace que surja sobre el conjunto de los
países un sistema mundial que a todos nos engloba y nos hace
afectarnos mutuamente en todos los niveles, tanto en la
infraestructura, como en las conciencias y hasta en los valores más
profundos. Una mundialización bien dirigida podría acercarnos mejor a
la utopía de una sociedad unificada, plural, herm anada, con
capacidad para superar definitivamente sus lacras y desigualdades.
Actualizando a Marcuse, que lo dijo hace 30 años, diremos que hoy
esa utopía está más a la mano que entonces, más que nunca, gracias
precisamente al fenómeno de la mundializació n.
•La mundialización, en sí misma, es buena: permite la comunicación,
la unificación de la familia humana, el enriquecimiento mutuo, la
participación de todos en procesos mucho más amplios, la
colaboración, la solidaridad, la construcción más universaliz ada del
bien, la aceleración de la reflexión comunitaria, la maduración de la
conciencia humana y, con ello, la evolución y mejora del destino de la
humanidad. La mundialización -en sí misma, no en la orientación
neoliberal que se la ha dado- responde a l os procesos inherentes al
dinamismo humano.
La mundialización neoliberal, por el contrario, aprovecha las
posibilidades de la mundialización para su egoísmo de acumulación,
aun a costa de mantener el mundo dividido y cada vez más dividido.
•No distinguir entre la mundialización y «lo neoliberal» de la
mundialización actual, es un grave error de perspectiva. Tomar, como
consecuencia de esa confusión, una actitud contraria a la
mundialización, es un error histórico.
Pero la mundialización, en sí misma, no es mala, y además es
inevitable. Por eso, nosotros estamos por la mundialización, pero por
«otra mundialización», o por una mundialización «otra».
4. Lo que ya no volverá. Cambio de paradigma.
Cambio de época, no sólo época de cambios...
Desde siempre, los pobres, y todos los aliados con su Causa,
fraguaron su esperanza de Liberación dentro del esquema de
pensamiento dentro de su propia época. Por eso, en el pasado, la
«estrategia clásica de liberación» consistía en la emancipación
nacional de un país, que pasaba a ser apoyado por el bloque
socialista, esperando que otros países se sumaran a ese camino y se
produjera el efecto dominó.
Lo avanzado del proceso de mundialización en curso ha quebrado
este esquema de pensamiento. En un mundo tan unificado -tan
unificado de modo neoliberal, precisamente- no es viable ya aquella
«estrategia clásica de liberación», porque no es posible una
emancipación «nacional» en un marco de «neoliberalismo
mundializado». Hay que «cambiar de paradigma».
Adviértase: no es que aquella estrategia de liberación haya de ser
abandonada porque fuese mala o inadecuada, o imposible, no. Aquél
era el camino correcto en aquel momento, era lo que había que
hacer, y los mártires lo sellaron gloriosamente con su sa ngre. Pero
las condiciones históricas cambiaron radicalmente, y hoy, por aquél
camino, ya no sería posible conseguir la Liberación (que sigue siendo,
hoy como ayer, imperturbablemente, la Utopía máxima, el sentido de
nuestra vida y de la Historia).
Estamos en otra época, y para comprenderla se necesita un
paradigma nuevo, del cual se derivará una nueva estrategia para la
acción.
Paradigma y estrategia
El paradigma nos lo proporciona este hecho mayor que estamos
descubriendo en el mundo de hoy: la mundialización, ese «algo más»
que no habíamos descubierto, y que quizá fue el causante de algunas
de las derrotas mayores. No estamos en el mis mo mundo (en el
mismo sistema) cuando hablábamos de internacionalismo, como hasta
ahora, que cuando hablamos de mundialización, como de ahora en
adelante. El paradigma de la mundialización reestructura todas las
categorías, que fueron creadas y desarrolla das en una ya superada
perspectiva de sociedad internacional, de Estados nacionales. Todo
queda reformulado.
¿Y la estrategia? Las emancipaciones nacionales locales ya no son
posibles, como antes no lo era la emancipación de una sola ciudad de
un país. Hoy el mundo entero tiene una cohesión semejante a la que
en tiempos pasados tenía una nación o Estado.
