miércoles, 1 de agosto de 2012

NAAMÁN.

(heb. Na{amân, "placentero [dulce, ameno, agradable]"; ugar. N{mn; egip. del tiempo de Tutmosis III, N{mn3; gr. Naimán). 1. Descendiente de Benjamín (Gn. 46:21; 1 Cr. 8:4), y cabeza ancestral de los naamitas.* 2. Comandante en jefe del ejército sirio bajo Ben-adad II, rey de Damasco. Como militar tuvo éxito, e hizo del reino sirio de Damasco una nación fuerte (2 R. 5:1). Sin embargo, contrajo lepra, y afrontaba la ruina de su carrera. En su casa había una esclava israelita que había sido llevada cautiva en una de las incursiones a Israel. Tenía simpatía por el problema de su amo y expresó su deseo de que pudiera ser sanado por el profeta en Samaria. Frente a esta perspectiva de curación, Naamán pidió consejo al rey, quien lo envió a esa ciudad con una carta de recomendación al rey de Israel. Cuando Naamán la presentó en la corte, se produjo una consternación, porque se consideró que el incidente era una excusa para iniciar una guerra. Pero cuando Eliseo oyó del incidente, envió decir al rey que enviara a Naamán a su casa. Cuando éste y su séquito llegaron, el profeta no salió a recibirlo; sencillamente le envió el mensaje de que debía sumergirse 7 veces en el río Jordán. Eso, evidentemente, tenía el propósito de probar su fe y de humillar su orgullo. Naamán se molestó y se propuso regresar a Damasco de inmediato, afirmando que los ríos Abana* y Farfar* eran mucho mejores que el fangoso Jordán. Pero finalmente lo persuadieron a probar la receta de Eliseo, y como resultado, sanó. Le ofreció una rica recompensa, pero el profeta rehusó aceptar algo de él. Su siervo, Giezi, por engaño obtuvo para sí mismo algunos de los regalos ofrecidos. Esto le costó un duro castigo, porque por su pecado recibió la lepra de Naamán (2 R. 5:1-16, 20- 27). Como resultado de su milagroso sanamiento (Lc. 4:27), llegó a ser creyente en Yahweh, el Dios de Israel, y prometió adorarlo sólo a él de allí en adelante (2 R. 5:17). Pidió 2 mulas cargadas de tierra, sobre la cual ofrecer sacrificios a Dios en Damasco. Explicó al profeta que, sin embargo, su cargo le exigía acompañar al rey al templo del dios Rimón, donde tendría que inclinarse ante el ídolo mientras el rey se apoyaba en su brazo. El profeta le dijo: "Ve en paz" (vs 17-19). Aparentemente no era el momento de pedir que hiciera una reforma en ese asunto. 3. Otro descendiente de Benjamín, hijo de Aod (1 Cr. 8:6, 7).

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