miércoles, 15 de agosto de 2012

RISPÁ.


Ella aparece por dos veces en la historia de la Biblia  como una figura discutida y grandiosa,portadora  de un amor y de una fidelidad que parece estar por encima del mismo Dios bíblico. Había sido “concubina” (una de las mujeres) de Saúl y tras la muerte del rey fue objeto de disputa entre Isbaal, hijo de Saúl y nuevo rey, hombre de poca autoridad, y Abner, su general, el hombre fuerte del reino, que está conspirando contra Isbaal, para entregar el reino en manos de David:

Durante la guerra entre la casa de Saúl y la casa de David, Abner adquirió predominio en la casa de Saúl. Había tenido Saúl una concubina, llamada Rispa, hija de Ayyá, y Abner la tomó. Pero Isbaal dijo a Abner: «¿Por qué te has llegado a la concubina de mi padre?» (2 Sam 3, 6-7).

Al apoderarse de Rispá, Abner está actuando de hecho como nuevo rey, pues las concubinas de un rey muerto o depuesto pasan a ser propiedad de su hijo-heredero. Pues bien, Abner traicionó al hijo de Saúl y ofreció su apoyo a David, que de esa manera pudo ser rey sobre el conjunto de Israel. Pero no pudo “disfrutar” de su traición, ni mantener a Rispa como mujer, pues Joab, el gran general de David, le mató a traición, por celos (no quería tener un competidor) y por cuestión de enfrentamientos anteriores (cf. 2 Sam 3, 27). A partir de aquí empieza la tragedia.
Unos años  después, unos traidores, que quieren ayudar a David, liberándole de sus posibles contrincantes, mataron a traición a Isbaal, el rey de Israel, de manera que Rispá  quedó sin ninguno de sus posibles maridos. Pues bien, pasadosotros años, los habitantes de Gabaón, a quienes el rey Saúl había tratado con dureza (matando a muchos de ellos), por cuestiones de identidad israelita (¡pues no parecían estaban totalmente integrados en la alianza de Israel!), pidieron venganza a David, y David se la concede, permitiéndoles que mataran y colgaran (¡en honor de Yahvé!) a siete descendientes de Saúl. Entre los ajusticiados están los dos hijos que Saúl había tenido con Rispa, su concubina:
 En tiempo de David hubo hambre por tres años consecutivos. David consultó a e Yahvé y Yahvé respondió: «Hay sangre sobre Saúl y sobre su casa, porque mató a los gabaonitas». Llamó el rey a los gabaonitas, que gabaonitas no eran israelitas, sino uno de los residuos amorreos, con los que los israelitas habían pactado (cf. Jos 9), pero Saúl había intentado exterminarlos, llevado del celo por los israelitas y Judá. Dijo, pues, David a los gabaonitas: «¿Qué debo hacer por vosotros y cómo puedo aplacaros para que bendigáis la heredad de Yahvé?»… Le respondieron los gabaonitas: «Aquel hombre (Saúl) nos exterminó y proyectó aniquilarnos para hacernos desaparecer de todos los términos de Israel6 Que se nos entreguen siete de entre sus hijos y los despeñaremos ante Yahvé en Gabaón, en el monte de Yahvé.» El rey dijo: «Os los entregaré»…
Tomó el rey a los dos hijos que Rispá, hija de Ayyá, había dado a Saúl, Armoní y Meribbaal, y a los cinco hijos que Merab, hija de Saúl, había tenido con Adriel, hijo de Barzillay de Mejolá  y los puso en manos de los gabaonitas que los colgaron en el monte ante Yahvé. Cayeron los siete a la vez; fueron ajusticiados en los primeros días de la cosecha, al comienzo de la siega de la cebada.
Rispá, hija de Ayyá, tomó un sayal y se lo tendía sobre la roca desde el comienzo de la siega hasta que cayeron sobre ellos las lluvias del cielo; no dejaba que se pararan junto a ellos las aves del cielo por el día ni las bestias del campo por la noche.
Avisaron a David lo que había hecho Rispá, hija de Ayyá, concubina de Saúl. Entonces David fue a recoger los huesos de Saúl y los huesos de su hijo Jonatán… y los reunió y los reunió con los huesos de los despeñados. Sepultaron los huesos de Saúl, los de su hijo Jonatán y los de los despeñados, en tierra de Benjamín, en Selá, en el sepulcro de Quis, padre de Saúl, y ejecutaron cuanto había ordenado el rey, después de lo cual Dios quedó aplacado con la tierra (cf. 2 Sam 21, 1-14).

Éste es uno de los textos más duro de la Biblia Judía, que presenta a Yahvé como garante de una justicia que se debe entender como venganza. Para que se aplaque su cólera, tienen que morir ritualmente siete hijos (descendientes) de Saúl, expiando así por los “crímenes” de su padre, y sus cadáveres han de estar colgados todo el verano, desde el comienzo de la siega hasta las lluvias del otoño, ante el lugar sagrado (templo de Yahvé) de Gabaón, que en desde ese momento aparece como uno de los más importantes de Israel (como vemos al comienzo de la historia de Salomón: cf. 1 Rey 3, 1-15).
Los hijos/descendientes de Saúl han de quedar todo el verano colgados ante el sol y el viento de la noche, expuestos al calor y al agua, como pasto de las aves carroñeras y las fieras… para expiar de esa manera ante Yahvé, para aplacar su cólera. El mayor castigo que se podía infligir en aquel tiempo contra un hombre era matarle y dejar su cadáver insepulto, sin rito funerario y sin entierro.
Pues bien, frente al Dios que exige ese castigo y frente a los hombres que lo ejecutan (incluido David) se eleva Rispa, que actúa no sólo como madre de sus hijos, sino de los demás ajusticiados. Ella se coloca allí, sobre la roca donde se asienta el santuario, velando noche y día los cadáveres de su familia, sin miedo al sol y al viento, para mantener alejadas a las aves carroñeras y a las fieras.
Rispa viene a presentarse de esa forma como signo de mujer buena y madre sufriente, que no cree en la ley de la venganza, ni en el Yahvé que exige la muerte de los hijos por los crímenes de su padre. Ella es la verdadera “sacerdotisa” de Dios, la auténtica “creyente”, el signo mayor de humanidad en esta durísima historia de venganzas.
Rispa es aquí el mayor ejemplo de dignidad y valentía humana, pues con su actitud (¡todo un verano sin dormir, a cielo abierto, espantando animales…!) logra que el mismo durísimo David cambie y así cese el castigo horrendo de los cadáveres insepultos, mandando que los bajen y que traigan también los huesos de Saúl y de sus hijos y los entierren con honor, para que así termine de un modo menos trágico la historia de su dinastía.
El relato termina con una frase ambigua: “y Dios quedó aplacado con la tierra”. En sentido estricto, el texto afirma que Yahvé se aplacó al cumplirse la venganza, con la muerte de los siete hijos de Saúl. Pero también se puede suponer que se aplacó con la actitud de Rispa, la madre sufriente, que “cuidó” a sus hijos (y a los nietos de su marido) que habían sido ajusticiados. Sea como fuera, ella ofrece en la Biblia un testimonio fuerte de valentía y de piedad, una mujer que es servidora de la vida, frente a todos los varones asesinos

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