Más aún: aunque fuera posible «tomar el poder» en un país por
una revolución nacional, no sería posible mantenerlo en medio de una
sociedad envolvente enteramente contraria, porque ya no existe la
autarquía nacional. En este mundo mundializado neoliber almente, los
Estados ya no son (ni política ni económicamente) lo que eran. Seguir
entendiendo el mundo y el futuro de la historia desde un mapa
geográfico de Estados nacionales es un equívoco. El nuevo mapa,
como ya hemos dicho, es económico, y desde hac e tiempo señala
una sola sociedad mundial.
Se acabó un ciclo de los procesos de liberación de los pobres. Se
acabó el ciclo de las «revoluciones armadas». Con el proceso de
mundialización (además «neoliberal») las condiciones del mundo
cambiaron drásticamente. Los movimientos de liberaci ón habrán de
reformularse a sí mismos y habrán de rediseñar nuevas estrategias
de liberación. El poder ya no «se tomará» en «un» país, sino en ese
«único país que es el mundo», y con las «armas de la conciencia»...
Ya no se puede pensar en nuevas revoluci ones al estilo de las
anteriores...
Las mismas ciencias sociales están desconcertadas, porque todo
su conocimiento estaba expresado hasta ahora sobre la idea de la
sociedad nacional, que permeaba todos sus objetos de estudio:
partidos políticos, movimientos sociales, Estado y soci edad civil,
independencia, territorialidad, ciudadanía, democracia, tiranía,
revolución, mercado, economía nacional, planificación, moneda,
política económica... Pero el Estado/nación moderno ya no es lo que
fue. Siendo un invento de hace sólo cinc o siglos (la humanidad ha
pasado mucho más tiempo sin Estados que con ellos ) parece que
está llegando la hora de superarlo. Va a seguir habiendo Estados, por
un tiempo, pero sólo los desapercibidos siguen pensando que viven
en los Estados como los de ant es (soberanos, independientes,
autárquicos...).
Tampoco los partidos políticos tampoco son ya lo que fueron.
Fueron la vanguardia de la acción política, a la cual se supeditó todo,
por considerarla el instrumento principal para la consecución del
elemento privilegiado de la sociedad, el poder . Habiendo cambiado la
estrategia global, los partidos ya no son lo que fueron. Causas como
la de la Mujer, la defensa de las culturas indígenas, las tareas
locales... que en épocas anteriores quedaban subordinadas asa toma
del poder del Estado y por tant o a los partidos, ahora pasan a primer
plano, y son los partidos los que pasan a ser «retaguardia» de la
sociedad civil organizada.
Conclusión: lo que ya no volverá
Son muchas las realidades y planteamientos que, dados por
supuestos hasta hace unos años, hoy ya no existen y, además, no
van a volver. No hay nada a lo que esperar.
Es comprensible el desconcierto de muchos como primera reacción;
pero hay que despertar. Hay que desterrar toda nostalgia (no la
legítima y necesaria memoria histórica) para no quedarse mirando
hacia atrás, sino para adentrarnos en el nuevo Continente
inexplorado del planeta mundializado. Para ser fieles a los mismos
valores y principios, hay que hacer cosas nuevas y distintas.
Paradójicamente, para ir al mismo sitio, hoy hay que ir por otro
camino. Para ser igualmente revolucionarios hay que serlo y hacerlo
de forma diferente. Cambia la forma: el paradigma y la estrategia.
Pervive el contenido: la utopía.
5. Las grandes mentiras del sistema (de la mundialización
neoliberal).
No debemos dejar que el sistema nos engañe. Algunas de sus
autoproclamadas glorias son precisamente sus puntos flacos, sus
mentiras más profundas. Veamos las principales:
1. «El mercado libre, principio fundamental»
El «mercado libre» como libertad total y sin regulación es en sí
mismo una libertad ficticia: el lobo y la oveja no pueden firmar un
pacto de libremercado si no pactan simultáneamente un acuerdo de
no agresión y de respeto mutuo (sobre todo del lobo ha cia la oveja).
El «mercado libre», se viene a reducir a la ley del más fuerte, como
ley de la selva. La libertad sólo funciona entre iguales. La libertad de
uno acaba donde empieza la libertad del otro. El mercado, dejado a
su propia inercia, no tiene pie dad de los más débiles, no es humano
ni ético.
