
Su gran aportación en el campo de la Teología ha sido la de aplicar el método crítico histórico con el mayor rigor científico al estudio de las fuentes de la Revelación: Escritura y Tradición. Es decir, hacer teología positiva según las exigencias del momento. Por eso fue uno de los hombres que supieron no huir ante el ataque del modernismo (v.) teológico, sino luchar con él en su mismo campo y con sus mismas armas. Sus obras principales son fruto de esa preocupación: La religion personnelle, París 1927-30; La crise de la f oi chez les jeunes, París 1927; Le dogme chrétien, París 1928; y su lésus-Christ, 2 vol. París 1928, la obra de su ilusión y de su vida, que no vio publicar. Se trata, esta última, de un gran estudio sobre Jesucristo, contemplado desde perspectivas distintas, que conserva su actualidad y su fuerza.
Grandmaison fue un intelectual doblado de un espiritual auténtico. Sus tres volúmenes de Écrits spirituels, París 1933-35, dan fe de su alta y sólida doctrina espiritual, centrada toda ella en la docilidad al Espíritu Santo. Los documentos íntimos publicados demuestran que el autor vivía sus enseñanzas con grande verdad. Por su seriedad científica, por su sentido vivo de la tradición eclesial, por su misma experiencia espiritual, G. es un ejemplar y un testigo de la mejor teología católica en la hora del modernismo.
BIBL.: J. DE GEUSER,
Bibliographie, «Recherches de science religieuse 18 (1928) 281-295; J.
LEBRETON, Le P. L. de Grandmaison, París 1932; H. DU PASSAGE, Le P. L. de
Grandrnaison. In Memoriarn, «Études>> 192 (1927, 111) 5-21.
B. JIMÉNEZ DUQUE.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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