La idea de la existencia de razas sin cabeza y con la
cara en el vientre o en el pecho está difundida en zonas muy extensas
por todo el mundo. A menudo se trata de seres personales, espíritus o
divinidades. Con frecuencia esta malformación se atribuye a especies
enteras, situadas en lugares lejanos. Por ejemplo: Los esquimales del
estrecho de Bering creen que en la Luna viven extraños seres, que alguna
vez han sido encontrados también en la Tierra, sin la cabeza sobre el
cuello y cuyo cuerpo de aspecto humano tiene una gran boca armada de
dientes afilados en el tórax. Los propios esquimales hablan también de
una raza que había vivido en tiempos antiguos y que tenía dos caras, una
anterior y otra posterior, y una cola. También en la América meridional
se habla de presuntos seres acéfalos, denominados Ewaipanoma, así como
en los relatos de los indios de la costa del Pacífico Norte se habla de
seres sin cabeza, con los ojos en el pecho.
Sin embargo el nombre Blemmi, se refiere
específicamente a una población que Plinio sitúa en el desierto de
Libia. El nombre no es hijo de la fantasía, sino que era la denominación
de una población real (obviamente con la cabeza en su lugar natural)
que habitaba entre el Valle del Nilo y el Mar Rojo. Según Henry Lhote,
la fábula del pueblo acéfalo pudiera haber nacido de la descripción,
teñida de fantasía, de gente cubierta por un velo que disimulaba las
formas hasta el punto de hacer pensar que no tenían cabeza.
En el Medievo se multiplicaron las descripciones de
estos pueblos, que a veces toman el nombre de epifagos, y se les
describe con la piel dorada, la cara en el pecho y dos ojos en los
hombros. Los acéfalos, además, se dividen en Sternophtalmoi y en
Omophtalmoi, según tengan los ojos en el pecho o en los hombros,
respectivamente.
De este tipo de monstruos se han dado con el tiempo
varias interpretaciones alegóricas o simbólicas. Los Gesta Romanorum ven
en ellos la imagen de humildes que quieren obedecer a los mandamientos
interiores de su corazón; un texto del siglo XII, en cambio, compara
estos seres con los abogados, que no tienen la cabeza de un hombre
consciente de los propios límites, pero son codiciosos, por lo que
tienen la boca en medio del vientre. Esta interpretación, en cierta
medida, la suscribe también Freud, que tuvo ocasión de estudiar la
figura del acéfalo en una imagen obsesiva que se presentaba en un
paciente. Éste veía a su padre como un cuerpo desnudo, sin cabeza ni
genitales, pero con brazos y piernas, y los rasgos de la cara estaban
pintados en el vientre. Para Freud la falta de la cabeza equivale a la
castración, castración que se puede vincular al símbolo de la vagina
dentada, y por consiguiente como reflejo también con el tema de la
nutrición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.