Los países ricos imponen a los pobres la apertura de sus
mercados. Pero la enorme desigualdad comercial existente, dejada a
su propia inercia, como mercado libre, destruye la industria y la
producción de los países pequeños, los llena de desempleo, los deja
inermes y en total dependencia respecto a los poderosos. Con ello el
sistema expulsa del mercado a los pequeños y medianos productores,
quedándose todo cada vez más en menos manos, las de los más
poderosos, concentrándose en empresas multinacionales que
controlan todo, imponen sus precios... No es desinteresada
precisamente la proclamación del mercado libre por parte de los
poderosos (cfr. Eduardo Galeano en esta Agenda)
No hay «mercado libre» para la fuerza laboral. Si el mercado libre
es el principio máximo de esta organización mundial, debe ser libre
para todo, también para la circulación de la mano de obra. Igual que
se la admite ya al interior de EEUU o de la UE, debe admitirse a escala
de ese proclamado «mercado libre mundial»: los pobres ofrecen una
mano de fuerza laboral «competitiva», a mejores precios; en un
mercado libre mundial, deberían poder exportarla sin aduanas ni
proteccionismos...
Si el mercado libre fuera cierto los países pobres podrían obtener
unas ganancias económicas basadas en su propio trabajo, en justicia,
y no necesitarían de las «ayudas» caritativas. Por ejemplo,
Centroamérica, con la venta de sus competitivas bananas en un
mercado realmente libre (hoy protegido en EEUU y la UE) ingresaría
diez veces más de lo que suma la ayuda total que recibe anualmente.
Con gusto renunciaría Centroamérica a todas las ayudas que recibe
si le dejaran vender sus propios productos en un mercado dizque
libre...
Sólo el 7% del mercado internacional cumple las leyes del mercado
libre del GATT; el resto del mercado mundial está protegido. EEUU, la
Unión Europea y los países ricos subsidian a su agricultura y otros
productos, en detrimento de los intereses de los agricultores del
tercer mundo; entran en guerras comerciales unos con otros (Japón
con EEUU...), pero exigen una apertura omnímoda de los mercados
de los países pobres.
2. «El nuevo orden mundial es democrático»
Los países poderosos exigen a los pobres democracia, para
considerarlos sujetos beneficiarios de los créditos internacionales, y
se consideran a sí mismos modelos en este campo. Pero su
democracia es sólo hacia dentro; hacia afuera las reglas del j uego
son otras.
La ONU no es un organismo democrático. No todos los países son
iguales en la ONU. Hay países que tienen «derecho de veto» en el
Consejo de Seguridad, por lo que pueden oponerse a la voluntad de
todos los demás. ¿Democracia?
Los organismos económicos internacionales (FMI, BM, G-7...) se
han constituido en los árbitros todopoderosos de la vida económica
de los países pobres. Con el chantaje de la concesión de los
necesarios préstamos, estos organismos dirigen la economía de los
países pequeños; éstos ya no tienen soberanía sobre su propia vida
económica. Asistimos a una «dictadura económica» mundial por parte
del BM y del FMI, organismos en los que, por otra parte, unos pocos
países ricos acaparan los votos. Estos organismo s mundiales (los
económicos, los que toman decisiones políticas) cuanto más poder
manejan, menos democráticos son.
Estos organismos económicos hace tiempo que están funcionando
ya, en parte, como un gobierno mundial de facto, con el agravante de
que van imponiendo su autoridad de un modo no democrático, pues
nadie les ha elegido ni les ha otorgado su mandato, y ade más no
«gobiernan democráticamente» a favor de todos, sino según los
intereses de los poderosos, con plena antidemocracia... Es necesario
plantearse ya el tema del gobierno mundial... (cfr Jan Tinbergen en
esta Agenda)
3.«Estamos mal, pero vamos bien, ¡paciencia!»
Sin contrincante, el neoliberalismo no necesita ya ponerse una
careta de humanismo (subir salarios, dar prestaciones sociales,
respetar a los sindicatos...). Se siente fuerte y actúa sin
contemplaciones, más excluyente que nunca. Pero ha de dar una
explicación a las durísimas condiciones que impone a los pobres, y es
ésta: es un «ajuste necesario, que va a traer mucho sacrificio, pero
que a largo plazo será bueno para todos».
La «reconversión» neoliberal del aparato productivo implica un
costo social muy fuerte: desempleo, exclusión, salarios congelados... y
ese precio lo hace pagar sobre todo a los pobres. Cuando el aparato
productivo sea más rentable todavía (no se sabe c uántos años
habrán de pasar), entonces podrán los dueños del mismo dar alguna
participación a los empleados (los desempleados no cuentan para el
sistema, sobran, no existen).
Y se nos dice: «No hay otra salida. Estamos mal (ajustes,
desempleo, hambre...), pero vamos bien (es el camino correcto, no
hay otro)». Muchos pobres han introyectado dentro de sí esta
«cultura de la desesperanza», creen en las promesas del neoliberali
smo y le votan y lo suben al poder... Por eso el capital se esfuerza por
controlar los mcs...
Es verdad que «no hay salida» mientras el capital y el sistema exija
los altos márgenes de rentabilidad y explotación a que se está
acostumbrando. La que fue la «década perdida» para el desarrollo de
América Latina, la de los 80, fue también la década de mayores
beneficios sostenidos de la banca a escala mundial... No hay otra
«salida» que la de obligar al capital internacional a dejar de ser
explotador y a ponerse al servicio de la humanidad, y no de sí mismo.
Grietas que son pistas
Estas que son las grandes mentiras del sistema son también su
«talón de Aquiles», sus puntos débiles, las grietas que se abren y que
nos dan una pista para luchar contra él. Hay que tomarle la palabra y
pedirle que la cumpla lo que proclama, ¡qué m enos!
Si habla de mercado libre y nos lo impone, tomémosle la palabra y
exijámosle mercado libre (fin de sus proteccionismos) frente a
nuestros productos competitivos. Paradójicamente, en esta coyuntura
de la historia, algunas exigencias tradicionalmente ten idas por
«burguesas» pueden ser ahora profundamente revolucionarias...
Si el sistema se preocupa por inculcar la cultura de la desesperanza
(«no hay salida»), es de capital importancia denunciarla, para que ni
se justifique ni consiga adormecer a las masas. La concientización
popular no se pasó de moda: ¡continúa siendo u na urgencia
inaplazable! Pero hay que acertar en los puntos claves. Y hay que
volver a la masa, a la que hemos perdido encerrados en nuestros
pequeños círculos capilares de concientización. Los mcs son el nuevo
desafío. Frente al gran capital, los pobres y sus aliados necesitamos
adentrarnos por las grietas de democratización de los sistemas de
comunicación que están surgiendo (como en un descuido del sistema)
para conquistar de nuevo la opinión pública y el corazón de las
masas.
6. Mundialización: buena noticia y desafío.
Desde hace tiempo, somos ya «un solo mundo»
Estamos en un mundo tan unificado e interdependiente, que nadie
es soberano ni autónomo, ni puede sentirse no afectado ni
enteramente responsable de todo lo que tiene, sabe, sufre... Ya no
hay nada que se pueda definir independientemente. Todo está
inter-relacionado y en proceso dinámico. No «hay ricos y pobres»,
sino «enriquecidos y empobrecidos». No hay países simplemente
pobres o ricos, sino colonizados, neocolonizados, oprimidos,
dependientes, empobrecidos... y colonizadores, imperialistas, dom
inantes, enriquecidos... Somos desde hace tiempo, fácticamente, un
solo mundo, y todos llevamos en nuestra vida las marcas de la historia
y de la convivencia en este mismo planeta.
Pero no lo aceptamos.
A pesar de que ya estamos muy mundializados nuestras estructuras
mentales y políticas son aún fragmentarias, divididas en Estados
nacionales (que se creen independientes y soberanos) y divididas por
el individualismo (que nos hace creer que cada un o tiene su derecho
y su autonomía, y que por eso se pregunta: «¿qué tengo que ver con
mi hermano?»). La ignorancia de los mecanismos de mundialización
da como resultado una visión ingenua de la realidad: «si algunos
países son pobres, eso es problema suyo », piensan los poderosos;
«si somos pobres, la culpa es nuestra», pensamos con frecuencia en
el tercer mundo; no es fácil descubrir que la pobreza mundial es
también fruto de la historia pasada y de las estructuras actuales. Hay
algo que no nos deja ver.. .
Hay un «imaginario social» que no deja ver...
Estos son varios de sus elementos:
1. La categoría «Estado». La sociedad moderna tiene pensado todo
desde esa categoría, considerándola como el marco en el que se dan
las valoraciones jurídicas (como antes fueron la tribu, el clan...). Así,
las desigualdades que se dan en el inte rior de una nación se juzgan
injustas, mientras que las mismas diferencias, si se dan entre grupos
o personas de diferentes Estados pasan a ser consideradas como
pertenecientes al campo de lo éticamente deseable, pero no de lo
jurídicamente exigible. Por ejemplo, las diferencias entre dos
sudafricanos por razón de su raza son consideradas como injusticia
flagrante, por racismo; mientras que si esa misma diferencia se da
entre un negro africano y un blanco europeo, será considerada muy
lamentable, pero no impugnable en términos de justicia. La justicia
queda confinada al marco del Estado; por encima de él sólo se
permite apelar a la «caridad», la beneficencia, la ayuda...
Pero el Estado es un marco inútil, cuando con la mundialización
¡nuestro país es el mundo!. Seguir pensando en términos de
relaciones internacionales (entre Estados) en vez de relaciones en el
interior de una misma sociedad (en un solo mundo) es uno de los más
fuertes apoyos para mantener el desorden actual del mundo.
2. La ceguera ante la mundialización en curso: no queremos verla.
El mundo prefiere seguir su marcha dividido en Estados; prefiere no
darse cuenta del cambio que se ha dado con la mundialización, para
no tener que cambiar.
3. La aceptación de los varios mundos. Nos resignamos a que haya
varios mundos: uno puede ser tercero y otro puede permitirse el lujo
de ser primero. Cuando reconozcamos que sólo hay un mundo, el
primero deberá renunciar a serlo. Hace falta sacudir se y
sorprenderse de que aceptemos con pasividad las flagrantes
desigualdades de esta familia humana...
Pero, ¡es verdad que somos un solo mundo! (buena noticia)
La mundialización en curso hace realidad práctica lo que en teoría
ya se daba. Nosotros ya sabíamos que todos los seres humanos
somos hermanos y miembros de la misma familia, pero estábamos tan
distantes físicamente y tan independientes que no podí amos ejercer
esa hermandad aunque hubiéramos querido (por ejemplo Europa y
Abya Yala hasta el siglo XVI). Ahora ocurre lo contrario: aunque no
quisiéramos reconocer que somos hermanos, estamos obligados a
vivir como tales, o al menos como vecinos, como tr ipulantes de la
misma y única nave espacial, que se nos ha hecho tan pequeña...
Somos una familia, y la mundialización actual no hace sino hacernos
más conscientes de la urgencia de vivir como tal familia. El mundo es
nuestra casa, el hogar de todos, y así como, si se da un incendio en
la cocina no nos desentendemos como si eso fuese asunto de nuestro
hermano que está en la cocina, así, no podemos dejar nuestro tercer
mundo abandonado a su responsabilidad porque sea «asunto suyo».
Es asunto nuestro. Hoy más que nunca el mundo se ha hecho
pequeño y es nuestra casa común. Todo lo que o curre en él es
asunto nuestro. La palabra del sabio romano vuelve a la actualidad:
«Soy humano, y nada que sea humano me es ajeno».
La mundialización hace ridícula la pregunta de Caín: «¿qué tengo
que ver con mi hermano?». Hoy, si no acepta uno la solidaridad por
principios éticos o religiosos, debe al menos rendirse ante la evidencia
de que somos solidarios por estar en la misma ( y tan estrecha y
frágil) nave espacial.
Y, ¡debemos ser un solo mundo! (desafío)
Ya nadie puede decir «yo no tengo que ver con los problemas de
esa parte del mundo». Ya no hay tercer mundo ni primer mundo, sino
un solo mundo. Decir que existe un tercer mundo es una forma de
justificarse para poder seguir siendo primer mundo. To dos los
desastres, desmanes, pobreza, miseria... que se dan en el mundo, se
dan en mi mundo, ¡en mi propia casa!... ¡son cosa mía! Ni siquiera
debemos pensar que eso se da en otro país, en otro Estado, como si
fuera problema de relaciones internacionales. El individualismo es
absurdo tanto a nivel de personas como de Estados.
Lo que hemos considerado en décadas pasadas como el «pecado
social» ha de ser redescubierto hoy como parte del pecado social
mayor: el «pecado social mundial». La «violencia institucionalizada»
hoy la descubrimos instalada en la sociedad mundial; es un a
violencia institucional mundializada, un «(des)orden mundial». La
desigualdad en el mundo, constantemente creciente durante tantas
décadas, ha de ser considerada como el desafío mayor para una
conciencia actual, humana o cristiana.
Si en las décadas pasadas el signo mayor de nuestro tiempo fue
correctamente percibido en la «injusta e inhumana pobreza», hoy hay
que percibir esa misma pobreza concretamente desde su aspecto de
desigualdad flagrante en un único mundo mundializado; és te sería
hoy el signo mayor, un «signo de los tiempos».
Hoy día, subsumidos los Estados en una única sociedad mundial, la
justicia debe ampliar su relevancia hasta las fronteras del planeta. Y
esta justicia habrá de enfrentarse decididamente con el monstruo del
«pecado social mundial». Que una misma sociedad e sté dividida en
varios mundos y hasta submundos, es un problema netamente de
justicia, ante el que la caridad y la beneficencia han de ser
sumamente cuidadosas para no encubrirla.
Combatir a división de este mundo y exigir que se combatan las
desigualdades y la miseria es hoy el primer deber de todo «ciudadano
mundial». Y es el deber más radical y revolucionario. Hoy la vieja
revolución consiste en verificar (hacer plenamente ve rdad) la unidad
del mundo, mediante la transformación del sistema mundial. Cualquier
paso que demos en esa transformación en la línea de la justicia, será
más eficaz y salvador para la vida de los pobres que todas las
«ayudas» y «proyectos de desarrollo» con que se les quiera
beneficiar. La «beneficencia» no dejará de ser un tanto injusta,
siempre que dé por caridad lo que es debido por justicia y en cuanto
legitime (por no denunciar, ocultar, o suavizar) la injusticia del mundo,
el pecado social mundial.
7. Actuar: provocar la otra mundialización.
La utopía de la Liberación debe pasar hoy por la dinámica de la
mundialización, pero de «otra» mundialización. Hacer que la
mundialización sea «otra» deberá ser en definitiva la nueva estrategia
de liberación.
La nueva estrategia de liberación se configura sobre el paradigma
de la mundialización. Parte del redescubrimiento de la injusticia mayor
de nuestro tiempo, que no es la que se da en algún país concreto,
sino la que se da a escala de mundo, en una hora histórica en que no
sólo sabemos (como siempre) que somos hermanos, sino que además
se nos hace evidente por una interdependencia creciente que causa
la mundialización.
Sólo ha cambiado pues la mediación, la estrategia, la expresión de
lo que queremos; pero lo que queremos, la utopía es la misma de
siempre: un mundo liberado, hermanado, fraterno, unido por el amor y
la justicia (lo que Jesús y los cristianos llamamos ¡el Reino de Dios!)
Todo lo que en las décadas pasadas dijimos acerca de la
necesidad del compromiso social y político sigue enteramente vivo. Lo
que va a cambiar, lógicamente, son las mediaciones, los medios y las
metas concretas intermedias, los pasos que hay a dar en e l mismo
camino que, inesperadamente, cambió de paisaje y nos dejó
desconcertados.
La Liberación hoy se llama construcción mundial de la justicia o
construcción de la justicia mundial, es decir, transformación de este
mundo que vive la contradicción de estar mundializado en su
infraestructura y se empeña en vivir fragmentado en Estad os, dividido
escandalosamente en primer y tercer mundos.
La liberación hoy será mundial, o no será. Porque los sistemas ya
no son nacionales-locales. El sistema neoliberal es contrario a la
verdadera mundialiación, por esencialmente individualista y
excluyente. Por eso, nos oponemos al modo neoliberal de con ducir la
mundialización. Queremos «otra» mundialización. Por ella luchamos.
¿Cómo?
7.1. Una concientización mundializante
La mediación para la liberación no va a ser la toma del poder (vía
política de la democracia electoral) sino la «toma de la conciencia».
Habrá de ser una maduración de conciencia, por persuasión. Hoy la
concientización será una concientización mundiali zante. Las
«estructuras» que hay que cambiar ahora con más urgencia son las
mentales. Se trata de concienciar la mundialización; de mundializar la
conciencia.
Urge tomar conciencia de la mundialización profunda, la que se da
en el nivel humano, cósmico, ético y teologal. Somos un solo mundo, y
si tuviéramos conciencia clara de ello viviríamos de verdad en él, y no
en los varios mundos, divididos y esquizofré nicos, en los que hoy
vivimos. Hay que hacer conciencia de esta mundialización, toma de
conciencia será hoy, de nuevo, una forma de politización de la
sociedad. Con la concientización, en cualquiera de sus formas,
estamos mundializando el mundo, forzándol e a ser, a saberse y
actuar como «uno solo».
7.2. Movilización de la sociedad civil
Hoy hay cada vez más consenso en que no se trata ya de tomar el
poder político sino de construir un nuevo poder: el de la sociedad civil:
la familia, las comunidades, lo local (comunal o barrial), la educación
(formal o popular), la cultura y la re ligión popular. Los partidos
políticos deben ahora seguir a la sociedad civil, y servirla, y no ser
servidos por ella (como en la coyuntura pasada). Y, desde abajo, y
desde lo local, se trata de ir construyendo la sociedad civil mundial.
7.3. Por la Patria Grande a la Patria Mundial
Mundializar no es homogeneizar a todos en el «american way of
life». Así hace la mundialización neoliberal, que ignora y desprecia las
culturas e impone su modelo neocolonizador.
La mundialización que soñamos consiste más bien en fecundar el
mundo con las riquezas y culturas de todos los pueblos, sabiendo que
cada uno tiene una aportación original e insustituible. Las culturas
indígenas, por ejemplo, no deben mantener su identi dad por una
concesión benévola de la sociedad envolvente, sino porque sólo con
su concurso se podrá construir la sociedad mundial verdaderamente
plural. Ellas son redescubiertas hoy como la fuente quizá más original
de valores y formas de vida realmente h umanos y universalizables.
La mundialización que pretendemos no disuelve las identidades en
una «macdonalización» del mundo, sino que fomenta las identidades
culturales de cada pueblo y cada persona. La Patria Grande ha de
aportar al mundo una nota bolivariana, fuente de utopías y
esperanzas. Sólo siendo profundamente latinoamericanos e hijos de
nuestro pueblo podremos hacer una aportación real y positiva a la
construcción de la Patria Mundial. A ésta sólo podremos ir por la
Patria Grande. Hacer Patria Grande es nuestro modo de mundializar.
Y viceversa: sólo entrando por el camino de la mundialización
podremos hacer un aporte eficaz a la Patria Grande. La
mundialización correcta en América Latina pasa por la construcción de
la Patria Grande, y no por la pérdida de identidad del que se ave
rgüenza de ser lo que es e imita lo que son los otros. Para ser Patria
Grande, y también para ser mundiales, el indio, el negro, el mestizo, el
criollo... necesitamos ser tales, latinoamericanos, nosotros mismos.
Latinoamérica tiene formas de vida verdaderamente
universalizables, que pueden ayudar a hacer que este mundo
mundializado sea viable:
•una cultura de creatividad festiva y lúdica: el trabajo, la producción,
el rendimiento, los números, no son lo más importante en nuestro
Continente. Aprender a gozar, a vivir, a jugar... es imprescindible para
una sociedad que necesita compartir el tr abajo, trabajar menos para
vivir todos, sin pretender la acumulación cuando se tiene lo suficiente;
•la austeridad, no es para nosotros un castigo o una exigencia
ética, sino una liberación;
•las culturas indígenas tienen hábitos y formas de vida y de sintonía
con la naturaleza que cobran especial relevancia de cara a un mundo
mundializado que necesita aprender a sobrevivir y a respetar la
naturaleza;
•los más interesados en la «otra mundialización» son las grandes
mayorías excluidas. Los obreros del primer mundo y sus aliados
pueden por opción ética indentificarse con el tercer mundo, pero sin
olvidar que sus intereses inmediatos están en divergenc ia con este
tercer mundo;
•en América Latina tenemos un capital fabuloso de luchas,
procesos, cuestionamientos y búsquedas que podemos compartir
para enriquecer un mundo mundializado.
7.4. Macroecumenismo y mundialización
En un mundo en proceso de mundialización se nos exige a todos no
quedar anclados en el pasado fragmentado. Hoy la mundialización
exige con nuevos motivos el macroecumenismo. Toda vivencia
religiosa que no incorpore ya habitualmente la referencia mu
ndializada (en el espacio, en el tiempo histórico, en el diálogo de
religiones...) no unifica el mundo, sino que lo lastra y lo hace
permanecer en su fragmentación, y por tanto, se opone sin duda al
proyecto de Dios.
El macroecumenismo implica también la toma de conciencia de la
mundialización en el imaginario religioso. Hoy ya no es lícito un
discurso religioso cerrado en una sola tradición, establecido en un
solo plano, o que no introduzca la mundialización geogr áfica e
histórica en su perspectiva...
8. «Piensa mundialmente y actúa local y mundialmente»
El eslogan que se hizo famoso decía: «piensa mundialmente y actúa
localmente». Intuía la mundialización que venía. Pero la
mundialización ha llegado, está aquí ya, y hay que adecuar el
eslogan.
Proponemos corregirlo así: «piensa mundialmente, y actúa local y
mundialmente». Porque muchos, muchos más de los que lo creen -y,
potencialmente, casi todos- podemos actuar mundialmente. La
transformación tecnológica de la comunicación nos lo permite. Un
simple estudiante universitario puede -por cierto, además,
gratuitamente en muchas universidades- acceder a bases de datos de
cualquier parte del mundo, en esa virtual «biblioteca telemática
mundial» que ya es una realidad. Un sencillo militante popula r,
echando mano de un recurso tan económico como una llamada
telefónica local, por las redes informáticas públicas puede recibir
informaciones alternativas elaboradas por grupos populares de los
más diferentes puntos del planeta; puede contestar las infor maciones
que se ofrecen en «conferencias» electrónicas públicas, y su
contestación se divulga mundialmente, de forma que participa en la
opinión pública, dejando de ser simple consumidor de información;
puede elaborar un estudio, una investigación o una r eflexión
trabajando en equipo con otros militantes, u otro grupo popular o
comunidad, simultáneamente, aun estando a miles de kilómetros de
distancia, sin costo. La transformación ha sido tan gigantesca y tan
rápida que muchos que leen estas líneas consid erarán todas estas
posibilidades como algo idealista, sin pie en la realidad, o como
pertenecientes todavía a la ciencia ficción; es parte de la resistencia
al cambio.
Esta mundialización de la información y de su procesamiento son
una bomba de tiempo en la evolución de la sociedad, pues suponen
potencialmente una radical democratización de la misma. En esta
«sociedad informacional» en la que entrevemos la salida por la
«mundialización de la conciencia», la información es una de las
principales «praxis».
En este mundo tan diferente, con un acceso tan democratizado a
las plataformas de comunicación, todos podemos actuar
mundialmente: conociendo, estando comunicados, articulados y
organizados, pensando y repensando mundializadamente todas las
viejas cate gorías, y poniendo en marcha las nuevas estrategias...
9. Propuestas concretas de acción.
Se podría decidir en cada comunidad, de una forma reflexivamente
democrática, unos cuantos gestos para asumirlos como tarea
inmediata para este año 96. Damos estas sugerencias, que no
servirán en todas partes, pero que quizá darán ideas para la cre
atividad local:
-cuestionar nuestra forma de vida: austeridad, ecología, tiempo
para el diálogo, afectos...
-ampliar nuestras relaciones estableciendo contacto con algún otro
grupo o comunidad del país o del Continente que sea semejante a
nuestro grupo; compartir con ellos, conocer su pensamiento y su
compromiso, intercambiar puntos de vista;
-inscribirse en algún organismo de solidaridad internacional;
-organizar algún encuentro, taller, charla sobre la mundialización;
leer algún libro sobre el tema (cfr. la bibliografía que trae la agenda);
-entrar en alguna red electrónica de comunicación, de información
alternativa, de debate (por ejemplo, las conferencias de APC o los
listservers de Internet) o en un «equipo mundializado de trabajo»;
-cultivar nuestra identidad latinoamericana con algún taller o lectura
individual: literatura,
historia, problemática indigenista, afroamericana, criolla...
-discernir y replantear nuestros compromisos sociales y políticos y nuestro mismo análisis
de la realidad desde la perspectiva de la mundialización;
-hacer algo respecto a la democratización de los organismos mundiales (ONU, FMI, BM,
GATT...): algún taller para estudiar su origen, constitución, historia, funcionamiento, carácter
antidemocrático; consultar con otras entidades qué se podría hacer,
-enrolarnos personal y grupalmente en el comercio alternativo como consumidores, de
ahora en adelante, de algunos productos que puedan favorecer a algunos países mas
pobres; preferir siempre que sea posible productos nacionales o de la región...
A los centros populares de educación popular, de pastoral, instituciones de servicio,
universidades, agentes de pastoral... les sugerimos:
-crear materiales pedagógicos;
-elaborar reflexiones teóricas (desde las ciencias sociales, la economía, política,
pedagogía, filosofía, teología...)
-hacer informes sobre las experiencias vividas que puedan ser iluminadoras y dignas de
ser compartidas...
Proponemos compartir y poner todo ello al alcance de todos por alguna vía electrónica.
Solicitamos nos envíen un ejemplar a la sede central de la Agenda.
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